Qué disgusto el no saber el sabor de tus labios, el sonido vibrante de tu risa en el pecho y las olas de corriente a través de mi columna vertebral al sentir el roce de tus dedos.

Qué conflicto tan interno del día a día de la vida que compite entre decisiones que al final solo te dan una alternativa.

Qué impacto inhumano de mi corazón golpeando mis costillas a la hora de viajar a los recuerdos agridulces de las personas que extraño demasiado.

Qué vida tan absurdamente transcurrida, con una mirada perdida, me abruma más que un cien por ciento aunque el silencio tortuoso y el ruido excesivo no se ponen de acuerdo para jugar conmigo.

Qué ganas tan anhelante de que nunca estés sola, de que no me sienta sola, sube y baja la energía, nunca aprenderé a controlarla, aún así le envio un poco a los que tengan la batería baja.

Qué intención la mía de sonreírle al cielo, tomar tu mano aunque estemos lejos, respirar hondo cuando todo sea incierto, maldecir al mundo por todo lo incorrecto, salvar a quien no pude aunque me esté hundiendo.

Qué espectáculo de sentimientos tengo en el pecho, aunque las palabras se las lleve el viento mis escritos seguirán existiendo aún si ni siquiera entienda a quien me estoy dirigiendo, pero si estas ahí, te invito a seguir viviendo.