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"Deja que las lágrimas
recorran tus mejillas.
Deja salir tu dolor,
desahoga tu alma.
No ocultes tus lágrimas,
pues tu cordura se romperá."
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Al día siguiente, en el palacio Taisho, las sirvientas salían al poso a lavar la ropa, las cocineras empezaban su labor, en fin, todo parecía normal, hasta que la familia se sentó en la mesa dispuestos a desayunar, a excepción de cierto joven...
-Cariño ¿No crees que algo le pasó a Inuyasha? No ha bajado a desayunar -
-Déjalo madre, si no quiere bajar que no baje y ya -
Inu No miró mal a Sesshomaru mientras se limpiaba las comisuras de los labios con la servilleta.
-Iré a ver qué pasa con él -
El patriarca subió por la escalera directamente al cuarto de Inuyasha, tocó la puerta pero no recibió respuesta.
-Inuyasha hijo... ¿Te sientes bien? No bajaste a desayunar y... Me preocupa que no comas -
Silencio, fue lo único que recibió, mientras suspiraba abrió la puerta encontrándose la habitación vacía, el pánico le invadió y corrió a esculcar todo..
-¡¡INUYASHA!! -
Nada, ni una señal de él, como si se hubiera esfumado de la noche a la mañana. Irasue junto a Sesshomaru, subieron apresurados por los gritos de su esposo/padre.
Al entrar a la habitación se podía apreciar a un Inu No destrozado, arrodillado en el piso junto con la manta de cuando envolvía a Inuyasha de pequeño entre sus manos...
-¿Dónde.... Dónde está mi cachorro? -
Se le oyó decir con dolor y lágrimas, el nudo en su garganta se hacía más grande por evitar llorar, sin embargo no pudo evitarlo, las lágrimas surcaron su rostro rápidamente, empezando a caer..
Irasue corrió a él, abrazandolo y consolandolo, ella sentía ganas de llorar y derrumbarse por el dolor, pero no le había afectado tanto como a su esposo.
-Irasue.... Lo he perdido... He perdido a Inuyasha -
La abrazó con fuerza, sentía que si no se aferraba a algo se moriría de toda la tristeza y el dolor que invadía su alma..
-Tranquilo, lo encontraremos pronto, de eso no hay duda -
A Sesshomaru no le importaba que Inuyasha se hubiera ido del palacio, ni siquiera le prestaba atención, lo ignoraba. Pero si se preocupaba por su padre, en ese momento, que estaba inspeccionando el cuarto con la mirada, vio lo que parecía una carta, justo encima del buro de la pared. Una carta de Inuyasha...
"Si estás leyendo esto, padre, significa que ya estoy muy lejos de casa, no quería hacer esto pero no me dejaste otra opción, quiero tener mi propia vida y ahora cumpliré mi sueño, tal vez algún día nos volvamos a ver y espero que así sea, te quiero mucho padre y gracias por todo...
Inuyasha "
Terminando de leer la carta, volteo a ver a su padre, llamando la atención de este que a su vez miraba fijamente la carta. Se la tendió y empezó a leerla rápidamente, más lágrimas salían de sus ojos mientras apretaba la carta en su mano.
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Mirando su reflejo en la orilla del río debajo de la sombra de un frondoso árbol, estaba Inuyasha, sus ojos estaban rojos por las lágrimas, la culpa le invadía, no debió dejar a su padre y madre tan repentinamente, pero lo hecho, hecho está.
Se despojó de sus ropas y las lavó, dejándolas sobre una rama baja, donde el viento y el sol la secaria, luego dejó que la fría temperatura del agua le refrescara el cuerpo del calor que tenía, estaba muy cansado, después de haber recorrido más de 5 aldeas en 2 días sin parar con tal de que su padre no le encontrara. Mientras se relajaba un poco, veía las aves cruzar el cielo de un lado al lado, se veían... Libres. Él deseaba con todo su corazón ser libre, libre de todo, se estaba empezando a quedar dormido pero el constante ronroneo de su estómago le advirtió que debía buscar con qué alimentarse.
Salió del río, dejando que el agua escurriera por su cabello y cuerpo hasta el suelo, se vistió otra vez con sus ya secas ropas y se dispuso a avanzar hacia el bosque, en busca de alguna presa fácil pero que saciara su hambruna.
Unas horas después, sólo quedaban los huesos de una cría de jabalí que había sido cazado por él, nada mal para ser la primera vez de un hanyou que no sabía nada de como cazar. La carne era tierna y con un sabor exquisito pero aún tenía hambre, como si por arte de magia fuera, el olor a pan recién hecho llegó a su buen olfato, siguió el rastro hasta la aldea cercana y como si fuera un felino, se escabullio entre la gente con el mayor sigilo hasta el lugar del que salía tan apetitoso olor, pero el destino estaba en su contra..
-¡¡Un demonio!! -
-¡¡Es un hanyou, un asqueroso hanyou!!-
-¡Vamos aporrearle! -
Los ojos dorados se abrieron desmenuzadamente ante tales insultos, en ese momento entendió lo que era el verdadero temor, era sólo un cachorro en busca de alimento...
Por culpa de un
pedazo de
pan.
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