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Inmortal

Hal apareció por uno de los pasillos del almacén de residuos en que trabajaba, no sólo ahora sino antes, cuando formaba parte de recolectores entre formaciones antiguas de estaciones que caían del cielo luego de cumplir su ciclo de servicio.
La noche del lugar hacía pasar la luz de la Luna entre los vidrios, en lo que Hal y su compañero metálico de forma humana llamado, Frig-man, metían las manos entre tubos de metal, cables y bordes grises.
Frig-man retiró su mano mecánica de entre uno de los tubos gigantes que se apoyaba sobre la plataforma de trabajo. Era su mano la que sacaba, literalmente, luego de salir despedida tras usar la máquina de soldar. Hal era quien hacía el mantenimiento de tal hombre mecánico, pero su principal ocupación ahora era el nuevo proyecto en el que incluía a Frig-man. Éste no sólo lo apoyaba con el ingenio incubado en sus procesadores, sino con la labor de llevarle comida y lo que necesitase para sobrevivir durante las largas noches de arduo trabajo.
Al llegar al almacén, desarmaban y rearmaban los tubos de contención que integraban una máquina desintegradora. Eso es lo que era. A veces necesitaba energía para probarla y era en eso que el robot encendía los generadores para darle energía al invento del hombre.
Las veces que no ocurría nada, era porque el rearmado de las piezas había sido incorrecto o porque se les había acabado el combustible a los generadores. Si no usasen el combustible normal entonces tendrían muchas más horas de energía. Pero aquel tipo de líquido no estaba disponible para ellos. Un solo chorro de "Wustel" azul encendería un generador por más de una semana, y por más de un mes a Frig-man. Lástima que aquella sustancia milagrosa era sólo usada para naves y estaciones espaciales como las que caían antes, para luego ser recogidas por recolectores. Aquellos eran imprudentes cálculos de Hal.
Nuevamente, ambos colegas de trabajo se reunieron en el almacén. Al parecer las cosas estaban ubicadas de otra forma, Hal podía notarlo a simple vista.
Las cajas que contenían el artefacto desarmado en tubos de eyección y emisores sónicos, sin contar los tubos de resonancia que impulsaban casi por completo la máquina después de un generador, habían desaparecido.
Ambos buscaron en el almacén. Uno encontró la caja de los tubos hipersónicos entre un estante por las paredes al lado de la entrada principal del almacén. Otra caja que tenía dentro la varilla de plutonio junto a un montón de espuma que por suerte estaba intacta. 

-¡Malditos ladrones!-gritó Hal. 
-¿Desea seguir buscando?-preguntó Frig-man, con tono casi humano. 
-No, déjalo así. Sé que lo demás está seguro. Por suerte guardé piezas, aunque menos importantes que las demás, en contenedores bajo el suelo. 
-Es seguro que siguen ahí.
-Hay que comprobarlo.

Efectivamente estaban ahí. El tanque de argón y el dispositivo Helión, llamado así por Hal debido a que usaba láseres continuos para ionizar pequeñas cantidades de gas que iban directo a una cabina metálica en forma de cubo del tamaño de un pastel, más o menos. Estaban también las turbinas electromagnéticas que se enlazaban con el gas ionizado luego de un tubo sónico.
Reunieron todo en la plataforma de trabajo, poniéndolo en fila. El desintegrador en su totalidad estaba casi completo, excepto por alambres de cobre que se enrollaban cerca de los magnetos. Cosas fáciles de conseguir.
Pero... faltaba energía, la fuente de ésta. Es decir, el generador.
Lo que faltaba. Hal no podría conseguir uno ni siquiera robando, pues nadie en kilómetros a la redonda tenía uno. Y al ser un almacén en los límites de una ciudad casi vacía, pues esas eran las condiciones. Podría construir uno, pero ¿y si alguien venía? Pues llevaría algo de tiempo recolectar las piezas. Todo era culpa de esos recolectores. Habían vuelto al almacén, esto porque antes, Hal y su equipo de oficio, encontraron aquel lugar juntos, y él esperaba que no volviesen, y menos cuando no se encontraba en el lugar.
Aquellos hombres eran astutos para buscar, pero al menos la estrategia de regar las cajas con los elementos de la máquina entre repizas, estantes y ventanas había servido. Pero sin energía, sin poder tener la máquina encendida, no lo lograrían. Necesitaba tenerlo encendido lo cuál hacía girar los rotores que contenían los tubos.
-Señor, necesita energía para trabajar.
-Ya lo sé. Tengo que encontrar la forma. Si no lo logro...
-Pero usted me construyó.-dijo Frig-man-Eso debe significar algo.
-Claro que sí. Eres mi mano derecha y te tengo tanto respeto como a una persona normal.
-Lo que quiero decir es que aún hay otra opción, Hal.
El robot retiró una corteza oxidada mostrando puertos de conexión en su espalda, por donde entraban los cables que Hal usaba para recargar a su compañero.
-No, no me sugieras eso. Eres un robot, no una batería.
-Es casi lo mismo a mi parecer. Tan solo usarás parte de lo que me mantiene encendido. Seguiré ayudando después de todo.
-Un motor de iones es frágil y complicado. Apenas sabría como conectarte a esto.
-Si no lo haces, Hal, no terminarás la máquina. La necesitas y sé por qué.

Ambos quedaron parados en silencio por un momento, frente a la máquina desintegradora.
Hal desarmó lo que constituía la espalda del robot. Retiró inyectores que hacían recorrer pequeñas cantidades de corriente eléctrica que luego iluminaban los ojos de Frig-man. Quitó tornillos, placas y pistones para luego observar el núcleo brillante de lo que mantenía vivo al hombre de metal. Un genuino pero antiguo motor de iones. El brillo azul de éste entre la oscuridad también alcanzó el rostro del robot.
Luego modificó el orden entre cables que transmitían los iones hacia las articulaciones con micromotores, y que impulsaban reacciones de conciencia en el metal. De nuevo armó al robot hasta reintegrarlo a una forma humanoide, ahora con cables ajustados a su parte abdominal y en lo que constituía su pecho.
Ambos siguieron trabajando con dedos de metal al costado de unos humanos. La prueba del arma se llevó a cabo mientras ésta se hallaba conectada a Frig-man.
Los imanes vibraron y el Helión hizo girar los láseres tan rápido que a los ojos de ambos ingenieros era más como una rueda roja de bicicleta brillante. Era hora de disparar, por fin. Hal accionó varios interruptores en secuencia junto a Frigman quien controlaba el flujo de entrada del gas argón.
Primero un destello azul y luego algo naranja resplandeciente, eso fue lo que vieron.
Cuando el humeante óxido se dispersó, vieron un agujero en el metal de una de las barreras de prueba para el arma. Tres de cinco de ellas habían sido perforadas y derretidas en una medida de casi cincuenta centímetros.
Un segundo y luego un tercer intento se llevaron a cabo mientras la máquina desintegradora giraba alegremente y de forma ligera. Las manos de Hal temblaban de emoción por el éxito del proyecto. Luego un cuarto intento.
-¿Cómo te encuentras?-preguntó Hal.
-No siento nada, pero mi energía disminuyó notablemente desde que hiciste el primer disparo.
-Lo siento, de verdad. Pero gracias.
-No hay de que. Por cierto..., procura hacer un cuarto disparo. Quiero ver el destello una vez más.-dijo la máquina.
-Sí, como no. Gracias por la ayuda.

Ambos se estrecharon la mano mientras la vida del robot se desvanecía.

-Juro que te recargaré y volverás a moverte.-dijo Hal, mientras presionaba de nuevo los interruptores.

El haz de energía fulgurante llegó a un nuevo muro, dejando un agujero enorme de metal derretido que permitía ver a ambos un nuevo paisaje desde las afueras de la ciudad apagada. El robot ahora estaba con la cabeza baja e inmóvil. Gracias a él, ahora sabemos qué ocurrió. Supimos que hubo un fallo. La máquina disparó accidentalmente y Hal estuvo en el lugar incorrecto.
Sólo encontramos el rastro de sangre en el suelo con restos esparcidos hasta en una esquina del almacén. Pobre hombre.
Las autoridades registraron el lugar y encontraron al robot, como si éste hubiese sido el autor del crimen lo recargaron e interrogaron. Un robot difícilmente podría mentir a menos que tuviese una inteligencia emocional superior. Ese robot la tenía, pero no la usó para mentir.
A parte de que otros hubiesen robado su invento, aquellos lucirían como inmortales ante otros, pero el hombre que ahora yacía esparcido en el suelo tenía el objetivo (según el robot interrogado) de deshacer todo esto.
Si alguien como Hal podía construir tal máquina, entonces, ¿por qué otros no y usarlas para interés personal? Ese era el miedo de Hal.

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