27. Espectro nocturno
𝓔𝓼𝓹𝓮𝓬𝓽𝓻𝓸 𝓷𝓸𝓬𝓽𝓾𝓻𝓷𝓸
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Un espectro sin rostro la visitó en aquella noche lluviosa y escalofriante. Su silueta prestó a su merced un sentimiento de ahogo que oprimía su pecho y hurgaba en su vientre; lo hizo en medio del mar oscuro que había ocupado su habitación, como siempre sucedía con su mera presencia, borrando cualquier indicio de luz.
Ese ser sin nombre se sentó en el borde de su cama y rozó con sus dedos en su muslo desnudo. La chica reaccionó con una sacudida ante su tacto frío, temió más por lo que el ser provocaba a su tranquilidad que a su espeluznante tez.
—Por favor, si tienes clemencia; alma en pena, abandona mi habitación y deja de atormentarme con tu presencia —le rogó la chica con voz queda.
El ser negó con la cabeza sin forma ni facciones, y se inclinó sobre ella, acercándose a su rostro pálido.
—Oh, humana, necesitas de mi poca clemencia para sufrir —susurró con voz ronca, rasposa y eléctrica. Su tono fue tan brutal y horrorizante que más que remover cada extremidad de su cuerpo, hizo temblar su entorno en una sacudida parecida a un escalofrío. Era la primera vez que le hablaba.
—¿Y por qué quieres que sufra? —tartamudeó ella, afectada por sus palabras.
—Todo aquel que vive, debe hacerlo y si no soy yo, ¿quién más te hará humana?
Se deslizó a su lado en un movimiento que resultó ser tan ligero como una ráfaga de aire. La arrolló con sus brazos y la apretó contra sí en medio de su forcejeo. Ella como era costumbre, luego de lapso de tiempo tan corto como infinito, le devolvió el abrazo con los ojos abiertos y cristalinos sin una razón que pudiera, dentro de sus capacidades, explicar. No pudo dormir, los llantos apartaban el sueño y su insistencia por querer acercarse más a su visitante, lo desaparecían.
Lo abrazó tanto y con tanta fuerza que éste se impregnó en su ser y se volvieron uno solo. Los sentimientos regresaron, junto a los recuerdos que olvidaba con frecuencia en su ajetreado día. La culpa, la vergüenza y el odio poseyeron su cuerpo traídos por el ya satisfecho espectro, feliz de opacar su vida.
A la mañana siguiente (como todas desde aquel día en su adolescencia) el único rastro visible que dejó su visita lo halló en sus ojos, débiles detalles que a la vista humana pasaban como habituales: dos grandes bolsas debajo de estos, representantes de la oscuridad de la tez perversa del espectro; un ligero cambio de tonalidad en su iris por uno más oscuro y por último, el pequeño tamaño que habían adquirido sus ojos, causado por la inflamación de tanto martirio continuo.
Se maquilló ocultando esas horrorosas marcas y disfrazó su cansancio ante los demás con una frase que podía explicar y sustituir la incertidumbre nocturna indescriptible de alguien humano:
—Sufro de insomnio, señor.
El microrrelato, como es habitual en los de este tipo (mis favoritos) tomará el sentido o la explicación que quieran darle, es subjetivo.
Yo tengo el mío propio y quiero saber el de ustedes, pueden ponerlo en los comentarios, me encantaría conocerlo. Por cierto, sé que no publico mucho aquí, pero es más porque no me siento conforme con la mayoría de microrrelatos que escribo que por otra cosa. Este en especial me gustó mucho y decidí publicarlo.
Au revoir. <3
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