Como él
Todo su cuerpo tiembla. Sus piernas suplican un descanso, haciendo que sufra con un fuerte dolor en ellas. Cada centímetro de su piel está cubierto por sudor. Su respiración es entrecortada y el flato hace que la duela la zona por debajo de las costillas. Quiere parar, pero no puede, si lo hace, será su fin. Pero no es lo suficientemente veloz. Unas manos la agarran de la barriga haciéndo que pare. Se retuerce entre esos brazos intentando escapar, pero ya es demasiado tarde. Grita con furia, pero nadie oye, nadie ayuda, nadie entiende.
Minutos más tarde, con lágrimas en los ojos, está dando patadas e intentando salir de aquel coche de policía.
-Sabes que esto solo confirma más que eres culpable ¿verdad?-dice quien la capturó en el asiento del conductor. Ella no responde, solo sigue intentando salir. Cuando llegan al cuartel y abren la puerta, ella corre ante la posibilidad de escapar, pero el policía la vuelve a coger mientras patalea e intenta liberarse. Y así, la lleva hasta la sala de interrogatorios. La atan a una silla, pues no deja de moverse intentando huir.
-Bien-el inspector entra en la sala, ella se queda quieta mirándole desafiante- Podéis salir chicos, yo me encargo-los guardias salen, pero ella sabe que están tras aquel espejo por el que no puede ver pero si la pueden observar. No deja de fulminar con la mirada al inspector.
-Exijo un abogado.
-¿Crees que estás en derecho de exigir un abogado? Ni siquiera de esa manera te librarás. Ya tenemos suficientes razones para encarcelarte.
-Según la ley, tengo derecho a un abogado.
-Demasiado tarde para empezar a seguir la ley ¿no crees? Apuñalaste a sangre fría a una persona con familia y amigos, gente que quiere a esa persona, y la dejaste tirada en un callejón. No solo arruinaste su vida, si no la de todas esas personas que le amaban.
-Se lo merecía, que se valla al infierno.
-Osea que admites haberlo hecho.
-Piense inspector. ¿Usted de verdad ayuda a la gente? Tú quieres ayudar a las personas, por eso escogiste ese trabajo, pero ¿de verdad los cuerpos de policía hacen cosas buenas por la gente? A la gente como yo, los policías nos echan a patadas de los lugares, no podemos estar en ningún lado y no hay ley que nos proteja. ¿Por qué? Por el simple hecho de no tener dinero. Los policías solo miran los bolsillos, como todos. Ahora dime, si tú estuvieras en mi lugar y vieras a un rico, solo, de noche, que hace unas lunas te pegó por el simple hecho de ser pobre y que observas todos los días ir de tienda en tienda comprándose cosas que no le sirven para nada, ¿acaso no intentarías robarle? Necesitaba dinero y él lo tenía. Se opuso a mi así que lo maté. Si soy culpable por tener envidia, no me voy a negar. Al menos en la cárcel tendré comida. Estoy segura de que usted también tiene envidia de alguien, es algo humano al fin y al cabo.
El investigador sale de la sala. Ya había confesado su crimen así que no hacia falta más preguntas. Iría a juicio y luego a la cárcel, su trabajo había terminado.
Llega a casa agotado, ha sido un día duro y agotador. Cómo siempre, no hay nadie en su casa, solo él y su soledad. Mira por la ventana, su vecino está de nuevo viendo una película en el salón con su esposa y sus hijos. Frunce el ceño recordando las palabras de la acusada de aquel día. Cierra la ventana y se va a la cama. Al día siguiente, vuelve a ver a aquella familia feliz, y al siguiente y al siguiente. Las palabras de la chica acuden a su cabeza una y otra vez. Ojalá pudiera olvidarlas.
Entonces sucede. Su vecino se aproxima borracho, de noche, por la calle, con una mujer también borracha. La vecina de enfrente. Se despiden después de un largo beso. El inspector aprieta los puños. El tenía una familia, una mujer, cosas que él no tenía y las desaprovechaba así.
Al día siguiente, se encuentra intentnado liberarse de las ataduras de la silla en la misma sala de interrogatorios. Otro inspector le mira supicaz.
-Exijo un abogado.
-Nos estás dando razones para empapelarte, no necesitas un abogado.
-Según la ley, tengo derecho a un abogado.
-Debiste de pensar también en la ley cuando estrangulaste a tu vecino.
-Piense inspector. ¿Usted de verdad ayuda a la gente? Tu quieres ayudar a las personas, por eso escogiste este trabajo, pero ¿de verdad los cuerpos de policía hacen cosas buenas por la gente? Si tú estuvieras en mi lugar, solo, y vieras a tu vecino por la calle engañando a su mujer con otra persona, desaprovechando lo afortunado que es por tener una familia ¿qué harías? Si soy culpable por tener envidia, no me voy a negar. Al menos en la cárcel no estaré solo. Estoy seguro de que usted también tiene envidia de alguien, es algo humano al fin y al cabo.
El antiguo inspector sonríe maliciosamente. El nuevo lo mira como si estuviera loco y se va, sin saber qué días más tarde sería él el que estuviera en esa silla repitiendo las mismas palabras.
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