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i n i c i o

Freya Malfoy ahogó un suspiro al sentir los labios de Fred Weasley rozarle el cuello, le acarició el cabello mientras los besos de éste iban descendiendo hasta su remera.

—Weasley —masculló la pelinegra.

—Sólo un momento más, Malfoy —respondió Fred, mientras desabotonaba la camisa de la chica.

A Malfoy normalmente no le habría importado que Weasley lo hiciera, no era nada que no hubiera visto; pero ese día tenía prisa. Mucha.

Se alejó, en contra de su voluntad, del pelirrojo, quien la miró con los ojos castaños suplicantes.

—Debo irme, Weasley —avisó—. Te veré pronto, estoy segura que Snape no tarda en castigarme.

El pelirrojo sonrió a medias, su cabello estaba alborotado y su camisa abierta, además de la corbata en el suelo.

—Casi podría decir que voy a extrañarte —dijo el pelirrojo acercándose a ella.

—No hace falta mencionar lo obvio, Weasley. Bien, nos vemos.

Y antes de que el chico pudiera contestar, Freya desapareció del aula. A diferencia de Fred, ella sabía cómo mantenerse imperturbable; era cierto que el pelirrojo la volvía loca, pero sabía comportarse, haciendo que éste sólo la deseara más.

Su relación, si es que se le podía llamar así, con Fred Weasley había empezado un mes atrás, cuando ambos habían sido castigados por la profesora McGonagall. Habían descubierto que los profesores los dejaban solos por horas, ni siquiera se molestaban en revisarlos, simplemente les quitaban las varitas y desaparecían.

El detonante de todo eso había sido el odio que sentían el uno por el otro, Freya había pasado cinco años despreciando a Fred Weasley, no soportaba verlo, mucho menos escucharlo; y lo mismo ocurría por parte de él. La castaña estaba segura de que era la única manera de poder sacar tanto odio, los insultos ya no funcionaban, necesitaban algo más... Fue entonces que Weasley tuvo la brillante idea de arrinconarla contra una pared, con el propósito de molestarla, pero no contaba con que Malfoy iba a besarlo, mucho menos que le gustaría.

A diferencia de la familia Malfoy, Freya tenía el cabello oscuro y había sido seleccionada en Gryffindor, razón por la cual no hablaba con ningún miembro de su familia. Sin embargo, la actitud cínica e insolente la había heredado a la perfección, además de sus brillantes ojos grises.

Se dirigió a la biblioteca para hacer los deberes, quizá era la alumna con más castigos en todo Hogwarts, junto a Fred Weasley, por supuesto; pero seguía siendo una de las más brillantes.

Debido al Torneo de los Tres Magos, muchos de los alumnos se encontraban dispersos, no paraban de hablar sobre eso; pero a Freya la tenía sin cuidado, incluso había faltado a la primera prueba para quedarse sola en el castillo, no era desconocido que a Freya Malfoy le agradaba la soledad.

En la biblioteca sólo se encontraba Hermione Granger, la mejor amiga de Harry Potter, el niño que sobrevivió, era una sabelotodo insufrible; pero Freya la evitaba, de hecho, evitaba a todo el mundo.

Hermione ni siquiera la miró, continuó escribiendo con montones de libros apilados sobre la mesa.

Freya caminó buscando el libro de Pociones que necesitaba, en realidad, fingió hacerlo, sabía perfectamente dónde se encontraba: la Sección Prohibida. Desde que había encontrado ese libro, había obtenido notas perfectas, tenía información precisa y de absolutamente todo.

—Ya has roto demasiadas reglas por hoy, Malfoy —dijo la voz burlona de Fred Weasley a sus espaldas.

—¿Realmente estás tan necesitado que tienes que seguirme, Weasley?

El pelirrojo soltó una carcajada, siguiéndola de cerca.

—Sólo estoy aburrido, tu desempeño de hoy... deja mucho qué desear.

La chica se encogió de hombros.

—No me das material,  ¿qué esperas que yo haga?

Fred la abrazó por la cintura, acercándola a él, Malfoy no opuso resistencia; prefería tener a Weasley demasiado cerca, que caminando a sus espaldas.

—Creo haberte dicho que estaba ocupada —dijo Malfoy, caminando con dificultad.

—No me dejaste responder, Malfoy, la verdad es que no me importa qué tengas que hacer.

La chica rió entre dientes, tardó unos segundos más en ver el libro que necesitaba. Estaba en el último estante, murmuró un hechizo y al instante el libro estaba en sus manos.

—¿Planeas seguirme todo el día? —le preguntó a Fred mientras salían de la Sección Prohibida.

Fred se encogió de hombros, tomando asiento frente a ella.

—Verás, Malfoy, hoy no tengo mucho qué hacer; salvo por los deberes de Pociones.

La chica soltó una carcajada al ver lo que el pelirrojo pretendía.

—¿Qué, Weasley? ¿Esperas copiar mi redacción?

El pelirrojo asintió con una sonrisa en el rostro, a lo que Malfoy bufó; seguía odiándolo, realmente odiaba a Fred Weasley y todo lo relacionado con su patética forma de ser, pero disfrutaba pasar tiempo con él, aunque le costara reconocerlo.

—¿Y yo qué consigo a cambio, Weasley?

—¿Necesitas algo además de mi presencia? Creí que con eso te bastaba.

La castaña rodó los ojos, antes de abrir el libro y comenzar a escribir. Fred no paraba de mirarla mientras escribía, mantenía una sonrisa ladeada en el rostro.

• • •

Freya se aferró a Fred, mientras intentaba retener el grito que se escapaba de sus labios, al sentir a éste embistiéndola. No sabía cómo Fred había logrado conseguir entrar al baño de los prefectos y tampoco preguntó.

Se encontraba recargada contra la pared, su cuerpo desnudo estaba cubierto de sudor, pegado a ella estaba un jadeante Fred Weasley.

—Por Merlín, Malfoy —masculló el pelirrojo entre dientes.

Freya se permitió soltar un gemido, mientras apretaba con fuerza la espalda de Fred, estaba segura que ésta estaba cubierta de rasguños, todos provocados por ella.

Fred se movía de diferentes formas, alternando velocidades, haciéndola perder la cordura.

—Más... rápido —dijo entre gemidos.

El pelirrojo la obedeció sin protestar, de un momento a otro se encontraba en el suelo, con el pelirrojo encima, ambos con la respiración agitada.

Freya sonrió de oreja a oreja y pudo ver a Fred hacer lo mismo, antes de recostarse junto a ella. Se quedaron así un rato, los dos desnudos, tumbados en el frío suelo del baño, con las respiraciones entrecortadas.

—Eres increíble, Malfoy —musitó Fred, mirándola.

Freya podía jurar que en la mirada de Fred había mucho más que deseo, era como si tuviera una especie de diosa frente a él, cosa que ella no era. Malfoy era delgada, de cuerpo esbelto, pero creía estar dentro del estándar.

—No tienes que mentirme, Weasley.

—Lo digo en serio —dijo el pelirrojo incorporándose, sin poder dejar de mirarla.

Freya lo imitó, quedando frente a frente. El cabello de Fred estaba revuelto, ese año se lo había dejado más largo y la chica Malfoy no podía dejar de pensar en lo atractivo que se veía; había momentos, como ese, donde olvidaba que lo odiaba. Simplemente eran ella y Fred, una Malfoy y un Weasley.

Fred le acarició la espalda, haciéndola estremecerse.

—Bien, Malfoy, parece que un torbellino te atacó —la chica soltó una carcajada.

Fred encendió la bañera y se metió en ella, Freya sonrió al verlo y no dudó en introducirse. Disfrutó de Weasley acariciándole el cuerpo y el cabello, su respiración se había tranquilizado, y no podía imaginarse un lugar mejor.

Lamentó cuando llegó el momento de vestirse y dirigirse a cenar, lo hubiera dado todo por permanecer ahí. Fred la besó con una sonrisa antes de irse. «Vas a volverme loca, Fred Weasley», pensó, sin atreverse a decirlo.

• • •

Freya Malfoy no pudo evitar sonreír al ver lo que provocaba en Fred, con el exclusivo uso de su boca.

—Merlín, Malfoy, ¿quién te dijo que te detuvieras? —dijo el chico, mirándola.

La castaña sonrió antes de volver a agacharse, haciendo que Weasley soltara un suspiro. Sentía las manos de Fred acariciándole el cabello, estaba segura de que en ese momento sentía casi tanto placer como él.

En cuanto terminó, Fred permaneció tumbado en la cama.

—Debo irme, Weasley, tus compañeros no tardarán en llegar.

Fred se apresuró a incorporarse, tomándola del brazo.

—No te vayas, Malfoy.

La chica le lanzó una mirada llena de significado, pero Weasley persistió.

—Por favor.

Al final, Freya terminó por acceder, tumbándose en la cama junto a Fred, quien la rodeó con ambos brazos.

Las cortinas de la cama estaban corridas, pero sabía el riesgo que tomaba al quedarse ahí. Quizá alguno de los otros chicos quisiera revisar a Fred, o conversar con él; y no serviría ocultarse, ¡no había dónde!

El chico Weasley la abrazaba contra él, sus manos trazaban círculos en su espalda, cuello, cabello; Freya se limitaba a cerrar los ojos, sintiendo el dulce consuelo que le proporcionaba Fred. Quién lo hubiera imaginado.

• • •

Fred sostuvo las caderas de Malfoy mientras ésta se movía sobre él, a un ritmo lento, haciéndolo suspirar, deseando mucho más. No podía negar que Freya era una especie de ángel, y lo mejor de todo: ella era suya. Quizá Malfoy no lo supiera, pero Fred la consideraba así, completamente suya.

Antes de que Malfoy pudiera reaccionar, tomó el control de la situación, colocándola debajo de él, moviéndose con velocidad. La chica ahogaba suspiros, intentando no hacer ruido, pero le resultaba imposible. Fred sabía que la volvía loca, y qué podía decir, ella también lo tenía loco.

Fred la besó, sin quitarse de encima, los besos de Malfoy eran cálidos y apenas podía durar unos segundos antes de gemir levemente. Sonrió entre besos, para después pasar a su cuello, haciéndola suspirar.

—Juro que si te detienes... —comenzó Freya, pero dejó la oración incompleta por el grito que escapó de sus labios.

Fred sonrió satisfecho antes de alejarse de ella.

La luz de la luna iluminaba el aula, dándole un toque 'romántico', aunque lo que sucedía ahí no tenía nada de romántico.

No pudo evitar mirar a Freya de pies a cabeza, la tenue luz iluminaba su cuerpo desnudo, Fred podía jurar que Malfoy era la perfección en persona. Le gustaba su cuerpo delgado, sus enigmáticos ojos grises, que cambiaban conforme a la luz; esa noche se veían especialmente brillantes, Malfoy lo miraba diferente y de eso estaba seguro. Ya no era el odioso Fred Weasley que había conocido en primer grado.

Le gustaba Malfoy, mejor dicho, le fascinaba. Todo en ella era tremendamente maravilloso, su forma de irritarlo, la manera en que deslizaba las palabras al hablar, su elegante forma de caminar, y cómo se movía... Por Merlín, cómo se movía. Sus ojos, que tenían el color del cielo cuando estaba a punto de desatarse una tormenta; su cabello castaño, que disfrutaba tanto al acariciarlo, sus delgados labios; sus largas piernas... Malfoy había sido esculpida por los dioses, de eso estaba seguro.

• • •

—Fred —lo llamó su gemelo, George—. Has estado distraído, ¿qué tienes?

A veces odiaba eso de George, no se le pasaba ni un solo detalle, y él tampoco podía ocultárselo.

Era verdad lo que decía, Fred había estado distraído, disperso; y por supuesto, había una razón para eso: Freya Malfoy. Había estado distante, se había alejado de él sin más, y Fred no sabía por qué, ni tampoco lo entendía. Pero eso era el menor de sus problemas, había roto la primera y única promesa que le había hecho a Malfoy: se había enamorado de ella.

Fred suspiró antes de hablar.

—Es Malfoy —admitió. George lo miró con el ceño fruncido.

—¿Malfoy?

—Creo... creo que me enamoré de ella —y lo soltó sin más.

Creyó que George lo juzgaría, que lo reprendería por enamorarse de la única chica que no podía tener, de la persona que se había encargado de hacer sus vidas imposibles, que los había insultado una y otra vez, y no sólo a ellos, también a su familia.

—¿Estás seguro de eso, Freddie? —preguntó su gemelo, al cabo de un rato en silencio.

—Completamente.

George le dio una palmada en el hombro, antes de sonreír.

—¿Entonces qué haces aquí conmigo, Weasley? Deberías estar intentando conquistar a cierta chica insoportable.

Fred intentó sonreír, pero en lugar de eso sólo consiguió hacer una extraña mueca.

—Ese es el problema, George, ella me evita.

Y se lo contó todo, todas las veces que había tenido a Freya Malfoy desnuda delante de él, todas las veces que la había tocado y había disfrutado de ello, todas las veces que la había mirado mientras ella no prestaba atención, todas las veces que la había hecho suya... todas las veces que habían sido él y Freya, sin apellidos, sin problemas, sólo ellos.

George suspiró.

—¿Y te preocupa que ella no sienta lo mismo? —Fred asintió—. Mira, Fred, no seré un experto en el amor y tampoco conozco a Malfoy; pero ten muy claro algo, si ella no te quisiera de alguna forma, no hubiera hecho nada de eso.

Fred asintió, antes de ponerse de pie, dispuesto a buscar a Malfoy.

• • •

Freya sonrió al ver a Fred entrar al aula vacía donde se encontraba, arrojándose a sus brazos. El pelirrojo la besó antes de que pudiera hablar y ella le respondió gustosa. Enredó sus piernas en el cuerpo de Fred, hasta que éste la sentó en el escritorio del profesor.

—Qué cínico, Weasley —dijo la chica antes de volver a besarlo.

Pasaron las horas besándose y tocándose, Freya no dejaba de pensar en cuánto había extrañado a Fred, pero como siempre, no se atrevía a decir una sola palabra al respecto. Estaba enamorada de él, lo sabía perfectamente. Pero no había nada que pudiera hacer que hablara sobre eso, incluso le había costado reconocérselo a sí misma, no podía concebir la idea de decirlo en voz alta.

Terminaron por sentarse al fondo del salón, la cabeza de Freya estaba recargada sobre el hombro del pelirrojo; sus piernas estaban sobre las de él y sus manos entrelazadas. La chica estaba segura de que así actuaban las parejas, pero decidió no pensar en eso, al menos en ese momento.

—¿Con quién irás al baile, Malfoy? —preguntó Weasley después de un rato en completo silencio.

El baile de Navidad. Era uno de los temas que tenían a Malfoy sin cuidado, o eso era lo que se decía ella, porque sólo podía imaginarse con un lindo vestido llegando de la mano de Fred. «No seas tonta», se regañó mentalmente.

—No iré, Weasley.

Fred la miró confuso.

—¿Cómo que no irás?

—Pues no iré, no me gustan los bailes, no me gustan los vestidos y tampoco me gustan los lugares conglomerados.

Freya juró ver una decepción creciente en el rostro de Fred, pero se convenció de que era su imaginación, ¿por qué a Weasley le importaría que fuera al baile? Ahí no podían besarse ni tocarse. Además, eran enemigos a muerte, Weasley y Malfoy, por supuesto que no podían ir juntos.

—¿Tú? ¿A quién invitaste?

—Angelina Johnson —respondió el pelirrojo de inmediato.

Freya se apresuró a mirar a otra parte. Claro, era obvio que Fred tenía pareja. Había sido tan estúpida al pensar que Fred y ella tenían alguna oportunidad, estaba más claro que el agua: un Weasley y una Malfoy no tienen futuro, no juntos al menos.

—Debo irme, Weasley —dijo cuando la presión fue demasiada para soportarla.

Se puso de pie sin importarle la respuesta de Fred, sólo quería salir de ahí lo más rápido posible. Las lágrimas comenzaron a escurrirle por las mejillas, casi corrió a su dormitorio, no quería que nadie la viera con el rostro rojo e hinchado por el llanto. No, estaba segura que pasaría a ser un chisme y no podía permitírselo; Fred sabría lo que sentía por él y no, no podía saberlo. Nunca.

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