Capítulo 8
Aprovechando que la mujer lleva tantas horas dormida, Marcus se dispone a tratar varios asuntos pendientes y verificar todo el contenido de aquello que fue a buscar a Norteamérica. No ha dormido nada. Y mucho menos ha podido quitarse la máscara infernal.
Saca el USB del estuche y lo conecta al nuevo ordenador que Percival trajo de la cuidad. No está conectado a su red. Tampoco es tan idiota como para introducir ningún dispositivo alguna de sus computadoras sin saber lo que contiene.
La Sombra revisa archivo por archivo, y se da cuenta de que tiene en su poder la forma de acabar con la Bratvá Roja de Petrov. Es curioso, que una organización tan insignificante como la de Salvatore Vottari se haya hecho con semejante información. Planos de casas de seguridad, extractos bancarios, nómina de personal, formas de desactivar las alarmas y sensores, además de imágenes directas de las cámaras de seguridad dentro de la guarida principal de Petrov. Tiene todo lo que necesita para acabar de una vez por todas con el mafioso responsable de mutilar su cuerpo, el maldito infeliz que mato a Nastya.
Tiene que darle crédito a Vottari, pues solo una persona en el mundo pudo haber sido capaz de obtener eso sin ser detectado. El Fantasma.
Como su nombre lo dice, está hecho de la nada, nadie sabe cómo contactarle, solo es encontrado si él lo desea. Y nunca, nadie le ha visto en persona. No entiende qué cosa pudo haber hecho el italiano para que la peste informática fantasmal haya accedido a ese tipo de información.
Además del porqué.
El líder de Los Oscuros navega entre los archivos hasta que encuentra unas fotos que llaman su atención. Fotos de Petrov.
Algo ha cambiado. Más delgado, e incluso, se aventuraría a decir que un poco más afilado. Los cambios no son nada evidentes, pero para él, que es un experto viendo cosas que para otros pasan desapercibidas, está muy claro que Petrov no se ve igual. Y eso sólo lleva a dos conclusiones; que el maldito viejo ha enfermado, o ha nombrado a uno de sus hijos como sucesor.
Lo que no termina de entender es «¿Por qué nadie ha dicho ni hecho nada al respecto?»
Si uno de sus hijos hubiese tomado el mando de la Bratvá, sería del conocimiento de todos, incluso del MI6 o la KGB. Eso deja fuera de la ecuación ésta hipótesis. Entonces, puede ser que Petrov esté muriendo. Y si eso es así, Marcus no piensa ponerle fácil la partida. Antes de verlo morir, se encargará de que todo su imperio caiga en ruinas y se vuelva cenizas. Que de Anatoliy Petrov no quede nada que pueda heredarle a su podrida descendencia.
...
Mia despierta en una cama calentita e irreconocible. Lo primero que nota es un techo bastante bajo, pero al ajustar su visión, se da cuenta de que pertenece a la cama, que también está cubierta por oscuras y gruesas cortinas rojo sangre.
Dos preguntas; «¿cómo por todos los santos del cielo llegué a este lugar?» Y sobre todo, ¿Quién fue el responsable de trasladarla?
Lo último que recuerda después del aterrizaje, es haber sido conducida por Kolia a través de un oscuro sendero en la negrura de la noche, hasta una impresionante camioneta todoterreno también oscura. Recuerda humedad y gotas de lluvia.
Si, la lluvia. Estaba mirado las gotas resbalar por los cristales del auto, trazaba formas al azar con su inquieta imaginación. Debió dormirse en el trayecto. Estaba demasiado cansada, los acontecimientos de las horas pasadas por fin le cobraron factura, dejándola apagada durante sabe Dios cuánto tiempo.
Ahora, Mia se debate entre salir del lecho a investigar, o permanecer allí; aislada y silenciosa. Aprovechando esos momentos de intimidad para de una vez por todas dar rienda suelta a todo aquello que amenazan con convertirla en un ovillo asustado y tembloroso. Pero es inútil, por más que intenta encontrar las desesperadas y desconsoladas lágrimas, estas no acuden a su llamado.
«Las muy cabronas y egoístas»
Shock... No lo puede creer...
¿De verdad acaba de pensar una palabrota?
Una prueba irrefutable de que todo lo que ha pasado está haciendo mella en su cordura. Ella nunca dice palabrotas, no maldice, y mucho menos piensa en ello. Ella es buena y correcta, nada parecida a la pandilla de salvajes que la tienen cautiva.
Cierra sus ojos de nuevo y dedica una plegaria al cielo, deseando con fervor que esa pesadilla acabe de una vez por todas.
Justo cuando se relaja para continuar aprovechando ese momento de privacidad, una puerta se abre y se cierra. Llevándose toda la tranquilidad que pudo haber sentido en ese corto período de tiempo.
Pasos. Lentos pero decididos se acercan. Quien sea que haya llegado, deposita algo en una superficie cercana y se aleja. Espera a que la puerta se abra y la persona se vaya, pero eso no sucede.
El visitante ha decidido quedarse dentro, en silencio. Eso le da una pista.
Kolia. El rubio guardaespaldas.
Saberlo la tranquiliza. Siempre es silencioso y nunca la molesta. Él no va a molestarla. Al menos eso parece. Se ha tomado muchas molestias desde el avión para hacerla sentir bien. Cosa que para ella funciona.
Porque segura como que el cielo es azul que ella no hará nada que lo haga utilizar más drogas en su cuerpo. Ella saber ser buena. Es todo lo que ha hecho en su vida.
Los minutos parecen estirarse y la angustia crece con cada respiración, su nueva forma de contar el tiempo. Hace ochocientas setenta y un respiraciones que la puerta se abrió y dejó entrar a su carcelero. Pero a las quinientas diecisiete ya comenzaba a sentir hambre.
La penumbra del nido donde Mia descansa ya la asfixia. Pero tiene miedo de salir de su escondite -que no es ningún escondite-. Tiene miedo de que en cualquier momento Marcus, el lúgubre enmascarado, le robe ese momento de silencio y reposo. No es fácil sentirse en paz con él estando cerca y tratándole como lo hace. Dejándole así;
Colgando. Prendiendo de un delgado hilo y no saber cuándo por fin llegará su muerte inminente.
¿Cómo planea matarla? ¿Cuándo? ¿Dónde?
Pregunta que se hace constantemente desde que toda esa locura surrealista comenzó.
...
Ella se llama Mia.
La chica con el alma pura de su hermana. Desearía poder sacarla de ese infierno... Pero por ahora, eso es imposible. Los dos morirían en el intento, y aunque su vida no vale nada, la de Roza es importante, no puede arriesgarse a que se apague su luz.
Le ha traído desayuno pero ella se niega a levantarse. No la molesta, sabe que solo intenta protegerse de todos ellos, pero le preocupa que no haya comido nada desde el segundo sándwich que le proporcionó durante el vuelo, y de eso hace muchas horas. Tiene que comer, pero Nikolai no sabe cómo hacérselo saber sin asustarla.
Movimiento dentro de la gran cama con dosel.
Los cortinajes se corren y dos pequeños pies descalzos hacen su aparición desde el borde. Seguidos de su ropa Lila.
Sus ojos intentan ajustarse a la claridad del día. Ondas de cabello color cobrizo apunta hacia todas las direcciones y su terso rostro está hinchado por las horas de sueño.
—Traje ropa y comida.
Kolia intenta que su voz sea suave y conciliadora, pero teniendo un tono tan grave y un acento tan marcado, es difícil no parecer amenazante.
La prueba de ello es que su pequeña Roza da un respingo y dirige su asustada mirada hacia él en tiempo récord.
—¿Eh? —suelta aturdida.
—Ropa, en aquella bolsa —él señala una mesa a la derecha de Mia—, y comida allá. —apunta su dedo a la mesa contigua, donde descansa una bandeja con un cubre platos.
—Gracias —Masculla la chica de forma escueta.
Kolia la sigue con la mirada cuando ella se acerca a las bolsas de ropa, y curiosea. Hay un vestido negro, gruesas medias del mismo color y un grueso abrigo vinotinto. Observa las prendas durante un momento con el ceño fruncido, luego las deja de cualquier manera y vuelve a su escondite tras los gruesos cortinajes de la cama.
No entiende qué es lo que no puede gustarle. Si es un conjunto hermoso, sencillo y elegante. El consejero, Percival, se encargó de traer todo aquello hace una hora cuando regresó del centro de la ciudad.
La finca donde se hallan está a casi cuatro horas de San Petersburgo, en un paraje remoto y frío. La edificación donde se encuentran, es una impresionante mansión con arquitectura rusa imperial, cámaras, sensores térmicos y de movimiento en cada rincón, y hombres haciendo constantes rondas. Él mismo diseñó los protocolos de seguridad hace unos meses, cuando fue adquirida por La Sombra y su organización.
Sin embargo, nunca permanecen mucho tiempo en el mismo lugar, La Sombra se mueve, y sólo él y sus superiores saben su paradero. Por lo que le preocupa el destino final de su nueva Roza.
¿Donde permanecerá? ¿Acaso La Sombra planea dejarla aquí, o la llevarán a la fortaleza de Omsk?
Una vez más Roza sale del lecho. Da unos vacilantes pasos hasta el poste inferior derecho de la cama. El que está más cercano a Kolia. Se sujeta al mástil de madera tallada y le habla;
—Necesito utilizar un baño.
Kolia señala una puerta a la izquierda, ella toma las bolsas y se dirige con paso ligero a la dirección señalada. En apenas quince minutos sale de nuevo, lleva puesta la ropa nueva a excepción el abrigo. Con su cabello mojado, se pasea por el lugar, dirigiendo furtivas miradas de alerta en dirección a Kolia, se acerca a la mesa auxiliar con la bandeja y en absoluto silencio acaba con todo lo que hay en ella.
Lo que es un alivio para él. Porque teniendo un futuro tan incierto, lo mínimo que puede hacer es mantenerla bien alimentada y protegerla de los animales salvajes que están bajo su mando. Esa será la parte más difícil.
Kolia se levanta y hace su camino a la mesa donde la pelirroja acaba de comer. Ella al verle aproximarse, en seguida deja el asiento y retrocede. Aumentando la distancia entre ambos con el fin de protegerse. Ninguno de los dos quita ojo de encima del otro. Pero él solo toma la bandeja de la mesa, se da vuelta y sale de la habitación. Dejándola bajo llave tal como su jefe lo quiere.
En la cocina, Kolia se encuentra con Franco Ricardi, un recluta Italiano asignado a la finca, con él está Liosha Gólubev.
¿Dónde está el otro? ¿Acaso torturando alguna pobre alma?
Ambos están alrededor de la encimera, intimidando a una incauta mujer del servicio. Ésta es nueva, porque lejos de huirle a ese par, le corresponde las sonrisas.
«Ésta no va a durar» Vaticina.
Las más inteligentes son las que duran, las que saben que deben evitar a toda costa a Ricardi o cualquiera de los Gólubev.
Luego de supervisar la alimentación de su pequeña Roza, y dejar las bandejas en la cocina, Nikolai Vorobiov se dirige a la oficina de su jefe La Sombra. Dónde éste le espera para darle indicaciones respecto a la prisionera.
Como siempre, antes de entrar a las estancias privadas, él hace un repaso sobre su impecable traje hecho a medida. Porque es muy consciente que a La Sombra nada se le escapa y el más mínimo error puede costarle caro.
Alisa el cuello de su camisa, quita unas invisibles arrugas de las mangas de su chaqueta y toca la puerta.
—Adelante, Kolia. —Se escucha desde el otro lado, el ruso obedece de inmediato y encuentra a su jefe con la mirada en la pantalla de un ordenador portátil— quiero saber si la chica ha despertado.
Si a Nikolai le extraña el inusitado interés de La Sombra hacia Mia, no da muestras de expresarlo. La simpleza de sus expresiones es una de sus mejores armas.
—Sí, mi señor.
—¿Te has encargado de su vestimenta y alimentación correctamente?
—Así lo hice.
—Quiero que se encuentre preparada para dentro de una hora —su jefe se le queda mirando durante unos segundos en silencio y prosigue— Tu también, salimos dentro de una hora.
»Trae tu pasaporte contigo, deja instrucciones a tu lugarteniente para que todo funcione como es debido mientras no estas. Puedes retirarte.
Como siempre, los intercambios con La Sombra son rápidos y al grano. Sin opción a decir no.
Kolia se dirige a su propia oficina y llama a Serguei Stavich, jefe de seguridad de la finca, juntos, repasan una vez más los protocolos de la semana hasta que comienza a anochecer.
A sólo minutos de partir, Vorobiov, el jefe de los guardias, abre la puerta de la estancia donde su Roza permanece recluida y la encuentra sentada en el alféizar de la ventana. Ella se levanta en seguida y se sitúa en el rincón más alejado de la habitación, lejos de él.
—Es hora de irse —le anuncia.
—¿Donde? —Se apresura a preguntar la pelirroja— ¿Voy a morir ya?
El corazón de Nikolai se detiene por un periodo corto de tiempo. Porque a pesar de saber que existe esa posibilidad, no la había considerado hasta ahora. Al no tener la respuesta a su pregunta, el prudente Kolia permanece en silencio.
—¿Voy a morir ahora? —repite la chica.
—Tenemos que irnos de aquí. —es la única información verídica que tiene y que es seguro darle.
—¿Volverás a drogarme? —inquiere Mia cautelosa.
—No si colaboras.
El semblante de la chica refleja la batalla que se libra en su interior, entre obedecer o resistirse.
Ella decide lo segundo.Saliendo de la habitación sin ningún tipo de calzado, delante de Nikolai.
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