Capítulo 1
Siberia, Rusia. Año 2018
Nikolai Vorobiov; mejor conocido como Kolia, se dirige a su jefe, a quien todos llaman La Sombra.
—Señor... el cargamento está listo.
Solo tres personas conocen la verdadera identidad de La Sombra, y Nikolai, el rubio grande con aspecto de luchador de la UFC no es uno de ellos. Por lo tanto, Marcus debe permanecer ante su guardia ruso con el rostro cubierto con la aterradora máscara de cuero negro. Aquella que lo convierte en Sombra. Tiene por única fisionomía un par de orificios para los ojos, dos pequeñas rendijas más abajo que asemejan nariz de serpiente y un corte horizontal donde debería estar la boca, lo justo para que pueda oírse claramente cuando habla.
Su aspecto que de por sí resulta bastante intimidante, se vuelve más terrorifico cuando mira con frialdad calculada.
Kolia, verdugo y segundo guardaespaldas espera imperturbable la respues de su señor.
—No todo. —la voz de La Sombra es rasposa y seca. Practicada para sonar diferente a la suya real, con el objetivo de que nadie sospeche su verdadera identidad.
— ¿Señor? — El ruso le dedica un gesto inquisitivo, teme preguntar qué falta. Pero tampoco demostrará su inquietud ante La Sombra. Pues sabe perfectamente que una de las cosas que el jefe respeta, es la mente fría del ruso en cada situación que tiene por delante.
—Falta lo más importante, Kolia; los rastreadores.
A Marcus/La Sombra, le gusta mantener a sus subordinados al filo de la tensión. Empleados relajados son blancos fáciles e inútiles. Y para él, que la seguridad va primero, es imprescindible deshacerse de cada eslabón débil en su poderosa cadena.
—Están en mí poder, señor. —dice el ruso con rostro desapacible.
—Hasta donde sé, los tenía Crazo. Dame una razón convincente para que los tengas tú y no él.
Nikolai toma una lenta respiración antes de hablar, pues sabe que su réplica no va a gustarle nada al señor. De lo que el ruso no tiene ni idea, es que,La Sombra siempre está al corriente de todo.
—Hassan intentó robarlos. Lo descubrí y ahora los tengo yo.
Fue una buena cacería. Piensa el inglés escondido bajo la máscara.
Solamente dos personas a parte de Marcus, saben que gracias a una gran suma de dinero e intercambio de información, La Sombra tiene diversos contactos en servicios de inteligencia tales como la Interpol, CIA, el Mosad, KGB y el MI6 que le mantienen al tanto de los movimientos de cada organización, mafia y grupo delictivo de los más importantes que operen en el mundo.
Y servicio de inteligencia Israelí ya le había informado que Hassan Sujaa formaba parte de una célula de Isis y planeaba infiltrarse en Los Oscuros -nombre con el que se conoce la hermética sociedad que ha creado Marcus-, para robar información y llevarse los rastreadores para utilizarlos con fines terroristas.
Dar los instrumentos a Crazo fue un señuelo que sirvió para probar a dos de sus hombres y atrapar un maldito terrorita. Así que con esa pequeña jugada, mató tres pájaros de un tiro. Hassan atrapado y muerto, Crazo mutilado y confinado a una prisión infernal, pagando las consecuencias de ser un eslabón débil. Y Nikolai Vorobiov demostrando ser un hombre de confianza, por el momento.
—Muy bien Kolia. Te has superado una vez más. —Responde La Sombra— Coloca los rastreadores en el contenedor de la forma acordada.
—Sí, señor. —Y sin más, se va a cumplir las órdenes de su líder, el amo supremo de Los Oscuros.
Cargamento listo y rumbo a su destino. La Sombra se detiene a mirar alrededor del enorme hangar donde todos los preparativos para el traslado fueron llevados a cabo. Nikolai está a su lado como un perro fiel, pues Ewan, primer lugarteniente y también conocedor de su identidad, se está encargando de unos asuntos pendientes que tiene la organización en Norteamérica.
Marcus espera la estracción. Le pica la piel por llevar demasiadas horas con la máscara puesta por la falta de sus guardianes del secreto. Debe mantener la máscara hasta hallarse en alguna de las casas seguras.
Percy, mueve tu pretencioso trasero. Pensó.
En ausencia del primer soldado, Ewan. Era el turno de su mejor amigo y consejero para sacarlo de allí.
Había recibido un texto suyo notificándole sobre un pequeño contratiempo, pero que pronto estaría en el hangar. Aunque ha tardado más de media hora y Marcus está por exceder el nivel de irritación que es capaz de soportar en un día. Necesita llegar a una casa de seguridad, desde donde partirán al aeropuerto con destino a Londres.
Además del escozor en la cara, la pierna le está comenzando a molestar, los esfuerzos que tiene que hacer para no cojear son cada vez más grandes.
Aunque pagó los mejores traumatólogos y ortopedistas de Europa para tener la prótesis ideal, el dominarla a la perfección y sin que su pequeña cojera fuese visible, le tomó algo de tiempo. Es un perfecto camuflaje, pero con una incómoda desventaja; el muñón a unos quince centímetros por debajo de la rodilla izquierda, comenzaba a dolerle después de prolongados periodos de tiempos caminando recto y sin un bastón.
Nadie debe saber saber que a La Sombra le falta la mitad de su pierna.
Él toma descansos cuando vuelve a la vida común, pues siendo Marcus Hardy cojea con libertad y lleva bastón, su accesorio favorito. Una elegante obra de arte en ébano pulido, decorado una con una cabeza de león en platino e incrustaciones de ónix y dos diamantes negros como ojos.
Ya está deseando llegar a Londres y distraerse un buen rato en "La Guarida", donde puede ser él mismo.
Su yo real, Marcus Hardy. Es conocido como un minusválido y reservado ex comisionado inglés. Un melancólico, aislado e intratable empresario de éxito.
Parte de esa información es cierta. Al menos en cuanto a su hermetismo. Lo de melancólico no es más una suposición de la prensa sensacionalista. Porque luego del accidente donde murió Nastya, -en el cual también perdió parte de la pierna y adquirió las rugosas cicatrices rugosas que adornan una porción de su rostro, brazo y pecho- Marcus, está lejos de ser melancólico. En su interior solo alberga ira y odio. Perfecta combinación para tener un frío coctel de embriagadora venganza, del cual nunca deja de tener sed.
Pero le conviene que todos crean tales tonterías. Ese absurdo cuento de ser el pobre y triste minusválido, ha resultado ser una buena fachada para sus actividades secretas. Sin ello, le sería más difícil justificar sus ausencias y alejamiento del ojo de la publicidad.
Sus pensamientos son interrumpidos por el BMW negro tipo sedán que se acerca por la oscura calzada.
"Al fin"
Percy, su amigo, se baja del lujoso y elegante blindado con ese andar relajado de siempre. Pero se puede ver la tensión en sus hombros, además de que tampoco tiene esa característica sonrisa de truhán que siempre lleva colgada.
"Algo ha pasado."
—Eh... —Percy intenta sonar despreocupado, pero la tensión que emana es percibida por Marcus, quien tiene un increíble don de la observación y mucha perspicacia.
—Canta ya, Percy. —Como siempre directo al grano.
Su amigo mira entre Marcus y el gorila Kolia. Buscando las palabras adecuadas para ser conciso sin revelar demasiado delante del guardaespaldas.
—Los tallarines —Marcus asiente, comprendiendo al instante la alusión que su amigo ha utilizado. Italianos—. Hemos utilizado la receta que nos diste, compramos los condimentos pero parece que nuestro chef ha tenido un problema de temperatura correcta y no hemos podido presentar un plato decente.
—¿El chef se ha equivocado?—pregunta La Sombra, siguiendo la analogía.
—Nada de eso, hombre, sabes que nuestro chef es exquisito. Son los malditos tallarines, articulo de muy mala calidad.
— ¿Qué podemos hacer? —inquiere aun sabiendo la respuesta.
—Creo que deberías ir a la cocina y prepararlos tú mismo.
Diablos.
No es el mejor momento para ir al otro lado del mundo. Pero algo le dice que no puede dejar de hacer este viaje. Al parecer, Ewan ha tenido un problema con la mafia italiana en Norteamérica.
Un problema que debe resolver La Sombra en persona.
...
Marcus se encuentra en un lujoso sillón de cuero beige, con una pierna doblada sobre la otra con masculinidad. Libre de la máscara. Su cabeza apoyada en el respaldo del mueble y los ojos cerrados. Percival está frente a él, de pie, sirviéndose un trago en el suntuoso y variado bar de licores. Uno de los caprichos que el noble inglés se permite en cada jet privado que alquila para estos fines.
Exhausto. Piensa en lo poco divertido que es ser llevado hasta un aparcamiento en la ciudad, subir a otro auto para dirigirse a una casa de seguridad, entrar en una habitación -es aquí donde se permite deshacerse de la máscara- y cambiarse la vestimenta. Escabullirse por una puerta lateral y andar con sigilo hasta algún minúsculo espacio donde hay otro coche aparcado que conducen hasta llegar a su destino. Una pista clandestina donde le espera un jet privado.
Cada vez que se mueve siendo la Sombra es el mismo plan de evacuación, solo que con diferentes locaciones. Hay docenas de automóviles aparcados en distintas ciudades de Europa y múltiples casas de seguridad que utilizan para este fin. Cada salida es una coreografía diferente.
Ahora, lo único que desea es relajarse en La Guarida, luego ir a la mansión y ver que todo esté en orden en la casa familiar. Su plan original dirigirse a Londres se mantiene, pues para poder volar a Estados Unidos deben usar otro avión.
Aunque el asunto que lo lleva al otro continente es importante, puede esperar un día más.
—¿Qué piensas?— pregunta Percy removiendo en sus manos un vaso de escocés en las rocas.
—En casa. Madre ha de estar indignada por mi larga ausencia.
—La Baronesa se indigna por el solo hecho de no tenerte en la mansión a tiempo completo, amigo mío. Cada vez es igual. —dice Percy irónicamente llevándose el vaso a los labios.
—Y como cada vez ya se le pasará. —Marcus cambia de tema—. Ahora, ¿Cuál es el problema con Ewan y los italianos?
—Simple. Se niegan a tratar con él. No sueltan prenda.
— ¿Qué dices?
—Lo dicho, hermano. Los italianos se niegan al intercambio con nuestro enviado.
— ¿Alegando qué razones? Ewan es mi mejor hombre.
— Ya sabes, más dinero, influencias, etcétera...
—...quieren a La Sombra en persona...
—Sí.
El Barón espera que su amigo diga algo más, que le de alguna solución. Siempre la tiene, pero esta vez parece no ser el caso. Por lo que pregunta;
—Y, ¿Por qué he de ir? ¿No podría Ewan hacerse pasar por La Sombra y resolver el asunto?
—Coppola está allí. Te ha visto las suficientes veces como para conocer la complexión y gestos de tu alter ego.
—Sicilianos oportunistas —gruñe, refiriéndose a los mafiosos con los que están negociando—. Solo quieren influencias extra, que todos sepan que están haciendo negocio con los Oscuros, para así poder salir del hueco en el que se encuentran. Se limitan a los Estados Unidos porque saben que la Camorra en Nápoles y la N'drangheta de Calabria tienen más poder que ellos en la propia Italia. Ya ni si quiera son los más temibles de su país.
—Compréndelos Marcus. Hacen lo posible por sobrevivir.
—Si no necesitara esa información...
—El lado positivo de todo esto —continua Percy restándole importancia al asunto con un vago gesto de su mano—, es que podremos visitar ese club de intercambio del que nos habló mi primo el mes pasado. Tengo bastante curiosidad de saber si es tan bueno como tu Guarida.
Su Guarida.
La mansión familiar y el ático frente al Támesis son lugares de paso para él. La Guarida es su verdadero refugio y donde pasa la mayor parte del tiempo. Un lugar exclusivo en los límites de la urbe inglesa. A simple vista, es un moderno y distintivo lugar de copas, pero detrás de la fachada bien cuidada hay una esfera de depravación, lujuria y sexo. Donde todo el que entra, puede cumplir sus más escandalosas fantasías y dar rienda suelta a la naturaleza lasciva.
No cualquier persona puede entrar en este lugar. Porque aunque soñar es gratis, cumplir los sueños es un lujo caro. Muy caro.
Para poder entrar a La Guarida, es necesario cumplir ciertos estándares, entre ellos, pagar una cuantiosa membresía, realizarse exámenes de salud constantemente con el medico oficial de La Guarida determinado por un contrato. Y sobre todo, discreción total.
Su mejor amigo, como siempre, se encarga de redactar los acuerdos de no divulgación más bestiales y concisos que nadie pueda llegar a imaginar, esto hace que la guarida, sea el sitio de intercambio sexual más seguro y discreto de todo el reino unido.
Cualquier persona pensaría que, entre tantos requisitos, los miembros serian limitados. Pero es sorprendente la cantidad de personas que están dispuestas a pagar para vivir sus fantasías.
No. Nada se parece a la guarida.
Este lugar es su orgullo y placer. La más hermosa creación hasta el momento, solo que como siempre, el anonimato es importante para guardar las apariencias. Todo queda en manos de Percy, quien con ayuda de contactos, ha creado una red de testaferros por todo el mundo para que Marcus mantenga el nombre tan limpio como una hoja en blanco.
...
La Rubia está muy mojada. A gatas en la orilla de la cama, la mujer completamente desnuda se deja hacer por Marcus de pie ante ella, que con dedos lentos y seguros viaja a lo largo de la raja en medio de sus piernas. Allí en su gloriosa altura, con un vaso de Whisky en una mano, lleva la camisa abierta y la bragueta abajo, a la vez que su gruesa y brillante polla erecta está siendo comida por una morena a sus pies.
No sabe sus nombres, ni le importan en lo más mínimo. Lo único relevante es el placer que pueden darle. Da igual cómo se llamen, todas las invitadas a La Guarida están limpias, los rigurosos controles del lugar se encargan de que así sea.
Las cicatrices en su piel son un pequeño incordio al cazar alguna presa. Porque aunque ninguna mujer sería capaz de darle una negativa. Le gusta que estén cien por ciento dispuestas. Que sus fastidiosas marcas no las distraigan.
Él y Percy tienen fama de ser titanes sexuales, sumándole al hecho de que son Unlimited, usuarios VIP sin ninguna restricción. La membresía más elevada y costosa de todo el lugar. Quienes la poseen, son blancos perfectos para cazafortunas y rameras por igual. Es una completa estupidez por parte de una fémina creer que un hombre buscaría esposa en ese lugar de perdición. Pero son buena opción a la hora de tener placer sin restricciones.
Las acompañantes de Marcus son amigas, o al menos eso parece. Las encontró juntas en una barra tomando un par de Cosmos. En ese momento, pensó que eran perfectas para lo que tenía en mente desde que bajo del jet hace una hora.
Culos regordetes, tetas enormes y jugosas, pero sobre todo, rostros impecables, hechos con toneladas de maquillaje, todo completado con ropa y accesorios de diseñador.
Artificiales hasta la medula, fácilmente olvidables.
Estaba tan cansado al arribar a Londres que lo único que quería era ser entretenido por alguna mujer, algo rápido y que le agotara, donde el fuese todo el centro de atención.
Según él, no hay nada mejor que saborear un buen whisky cuando una mujer te come la polla, o dos... Y allí está ahora, con las exuberantes hembras dispuestas a darle todo el placer que necesite.
La morena con la boca llena de él, está haciendo un buen trabajo, entusiasmada como si fuese una golosina, llevándola al fondo hasta sentir la resistencia de la pared de su garganta y las lágrimas en la comisura de sus ojos. Una experta.
La rubia por otra parte, ondula las caderas a ritmo de los dedos del Barón. Tiene un culo precioso, él no puede evitar pensar que la chica tuvo un buen cirujano, merece sus felicitaciones, nalgas lisas y firmes.
La respiración de Marcus es controlada mientras la morena hace maravillas en su tronco, no quiere acabar el juego tan rápido. Riega los jugos que salen del coño de la mujer en la cama por toda la zona y penetra con dos dedos la abertura, justo hasta el fondo.
—Oh, oh. ¡Sí! Ahh. —Los gemidos de la hembra le hacen saber que disfruta de lo que le está haciendo.
Y el juego apenas está comenzando.
Podría parecer egoísta, pues sólo se juega lo que él dice y bajo sus normas. Pero todo ello es compensado, debido a que en realidad es bastante generoso, nunca deja ninguna mujer insatisfecha.
De dos dedos, pasa a introducir un tercero, cada vez más rápido. La polla le palpita salvaje bajo los acomedidos labios de la segunda mujer. El ambiente se calienta y el inglés está más concentrado en su tarea de robar orgasmos.
...
Verlos desde otro angulo, la dureza de sus rasgos, sus movimientos contenidos. Es un maravilloso espectáculo. Que en este momento está siendo disfrutado por Percival, al otro lado del vidrio reflectante en un cómodo asiento. Que con esa infaltable sonrisa lobuna dibujada en sus labios, menea su erección de arriba abajo, recreando sus ojos con la lujuriosa visión de las mujeres siendo tomadas por su amigo.
Podría parecer una invasión a la privacidad de Marcus, pero todas las habitaciones están provistas de este pequeño cuarto de acceso, donde sólo los Unlimited tienen pueden entrar. Y Marcus sabe que Percy siempre está mirando. Como él lo hace cuando es el otro quien retoza.
...
De vuelta en el cuarto donde el trío disfruta de sus cuerpos, el inglés decide intensificar las sensaciones de la rubia, que jadea con sus dedos moliendo sin tregua. Por lo que él, los saca por un segundo para empapar con los efluvios el pequeño ano de la mujer. Los dedos vuelven a la antigua posición dentro del coño jugoso, a la vez que el pulgar es introducido en el estrecho esfínter, sacando palabras ininteligibles de la boca femenina.
La atractiva castaña sigue de rodillas en el suelo, trabajando con erótico salvajismo la verga y
las bolas de Marcus, ocupándose también del contacto que le pide a gritos el botón de placer entre sus piernas. En ningún momento se siente celosa, pues sabe que cada esfuerzo será devuelto con creces.
—Oh ¡Sí! Dios...
Cuando el orgasmo es alcanzado por la rubia doblemente penetrada, él la gira de un tirón y sin ninguna delicadeza, dejándola abierta con la espalda pegada al colchón, su coño depilado expuesto y chorreando con la reciente corrida.
—Excitante. —Piensa el inglés en voz alta.
Se separa de ambas lo suficiente para dejar el vaso en la mesita auxiliar y enfundarse en un condón que saca de su bolsillo.
La mujer en el suelo es guiada a la cama de piernas abiertas, colocada sobre su espalda y preparada para recibir el premio. En esta posición, Marcus la penetra de una sola envestida.
—Ah ¡Ah! —La hace gritar de placer.
Toda la tensión acumulada mientras le chupaba la polla, es liberada de un tirón con las implacables acometidas del hombre, que ahora la penetra con una deliciosa brusquedad que se siente en el techo de su vientre.
Esta listo para dar placer a las dos mujeres, pues con la boca a la altura del brillante coño de la otra mujer, el inglés lame sin cesar el clítoris de esta, haciéndole remontar en otro orgasmo demoledor.
La morena sin nombre está al borde del precipicio nuevamente. Una rotación de caderas más y el orgasmo la alcanza sin piedad. Marcus, sigue retrasando su corrida, gracias a ciertos métodos aprendidos en oriente hace muchos años, por lo que aún le quedan fuerzas para salir de la morena, colocarse un nuevo condón y penetrar a la rubia desde atrás, mientras esta decide darse un banquete del coño de la otra.
Los gritos de ambas mujeres hacen eco por toda la habitación, las respiraciones acompasadas de él, se vuelven más superficiales, los embates más salvajes. Con el placer atenazando sus tensas bolas y subiéndole por la espalda, Marcus se corre con un áspero y largo gruñido de satisfacción.
Ningún beso, ningún intercambio de números, ninguna promesa de una próxima vez. Una vez recuperadas las fuerzas, ambas mujeres esperanzadas son despachadas por un indiferente Marcus.
Sus rostros alicaídos miran al suelo en busca de las costosas prendas ropas regadas por el suelo. No son ni la sombra de las que más temprano entraron en la habitación. Ahora, en sus bocas el labial es casi inexistente, apenas quedó un pequeño vestigio del perfecto maquillaje de los ojos, víctima del sudor y el contacto con las sabanas. Sus cabellos, antaño impecables y con cada hebra en su lugar, ahora lucen desordenados, símbolo inequívoco de estar recién folladas. Muy bien folladas.
Todas llegan al cielo con el Barón Marcus Hardy. Pero como siempre, a todas es negada la entrada.
Porque una vez saciada su hambre, el inglés pierde completo interés en sus presas.
...
Percy espera a Marcus en la suite doble. Forma parte del lugar y es la única habitación donde no entra nadie más a parte de ellos. Solo la utilizan cuando deciden quedarse en la Guarida.
El abogado y consejero se recuesta en una butaca de la sala de estar que separa las habitaciones, rememorando los viejos tiempos con una copa de escocés en la mano y sabiendo que en cualquier momento su mejor amigo entrará.
Se conocen desde niños cuando fueron enviados a Eaton, y de ahí en adelante, coexistieron como los más fieles e inseparables.
¿Quién iba a pensar que cuando entraron a la universidad, descubrirían que ambos compartían aquellos peculiares gustos en el sexo?
Fue toda una sorpresa para él saber que su mejor amigo en el mundo lo comprendía, que no juzgaba aquel estilo de vida, y lo que era mejor, participaba de ello. Fuera del Sexo y la perversión, Marcus siempre fue un ancla para Percy, incluso ahora, sigue siendo un freno necesario, pues el impulsivo corazón de este, no tiene ningún tipo de límites en cuanto algo se le mete en la cabeza.
A pesar del juego de poder del que Marcus es el líder, Percival sabe que su amigo es una persona ecuánime, fría, calculadora y sobre todo demasiado inteligente para su propia seguridad. Nada lo deja al azar aunque lo parezca. Incluso, aquellas dos chicas que escogió para pasar el rato no fueron aleatorias. Como tampoco el hecho de que no se haya quitado la ropa para follarlas. Nunca lo hace. No le gusta sentir el sudor de las mujeres en su cuerpo.
Es un hijo de perra muy meticuloso. Aunque la excusa es la de siempre;
Ninguna de las mujeres en La Guarida vale el esfuerzo.
Pero Percy sabe que hay un trasfondo en todo aquello. Unas pesadas cadenas que aún no se han podido romper, cadenas que su amigo se niega a reconocer que le sujetan. Pero más de veinte años siendo hermanos en el alma, son suficientes para conocer a una persona.
Las murallas alrededor del Barón a muchos le parecen espesas e impenetrables, no obstante, para él son tan traslucidas y explícitas como un libro abierto. Incluso, podría decir que le conoce mejor de lo que Marcus podría conocerse a sí mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro