Esta noche volví a dejar la luz del pasillo encendida, el té sobre la mesa puede que se mantenga tibio por un rato y la cobija sobre el sofá es suficiente si quieres tomar una siesta.

Como tantas noches la luz permaneció encendida hasta el amanecer, el té se enfrió y nadie desdobló la cobija, empiezo a pensar que debería rendirme y seguir el consejo de los demás.

¿Sería mucho pedir que regreses?

Prometo dejar tus pantuflas favoritas en la entrada, esas que tanto te gusta presumir cuando me ves entretenida en la televisión.

¿Te sirve si de tu lado de la cama coloco la pijama de Iron Man que te luce mejor que a nadie? Vamos, yo podría convertir nuestro apartamento en tu lugar favorito sólo si prometes regresar.

Pero, ¿por qué no regresas Jeon Jungkook?

Y cuando descubro nuevamente que nadie apagará la luz y que tu pijama seguirá oliendo a limpio no puedo dejar de llorarle a tu foto, al único recuerdo que quedó luego de que me dejaras para siempre.

Sé bien que si pudieras volverías a mí pero estoy segura que eres un ángel tan noble que el cielo no te dejaría partir. Pero, ¿y yo cómo hago? 

Si de tan sólo volver a casa y no encontrarte con el cabello desordenado, medio dormido hurgando en la nevera mientras piensas en tu próxima partida de Overwatch y me regalas una sonrisa de conejo, mi mundo se desvanece, se desmorona entre mis dedos junto a tu foto llena de lágrimas.

Y no me queda más remedio que convertir de este gris y vacío lugar en una fantasía en donde te veo entrar por la puerta usando las pantuflas, cargándome entre tus brazos y corriendo a saludar a nuestro perro.

Yo aún sigo aquí atada a tus recuerdos, entonces...

  — ¿Por qué no regresas, Jungkook?