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"El dolor en el alma
puede ser curado, no
importa de que manera,
el amor es la mejor medicina"

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El pequeño niño se convirtió en joven hanyou, uno muy apuesto y varonil, de carácter fuerte gracias a su padre. Sin embargo Inu No Taisho continuaba siendo muy sobre-protector, después de la muerte de Izayoe no se permitiría perder a Inuyasha, él era lo único que le quedaba de ella..

-¡¡Ya déjame!! No soy un niño -

-Lo sé Inuyasha, pero no puedo permitir que salgas, allá afuera hay muchos peligros-

-Pero... Toda mi vida he tenido que ver desde la ventana de mi habitación, ya no soporto más ¡Quiero ir! -

-Inuyasha, entiende, perdí a tu madre y no quiero que te pase a ti lo mismo -

-Tu solo piensas en ti, no piensas en que debo tener mi propia vida aunque conlleve peligros, es la realidad, si no arriesgas no consigues nada-

-Hijo.... Yo.... Entiendo que te parece que no pienso en eso, si lo hago, y es por eso que te protejo..-

-¡¡Pero entiende que no quiero que lo hagas!! Ya soy un adulto y puedo cuidarme sólo - interrumpió con furia.

Su padre parecía no comprender que quería liberarse, ir y conocer las tierras lejanas que solía ver por la ventana, queriendo ser un pájaro para poder salir volando de ese lugar, ser libre sin que nadie se lo impidiera. Pero la suerte no estaba de su lado, Sesshomaru acababa de entrar por la puerta, captando la atención de su padre y "hermano"..

-Padre -miró fríamente a Inuyasha -¿Sucede algo? -

-No, Sesshomaru, solo hablo con tu hermano-

-Él... - se volteó dispuesto a irse- No es mi hermano y nunca lo será, solo es un hanyou que ni siquiera llega a Youkai, es un bastardo - se marchó, sabiendo muy bien que había dado en el blanco.

Inu No Taisho miró a su hijo, sus ojos ocultos por el flequillo, los dientes y puños apretados, el coraje recorría su cuerpo haciendo que su cuerpo temblara...

-Ya ves.... ¿Aún así quieres que me quede aquí?.... Me llaman bastardo en mi casa, vivo con insultos y miradas de repugnancia por parte de Sesshomaru y..... ¿Aún así me quieres aquí? - alzó la vista hacia su padre, que le miraba con tristeza y sorpresa.

-Inuyasha - le llamó, tratando de poner una mano en su hombro, sin embargo este se sacudió como si su contacto le quemara - Hijo.. -

-Basta... Sólo... Déjame solo-

Sin más se retiró de la sala, caminó a su habitación donde cerró la puerta con seguro, así nadie le molestaría. Al igual que todos los días, se dirigió a la ventana y apreció el paisaje que sus ojos veían a lo lejos, deseando poder algún día llegar a visitarlos.

Una idea empezó a cruzar por su mente, pensándolo bien, tomó la decisión y la llevaría a cabo hasta el final, no se iba a retractar.

Llegada la noche, se encontraban cenando, Inu No Taisho a la cabeza, Irasue al lado derecho de él, Sesshomaru al lado izquierdo de su padre y a dos lugares después de él, Inuyasha.

-Gracias por la comida, buenas noches- sin más, apartó el plato de comida semi-lleno hacia el frente y se fue.

Inu No suspiró y dejó el tenedor con el que comía sobre el plato, se tomó la cabeza con las dos manos en señal de frustración.

-Oh querido, no te pongas así, Inuyasha está un poco estresado es solo eso, no te preocupes cariño-

-Irasue, ya no sé qué hacer, no sé le pasará solo con ir a recorrer los jardines del palacio, quiere viajar, conocer, pero no puedo, no puedo perderlo también a él, no igual que Izayoe -

-Lo estás sobre protegiendo, entiende que no puedes tenerlo aquí encerrado, él debe salir, después de todo es un joven que quiere aventurarse a la vida -

Lo último lo dijo con diversión, pero por la mirada de su esposo, sabía que no era momento de bromas en uno de seriedad, solo suspiró..

-¿Por qué no lo dejan ir? Estoy cansado de que esté aquí -

Habló Sesshomaru mirándolos con la frialdad que lo caracteriza.

-Escucha Sesshomaru, no quiero que le hables así a Inuyasha, como lo hiciste hace un rato allá arriba, te lo prohíbo -

Dijo Inu No con enojo, estaba cansado de que sus hijos se odiaran, sabía que Inuyasha no tenía la culpa de haber sido un hanyou, pero Sesshomaru sabía por donde atacar para que doliera.

Con un "buenas noches" se despidió de su hijo y esposa, subiendo por la escalera hacia las habitaciones, se detuvo al pasar por la de su hijo, lo pensó y entró.

La luz de la luna iluminaba gran parte del cuarto, así le permitía ver en la oscuridad, pudo apreciar a su hijo acostado sobre la cama y se acercó a él, su rostro estaba calmado pero sus ojos se habían hinchado, había estado llorando. Y como si le hubiera leído el pensamiento, lo observó hipar al mismo tiempo que una lágrima caía resbalando por su mejilla, Inu No sonrió con tristeza limpiando esa lágrima tratando de no despertarlo, estaba siendo muy duro con él.

-Lo siento mucho Inuyasha, trataré de ser un mejor padre para tí -

Besó su frente al mismo tiempo que lo arropaba y salió de ahí directamente a su habitación, suspiró mientras cambiaba su hakama y haori azules por una bata blanca, esperando a Irasue en la cama.

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El sonido de la puerta abriéndose lo hizo cerrar rápidamente los ojos, haciéndose el dormido, aún estaba llorando así que no pudo ocultar el hipido y las lágrimas que salieron, maldijo mentalmente a su cuerpo por no controlarse, sintió como algo limpiaba su mejilla y tenía impulsos de abrir los ojos pero entonces oyó...

-Lo siento mucho Inuyasha, trataré de ser un mejor padre para tí -

¿Ser mejor padre? De qué habla si ya lo es, solo que no le gustaba que le prohibiera salir, sintió algo posandose en su frente y luego como lo arropaba, por último la puerta cerrándose.

Abrió sus ojos mirando fijamente la puerta ¿Debería hacerlo? No debía pensarlo tanto, hace unos momentos estaba seguro de que lo haría así que empezó con su plan.
Se levantó de la cama y la arregló, tomó el haori junto con el hakama rojo de piel de rata de fuego, si quería resistir allá afuera tenía que llevárselo, después de todo lo protegía del clima y era indestructible.

Frente al espejo, observó el colgante que su padre le había dado para su décimo octavo cumpleaños, el escudo imperial de armas de la familia Taisho con su nombre grabado en él, lo tomó entre sus manos, era lo único que apreciaba desde ese cumpleaños, suspirando lo puso en su cuello al lado del rosario kotodama de su madre, tomó a Tessaiga poniéndola al lado izquierdo de su cintura.

De cuclillas en el marco de la ventana, observó por última vez su habitación..

-Adiós, padre-

Saltó, empezando a caer dejando que el viento le acariciara la cara y amortiguara su caída, llegando perfectamente al filo de la muralla que rodeaba el castillo.

Saltando entre los árboles se podía apreciar una sombra que avanzaba con gran rapidez
y dos ojos tan dorados
como el mismo sol pero
también llenos de
dolor

























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