~•3•~
Sesshomaru caminaba al frente, Kagome cargaba a Seichi, quien lloraba la perdida de su padre, los soldados iban tras ellos junto a una enojada Shizuka.
–¿Por qué esta tiene que venir con nosotros?– cuestiona acercándose a Sesshomaru– y el mocoso...
–Escucha bien– le tomó la mano con tal fuerza que la mujer cayó de rodillas por el miedo– quien toma las decisiones aquí soy yo.
Siguieron caminando hasta que vieron a todos los habitantes de la aldea viéndolos con ira, otros tenían dolor al perder a Tatsuki y toda su familia.
–Por favor...no les hagas daño– pidió Kagome entre sollozos– Sesshomaru...
–Arrodíllate y lo pensaré– la miró por sobre el hombro-.
Kagome se sentía humillada, pero lo hizo, se arrodillo esperando no dañara a nadie más, lamentablemente no sirvió, enojado por ver como se dejaba humillar para salvar a otros, arremetio contra todos.
–¡No! ¡lo prometiste!– dos soldados la afirmaban para que no fuera con ellos, uno de los youkai la tomó del cabello para que viera como uno a uno los mataba– por favor...
Sesshomaru acabó con todos el solo, ignoró el llanto de la mujer que una vez amo, sus súplicas y el dolor que emana de ella, arrastraron a la azabache, quien miraba los cadáveres de niños, mujeres, vio a la Hanyo que le haría el vestido, aún respiraba, con dificultad pero lo hacía, un soldado la vio y enterró su espada en el pecho, directo al corazón.
El viaje al Oeste duró tres días, no le dieron comida, mucho menos agua, apenas llegó Sesshomaru la dejó en unas habitaciones lejanas al palacio principal, reconocía ese lugar, era para las concubinas qué él podía llegar a tener, no encontró ninguna youkai.
–Te quedarás aquí, es más de lo que mereces– dijo sin pizca de sentimiento en su voz– en cuanto al mocoso...
–¡No te atrevas a tocarlo!– gritó aun cuando ya no tenía fuerzas, lo puso tras ella como una manera de protegerlo– ya me quitaste un hijo, mi vida, mi familia y felicidad, ¿que más quieres de mi?
–Nada– le mostró una pequeña sonrisa, antes le habría gustado, fascinado, pero ahora le daba miedo– solo necesito verte ser miserable para yo ser feliz.
Se fue de allí, dejó a dos guardias para que no la dejaran acercarse al palacio, muchos menos salir lejos de los jardines, él y nadie más podía ir allí.
Seichi la ayudó a acomodarse en un futon, él busco en todas parte algo se comer, encontró unas frutas y pan, se las dio con cuidado para después dejarla dormir.
•••
El tiempo pasaba muy lento para su gusto, solo llevaba dos semanas allí pero parecían una eternidad encerrada, le habían llevado comida, que debía administrar muy bien por que solo se la darían una ves por mes, Seichi encontró una manera de salir sin ser detectado, trató de hacer que Kagome fuera con él pero como era más grande no funcionaba.
Le llevaba algunos animales que cazaba, frutas de los árboles, extrañaba su hogar, a su padre, a sus abuelos, extrañaba los días donde era feliz, exactamente hasta antes de la llegada de Sesshomaru.
–Señorita Kagome– le llamó, pues el youkai había exigido dejara de llamarla madre, le molestaba, aborrece la idea– usted...¿como conoce al señor Taisho?
Kagome dejó de lado la manzana, ¿era buena idea contar aquella historia a un niño que la consideraba una madre? Suspiró antes de acomodarse mejor en el cojín y apoyar ambas manos en la mesa.
"En una aldea lejana al palacio, una joven Kagome de quince años cargaba una canasta con hierbas medicinales, hacia calor así que mantenía su haori remangado, se fue a su hogar, donde su madre Midoriko ayudaba a unas ancianas con ungüento para dolores.
Su hermano Sota cargaba sacos con granos de arroz para repartir a las cabañas, después se iba a ayudar en las plantaciones, así, al final del día, todos iban a darse un baño al río antes de cenar.
Kagome era la última en ir, pues ella preparaba la carne que tardaba más, luego Sota hacia el arroz y ponía agua para el té, ayudaban a su madre a descansar, usar sus poderes espirituales seguidamente podría perjudicarla si no descansa lo suficiente.
Aquella noche mientras Kagome caminaba al río con una muda de ropa, toalla y jabón preparado por ella, era acechada por un demonio que gustaba de comer mujeres jóvenes, jurando tenían mejor sabor.
Para su mala suerte no contaba con su arco, sus poderes aún no tenían la magnitud de los de su madre, estaba completamente expuesta, estaba terminando de quitarse la ropa cuando escuchó como se acercaban, se giró y logró esquivar el primer ataque, pero el segundo llegó inmediatamente lastimando su pierna en el proceso.
–Mmm....deliciosa– exclamó el demonio de grotesca apariencia– un buen bocadillo definitivamente.
Cuando iba a dar el golpe de gracia su mano y cabeza salieron volando, Kagome fue salpicada con la sangre pero no le importa, miró tras ella solo para encontrar a un Youkai, de largos cabellos plateados y ojos dorados cual oro fundido que la miraban sin emoción.
–Gra..cias– logra articular, no puede despegar su vista del apuesto youkai-."
–Ese fue nuestro primer encuentro– terminó de decir– no dijo mucho, realmente solo me dijo "aprende a cuidarte" y se fue.
Seichi escuchaba todo, y no era el único, Shizuka también lo hacía desde fuera, se supone que fue enviada a buscarla, pero no deseaba que esa mujer pasara más tiempo con su Sesshomaru, así que ideó un plan, iría donde el youkai para decirle que ella se negaba a ir, así la trataría mal o quizá ya la mataba y listo.
Pero para su mala suerte, Sesshomaru entró en las habitaciones donde permanecía retenida, la tomó con fuerza del brazo para llevársela al estudio y no salir de allí hasta cansarse de su cuerpo.
Kagome cerró sus ojos tratando de rememorar esos días donde él la tomaba con amor, donde aunque sonará extraño, le hablara bonito para hacer que olvidara el dolor que tenía siempre que se entregaba a él.
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