18
"Aveces es bueno dejar el orgullo de lado por una causa, eso por
lo que darías la vida sin
importar el precio que
tengas que pagar, aún
si es tu libertad"
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Dos años y medio después...
Inu No Taisho había retomado sus obligaciones cómo rey del Oeste, aunque su actitud había cambiado; ahora mostraba su tristeza, Había dejado en paz a sus hombres y a su hijo mayor Sesshomaru.
Para Irasue era reconfortante porque casi era el mismo Inu No, pero sentía que aún faltaba algo o mejor dicho alguien en el palacio; Inuyasha, el chico que había criado sin ser su hijo pero lo amó como a uno.
En aquel entonces, disfrutaba de ver correr con sus pequeños pies al pequeño ambarino, que era una copia de su marido y su primer hijo, oír la juguetona risa de Inuyasha por los pasillos del palacio hacía imposible que en el rostro de los sirvientes se dibujara una pequeña sonrisa.
Por otra parte, el pueblo también se había repuesto en varios problemas que Inu No había descuidado, pero no todo estaba solucionado; una enfermedad grave que afecta a los niños principalmente, estaba llegando al Oeste y las aldeas aledañas.
Los Youkais y sirvientes expertos se juntaron para crear una medicina en contra de la enfermedad, que hasta el momento había llevado a la muerte a veinte niños, Youkais y humanos por igual, por suerte un tónico que se creó tiempo atrás para otra una gripe, lograba calmar los terribles malestares de la enfermedad, no curaba del todo pero si se administraba correctamente al menos apaciguaba al paciente.
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En otra parte, aproximadamente quince aldeas lejos de ahí, cierta familia de un Hanyou había tenido un cambio; a ellos se les había unido Rin, la prima de Kagome, estaba embarazada y tuvo a dos niñas gemelas, que tenían un increíble parecido con Inuyasha. Kagome estaba segura de que no eran hijas de su platinado; Rin le había dicho que el hombre o más bien Youkai, al que se había entregado, no era Inuyasha. Rin se dejó para ella la descripción y nombre del demonio, puesto a que sus padres al enterarse la habían tratado mal y la echaron de casa.
No obstante, Kagome e Inuyasha la acogieron en su cabaña, junto con sus hijos, pero no todo iba de maravilla, se hallaba en serios problemas. Una muy preocupada azabache azulado estaba cargando al pequeño Hoshi en sus brazos, el pequeño Hanyou de ahora 3 años estaba con mucha fiebre y lloraba por la molestia que sentía en su cuerpo. Kagome no sabía que más hacer, ya había intentado de todo; medicamentos de la aldea, plantas medicinales, etc.
- Inuyasha, Hoshi está muy mal... Ya no tengo más para darle... Temo... Temo que muera- la voz de la chica se quebró al decir lo último, las lágrimas empañaban sus hermosos ojos chocolate y escurrían por sus mejillas.
Inuyasha la miró igual de triste e impotente, empezaba sentir rabia porque no podía ayudar a su pequeño pero, una idea surcó su mente, decidiendo de inmediato que lo haría...
-Kagome, iré a la guarida de Koga y luego iremos al Oeste, por favor cuida mucho de Hoshi y también de Rin y las gemelas, si todo sale bien, volveré en tres días... Ten cuidado tú también, Amor- le besó suavemente para luego acariciar su mejilla y la cabeza llena de pelucitas a Hoshi- Shippo, tú ya eres lo suficiente grande para defender la casa si algo pasa, así que confío en ti - se agachó enfrente del Kitsune de ahora seis años, que asintió frenético y orgulloso.
-¡Sí, papá! ¡Lo prometo! - gritó eufórico mientras sacudía su pelinaranja y esponjosa cola.
Inuyasha sonrió y salió por la puerta deslizante, corriendo inmediatamente hacia la cueva de su amigo, él era el único que aceptaría y podría ayudarlo.
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- Ya veo, también los ha afectado la enfermedad...- dijo pensativo el lobo- Esta bien, te ayudaré, es probable que lleguemos a necesitar el tónico también-
-Gracias... Por lo que sé, tendremos que infiltrarnos en los jardines del palacio, directamente en la bodega- dijo Inuyasha.
El ambarino había escuchado rumores de que en el palacio, había una bodega dónde se encontraban guardadas algunas Botas*(vean la imagen multimedia para que entiendan qué es)con el tónico, irían lo más sigilosos que pudieran, no querían ser atrapados robando en el palacio.
Lobo y Hanyou corrían por el bosque, uno por las copas y ramas de los árboles y el otro corriendo con remolinos de aire tras su espalda por la rapidez en la que se movía. Pasar quince aldeas no era nada fácil si querían cruzarles sin detenerse.
Ya caída la tarde del segundo día, avanzaban un poco más lento, el cansancio estaba ya haciendo efecto en ambos, aún les faltaban seis aldeas y evadir los cazadores o exterminadores de demonios y los terrenos irregulares era algo que se debía hacer con cuidado.
-Inuyasha, hoy es noche de lu...-
-Lo sé - le cortó- Por eso quiero llegar, hacerlo lo más rápido posible e irme... Ésto es algo que he odiado desde que tengo uso de razón- susurró para si mismo.
Koga sólo lo miró compadecido, él había sido testigo de lo mucho que Inuyasha detestaba convertirse en humano cuando sólo eran críos. Hora más tarde por suerte ya se encontraban en las murallas que rodeaban el palacio, admitían que los guardias de Inu No estaban muy relajados, algo que desconcertaba a Inuyasha, la última vez que había estado ahí todo el pueblo estaba protegido y constantemente rodeado de soldados, que lo capturaron dos veces pero no lo pudieron sostener.
La noche se hizo presente en aquel instante, al igual que las orejas, pelo, ojos y uñas humanas que sustituyeron las demoníacas en el cuerpo de Inuyasha, éste sólo bufó y maldijo su naturaleza, luego suspiró.
-Bien, aquí vamos Koga-
-Ten cuidado-
-Tu igual, no quiero que Ayame me reproche- sin dejarle responder, el Hanyou saltó al otro lado de la muralla, cayendo limpiamente en el jardín del palacio, detrás de unos arbustos lo suficientemente frondosos y grandes para esconderse en cuclillas.
A unos cuantos metros más allá, la puerta de la bodega estaba custodiada por dos guardias que dormían despreocupada mente recostados a la pared, donde dos antorchas iluminaban el lugar. Koga analizó en silencio la situación y con rapidez se escabulló entre las plantas y árboles, llegó con los guardias y de un golpe en la yugular, los dos soldados cayeron inconscientes.
-Listo, puedes venir- susurró apenas audible para Inuyasha.
El ojiavellana salió de su escondite y caminó hacia su amigo, Koga con una de sus garras abrió la cerradura del candado y la puerta, el lugar estaba a oscuras y no veían nada, Inuyasha tomó una de las antorchas y se dispuso a buscar el dichoso tónico por el que habían venido. Efectivamente, en una caja de madera, se encontraban sólo cinco Botas con la medicina...
-Llévate tres y yo dos, tú necesitas más, recuerda que Rin tiene a sus pequeñas enfermas, debes llevarle a ella también-
-Esta bien-
Los dos chico tomaron las Botas y las ataron de las cuerdas en su cintura cada uno. Inuyasha dejó la antorcha donde estaba y Koga volvió a cerrar la puerta con el candado, entre los dos acomodaron a los guardias inconscientes aún en la misma posición en la que estaban antes de ser golpeados por Koga. Justamente acababan de terminar y se ayudaron para subir la muralla, al otro lado de ésta un par de soldados estaban haciendo su ronda nocturna y, para su muy mala suerte, vieron a los dos chicos escabullirse entre las sombras.
-¡Hey! ¡Ustedes, deténganse ahí!- el grito de el hombre alertó a todos los guardias que se encontraban en el lugar y también cerca, persiguiendo inmediatamente a los dos jóvenes.
-¡Maldición! ¡Corre, Koga! ¡CORRE!- le apuró Inuyasha.
-¡No puedo dejarte aquí!- le respondió aterrado y a la vez enojado ante la idea de su amigo de abandonarlo ahí.
-¡Tú sólo corre! ¡No puedo correr tan rápido como en mi forma de Hanyou! ¡Sólo te retrasaré si me llevas contigo!- jadeó.
-¡Maldita sea! - gritó furioso el lobo.
No podía, no podía dejarlo ahí, a merced de Inu No, además de que dejaría a Kagome y a Hoshinki solos. Los guardias cada vez eran más y ya casi no tenían escapatoria, iba a ser imposible escapar.
-¡Súbete a mi espalda!-
-¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?!- gruñó Inuyasha mientras viraba a la izquierda y se escabullía entre dos casas, Koga le seguía por el tejado, casi llegaban a la plaza principal; luego de ésta se encontraba la entrada o salida de la ciudad.
Koga e Inuyasha volvieron a juntarse en suelo, el lobo paró y tomó al ojiavellana por el brazo, dispuesto a cargarlo en su espalda, pero el pelinegro se aferró con sus pies al suelo y empujó al ojiceleste lejos de él, justo un segundo después una red cayó sobre Inuyasha.
El nombrado había visto que la cuerda iba en dirección a las piernas del lobo, entonces lo empujó, al menos si lo capturaban a él no les importaría otro demonio, Inu No lo quería a él no a Koga.
-¡Inuyasha!- pero Koga no se iría sin él.
-¡Vete, idiota! ¡Vete! ¡¡Llévale la medicina!! ¡¡Llévasela a ellos!!- gritó desesperado y ante la última palabra sollozó, era obvio que no saldría de ésta.
Koga miró con lágrimas en el rabillo del ojo a su amigo de la infancia, de verdad no quería abandonarlo.
Se dispuso a dar un paso para correr pero ya era muy tarde, otra red cayó sobre él, la rompió con sus garras pero un soldado se le lanzó encima, al igual que a Inuyasha que forcejeaba con dos soldados que lo sostenían de los brazos, pero no eran soldados cualquiera, eran los soldados del escuadrón Alfa; los tres mejores soldados del ejército, estaban perdidos.
-¡Suéltenlo! ¡Me quieren a mí! ¡No a él!- se sacudió con violencia Inuyasha.
-¡Cállate! - Seikai lo abofeteó con mucha fuerza, haciendo que el pelinegro cayera al suelo.
Era obvio que no sabían quién era, su deber era sólo capturar al ladrón que osó a invadir el palacio del rey, no tenía tiempo de preguntar cuál era su nombre. Kagewaki miraba fijamente a Inuyasha, sentía que ya lo había visto en algún lugar o en una de sus misiones, pero un gruñido de parte de Koga le hizo desviar su mirada hacia él, Izumo le sostenía los brazos detrás de la espalda y le pisaba la cola con uno de sus pies.
-Seikai, Izumo, no maltraten a los prisioneros, deben tener buena condición para ver a su alteza, luego de su veredicto pueden hacer con ellos lo que quieran- dijo calmada mente Kagewaki, el líder del escuadrón.
Los chicos, ahora atados con grillos y grilletes en sus muñecas y tobillos, Inuyasha miró duramente a Koga por no haber escapado cuando le dijo, pero luego ésta cambió a una triste y arrepentida, tal vez ya no volverían a ver a sus familias, o al menos él...
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Ufff bueno, no tengo palabras para este capitulo, sinceramente me dolió escribir ésto.💔
En fin, espero hayan disfrutado del cap.
¡Nos leemos pronto!
Bye Bye
Besos y abrazos 😘
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