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Historias de fobias


Aun siendo sábado y sin que hubiera clases en el colegio Santa María, la gente se arremolinaba alrededor de Tiago. En solo unos días su popularidad había crecido tanto que varias adolescentes se habían anoticiado de dónde tocaba con frecuencia y lo habían ido a ver. Incluso se encontraban ahí fanáticas de Sophie que buscaban al apuesto hermano de su estrella favorita para probar suerte y conseguir unas cuantas fotografías con él.

Tiago ya no cobraba por las fotografías, eran tantas las cámaras y celulares que lo apuntaban que se había resignado. Su melodía era lenta, sin entusiasmo y permanecía abstraído en las notas. Aun le pesaba el haber arruinado tanto las cosas, haber perdido la confianza de su hermana y hasta haber ocasionado una pelea entre sus padres.

Valeria se abrió paso entre la muchedumbre, como si tuviera algún tipo de pase personal para aproximarse al músico callejero.

—Mi padre está preguntando por ti, quiere saber por qué no lo llamaste—le dijo.

—Porque los derechos de la canción son de mi hermana y ella se la vendió a otra agencia— explicó.

—¿Por qué?

—Porque le da la gana, perra.

Tiago alzó la vista, reconociendo la voz de su novia. Era la primera vez que Martha iba a verlo tocar.

Valeria se mostró asustada ante la agresividad de la chica y haciéndole una mueca al chico se retiró.

—Se acabó el show. —Tiago se levantó guardando la guitarra en su estuche.

La gente empezó a dispersarse con tal Tiago y Martha avanzaban.

—¿Por qué tienes que ser tan agresiva? —Una vez que no vio gente entrometida a su alrededor tomó a la chica por el codo.

— Esa te estaba molestando y te recuerdo que seguimos siendo exclusivos.

—Nunca dije lo contrario.

—No me gusta que coqueteen contigo.

—Eso va a estar difícil.

—Ahora tú estás siendo agresivo conmigo. —Le reclamó soltándose—. ¿Qué diablos te pasa? ¿De que te estaba hablando esa?

Tiago supuso que Martha no debía tener ni la menor idea acerca de lo ocurrido con su video de Youtube, ella no era el tipo de personas que se enteraban de las ultima novedades en internet, o les interesase el mundo del espectáculo, ni siquiera se había dado cuenta que la estrella juvenil más famosa de su país era su hermana. No tenía ganas de explicarle. La besó en los labios sosteniéndola por las mejillas. A ella le gustaba eso, que fuera intenso y no perdiera el tiempo en hablarle. Tal vez por eso su relación funcionaba, era más hormonal que sentimental, aunque Martha tuviese ataques de celos en ocasiones.

—¿Por qué no continuamos con eso en mi casa? —Olvidó lo que le preguntaba antes y se mordió el labio sensualmente—. Tengo algo nuevo que lo hará más entretenido. —De su bolsillo sacó una bolsa ziploc con un granulado azul dentro.

—¿Qué eso? —preguntó el chico intentando cubrir la bolsa con su cuerpo, preocupado de que alguien más la viera.

—Algo nuevo que me dio Wills. Podemos probar un poco.

—No puedes ir probando todo lo que te da Wills. En serio, deberías dejar estas cosas antes de terminar en rehabilitación de nuevo, o sacándome dinero para pagar tus deudas.

—No exageres—respondió enfadada—. En la vida hay que probar de todo y no te preocupes por mis finanzas.

—Tú eres quien exagera. No puedes meter a tu cuerpo cualquier droga que halles.

—Genial, lecciones de moralidad de tu parte. —Lo empujó como queriendo deshacerse de él y negando con la cabeza se alejó por la vereda.

Tiago decidió no seguirla. No quería más conflictos, aún tenía asuntos por resolver. Ya hablaría seriamente con ella cuando se calmara.

Convencer a sus padres no fue tan complicado como esperaba. Sí le había costado más de un día de suplicas, perseguirlos por todas partes y abrazarse a la pierna de su padre para que le firmaran el contrato con la agencia de su tío y le permitiesen dejar el colegio por más de un mes. Fuera de eso, acelerar la filmación de los últimos capítulos de su serie de televisión fue pan comido. Filmar día y noche sin tener que compatibilizar con los horarios escolares de la protagonista, significaba menos gastos económicos y el empezar antes con la pre producción de la nueva telenovela en la que participaría la mayor parte de cast de "La vida secreta de una espía".

Sophie organizó con eficiencia militar su agenda. Distribuyendo el tiempo que no estaba en filmaciones entre ponerse al día con el colegio, ensayar, pasar tiempo con sus amigos y en especial con Ian. Por último, previendo que su debut en Francia ya debía ser de conocimiento de la prensa, separó unos cuando minutos al día para responder con preguntas esquivas a los periódicos de farándula y programas de cotilleos.

La siguiente tarde libre que tuvo después de una agotadora mañana en el set. Se reunió con Ian para que la ayudase con el trabajo del colegio, y sobre todo, revisar los brochures de universidad que habían conseguido. Antes de irse a Francia, quería tener decidida la universidad a la que entraría. La idea de irse al extranjero estaba desestimada, así que ella y su novio buscarían las mejores opciones, de ser posible entrarían a la misma universidad o de lo contrario deberían emprender la búsqueda de un lugar para vivir que fuera conveniente para ambos.

No habían necesitado un tiempo para decidirlo, simplemente ya habían dado por supuesto que al año siguiente vivirían juntos. Incluso pensaban la manera de decirle a Tiago que debía buscarse un lugar que pudiera pagar por sí mismo, o regresar con sus padres. Por otro lado, consideraban con terror cómo darle la misma noticia a los padres de Sophie, quienes ni se imaginaban que ella tenía planeado cambiar de domicilio.

Ian vació su mochila sobre la mesa y todas las ofertas académicas cayeron regadas. Sophie empezó a separar las que eran de veterinaria y mientras los revisaba se dio cuenta que había varios de arquitectura.

—¿Para qué trajiste estos? —le preguntó a Ian.

—Son míos —respondió esquivo, arrebatándoselos de las manos y acomodándolos contra la mesa.

—¿Arquitectura?

—Sí, era una opción que venía pensado desde hace mucho.

—¿Qué pasó con medicina? —preguntó preocupada e indignada al mismo tiempo.

—Decidí que no es para mí. Prefiero arquitectura o en su defecto estudiaré alguna ingeniería.

—¿Como que no es para ti? Quieres pediatra desde que te conozco, ese era tu sueño. —Le arrebató con fuerza los brochures y se sentó sobre ellos, impidiéndole revisarlos.

—La gente cambia de opinión —dijo enfadado, queriendo moverla a la fuerza.

—Tú no. Tú no eres de los que cambia de opinión. Quieres algo y lo consigues, así de sencillo. ¿Qué está pasando?

—Nada, no pasa nada. Tal vez no me conoces tan bien como piensas. —Logró hacerla caer al suelo y recogió sus propuestas universitarias.

Sophie se levantó, tomó su mochila y caminó hacia la salida.

—Llámame si en algún momento decides decirme la verdad —dijo en voz baja.

Ian de inmediato corrió a cerrarle la puerta antes de que saliera por ella. Su novia lo conocía muy bien y no quería una pelea por eso.

—Quiero estudiar medicina Sophie, pero no puedo.

—¿Por qué no?

—En el college a veces tenía que salir a media clase para no desmayarme cuando veíamos videos de operaciones, o cuando el docente siquiera mencionaba la sangre. No he superado mi fobia y no creo que la supere.

Sophie regresó a sentarse al sillón y esperó que el chico se acomodara a su lado para poder hablar. Ahora tenía un nuevo reto antes de viajar y era que Ian afrontara su miedo para conseguir sus sueños.

—Sabes, los miedos suelen tener una raíz y a veces cuando se supera ésta los miedos desaparecen. Tal vez tuviste un trauma de pequeño, como lo tuve yo. Cuando tenía cinco años estaba en casa de mi abuelo, donde Alan vive ahora. Estaba con él y con Tiago jugando al escondite. Como siempre quería ganar así que me metí al sótano y me quedé en la oscuridad. Pasaron como dos horas, la temperatura fue subiendo y sentía que me faltaba el aire. Cuando quise salir me di cuenta que la puerta estaba trancada. Grité y golpee por horas, estaba aterrada. La casa era demasiado grande y tardaron mucho en encontrarme. No estoy segura de lo que pasó, pero desperté en el hospital, al parecer me desmayé y por muchos años me aterraba la oscuridad o el estar encerrada. Pero ahora voy recordando lo que sucedió y cada vez me da menos miedo, sobre todo cuando lo cuento. Es decir, lo que pasó en esa ocasión no va a repetirse. Tal vez si tú piensas en el origen de tu fobia podamos hablar sobre eso.

Esperó a que Ian le contestara. Él parecía meditar lo que Sophie le decía. Tras unos segundos por fin abrió la boca.

—No estoy seguro. Pero ahora que lo mencionas recuerdo algo, siempre creí que era un sueño, o tal vez quise convencerme de eso. ¿Recuerdas que viví en la calle? Durante ese tiempo varios niños de la calle aparecieron muertos. Por supuesto a la policía no le importaba demasiado, ni fue algo que haya salido en los diarios. Pero nosotros lo sabíamos y cuidamos el uno del otro más que nunca. Dormíamos juntos y nos manteníamos alerta. Una noche, me acosté acurrucado entre hojas de periódico, junto a mis amigos al costado de un túnel, el cual nos protegía de la lluvia. No sé por qué, pero esa noche en especial dormí como nunca, incluso se me pasó la hora para hacer mi guardia. La humedad del suelo me hizo despertar. Primero pensé que era la lluvia, luego me levanté y sentí el nauseabundo olor a hierro. Los rayos del sol penetraron la entrada y pude verme bañado en sangre, la sangre de mis compañeros. No sé por qué pero yo fui el único a quien no le cortaron la yugular. —Terminó de relatar con tono grave.

Sophie tragó saliva y sintió su estómago revolverse. Su cuerpo se paralizó imaginando la escena relatada por el chico. De golpe recobró su estado biológico normal al distinguir la ligera sonrisa burlona que se formaba en labios de Ian.

—¡Es mentira! —gritó Sophie mientras el chico se revolcaba de la risa.

—Pero te lo creíste por un momento —dijo entre risas, defendiéndose de la mochila con la que Sophie lo había empezado a golpear.

—¡Yo te estoy hablando en serio!

—Ya lo sé, pero no sé qué decirte. Es una fobia irracional, o si me pasó algo traumático lo borré de mi mente.

—Claro... te desmayas si tu docente habla de sangre, pero puedes contarme sobre asesinatos de niños sin problema —masculló dejando de atacarlo.

—No es lo mismo. Sé que no es de verdad, como mirar una película de terror. Pero la sangre real me da asco y me impresiona. He probado con terapia de exposición y fue a peor. O no voy a superar esto nunca, o cuando lo haga será muy tarde. Solo tengo dos meses para inscribirme en la universidad y no es tiempo suficiente. Si consigo una beca, no podré cambiar de carrera.

—Vas a conseguirlo Ian. Después de todo me conseguiste a mí y eso es más difícil que superar cualquier fobia. Tenemos dos semanas antes de que me vaya, y un mes cuando vuelva. Es tiempo suficiente.

—¿Suficiente para qué? —preguntó preocupado, tal vez Sophie tenía una loca idea que lo torturaría más que ayudarlo.

—Para probar otro método. Desde hace un mes que no he vuelto a fumar, y eso es gracias a tu nada ortodoxa terapia pavloviana. Si funcionó conmigo, puede funcionar contigo.

—Sophie no creo que lanzarme agua con un rociador cada vez que me asuste con la sangre llegue a funcionar.

—Yo no mencioné nada sobre agua —dijo aproximándose a él, obligándolo a recostarse contra el brazo del sillón, haciéndolo entender a donde quería llegar—. Qué tal si usamos un refuerzo positivo y lo combinamos con la terapia de exposición. Cada vez que soportes ver sangre por más tiempo, no sé... yo hago algo lindo por ti.

—¿Y qué tal si te sale tan bien que me vuelvo un psicópata que solo se exista con la sangre?

—Prometo detenerme antes de eso. —Sonrió y besó sus labios, sintiendo como sus manos se deslizaban por su espada hasta aprisionarle la cintura. La alarma del celular de Sophie sonó en el momento justo en que la primera de sus prendas caía al suelo—. Debo irme —le avisó sacando el teléfono del bolsillo trasero de su pantalón.

—¡¿Cómo que tienes que irte?! —reclamó agarrándola fuerte, demasiado excitado para dejarla interrumpir ese momento.

—Debo irme —repitió levantándose y recogiendo su blusa—. Tengo ensayo con Steve en media hora. La camioneta de la productora ya está esperando abajo. —Se vistió y recordando el susto que le había dado con aquella terrorífica historia, le regaló una última y maliciosa sonrisa antes de irse.

Como sucedía casi todas las mañanas de clases. Martha no había ido al colegio. Tiago quiso aprovechar de pasar el tiempo con Tamara y pedirle ayuda y consejos para terminar de poner sus asuntos en orden, mas la chica no dejaba de hablarle de Alan. Gracias a ella se enteró de todo lo ocurrido con Camila el fin de semana y fue él quien terminó dándole consejos sobre Alan. Según entendía, su mejor amiga y su primo habían empezado a salir. No era algo que le importara realmente, pero se vio obligado a hablar sobre ello durante todo el día ya que Tamara no parecía tener intenciones de cambiar de tema.

Al menos había algo con lo que podía contar siempre para levantarle el ánimo y era tocar la guitarra y ganar un buen dinero con ello. Gracias al video de Youtube, su popularidad había aumentado y en solo un par de días ya había ganado más que trabajando dos meses en la pizzería. A la gente no parecía importarle que le hubiese robado la canción a su hermana, ese era un detalle que pasaba desapercibido para quienes se habían enamorado de él gracias a su apariencia y talento.

Antes de dirigirse al lugar de siempre, fue a su departamento.

Al llegar al rellano del tercer piso, vio a una chica de cabellera rubia abrazando sus rodillas contra la puerta de su departamento.

—¿Grecia? —le preguntó acercándose, reconociendo a la amiga de su hermano menor.

—¡Tiago! No estaba segura de a qué hora salías del colegio así que vine temprano. —La chica lo recibió con un abrazo.

—¿Qué haces aquí? Es un lugar peligroso para que andes sola ¿cómo llegaste? —La interrogó separándola con fuerza de él.

—Tomé un taxi. Quería traerte esto. —Levantó del suelo un grupo de tappers de plástico, atados uno sobre el otro—. Daniel me dijo que pides limosna y buscas comida en la basura para sobrevivir. Así que decidí traerte el almuerzo de la semana. ¿Tienes congelador? Está todo preparado, un platillo saludable para cada día —le dijo orgullosa.

—Maldito mocoso. Ya te dije que no le creas lo que te dice. No como de la basura.

—Ah, bueno... lo siento. —Se mostró decepcionada y estúpida.

—Pero es mejor que lo que como a diario. —Evitando hacerla asentirse mal le quitó los tappers de las manos. Al final un delicioso platillo diario no sería desaprovechado.

La hizo entrar mientras guardaba la comida y recogía su guitarra. Grecia observó impresionada a su alrededor, pensando las cosas que llevaría en su próxima visita para decorar el lugar y hacerlo más acogedor para Tiago.

—¿Evan sabe que estás aquí?

—Sí —mintió de inmediato.

—Mentira, él jamás te habría dejado venir. No vuelvas a venir sola ¿sí? En serio es peligroso, hay gente mala que le hace daño a las niñas bonitas.

Grecia quiso gritar de la emoción al escuchar que Tiago se refería a ella como una "niña bonita", pero mantuvo la compostura.

—¿Vas a ir a cantar? —preguntó con ilusión, otro de los motivos por el que había ido a buscarlo era porque lo quería oír en vivo y en directo.

—Iba, tendré que acompañarte a tu casa.

—¡No! No dejes de ir por mí, por favor. Llévame y te juro que no te molesto. Es más yo me encargo de reunir tus ganancias y luego me mandas en taxi ¡por favor, por favor, por favor! —le suplicó aparentándolo fuertemente del brazo.

—No sé si es buena idea —dijo poco convencido.

—¡Por favor, por favor, por favor! —repitió con la voz más irritante que pudo.

—¡Ya! ¡Vamos! —accedió, solo porque sabía que no iba a quitársela de encima—. Pero ni una palabra a tu hermano.

Grecia simuló cerrarse la boca con un candado y lanzar la llave. Aprovechó de tomarlo de la mano y lo jaló escaleras abajo, impaciente por acompañarlo.

Tenerla pidiendo limosna no había resultado mal. Tener a una preciosa niña ayudándolo despertaba ternura entre sus nuevas fans y personas que simplemente pasaban por la calle. Además Grecia se encargaba de mirar mal y cobrar a quienes tomaban fotografías o filmaban, mientras él solo se dedicaba a tocar. Si no hubiera sido porque Evan lo asesinaría, hasta habría considerado llevar a la chica más seguido.

Tocó durante una hora, hasta que se le abrió el apetito y decidió alejar a la gente para contar las ganancias y llevarse a Grecia para luego ir a buscar algo de comer.

—Chico Hollywood —Martha apareció acompañada del Peka y de Rafa. Tiago le sonrió. Se la veía de mejor humor y esperaba poder hablar con ella—. Si ya no vas a darme sermones de iglesia puedes venir.

El chico se colgó la guitarra del hombro, esperando acompañarla como cada noche hasta que un tirón en la manga de su camiseta lo hizo recordar a Grecia, quien permanecía a su lado, mirando a Martha de forma desafiante.

—Veámonos más tarde, tengo cosas que hacer —le dijo señalándole a Grecia con los ojos.

—¿Con la mocosa? ¿Quién es?

—Es... amiga de mi hermano.

—Déjala ahí y vámonos —ordenó dando media vuelta suponiendo que Tiago la seguiría.

El chico pasó la mirada de una a la otra. De verdad quería irse con su novia, arreglar las cosas y pasar un buen rato, pero no podía dejar a Grecia sola en la calle.

—No puedo, debo llevarla a su casa.

—Tiago no te preocupes. De acá yo puedo irme sola —Grecia habló con una ahogada y triste vocecilla.

—No, voy a llevarte —exhaló apesadumbrado. Su sentido de responsabilidad era más fuerte.

—¿Sabes qué? haz lo que quieras, pero no me busques luego —dijo Martha, enfadada porque su novio prefería irse con una niña antes que con ella.

Tiago dejó que se fuera con sus dos amigos, quienes como siempre se mantuvieron al margen de la pelea. Tomó a Grecia de la mano y se la llevó a su casa, rogando que su día no empeorase topándose con Evan.


Ya queda muy poquito para acabar :'( porfa vayan leyendo mis otras novelas, en mi perfil tengo más de 20 libros. Si les gustó esta saga les gustará Por tu amor al arte, y si quieren algo mas de aventura, les gustará Foris: El tesoro de Charleen, y su secuela que estoy escribiendo y empezare a actualizar.

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