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El aire se tensó, y un silencio pesado cayó entre ellos. 

Jimin, con el corazón latiendo a mil por hora, sabía que no tenía salida. La mirada del animal, aunque firme, destilaba una súplica silenciosa que no necesitaba palabras.

—Me rehúso, no puedo —volvió a decir Jimin, frunciendo el ceño y cerrando sus manos en pequeños puños—. ¿Acaso no existe otra manera de que recuperes tu forma humana?

Si aceptaba, sería su primer beso, y no, Jimin no quería que ese momento tan especial fuera de esa manera. Aunque su deseo de guardarse completamente para su persona destinada pudiera parecer anticuado e incluso un poco ridículo, como Taehyung le había señalado en más de una ocasión, Jimin no podía evitar ser así. Su corazón y su alma ya pertenecían a alguien a quien aún no conocía, y eso no cambiaría. Esa persona podría estar cerca o al otro lado del mundo, pero Jimin seguiría esperando con el corazón lleno de esperanza.

Pero tal vez, y solo tal vez, el destino tenía otros planes.

Jungkook, con una expresión pensativa y sus orejas moviéndose sutilmente, se rascó la oreja izquierda como si en su memoria se escondiera la respuesta. —Existen alternativas —dijo finalmente—. Hay dos opciones. La primera implica unas nueces mágicas que traje de mi reino, pero las perdí cuando esos malditos perros me acosaban. La segunda opción requiere fluidos humanos. Y tú, con tu corazón noble, eres el candidato perfecto para un beso. Deberías sentirte halagado de que un príncipe tan apuesto y futuro monarca desee besarte.

Jimin abrió y cerró la boca. Antes de que pudiera decir algo, el Jackalope avanzó con determinación y sus labios se encontraron con los de Jimin en un beso real y decidido. De nuevo, la neblina blanca los envolvió, y el rubio quedó petrificado por la sorpresa, como si hubiera visto un fantasma.

Al disiparse la niebla, el príncipe había vuelto a su forma humana, sosteniendo la cintura de Jimin con firmeza. Con un ojo entreabierto y aún en medio del beso, una sonrisa triunfante se formó en su rostro. Sus labios danzaban sobre los de Jimin, transformando aquel inocente contacto en un beso apasionado y sincero. 

Jimin, aún aturdido, pensó que si esto era un cuento de hadas, definitivamente era el más extraño de todos.

—¿Así que este es tu hogar?—exclamó el príncipe con una ceja arqueada, mientras sus ojos recorrían meticulosamente cada rincón del modesto apartamento. —No es más espacioso que un gallinero. —Las paredes, desgastadas por el tiempo, parecían susurrar historias de días pasados. El mobiliario, aunque sencillo, estaba dispuesto con un orden casi obsesivo, reflejando la personalidad meticulosa de su dueño.

Jimin lo observaba desde la entrada del baño, secándose el cabello con una toalla que apenas lograba contener las gotas rebeldes.

Aún con el eco del beso revoloteando en su mente y alterando el compás de su corazón, sus mejillas se teñían de un leve rubor. El vapor de la ducha aún flotaba en el aire, envolviéndolo en una nube cálida que contrastaba con la frialdad de la mirada de Jungkook.

Después de aquel acto inesperado, el rubio había optado por distanciarse, refugiándose en el baño en busca de una ducha que calmara su turbación. El agua caliente había sido un alivio momentáneo, pero no había logrado borrar la sensación de los labios de Jungkook sobre los suyos.

Ahhh.

Al salir, encontró a Jungkook examinando su morada con una curiosidad que bordeaba la insolencia, sus dedos rozando los objetos personales con una familiaridad que Jimin no estaba seguro de permitir.

—Creo que tu ingenua bondad te ha condenado a la pobreza, ¿no es así? —dijo el pelinegro, llevando una mano al pecho y mirando al joven con una mezcla de compasión y condescendencia. 

Los ojos del príncipe lo miraban aun con algo que Jimin no terminaba de descifrar. Eran profundos, insondables, revelando un mar de emociones contenidas que se agitaban bajo la superficie. El rubio simplemente cerró los ojos y respiró hondo, buscando serenidad en medio de la tormenta que se agitaba en su interior.

Dejando la toalla que había utilizado para secarse el cabello sobre una silla cercana, Jimin se adentró en su habitación. Cada paso que daba resonaba suavemente en el piso de madera, como un eco de sus pensamientos. Abrió el armario con movimientos precisos y extrajo una manta de lana suave, su textura cálida y reconfortante al tacto. Se giró hacia su cama y, de las dos almohadas disponibles, seleccionó la más pequeña y dura.

Al regresar, se topó con la escena de Jungkook rebuscando en su refrigerador con una curiosidad casi infantil. 

Las botellas y envases se movían con un tintineo suave, mientras el príncipe examinaba cada rincón con detenimiento. Finalmente, emergió victorioso con una manzana en la mano, y su sonrisa se amplió antes de hincarle el diente con gusto. El rubio no pudo evitar un gesto de resignación ante tal espectáculo, una mezcla de incredulidad y ternura pintándose en su rostro.

Con esmero, preparó el sofá con la manta y la almohada, convirtiéndolo en un lecho improvisado.

—Dormirás ahí —declaró Jimin, su dedo apuntando hacia el sofá. Jungkook frunció el ceño, claramente desconcertado.

—Si duermo en eso, mi hermoso cuerpo amanecerá lleno de dolores —protestó con evidente exageración, dando otro mordisco a la manzana—. No puedes someter a un príncipe a semejante tortura.

Jimin levantó una ceja, divertido por la teatralidad de Jungkook.

—Pues déjame informarte que el dueño de este 'gallinero', como lo llamas, soy yo. Y yo decido dónde duerme cada 'gallinazo' que se hospeda aquí. Así que disfruta de tus aposentos, o de lo contrario, encuentra comodidad en el piso.

Jungkook suspiró dramáticamente, dejando caer la cabeza hacia atrás como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros.

—Oh, el sacrificio que hago por la humanidad —dijo, llevándose una mano a la frente en un gesto exagerado—. Pero está bien, soportaré esta prueba con dignidad. Solo espero que no me despiertes con tus ronquidos.

—No te preocupes, príncipe. Mis ronquidos son la menor de tus preocupaciones. Ahora, a dormir, que mañana tengo que trabajar.

Sin más que decir, Jimin se dirigió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí con un clic definitivo, dejando a Jungkook solo con su manzana y un sofá que ahora parecía menos acogedor.

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