Mí Zorro Feroz II
Aclaración: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto. La historia de caperucita, obviamente, no me pertenece, pero si las locas cosas que pasan por aquí.
Advertencia: Escenas violentas, lenguaje soez, posible sexo explícito (que sé que les gusta cochinillos XD) y si hay algo más, iré avisando.
Historia corta (creo), Algunos personajes OoC.
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Mi Zorro Feroz
§
Hinata no podía mantener los ojos en un sólo lugar.
—¿Por qué el bosque parece más tenebroso?— susurró a ella misma mientras veía sombras bajo los tupidos árboles.
Kurama resopló, como queriendo tranquilizarla y ella le palmeó el grande cuello marrón. No hacía mucho que había salido de su casa, pero para ella ya habían pasado horas. Los rayos del sol apenas podían pasar por los huecos que le dejaban las hojas, alumbrando aquí y allá, pero haciendo mas notoria la oscuridad a dónde no llegaba.
Hinata estaba algo nerviosa, pero tranquila también al escuchar los pájaros cantar y algún que otro animal herbívoro correr cuando ella pasaba. No estaba apurando a Kurama, porque no quería cansarlo, pero en una hora tendría que bajar y caminar si quería hacerlo trotar cuando estuvieran más cerca.
Hinata se sacó la capucha y dejó que el aire que corría le secara el sudor que se había juntado en su frente. Poco a poco se fue relajando al ver qué él bosque no era tan diferente a cuando iba con su abuela. El constante andar de Kurama le hacía sentir más ligera, el golpe de la canasta en su pierna y el arrullo de las hojas... era algo relajante después de todo.
Empezó a disfrutar de la excursión y se detuvo al ver una hierva que su abuela le gustaba recoger y hacerle un té. Si ella estaba enferma, de seguro no habría podido salir a recogerla en unos días, pensó; ya que la hierva sólo servía fresca. Detuvo a Kurama y se bajó, dándole unas palmadas en el cuello y hablando bajo:
—En seguida vengo.
Ella agarró las correas y le hizo un nudo rápido en una de las ramas bajas y se agachó para pasar bajo ella y acercarse a dónde estaba la hierva. Si arrodilló y comenzó a cortar los brotes más viejos, dejando los nuevos para que pudiera seguir creciendo.
Sonrió mientras ataba los tallos con un cordón y lo guardó en uno de los bolsillos de su capa. Cuando estaba por levantarse, se quedó congelada al sentir el crujir de una rama seca.
Su corazón comenzó a latir fuerte, intentó escuchar por arriba de sus alocados golpes y fue como si un nudo se instalará en su estómago.
Los pájaros....
Los pájaros ya no cantaban.
El bosque estaba en silencio, como la última vez.
Hinata cerró los ojos cuando el crujido de volvió a escuchar. Si era la criatura, ella no huiría. ¿Qué sentido tendría? Sólo haría más largo su sufrimiento y mas divertida la caza del monstruo. Aún así, su mano fue al cinturón de su vestido y sacó el puñal que siempre llevaba con ella. Era un puñal patético, pensó al sentir su tamaño pequeño. Pero ella lo usaba para las hiervas, no para defenderse de monstruos.
La respiración de Hinata se volvió más forzosa cuando Kurama relinchó con fuerza, ella escuchó como sus cascos golpeaban el suelo. Él sabía que se acercaba y quería huir.
Hinata se odio por su cobardía, porque ni siquiera se podía mover para soltar a su viejo amigo garañón. Retuvo la respiración cuando se decidió por levantarse, pero antes de que pudiera, una mano se apoyó en su hombro haciendo que su boca soltará el gritó de terror que tenía trabado en su garganta.
Se dió media vuelta, con la cara arrugada de miedo e intentó alejarse con la ayuda de sus manos y pies. Hasta que alzó la vista y se quedó petrificada de nuevo.
—¿Qué haces aquí, Hinata?
Hinata parpadeó al ver a A, un cazador que aveces iba a su casa a dejar presas porque Tsunade le dejaba matar en su bosque lindero.
A observó hacía todos lados, con el ceño fruncido y Hinata tembló. A era enorme, no tan sólo de altura, era ancho. Sus hombros y brazos eran troncos de árboles y sus piernas largas. Él tenía la piel profundamente bronceada, su cabello, extrañamente rubio claro, siempre estaba grasoso, y siempre estaba armado. Tenía colgada la escopeta en uno de sus grandes brazos y dos machetes en sus caderas finas.
Hinata intentó moverse de nuevo, su abuela siempre le había dicho que se alejara de A. Hinata nunca había entendido el por qué mientras crecía, Kaguya le advertía que A no era de confiar. Ella al fin entendió cuando una mañana, después de que ella se levantará al recojer huevos del gallinero, lo vió parado en el camino. Sus pequeños ojos habían estado fijos en ella y Hinata había sentido náuseas cuando él había sonreído.
Ahora ella le tenía miedo.
Ella apenas pudo separarse muy poco cuando la mirada de A bajó de nuevo. Ella sintió náuseas de nuevo cuando sonrió mostrando su diente de oro.
—¿Estás solita, pequeña?
Hinata se obligó a hablar.
—Hola A—, tartamudeo—. Mí abuela, ella...
Hinata se detuvo cuando la escopeta cayó en un ruido sordo. Su corazón subió a su garganta cuando A sonrió más mientras se desabrochaba el cinturón de sus machetes.
—No deberías estar solita. Pero no te preocupes, pequeña. Yo te cuidaré...
Hinata se movió, alejándose de él y cuando su espalda se golpeó contra un tronco al fin pudo levantarse con la ayuda de árbol.
—No es necesario, A. Gracias— susurró ella, intentando la forma de librarse de él.
A rió mientras deja caer los machetes ahora.
—Oh, si. Me darás las gracias hermosa niña.
Cuando él dio un paso hacia ella, Hinata se volteó y empezó a correr. Había dicho que no huiría del monstruo del bosque.
Pero este era un monstruo totalmente diferente.
Continuará...
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