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~•7•~

"Una hermosa noche de luna llena, dos cuerpos se entregan al fin, demuestran cuan grande es el amor que se tienen, el youkai marca como suya a esa sacerdotisa que robó su corazón, prometiendo llevarla consigo cuando logre arreglar ciertos asuntos en el Oeste.

Kagome siente su corazón latir con fuerza, aquella noche se va feliz para contarle todo a su madre, quien feliz por ella le hace una exquisita comida para celebrar.

•••

A un año de haber sido marcada, siente como Sesshomaru se va alejando de ella, la promesa de llevarla al Oeste queda en el olvido, todo lo que le da es una cabaña cerca y a la vez lejos del palacio, asegurando aun no puede llevarla.

Los meses pasan y Kagome anuncia su primer embarazo, Sesshomaru no se muestra contento, con ayuda de una curandera le da hierbas qué le dan dolores, a la mañana siguiente pierde a su bebé.

El llanto se hace presente, aún no sospecha nada, no quiere creer que aquel que le prometió amor eterno, pueda estar dañandola, pero sus sospechas se vuelven real cuando en el segundo y tercer embarazo durante las relaciones que mantienen, pone algo en su boca obligandola a tragar.

Trata de huir, necesita escapar de ese monstruo que comienza a formarse, pero la encuentra rápidamente, sigue su aroma, Kagome trató de atacar, pero Sesshomaru no se inmuta, todavía no tiene la fuerza de su madre para acabar con él.

–Nunca podrás huir de mi– dice Sesshomaru tomándola a la fuerza, cubriendo su boca para no escucharla llorar– eres y serás mía Kagome– habla en su oído embistiendo duro, sin piedad o rastro de amor– y si no eres mía, de nadie serás.

•••

Su cuarto embarazo es doloroso, teme contarle, pero por el cambio en su aroma se da cuenta, esta vez no hace nada, extrañamente la deja terminar su embarazo.

Cree que al fin vuelve a ser el de antes, pero cuando el día del parto le arrebata a su pequeño sin siquiera dejar conocerlo, entiende que ese no es ni nunca será su Sesshomaru."

Se había retrasado demasiado, jamás esperó encontrarse a Fuyuhiko, enojado gritándole cuanto la odiaba por abandonarlo y matar a sus hermanos, se preguntaba que calumnias había inventado ahora Sesshomaru.

Las ramas golpean su rostro, se cubre con las manos ocasionando heridas, la sangre que deja sirve a Sesshomaru para rastrearla. Se da cuenta que aun viviendo tantos años en el Oeste no lo conoció del todo, no recordaba ese acantilado tras el palacio.

–No..no, no– repetía una y otra vez, necesitaba una salida de ese lugar– por favor...

–¿Creías que podías escapar?– por instinto hizo una flecha de energía espiritual, una sonrisa apareció en el rostro del ojidorado– Vamos...dispara.

Si solo tuviera a Kirara con ella, podría irse, pero no conocía manera de llegar al monte de las animas desde allí, miró tras ella, no podía ver el final del acantilado, definitivamente podría morir si caía, era eso, o volver a su martirio.

–Vuelve aquí– dio un paso a ella, Kagome lo retrocede sintiendo como ya está al borde– tengo a tus preciados tres niños, vuelve o...

–¿Lastimarías a Rin, de verdad?– cuestiona dejando que las lágrimas caigan libre por sus mejillas– Bueno, no me sorprende, incluso dañas a tu propio hijo.

–Claro que no, en lo que a él respecta, eres tu quien lo dañó‐.

–¿Sabes? No había entendido que quiso decir Shizuka con eso de "despertar su lado razonable para protegerte"– comenzó a hablar pero no dejó de apuntarle– hasta que me di cuenta, que ya no sientes mi aroma, mucho menos mi dolor– respiró hondo, necesitaba calmarse– te han sellado a Yako, por él es que no puedes recordarme como lo que soy o fui.

Sesshomaru se quedó pensando en eso, si bien no había escuchado a Yako todo este tiempo, pensó que era solo por el hecho de estar molesto al elegir a Shizuka como Lady.

–Espero que mis niños puedan perdonarme, prometí ayudarles a volverte a la normalidad, pero ya no puedo– susurró lo último, lloró amargamente, sus manos temblaron, notó que la flecha comenzaba a desaparecer así que se puso firme– no volveré contigo, prefiero morir odiándote a encontrar la manera de salvarte y saber que jamás borraré este dolor, en ninguna otra vida...podría perdonarte.

Usó sus últimas fuerzas para cargar de energía la flecha y disparar, Sesshomaru se cubrió con su brazo recibiendo daño, la energía lo quema, dejando al rojo vivo su piel, mira al frente notando qué Kagome ya no está, corre para verla cayendo con sus ojos cerrados, aceptando su destino.

El youkai sintió su cuerpo arder, como mil cuchillos enterrados lentamente por todas partes, llevó una mano a su pecho, dolía como jamás antes había experimentado.

–¡Desgraciado!– escuchó el grito de Yako, había despertado– ¡ve por ella!

Sesshomaru no necesitó escucharlo dos veces, bajó rápido procurando tener cuidado, a medida que llegaba al final el aroma de la sangre llenó sus fosas nasales.

La vio allí, tirada en el piso, la sangre manchaba su ropa y otro poco salía de sus labios.

Jamás experimentó el miedo, no hasta ahora al verla así, la perdió, se dejó manipular por esa demonio tan fácilmente qué era imposible llamarlo ya un Lord, no protegió a su mujer, dejó de lado a su hijo, ¡por kami, él fue quien provocó todos los abortos! Le había causado tanto dolor, para su maldita suerte recordaba todo, incluso sintió repulsión al saber que tomó a aquella asquerosa youkai frente a ella, quien con el dolor plasmado en su mirada veía todo.

Con cuidado tomó el cuerpo sin vida para abrazarla, poco a poco deja de escuchar sus latidos, ella murió odiandolo y no la culpa, siente su cuerpo arder, cierra los ojos dejando que Yako tome control, toma a Kagome en su hocico antes de volar al palacio, Shizuka sale pensando que aún lo tiene bajo control, ve como deja el cuerpo en el suelo antes de acercarse a ella y atacarla, todos los soldados salen para tratar de detenerlo, pero Yako los destroza fácilmente, todos ellos merecen la muerte por dejar que alguien tan ruin y déspota ocupe el lugar que solo pertenece a Kagome.

Los cuatro niños se acercan a la ojiazul, tres de ellos caen de rodillas llorando, negándose a creer que estaba muerta, Fuyuhiko tenía sentimientos divididos por culpa de Sesshomaru, saber que era su madre le dolía, pero también recordaba sus palabras de haberlo abandonado.

–Me lo ha quitado todo– decía Seichi tomando la mano de la azabache– por favor...necesito irme con ella.

–Shippo...yo también quiero ir con ella– decía Rin tirando de la manga del kitsune– ya no nos queda nada aquí.

El kitsune gritó dolido, enojado, deseaba tanto poder vengar a Kagome con sus propias manos, pero jamás podría hacerle frente al ojidorado.

–¿Sabes? Kagome siempre deseó conocerte– Seichi le habló a Fuyuhiko, quien no despegaba su mirada de la ojiazul– la escuché llorar muchas veces por que él te alejó de ella.

–Pero...papá me dijo que ella me abandonó– el pequeño youkai sintió un nudo en su garganta– lo último que hice fue gritarle, decirle que la odiaba.

–Ella se fue feliz por lograr conocerte– dijo Shippo– lo se, así es ella.

La pelea aún continua, todo indicaba que Yako solo deseaba hacerla sufrir, encontraba muy pronto para asesinarla, pero eso a ellos no les importó, simplemente tomaron el cuerpo de quien cuidó de ellos y se la llevaron, Shippo usó su magia para llevarla, Fuyuhiko se quedó de pie mirando a su padre, después a los niños que lograron recibir amor de su madre, se fue con ellos, deseaba saber como era ella en realidad.

•••

La muerte de Kagome fue un impacto muy grande, todo su grupo de amigos había recibido a los niños después de una semana viajando, al ver a Kagome lloraron, la tomó Inuyasha para con ayuda de Sango y Kikyo limpiarla y vestirla.

Todos los de aquella aldea escondida velaron el cuerpo antes de cremarla, le hicieron un pequeño altar en la entrada de la aldea, donde todos los días llevaron flores.

Fuyuhiko pudo conocer por relatos como era realmente ella, con su radiante sonrisa, amabilidad y amor que repartía en todos por igual.

Un mes después, la noticia de la muerte de Sesshomaru Taisho llegó a todo el Segoku, había destruido todo el palacio en su forma de Yako, acabó con las vidas de sus propios soldados y sirvientes, mató a Shizuka después de una semana, lo único que quedó casi en pie, fue aquella habitación donde retuvo a Kagome, el único lugar donde su bestia lloró con dolor por la pérdida de su compañera.

Fuyuhiko permanecía escondido, ante los ojos de todos, no quedaba heredero para levantar el Oeste, él tampoco lo deseaba, era y sería siempre el hijo de Kagome, una sacerdotisa que ayudó a muchos, sufrió su pérdida pero aún así lo amó, hasta su último suspiro.

Quizá, solo quizá, en alguna otra vida, ellos serían felices como madre e hijo.

FIN

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