36. Violetas
Violetas
Lo miro sin mirarlo, con mi mente pensando en las violetas de la casa de mi madre halladas en los pocos años felices de mi infancia. Él me sonríe en respuesta entre su nube alcohólica, con sus dientes amarillos y estrecha boca. Mi mente viaja en un curso indefinido y capto el río de fondo como un suave murmullo, cierro los ojos y me imagino en él, con el cauce y su furia golpeando mi piel caliente y sonrojada por el alcohol.
Abro los ojos y me encuentro a un clon de mí misma parada a unos centímetros con una expresión demacrada, sin parpadear y con su silueta opacada por la luz que golpea su espalda. Mi doble extiende su mano de manera mecánica y me da una violeta. Al paso de unos segundos desaparece de la misma forma que apareció y un sentimiento de vacío enrolla mi pecho. Sostengo la flor entre mis manos y siento el pinchazo de sus espinas, pero no quito la mano.
Sus pétalos son una lengua de seda morada que me pide mi vehemente atención. Y obedezco, contemplando cada detalle de aquella flor como si solo esta existiera, manchando con mi sangre su cuidadosa naturaleza, pero mi trabajo falla cuando en mi reojo un rojo carmín llama mi interés y la roba.
El hombre alcoholizado extiende una manta de dicho color sobre su cuerpo y bosteza tan fuerte que parece un grito. Sostengo la mirada hasta que la flor quema mi mano en busca de protagonismo, esta me susurra un deseo y yo lo hago realidad. Me levanto y con tierna delicadeza, dejo aquella violeta sobre el pecho carmín de aquel hombre.
Abandono el lugar y acompaño el cauce.
Creado en enero del 2022.
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