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04

Tzuyu POV

──No puedo creer que Sana se haya ido.──Mina fruncía el ceño, mientras tamborileaba sobre mi escritorio con los dedos.

──Yo sí que puedo.──Murmuré sombrío, y volví a llevarme el vaso lleno de whiskey a la boca.

──Chaeyoung va a ponerse como loca cuando se entere.──Mina abrió en grande los ojos.──Ay, mierda, hasta quizás decida imitarla.

──¿Por qué haría eso?──Pregunté, paladeando el extraño sonido de mis propias palabras. Mi voz sonaba monocorde, sin inflexiones. Sin sentimientos.

──Hace meses que viene insistiendo con eso de cambiar de bando, ya sabes, ser de los buenos, igual que Sana.

──Átala a la cama. Es lo que debería haber hecho yo.──Susurré, sin ninguna intención de bromear, pero Mina esbozó una sonrisita.

──Quizás lo intente.──Respondió, para luego ponerse serio de nuevo.──Sabes que volverá, ¿Verdad?

──No, no lo sé.

──¿Hablaste con Ken?

──Sí. Sana pasó por allí cerca de las seis de la mañana, recogió a Minju y se fue. No quiso decirle nada.

──Tzuyu, Sana te adora, esto no será para siempre.

──Claro que no lo será. Iré a buscarla, y la traeré a rastras si no coopera.

──¿Otro secuestro?

──Si me veo obligada a hacerlo...

Mina suspiró, y se dejó caer sobre su silla.

──¿Y por qué no les hacemos caso?

──¿Qué?──La miré como si le hubiera salido un tentáculo en medio de la frente, y Mina sonrió levemente, con aquella aura de tranquilidad que siempre la rodeaba, y que tanto me exasperaba a veces.

──Dejar la mafia. De eso hablo, Tzuyu.

──No podemos hacerlo.

──¿Por qué no?

──Porque... no. ¿Qué haríamos, Mina?

──Tú eres abogada, y una excelente empresaria. Sólo deberías comenzar a hacer las cosas de forma... legal. Y yo, bueno, podría estudiar psicología, ya sabes, siempre he querido hacerlo. Sabes que esto es lo que debes hacer para recuperar a Sana, Tzuyu, recuperarla de verdad, sin nada de secuestros. Podríamos irnos de aquí, muy lejos, a algún lugar en dónde nadie sepa quiénes somos. Comenzar de nuevo. ¿Nunca lo consideraste, Tzuyu?

Sí. Claro que lo había considerado. Lo había hecho tantas veces.

──Borrón y cuenta nueva, ¿Eh?

──Exacto...

──No es tan fácil, Mina. ¿Qué haríamos con todo aquí?

──Venderlo. Legarlo. Lo que quieras.

Recosté mi cabeza sobre la silla giratoria, y cerré los ojos durante unos segundos.

──Tomará tiempo.

──Lo sé, un par de meses quizás.

──¿Eso quiere decir que no veré a Sana en un par de meses?

Mina se encogió de hombros.

──Creo que ayudaría a tu causa ir a buscarla cuando ya hayamos terminado con todo, pero si no crees soportarlo...

──Bien. Esperaré. Pero le haré saber que sé en dónde está, no la quiero tan tranquila.

Mina me rodó los ojos.

──Eres imposible, Chou.

Le sonreí mientras la veía marchar, y levanté el tubo del teléfono en cuanto cerró la puerta.

──¿Jeong? Necesito tu ayuda. Minatozaki Sana, averigua dónde está, ahora.

──────────────────────── ♡︎

Sana POV

Inspiré hondo, nerviosa, y abrí la puerta de la pequeña librería ubicada en el centro de Suwon, oyendo las campanillas tintinear mientras empujaba el carrito de Minju dentro.

──¡Oh, buenos días! Miren a esa preciosura.──Una mujer azabache, que debía rondar los treinta, se inclinó sobre el carrito, y sonrió a Minju con dulzura.── ¿Cuál es su nombre?

──Minju.──Respondí, y ella levantó la cabeza, haciendo bailar sus mechones oscuros al mirarme.

──Minju. Un nombre extraño. Mágico.──Susurró, mientras se erguía, sin dejar de sonreír ni un segundo.──Soy Anh Hyejin, un placer.──Comentó, estirando su mano derecha hacía mí. La estreché, y comencé a buscar las palabras adecuadas.

──Soy Minatozaki Sana, acabo de llegar al pueblo, y... Leí el cartel sobre el puesto de trabajo y me preguntaba si podría obtenerlo.──Terminé, indecisa, y Hyejin me escudriñó lentamente.

──¿Alguna vez has trabajado en una librería?

──Bueno... No. Pero estudié Literatura Inglesa en la Universidad y sé mucho sobre libros.──Murmuré.

Por favor, di que sí.

Hyejin volvió a escudriñarme, y luego a Minju. Parece ser que le gustamos, porque asintió, sonriendo afablemente.

──Oh, literatura Inglesa.──Me sonrió, revelando un par de hoyuelos en sus regordetas mejillas, y asintió otra vez.──Bien, puedes comenzar mañana, estarás a prueba. Si funciona, quedarás efectiva.

No pude evitar sonreír ampliamente, y agradecerle alrededor de cinco veces por darme una oportunidad.

Pasé la siguiente hora arreglando el salario y los horarios con Hyejin, y también le pregunté si podría llevar a Nessie conmigo cada vez que fuera a trabajar.

No conocía a nadie en el pueblo, y no dejaría a mi hija sola por nada en el mundo. Hyejin me miró extrañada, de que estuviera sola, o de que no tuviera a nadie con quien dejar a mi hija, pero estuvo de acuerdo, lo cual me dejó más que aliviada.

Cerca de las tres de la tarde, ya estaba de vuelta en el Hotel de Jo, un hombre cuarentón y apuesto que me había alquilado una habitación preciosa con vistas al lago.

Cuando Minju se durmió, me dejé caer sobre la cama, y estuve contemplando el techo beige durante unos minutos, con la mente en blanco.

Había llegado al pueblo hace un día, cuando ya estaba cansada de conducir, y no soportaba más estar detrás del volante.

Localicé el hotel, bajé las maletas, compré alimentos en una tienda cercana, y caminé por los alrededores antes de ir a buscar trabajo al día siguiente.

Había traído conmigo poco dinero, lo suficiente para unas cuantas semanas, pero necesitaba un trabajo.

Y no era sólo para subsistir.

Necesitaba estar ocupada. No pensar.

Todo lo contrario a lo que estaba haciendo ahora.

¿Dónde estaría Tzuyu?

¿Estaría enfadada? ¿Triste? ¿Me buscaría?

¿Vendría?

Una parte de mí, muy en el fondo, deseaba con todas sus fuerzas que ella sí apareciera. Que me llevara de vuelta a casa de una vez por todas.

Pero mi parte racional esperaba que no. Necesitaba mantener una vida segura.

Y una vida en la mafia no lo era.

Empezó como una simple lágrima rodando por mi sien hasta caer sobre el colchón cubierto de sábanas impecablemente blancas, y creció hasta convertirse en una tormenta dentro de mí, en la cual no podía parar de sollozar, doblada sobre mi costado, apretando el rostro contra una almohada para no molestar a Minju.

El desconocido sonido del teléfono que descansaba sobre la mesa de noche me hizo callar, y estiré una mano torpemente para tomarlo y atender apresurada.

──¿Diga?

──¿Señorita Minatozaki? Soy Jo, y estoy aquí con un sobre para usted, ha llegado hace un par de minutos, ¿Le importaría bajar a buscarlo?──¿Un sobre para mí? ¡Un sobre! ¿Sería de Tzuyu?──¿Señorita Minatozaki?

──Sí, sí, ya bajo.──Corté con fuerza, y me puse de pie, mirando a Minju, que descansaba plácidamente en su cuna.

Cuidar a un bebé estando sola no era para nada fácil.

No quería despertarla, así que bajé corriendo el pequeño tramo de escaleras que me separaba del recibidor, tomé el sobre y grité un "gracias", volviendo a subir a toda velocidad.

Minju seguía profundamente dormida.

Agitada, me senté sobre la cama pesadamente, y miré el sobre con sospecha.

No tenía remitente.

Lo abrí lo más rápido que pude, y tomé la el papel doblado a la mitad que encontré primero.

"Cometiste una estupidez al irte así, Sana, lo sabes. Y a pesar de mi deseo de correr detrás de ti ahora mismo, no lo haré. Te haré caso.

Sé que todo esto es mi culpa, sé que sí te hubiera escuchado esto no hubiera sucedido, pero eso no quita ni un poco lo enfadada que estoy contigo.

Lo dejaré, cariño. Lo dejaré todo.

Y luego iré por ustedes.

Habrá guardias cuidándolas, ni pienses que las dejaré sin protección allí. También te envié dinero, no pasarán ninguna necesidad.

¿Por qué demonios Suwon? No podrías haber elegido un lugar más aislado e inhóspito.

No respondas a esta carta, Sana. Las cosas se pondrán complicadas aquí, y no quiero que nadie decida seguirte ahora que estás lejos de mí.

Si necesitas comunicarte conmigo, busca a alguno de los guardias. Estarán escondidos, pero sé que los reconocerás.

Cuida a Minju, y no olvides que las amo a ambas.

Te extrañaré.

Tzuyu.

Psdta: Prepárate para cuando volvamos a vernos, porque no estaré nada feliz, nena."

Terminé de leer la carta, y no pude evitar dejarme caer sobre la cama, riendo y llorando al mismo tiempo.

Cielos, cuánto la amaba.

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