Luchar por lo que vale
*Al final de capítulo les puse un video, por favor mírenlo.
Esa era la historia de su vida, cuando algo iba bien, Tiago tenía que arruinarlo. Tal vez hubiera preferido que alguien se quedara en la habitación. La mirada penetrante de Sophie le causaba escalofríos y eso podía acabar en un baño de sangre.
—Respóndeme ¿Te acostaste con una prostituta? —Era difícil determinar el tono de Sophie, sonaba entre enojada y decepcionada, aunque su vocabulario corporal indicaba una fuerte inclinación por saltarle a la yugular.
—Algo así. —La verdad habían sido más de una, pero no sabía qué tan buena idea era mencionarlo.
— ¡¿Me mentiste?! Me prometiste que serías sincero conmigo, que no volverías a engañarme y lo hiciste de nuevo.
—Un momento... —La detuvo, aquello no era verdad—. No te mentí, jamás te dije que era virgen cuando me acosté contigo, tu sola te creaste esa película, yo me limite a no decir nada. No vi el motivo, te veías feliz con la idea y yo prefiero imaginar que la nuestra sí fue mi primera vez. —Bajó su tono de voz y con la mirada más cautivadora que tenía le acarició el rostro.
— ¡No me vengas con eso! —Le retiró la mano, enojada porque pretendiera hacerle olvidar el asunto—. Dime la verdad, ¿solo fue una vez?
—No, fue en varias ocasiones. —Se sinceró.
— ¡¿En varias?! ¡Eres un cerdo! Es decir... ¿qué edad tenías la primera vez? Porque antes de mí solo tuviste de novia a Camila y ella me aseguró que nunca lo hicieron, así que imagino que o fue antes de estar con ella o en un periodo intermedio entre que terminaste con ella y te arreglaste conmigo. Así que tenías menos de quince años. Yo creía que Tiago era un niño precoz y promiscuo pero tú eres peor.
—No soy peor, escucha, no fue por voluntad propia.
— ¿No? ¿Qué te violaron?, ¿alguien te apuntó a la cabeza con una pistola para que lo hicieras?
—Casi. La primera vez tenía trece años, cuando vivía con Franz. Sabes que tu abuelo tiene ideas retrógradas y extrañas, me dijo que era hora de que me hiciera hombre y me contrató a una mujer; no quería hacerlo, pero me presionó mucho para hacerlo. Luego lo hacía con frecuencia, según él para mantenerme contento, pero la mayoría de las veces no hacía nada, las dejaba dormir en mi habitación mientras dibujaba y luego le decía a Franz que lo había hecho.
Sophie se sentó en un cojín en el suelo, debía pensar la situación, aquello le había caído como una bomba. En cierta forma era su culpa, ella simplemente había dado las cosas por supuesto.
— Debí darme cuenta, no estabas tan nervioso como yo y se notaba que sabías lo que estabas haciendo —dijo evitando el contacto visual con él.
—Bueno sí —consideró con una media sonrisa.
— ¡No te lo tomes como un alago! —le gritó Sophie al verlo—¿Yo soy la única chica con la que lo has hecho sin pagar?
A Ian se le borró la sonrisa, como si lo anterior no fuera lo suficientemente malo, ahora se podía poner peor. ¿Qué hacer?, ¿le contaba a Sophie la verdad sobre Anette o le mentía con la esperanza de que nunca llegara a enterarse de eso? Por como iba su suerte, estaba seguro de que ella se terminaría enterando.
—No —respondió, sin el valor de dirigirle la mirada—. Lo hice con una chica de Inglaterra.
Sophie frunció el ceño, haciendo cálculos en la cabeza. Eso no le cuadraba.
— ¿Cuándo? —Ya imaginaba la respuesta y se le formó un nudo en la garganta.
Ian suspiró antes de hablar.
—El año pasado.
— ¿Mientras yo pensaba que estabas muerto? Cómo es posible... —No quería hacerlo, quería mantenerse enojada, muy enojada, pero se sentía tan traicionada y estúpida que empezó a llorar.
Ian quería morirse, lo que más odiaba era hacerla sufrir y lo hacía con frecuencia. Se arrodilló frente a ella e intentó explicarse, aunque no sabía si valdría de algo.
—Sophie, no lo hice por traicionarte. Escucha, ese día me dijeron que me iban a negar la beca y que no entraría a la universidad, y también leí en el periódico que habías terminado con Zack, lo que me hizo darme cuenta que me habías superado y que estabas con otras personas.
— ¡No es lo mismo! Yo creí que estabas muerto, tú sabías que yo estaba viva.
—Sé que no es lo mismo, pero fue el peor día de mi vida y para olvidarme de todo salí con unos amigos, bebí demasiado y me encontré con una compañera del college, ni siquiera me acuerdo bien de lo que pasó, lo hicimos en su auto y nos arrestaron. Pasé la noche en prisión.
— ¿Y se te insinuó algún preso? —le preguntó con malicia, esperando una respuesta afirmativa para sentirse un poco vengada.
—No, pero no la pasé muy bien y te juro que estaba muy, muy ebrio.
Sophie no dijo más. Se levantó y paseó por la habitación, meditando.
Ian se ponía más y más nervioso, Sophie estaba muy conmocionada y enojada, casi podía asegurar que ésta vez ella rompería con él definitivamente. Después de casi diez minutos en los que Sophie se compenetró tanto en su mente que casi se olvidaba del lugar en donde estaba, regresó a la realidad y volvió a hablarle al joven, quien parecía un acusado esperando su sentencia en una corte.
—Siempre que estamos bien me entero de algo turbio sobre tu pasado o algo nos separa, no podemos estar tranquilos ni un mes de corrido. Me hace pensar si esto vale la pena: El tener tantos inconvenientes y sacrificar mi tranquilidad por estar contigo teniendo que luchar tanto por esta relación. —Hizo una pausa y oficialmente a Ian se le acabó el mundo—. ¿Y sabes?, tal vez soy muy ingenua, o muy estúpida, pero creo que sí lo vale.
—Te juro que lo vale. —Ian respiró de nuevo y se apresuró a tomarla de la mano, pero ella lo rechazó.
—De todas maneras tengo un límite. Así que voy a darte una última oportunidad. Si hay otra cosa que me estés ocultando éste es el momento de decírmelo. Todo lo que me digas dentro de esta habitación voy a escucharlo y meditarlo con criterio, pero una vez que crucemos esta puerta no hay más oportunidades, si me entero que no me dijiste algo se acabó en serio, porque me vas a demostrar que nuestra relación es un engaño. Puedo luchar contra todo por que estemos juntos, menos contra tus mentiras.
El chico asintió, ¿qué más no le había dicho? Ya casi no tenía secretos con ella, al menos nada que ocultara intencionalmente. Entonces se acordó de la apuesta con Tiago.
—Bien, de esto ibas a enterarte en algún momento así que lo cuento ahora. Cuando Tiago se vino a vivir conmigo hicimos una apuesta.
— ¿Qué apuesta? —preguntó muy hostil.
—A que yo no lograba regresar contigo antes de fin de año. Si lo hacía Tiago me daba su auto y si no, su deuda estaba saldada por dejarlo vivir conmigo. Me daba pena tirarlo a la calle y estaba seguro de que volveríamos, así que acepté. —Terminó de contarlo y esperó la reacción de Sophie, ella se mantenía inmutable.
— ¿Hay algo más que me estés ocultando?
—No lo creo, no importa lo que quieras saber de mí, solo pregúntame y te diré la verdad, a partir de ahora no habrá más secretos.
La chica cruzó los brazos y entrecerró los ojos un momento, luego relajó su gesto y caminó hacia la puerta.
—Mitad de ese auto es mío. —Determinó abriendo la puerta.
— ¡¿Qué?! Claro que no.
—Claro que sí, lo ganaste gracias a mí.
—Pero tú ya tienes uno.
—Ahora tengo uno y medio.
—Pienso venderlo.
—No sin mi permiso, y si lo haces mitad de ese dinero es mío.
Ian volcó los ojos, al final qué más daba. Si Sophie lo perdonaba, hasta era capaz de vender uno de sus riñones.
— ¿Me estás perdonando no es así?, porque yo valgo la pena pese a todo lo que te hago sufrir. —Se veía tan lastimero que Sophie se aguantó las ganas de acariciarlo como un perro.
—Eso hace mi vida más entretenida. —Consideró—. Pero ya sabes, una más y mi paciencia va a agotarse.
—Ni una más, te lo juro —lo dijo en serio, esa oportunidad de redimirse completamente frente a Sophie era única en la vida y no lo echaría a perder de nuevo.
Como la conversación privada de Ian y Sophie parecía que iba a dar para largo; Tiago, Tamara y Alan veían televisión en la sala principal de la casa, comiendo los restos de la pizza que Alan había tenido la precaución de llevarse antes de salir de la habitación de juegos.
Tiago recibió un mensaje, lo leyó en voz baja e inmediatamente guardó su teléfono.
—Tengo que irme —les dijo levantándose del sillón.
— ¡No puedes irte! Recién empezamos, tenemos muchas películas que ver, además tú ibas a llevarme a casa. —Se quejó Tamara—. Seguro vas a verte con la loca de tu novia.
—Sí, voy a ver mi novia en mi cumpleaños ¿qué tiene?, además ya se hace tarde, no creo que nos dé el tiempo de ver algo. Dile a Sophie que te deje dormir aquí, así regresas de día, o te llamo un taxi —le dijo despreocupado.
—Eres un muy mal amigo ¿sabes? —le recriminó cruzando los brazos.
—Mejor yo te acompaño. —Queriendo evitar verse envuelto en medio de otra pelea, Alan se ofreció.
— ¿No es molestia? —La chica se moría de la alegría, nunca un chico además de Tiago le había propuesto acompañarla.
—Sí, quién sabe cuánto tiempo esos dos anden ahí encerrados y tengo otro compromiso más tarde. Te dejo y me voy —explicó yendo a buscar su chaqueta.
Tiago se apresuró a buscar a su madre, se despidió de ella con un abrazo y salió rápidamente de la casa, mientras los otros chicos se alistaban con más calma.
—Vivo muy lejos —le advirtió Tamara pensado que tal vez Alan se arrepentiría de acompañarla. Era de noche, la calle estaba en penumbras y el viento refrescaba demasiado el ambiente.
—Imagino que cerca de donde viven Tiago e Ian ¿no? Voy ahí siempre y tengo como dos horas, prefiero salir a esperar en casa de mis tíos a que Sophie e Ian arreglen sus asuntos. Capaz luego se reconcilian a lo grande y no salgan hasta mañana, o hasta que mis tíos intervengan. —Encogió los hombros.
— ¡Gracias! Nunca nadie me acompaña, bueno solo Tiago, pero es porque él es mi único amigo.
— ¿No tienes más amigos en el colegio?
—Claro que no, Tiago tampoco tiene amigos ahí, solo su novia loca. Tenía amigos en mi otro colegio, pero cuando tuve que entrar en este, poco a poco perdimos contacto. Viven muy lejos y no podían visitarme —comentó algo triste.
— ¿Y no podías ir tú a verlos?
—No, la mayor parte del tiempo cuido a mis hermanos pequeños, con ellos es difícil ir a cualquier lado. ¿Tienes hermanos? ¿Son tantos como los de Tiago? ¿Eso de tener muchos hijos es de familia? —Lo acosó con sus preguntas a tiempo que hacían parar un bus en la esquina de la calle.
—No, eso es cosa de mis tíos. Yo soy hijo único, mi madre solo me tuvo a mí porque estaba segura de que su hermano terminaría con muchos hijos y tal vez ella criaría a alguno, todavía tiene la esperanza. Ayer llamó a mi tío por tercera vez esta semana preguntándole si le daba a uno de los gemelos —le contó levantando las cejas como muestra de incredulidad.
Se acomodaron en un par de asientos vacíos al fondo del autobús, acomodándose para el largo viaje que les esperaba.
— ¿Es broma no?
—Quisiera que tan solo la mitad de cosas que hace o dice mi madre fueran broma. Ella tiene ideas... especiales. Incluso se embarazó de mí cuando Thaly se embarazó de Sophie. Como ella y mi tío Nicolás son mellizos siempre tuvo la idea de que tendrían a su primer hijo casi al mismo tiempo y serían mejores amigos para siempre. Creo que por eso Sophie y yo somos tan unidos, imagino que estamos en cierta forma destinados a eso. De manera un poco forzada, pero no me quejo. Hasta me adelantaron de curso un año para estar con ella.
—Eso suena muy extraño, pero muy tierno, es como si tu misión fuera protegerla. Y en serio Sophie necesita que la protejan, hasta de ella misma.
Alan le dio la razón. Tamara era tan agradable que aún sin conocerla demasiado parecía ser su amiga de siempre, ni bien acababa un tema de conversación iniciaba otro. Estaba empeñada en no darle oportunidad a los silencios incómodos.
Al bajar del bus y caminar el par de cuadras que todavía faltaban, Alan se percató de la hora.
— ¿Puedo esperar al taxi en tu casa?—preguntó algo nervioso, revisando su reloj a cada segundo.
—Claro. —Le señaló la entrada de su edificio y lo invitó a pasar— ¿Tienes que encontrarte con tu novia? —preguntó mientras subían al quinto piso.
—No tengo novia —mintió mostrándose inseguro, no era bueno mintiendo.
— ¿Y qué hay de la rubia buenona que está casada? —Después de preguntar, consideró que tal vez no había sido buena idea mencionarlo.
Alan se detuvo en seco, con el corazón en la garganta.
— ¿Cómo lo sabes? —La tomó del brazo y la interrogó en voz baja, como si alguien conocido estuviera cerca para escucharlo.
—Sophie y yo te vimos hace un par de semanas besándote con ella de forma nada pudorosa en un restaurante.
— ¡¿Sophie lo sabe?! —Se exaltó, ahora tenía taquicardia—. ¿Por qué no me dijo nada?
—Imagino que estaba muy preocupada de sus asuntos, tus sabes: Amo a Steve, pero no quiero casarme con él, así que amo a Ian, pero él no era virgen y ahora no sé si actuar en una telenovela —la imitó con una voz graciosa—. No le digas que te dije esto. —Se arrepintió de su improvisación—. Recién nos estamos haciendo amigas y no quiero que se enoje conmigo por burlarme de su vida complicada.
— ¡Eso qué importa! Se supone que nadie debía saberlo. Seguramente le dirá a Camila que lo sabe y si lo hace estoy muerto.
—No creo que se lo diga a nadie, de todas maneras qué importa que lo sepa. Ya estás en serios problemas. ¿Por qué sales con una mujer casada?
Alan exhaló largamente y se sentó en medio de las escaleras. Tamara se acomodó a su lado, dispuesta a escucharlo y a tal vez tener una larga conversación con él.
—La quiero demasiado.
— ¿Y ella te quiere?
—Sí, también, por eso se está arriesgando conmigo.
—Tal vez te enojes conmigo, pero no puedo evitar decirlo. Si te quisiera no estaría casada con otro.
—Es que la cosa no es tan fácil —quiso excusarse, sabía que Tamara tenía algo de razón—. Su familia está prófuga en el extranjero, acá no tiene nada, su única salida era irse con ellos o casarse con alguien que pudiera ofrecerle el estilo de vida al que estaba acostumbrada.
— ¿Y no pude vivir soltera con una vida normal?
—No conoces a Camila —volcó los ojos. Camila y vida normal no podían mencionarse juntos.
—Pues me parece algo muy estúpido. Casarte con alguien con quien no eres feliz solo por dinero. ¿Pero sabes que me parece más estúpido aún? Ser amante de esa persona.
—No soy su amante —respondió con un quejido, odiaba esa palabra.
—Sí lo eres.
—Tienes razón, lo soy ¿pero qué puedo hacer? Ella no va a divorciarse y tampoco quiero dejarla.
—Eso descarta dos de las posibles soluciones que te iba a dar.
— ¿Entonces qué sugieres?
—Nada, solo puedo pensar en esas dos soluciones. —Se levantó limpiándose el polvo que las sucias escaleras de madera le habían dejado en el trasero—. Mejor te llamo un taxi, no vaya a ser que llegues tarde a tu reunión pasional.
Antes de continuar su camino fueron interceptados por los hermanos de Tamara y su madre, quien llegaba con varias bolsas de compras.
—Espero que sean bolsas de comida. —La chica puso las manos en su cintura y le habló a su madre como si fuera ella la adulta.
—La mayoría —respondió la mujer con una sonrisa traviesa—. Bueno no la mayoría, pero estaba todo de liquidación.
— ¿Compraste ropa? ¿Estás loca? Lo que ganas nos alcanza cabal para la comida y el alquiler, ya hemos hablado de esto —la regañó.
A Alan le parecía que estaba junto a una persona completamente diferente.
—Tranquila, nunca nos ha faltado comida y necesitamos vestirnos. Vas a cambiar tu carita molesta cuando veas lo que te traje. Y pasando a lo más importante... ¿quién es él? —Miró al chico de arriba abajo.
— Alan, es un amigo, solo no le hagas...
— ¡Alan! Qué lindo, ¿Alan qué? ¿Vives por aquí? No pareces un chico de por aquí.
—Preguntas... — Tamara finalizó la frase en voz baja. Su madre ya metía al chico dentro del departamento.
—Alan Karver y no, no soy de por aquí.
—Entonces qué haces aquí, ¿solo viniste por Tamara? —lo codeó pícaramente. Tamara quiso morirse de la vergüenza.
—Es primo de Tiago, tiene novia, no quiere nada conmigo, así que deja de interrogarlo. —La chica empujó a Alan fuera del lugar y cerró la puerta rápidamente, casi dándole a su madre en la cara—. ¿Crees que tu madre es rara? No conoces a la mía, así que por favor, ¡huye! ¡Huye antes de que salga! Yo me sacrificaré a que me acribille con preguntas sobre ti y a sus insinuaciones indecentes —le pidió sosteniendo el pomo de la puerta, evitando que su madre saliera.
Bastante extrañado Alan se despidió con la mano y comenzó a bajar.
— ¡Ya salió, corre! —Escuchó a Tamara gritarle, y haciendo caso de sus palabras siguió el resto del camino al trote.
Quieren otro hoy o mañana??
Les hice este video hablando de mis libros publicados, ojalá les guste y les llame la atención, pueden suscribirse a mi canal de Youtube donde intento subir contenido seguido :)
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