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Mi padre me quiere arruinar


La sonrisa socarrona de Sherry parecía haberse congelado en su rostro. Sophie pensaba que se trataba de una broma de mal gusto. Quiso dar media vuelta e irse hasta pensar cómo tomar la situación y en ese momento salió Steve.

—Sherry te dije que no salieras así —le reclamó a la joven tomándola de los hombros para meterla dentro.

—Pensé que eran periodistas, pero fue algo mucho mejor. —Saboreó el momento.

El joven se dio cuenta de que Sophie estaba ahí y quiso morirse.

—Sherry entra y déjanos a solas por favor —volvió a ordenarle. Sherry encogió los hombros y se metió al departamento cerrando la puerta tras de sí.

Sophie se mantuvo en su lugar, esperando que Steve le diese una explicación, aunque tal vez no necesitaba demasiadas. El chico parecía a medio vestirse y Sherry estaba adentro, semi desnuda vistiendo solo una camisa.

— ¿Bien? ¿Me pides matrimonio, te digo que no y enseguida te vas a costar con otra? ¿O siempre estuviste con ella y a mí me buscabas por publicidad? —En vista de que Steve no se explicaba todavía, Sophie tomó la palabra.

—Espera ¿vienes a reclamarme? Tú hiciste exactamente lo mismo —se molestó.

— ¿Lo mismo? No es lo mismo. Yo decidí que quiero estar con Ian y te lo dije de frente, no corrí a buscar al primero que se me cruzara.

—No sabes qué fue lo que pasó, solo sacas conjeturas.

—Pues basta con ver el panorama para darse cuenta de qué pasó.

— ¿Y estás molesta? Terminaste conmigo, me dejaste en claro frente a todo el mundo que entre nosotros no va a pasar nada nunca. ¿Qué rayos te importa lo que haga ahora? ¿Vas a venir a decirme que estás celosa? Porque si es así no tienes ningún derecho y es demasiado tarde.

—No estoy celosa —aseguró, aunque sabía que no era del todo cierto—. Solo estoy decepcionada. Tú no eres así, pensé que eras más sensato.

—Pues tú misma lo dijiste. Ambos teníamos una visión idealizada del otro.

Sophie cerró los puños. De verdad estaba decepcionada y algo celosa también. No esperaba que Steve la reemplazara tan pronto, menos con su peor enemiga, era como si el chico quisiera castigarla de alguna manera.

—Sherry sólo te busca por publicidad —espetó, queriendo hacerle saber que también podía lastimarlo.

—Ya lo sé. Está esperando que nos descubran y armen un alboroto de esto. —Miró nervioso hacia atrás, como si esperara que Sherry apareciera—. Escucha, no quiero hablar de esto ahora. La productora se está volviendo loca porque no apareces, estamos tan retrasados con las filmaciones que van a pasar capítulos repetidos dos semanas y si no solucionamos ante la prensa lo que pasó con nosotros, considerarán cancelar el show.

Sophie exhaló, tal vez perderse con Ian dos días no había resultado tan buena idea. Estaba en problemas serios y contrario a lo que pensaba que hubiese sentido por la posibilidad de que su programa se cancelara, le dio miedo y tristeza. Pese a todos los inconvenientes que le traía en su vida diaria, el show se había convertido en parte de su vida y quería al menos terminar esa temporada.

Tiago, sentado en su pupitre situado al extremo izquierdo del aula vacía, pensaba en la situación con Martha. De verdad no quería meterse en sus asuntos, pero empezaba a cansarse un poco y quería tanto a la chica que prefería arriesgarse a intentar solucionar el problema antes que terminar con ella.

— ¿Por qué tan pensativo? ¿Piensas qué vamos a hacer para tu cumpleaños? —Tamara lanzó su mochila al asiento de atrás y se apoyó sobre la mesa frente a él.

— ¿Qué? —despertó a la realidad, notando recién la presencia de su amiga.

—Tu cumpleaños, es en cinco días, hay que planear algo. Ya estoy pensando en qué regalarte y va a ser la primera vez que voy al cumpleaños de alguien desde que estoy en este colegio. —Tamara sonaba más que emocionada, ella parecía ser la del cumpleaños y no Tiago.

Martha entró al aula disimuladamente, escuchando su conversación.

— ¿Es tu cumpleaños? —le preguntó a Tiago, acercándose inoportunamente.

— ¿Es tu novio y no sabes ni cuando es su cumpleaños? —Tamara le preguntó poniendo mala cara. No aguantaba a Martha ni de lejos y esperaba que ella no se uniera a sus planes para festejar a su mejor amigo.

—Tiago y yo hacemos cosas más interesantes con nuestras bocas que contarnos esas cosas —le respondió hostil.

—Sí es mi cumpleaños y no voy a festejar nada. —Tiago intervino, evitando un confortamiento.

— ¿Y cuántos años cumples? —preguntó Martha entrecerrando los ojos.

Tiago miró a Tamara de reojo antes de responder, su amiga se cruzaba de brazos, esperando qué respuesta daría él.

—Dieciocho —dijo finalmente. Tamara se atoró con la risa.

— ¿Dieciocho? Me habías dicho que ya los tenías —Martha ignoró a la otra chica y se acercó a Tiago como si quiera interrogarlo.

—Tengo diecisiete y cumplo dieciocho en cinco días, ¿tienes problemas con eso?

—No. —Se alejó y cambió su expresión hacia él—, pero si vas a cumplir tu mayoría de edad tendré que festejarte a mi manera. —Le sonrió perspicazmente y sin quitarle la vista a Tamara besó al chico, introduciéndole la lengua y mordiéndole el labio inferior.

—Asco, asco, asco —murmuró Tamara yendo a sentarse a su lugar.

Tras el sonido de la campana el resto de alumnos ingresó al aula. Como siempre Martha se dirigió a su asiento, se puso los auriculares en el oído y empezó a rayar la mesa con la punta de un compás.

— ¡Asco! —Tamara se agachó hacia adelante para hablarle a Tiago en el oído.

—Celosa —le respondió lanzándole el pedazo de una goma de borrar que había encontrado en pupitre.

Tamara se contuvo de responderle de la misma manera cuando el director entró al aula, esta vez acompañado.

En ese periodo tenían clase de ciencias exactas y en vista de que llevaban como una semana sin un maestro nuevo no les sorprendió que llegara el reemplazo.

— ¡Oh demonios! —Tiago se cubrió el rostro; quien acompañaba al directo era su propio padre.

—Silencio. Buenos días jóvenes. —El director hizo notar su presencia—. Les presento a Nicolás Cohen, quien reemplazara a la profesora de ciencias exactas hasta fin de año. El profesor tiene experiencia tratando con pequeños salvajes como ustedes así que trátenlo con respeto para que el los trate de la misma manera. —Le hizo al profesor una señal con la mano indicándole que el curso estaba a su completa disposición.

—Bien —empezó mirando al grupo de alumnos. Algunos lo observaban con curiosidad, evaluándolo, otros no le prestaban la más mínima atención. Reconoció a Tiago en la segunda fila, el chico parecía hundirse más y más en su asiento, intentando desaparecer. Eso le causó gracia, tener a su propio hijo como alumno iba a ser divertido—. Ya saben mi nombre y son demasiados para que me aprenda los suyos. Así que van a escribir su nombre en un papel y lo van a poner sobre la mesa. —Varios lo observaron sin moverse. Martha pasaba la mirada del hombre a Tiago, sospechando su relación. Tamara casi brincaba en su asiento mordiéndose la lengua, ansiosa por preguntarle a Tiago si aquel era su padre—. Qué están esperando, muévanse —les ordenó con voz grave y autoritaria. De mala gana la mayoría obedeció, el resto tardó un poco más en moverse, pero al final todos escribían su nombre en un papel y lo depositaban sobre la mesa para regresar a distraer la atención.

— ¿Es tu padre? —por fin Tamara aprovechó el ruido y el revuelo de la clase para preguntarle a Tiago.

—No, no lo es ¿por qué lo piensas? —mantenido la vista clavada en su papel respondió esquivamente.

—Apellidan igual y te pareces mucho a él. No hay que ser un genio para deducirlo.

—Demonios, cállate —le llamó la atención en susurros—. Si el resto lo sabe van a matarme.

—Olvídate del resto, tu padre está buenísimo. Si te vas a ver la mitad de bien que él a esa edad no voy a esperar a llegar a los cuarenta y me voy a comprometer contigo al salir del colegio.

Un trozo de tiza cayó sobre ellos, al levantar la vista se encontraron con Nicolás observándolos fijamente.

—Ustedes dos dejen de hablar —les ordenó y los chicos cayeron en cuenta que eran los únicos que hablaban. El resto si bien no estaban atentos a la clase, se mantenían callados—. Vamos a hacer un repaso desde el principio. Abran su libro, si no lo trajeron compartan con alguien sin hacer ruido.

Los alumnos estaban tan desconcertados con el nuevo maestro que le obedecían solo por saciar su curiosidad sobre lo estricto que podía llegar a ser, o hasta encontrar su punto débil para hacerlo renunciar máximo hasta el final de semana.

Tiago no se animaba a levantar la vista, podía sentir que algunos lo observaban, intuyendo lo obvio. Tener a su padre como maestro le traería más de un problema. Comenzó a prepararse psicológicamente para recibir una paliza en el recreo.

Implorando para sus adentros que esta situación no le importase a nadie, se mantuvo callado el resto de la clase. Su padre avanzaba con una seriedad poco común en él, imaginaba que tratar con los alumnos de ese colegio no era igual a los colegios anteriores donde había dado clases y no podía mostrar debilidad alguna.

—Tú, quítate los audífonos. —Ya por la mitad de la clase, Nicolás dejó la explicación y le habló a Martha, quien desde el principio de la clase seguía tallando el banco con el compás.

—No quiero —respondió alevosa.

—Fuera —Nicolás le señaló la puerta—. Te vas a la dirección y regresas con una nota.

—O mejor puedo irme.

—O mejor te repruebo en la materia y repites nuevamente de año ¿no estás ya un poco mayor para estar en este grado? ¿Qué edad tienes? ¿veinte?

—Eso no le importa. —Se levantó del asiento, molesta, pero su actitud no intimidaba en absoluto al maestro.

—La verdad no me importa. Que repruebes no es realmente mi problema, eres adulta. Así que has lo que quieras, pero fuera del aula. —Indiferente le dio la espalda y regresó a la pizarra.

Martha tomó sus cosas haciendo el mayor ruido posible y salió de la clase.

—A tu novia no le gusta tu padre. —Tamara canturreó con burla. El padre de Tiago cada vez le caía mejor.

Nadie se hizo esperar al tocar el timbre. Nicolás borraba la pizarra y Tiago y Tamara tardaron un poco más a propósito. Tiago quería recriminarle a su padre qué estaba haciendo ahí y su amiga quería conocerlo.

— ¿Es el padre de Tiago? —La chica corrió hacia él y preguntó antes que su amigo la detuviera.

—No mientras estamos en clases, ¿tu eres Tamara? —le preguntó mirando hacia el papel de su pupitre.

—Sí, soy la mejor amiga de su hijo y quien evita que se meta en problemas.

—Ya cállate. —Tiago la jaló tapándole la boca—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me dejas tranquilo? ¿Mi madre te envió a espiarme? —le increpó a su padre.

—Sí Tiago, vine aquí a espiarte y a ver cómo puedo hacerte la vida miserable, porque tú sabes, solo vivo para eso —le respondió sarcástico.

— ¿Qué otro motivo podrías tener para dar clases en el colegio más marginal de la ciudad, donde casualmente yo estoy estudiando?

—Pues sí fue una casualidad que entraras a este colegio. Yo estudié aquí cuando tenía catorce años. Luego mi padre me mandó a Alemania. El director era el mismo y cuando vine a inscribirte me reconoció. Le conté que daba clases y que fui director en un colegio, y cuando ustedes hicieron que la maestra de ciencias exactas entrara en depresión y renunciara, el director se acordó de mí y me pidió que diera clases.

— ¿Y por qué aceptaste? Tienes mejores trabajos que venir aquí a soportar a esta fauna.

—Acepté porque era una buena oportunidad de sacarme a mi hermana de encima. No solo fastidia a tu madre con la pizzería, me obliga a administrar varios negocios familiares y odio hacer eso. Le dije que trabajo aquí para echarte un ojo, cosa que no es cierta —aclaró—, y solo así logreé convencerla de dejarme tranquilo y que contratara a otra persona para hacer el trabajo administrativo.

—Yo pienso que es genial y sí debe echarle un ojo a Tiago, sobre todo a su horrible noviecita. Es la que expulsó de la clase. —Tamara se entrometió de nuevo.

— ¿La que saqué de clases es tu novia? —miró incrédulo a su hijo— ¿Te gustan tan mayores?

—No es tan mayor, me llevo menos años con ella que tú con mi madre —la defendió—. Y ese no es tu problema.

—Por suerte no —dijo con un deje de agradecimiento, tomó sus cosas y se dirigió a la puerta—. Es la única clase que tengo hoy. Nos vemos —se despidió desde la puerta y Tiago empezó a tener un poco de miedo. No se animaba a salir del aula, seguramente sus compañeros de curso lo esperaban.

— ¡Oye Cohen! —Ni bien puso un pie en el patio, un grupo se le acercó. Compañeros de su curso con quienes apenas cruzaba alguna palabra, tres chicos pertenecientes a los Dragons.

Paró en seco, suspirando y mentalizándose que seguro ya venía la paliza. Por suerte Tamara estaba ahí para llevarlo luego al hospital.

— ¿El profesor nuevo es tu padre? —Se detuvieron frente a él, acorralándolo.

— ¿Por qué lo preguntas?

—Tiene tu apellido —sentenció de manera obvia.

—Mi apellido es común.

—No, no lo es —intervino otro chico.

—Y si lo fuera qué. —Ya llegaba el momento de responderles de frente demostrándoles que no les tenía miedo, aunque algo de temor sí les tenía.

Tamara retrocedió estratégicamente un par de pasos, lista para correr por uno de los guardias de la puerta en caso de que algo pasara.

—Nada. —Para sorpresa de ambos, el primer chico habló con indiferencia. Y de la misma forma los tres dieron media vuelta y se fueron.

—Esto es malo, muy malo —consideró la chica—. Si no te hicieron o dijeron nada ahora es porque luego harán algo mucho peor.

—Gracias por los ánimos —masculló, confundido y tomándose en serio las palabras de Tamara. Eso no estaba bien, hubiera preferido una pelea en ese momento a que lo dejaran con la incertidumbre de qué pasaría en el momento menos esperado.

La espera la mataba. Desde hacía quince minutos que esperaba en la sala de reuniones, sola. Susan y el productor del programa querían hablar con ella para resolver el asunto más importante y ponerse al día con las filmaciones.

Los dos adultos hicieron acto de presencia y Steve apareció detrás de ellos.

Los mayores se sentaron frente a Sophie; Steve mantuvo su distancia sentándose tres asientos alejado de ella.

—Bueno... —comenzó el productor con un suspiro—. Ambos nos metieron en grandes problemas.

— ¿Ambos? —masculló Sophie, denotando su molestia con Steve.

—Tú fuiste la que desapareció —le recriminó el aludido.

—Eso no importa —los detuvo Susan—. Ya hablamos demasiado de esto y lo único en lo que tenemos que enfocarnos es en solucionar el problema. Les concerté una entrevista en "Cara a cara con Octavio". Cancelaron toda la programación que tenían para hoy y les darán un programa entero. Así que van a decir exactamente lo que dice en este guión. —Les pasó un papel a cada uno.

Sophie lo revisó, sorprendida porque se estuvieran tomando el asunto con tanta calma.

—Apréndanlo de memoria, practíquenlo y no se salgan del guión, Susan ha investigado y trabajado bastante pensando qué es lo que deben decir en una situación como esta para mantener a la mayor cantidad de gente contenta.

—Lean bien —les repitió la mujer con firmeza en sus palabras—. En quince minutos vayan a vestuario y maquillaje y saldrán al aire a las tres en punto—. Añadió por ultimo saliendo de la sala junto al productor, manteniendo la misma calma con la que había hablado. Se había medicado lo suficiente para no agarrar a Sophie del cabello y gritarle todo lo que ya le había gritado a otros miembros del canal.

Sophie y Steve se mecieron incómodos en la silla. No se sentían bien en la presencia del otro, pero tenían que leer el libreto de Susan y actuar.

— ¿Quieres leerlo primero y luego lo practicamos?

—No es necesario, solo basta con que ambos sepamos qué decir —Sophie sonó tajante.

—Pero hay que practicar el simular que nos llevamos bien frente a la cámara.

—Sí lo sé, y puedo actuar muy bien, créeme. Aunque no habría sido necesario ya que pensaba hacer las paces contigo, pero ya no es posible hablar como adultos con un niño como tú.

— ¿Niño yo? —Se sorprendió—. Tú eres la que se comporta como una mocosa malcriada. Primero teniéndome de repuesto por si tu relación con Ian fracasaba y después evadiendo tus responsabilidades y dejándome a mí con todo el peso.

—Pues debiste pedirle a Sherry que te ayudara ya que se llevan tan bien últimamente. Y para haber estado tan enamorado de mí, me olvidaste muy rápido.

—Ya te dije que las cosas no son como crees. Al menos Sherry estuvo a mi lado cuando necesitaba de alguien.

—Por favor... ¡estuvo ahí por publicidad! —levantó la voz, odiaba discutir sobre lo mismo.

—¡Lo sé! —gritó, frustrado por tener que repetir la pelea de la mañana— ¿Y crees que me gusta esta situación? ¿Que una de las personas con quien pude contar en un momento tan malo haya sido alguien que solo quiere sacar provecho de mí? Me sentía tan mal por saber que te había perdido para siempre que acepté su consuelo sin pensar en nada más. Mariana, Candela y Leonardo estuvieron también ahí, pero ni siquiera su presencia me sirvió para olvidarte, y cuando Sherry se quedó a solas conmigo... no sé, tal vez cometí un error, pero no puede ser mayor al error que cometí contigo.

Sophie no supo qué responderle. Se sentía mal y culpable. No había considerado que Steve lo hubiese estado pasando tan mal, pero ya se conocía, solía pensar más en sí misma que en el resto.

Con calma retomó su lugar y nerviosamente se mordió el pelo mientras leía el guión en voz baja. Steve la imitó y después de una repasada superficial, Sophie comenzó a sollozar.

— ¿Estás bien? —le preguntó, queriendo no mostrarse muy interesado.

—No del todo. Mi vida sería más sencilla si solo pudiera amarte, pero no puedo, lo siento. —Se levantó del asiento—. Voy a cambiarme, falta media hora para las tres. —Ocultando su rostro con el cabello se apresuró a salir de la sala y tras una sesión rápida de maquillaje se reencontró con Steve en el set.

Antes de entrar al aire respiró profundamente y puso su mejor sonrisa, le extendió al mano a Steve y entrelazaron sus dedos, mentalizándose que no importaba lo que sucediera en su cabeza y en su corazón, frente al mundo debería seguir fingiendo que a Steve lo amaba y que su compromiso, aunque a largo plazo, ya estaba formalizado.

Ya cada vez más cerca del climax. Nico vuelve a su papel de profesor :D

díganme qué les parece! un beso enormeeeee y comenten si quieren uno m{as

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