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Dilema


Ian caminó de regreso a su vivienda temporal, que quedaba lejos de ahí. Recuperó su teléfono del fondo de su bolsillo y vio diez llamadas perdidas de Caín Stever. Seguro quería preguntarle sobre su primer día de clases, en especial indagar sobre Sophie. Antes de irse le había dado una consigna: verla y antes de tomar cualquier decisión, poner en claro sus sentimientos hacia ella. Rió con ironía, no necesitaba poner nada en claro, solo con verla en persona había reafirmado que Sophie era lo más importante en su vida y sus sentimientos hacia ella no habían cambiado. Seguía sintiendo la misma excitación cuando le sonreía y la misma pasión cuando la besaba, sobre todo, verla le había hecho sonreír de verdad después de dieciocho meses.

La mayor de sus preocupaciones, el recibimiento de Sophie, parecía estar resuelta. El resto era estudiar, conseguir una beca y entrar a la universidad, asegurando así la vida que siempre había deseado tener y se le había negado de pequeño.

Subió a paso lento las escaleras del viejo edificio donde se quedaba, abrió la puerta y un par de maletas en la sala le hizo recuerdo que debía terminar de empacar. Por dos semanas se había quedado con Marcelo, en el nuevo departamento en el que vivía con Samuel gracias al empleo bien remunerado que había conseguido con el padre de Sophie. El lugar donde viviría era mucho más pequeño y menos agradable, pero era lo que podía permitirse pagar con el dinero que había aceptado a regañadientes y que posteriormente podría mantener con el trabajo que había conseguido durante las noches.

Sería una vida cansada, ir al colegio la mayor parte del día, compartir parte de la tarde con Sophie y sus amigos, si estos lo perdonaban, y trabajar en la noche. Serían pocas horas de sueño, pero estaba seguro de acostumbrarse al ritmo.

Marcelo llegaba con las compras de la semana y el pequeño Samuel de su mano.

— ¿Ya terminaste de empacar? —preguntó el mayor después de saludarlo.

—Sí, ya tengo todo, mañana lo subiré a un taxi, por suerte no es mucho.

—Sabes que puedes quedarte aquí, no tienes por qué irte.

—Gracias, pero no gracias. No seré una carga para nadie, prefiero valerme por mí mismo.

—No eres una carga —dijo molesto, Ian lo había ayudado mucho en el pasado y lo seguía haciendo pese a no tener ningún tipo de obligación con él o su hijo —.¿Si pagas una parte de la renta sentirías que te vales por ti mismo?

—Me sentiría igual —afirmó.

—Es que no me agrada a donde te vas, no es un buen barrio, es hasta peligroso.

—En peores lugares he estado.

Marcelo no lo pudo negar, por lo que conocía a Ian, y las cosas de su pasado que había compartido con él, era verdad. El chico había sobrevivido en ambientes hostiles siendo más pequeño y sin contar con la ayuda de nadie.

Si lo ocurrido en la tarde había sido un sueño, la fiesta a la que entraba seguía siendo parte de este.

No escuchaba nada por el estridente ruido y las luces parpadeantes lastimaron su vista al principio. Se sintió mareada con tantas voces gritándole "¡feliz cumpleaños!" y los ojos volvieron a dolerle con los flashes de las cámaras.

No distinguía a nadie. Supuestamente su padre y sus hermanos estaban ahí, también Claudia y Alan, pero no le permitían ir a buscarlos. La jalaban de un lado al otro para tomarle fotografías y alguien le quitaba los regalos de las manos en cuanto los recibía.

Varios gritos emocionados sonaron detrás suyo y las cámaras dejaron de apuntarle. Abrumada distinguió a Steve, ingresando por la puerta, tapándose el rostro para no recibir de frente las luces.

Se abrió espacio hacia ella y le deseó feliz cumpleaños con un abrazo y un beso en los labios. La chica cerró los ojos y olvidándose de todos pensó que desfallecería de nuevo. Por la sorpresa de Ian, se había olvidado por completo de Steve. Debido a esas extrañas circunstancias, estaba con dos chicos a la vez.

Steve la notó distraída y distante durante la fiesta. No se preocupó, sabía que no estaba muy contenta con esa forma de celebrar su cumpleaños. Para ella sería como actuar en cualquier episodio del programa, ya que su sonrisa y entusiasmo eran fingidos, así como el discurso de agradecimiento que tenía preparado para la hora del brindis.

Él también presentó una perfecta actuación ocultando su impaciencia y nerviosismo. La velada se le hizo eterna puesto que no podía pasar ese momento a solas con su novia. La espera terminó y los nervios aumentaron después de la media noche, cuando Sophie sopló sus velas y el enorme y elaborado pastel de cumpleaños fue repartido entre los invitados.

—Vámonos —le dijo al oído y se escabulleron a la parte posterior del salón de eventos. Sophie le agradeció el salir de ahí. La multitud, el ruido y el asfixiante aire ya resultaban insoportables—. Tengo una sorpresa —le avisó sacando una pañoleta negra de su bolsillo. Se puso detrás de ella y le vendó los ojos.

— ¿Qué pretendes? —preguntó dejando que él la dirigiera hacia su auto.

—No te quites la venda hasta que lleguemos.

Intrigada le hizo caso. Todo con tal de no regresar a la fiesta. Realizaron un corto trayecto en auto y Sophie se dio cuenta que estaban en un edificio cuando entraron al ascensor.

—Ya puedes quitarte la venda —le avisó el chico haciéndola entrar una habitación.

Ella no reconoció el lugar al principio, después se dio cuenta que estaban en un lujoso hotel. Las luces de la habitación estaban apagadas y el lugar se iluminaba con docenas de velas. Bajo sus pies había un camino de pétalos de rosas que se dirigían a una cama.

— ¿Es como lo soñaste? —preguntó ansioso.

—Se supone que íbamos a hacer esto mañana.

—Sí, pero decidí darte una sorpresa hoy. Tu padre y tus hermanos ya se fueron a tu casa y no se enterarán que nos escapamos. En la fiesta todos ya deben estar tan ebrios que no notarán nuestra ausencia.

Sophie se quería morir. Steve preparaba un momento tan mágico y romántico y ella se había olvidado de su existencia durante todo el día, paseando y besando a Ian como si él siguiese siendo su único amor.

El joven le acarició los hombros y la besó tiernamente en el cuello; ella se alejó de inmediato.

— ¿Qué pasa?, ¿no te gusta?

—No es eso —respondió apenada, creyéndose la peor persona del mundo—. Yo... lo lamento, pero no puedo hacer esto.

—Tranquila —sonrió galante—. Relájate y todo va a estar bien. —Intentó besarla, pero fue rechazado de nuevo.

—No es eso, es que...—se detuvo pensando qué decir. No podía explicarle lo sucedido—. Todo es maravilloso y me siento tan mal de que hayas preparado esto y yo no pueda...—suspiró y perdió contacto visual, no podía verlo directamente mientras le decía que no pasaría nada entre ellos esa noche—. Hoy me sucedió algo inesperado y cambió las cosas de pronto.

— ¿Qué cosa?

—No puedo decirte.

— ¿Por qué no? Si nos contamos todo.

—Esto no tiene que ver contigo, y no puedo darte una explicación ahora. Yo misma soy un caos, ni sé como explicarlo. Discúlpame, de verdad no tiene nada que ver contigo.

— ¿No eres tú, soy yo? —la parafraseó—. Creí que esa era una excusa patética para terminar.

— ¡No! No quiero decir eso, no te estoy terminando —bajó la intensidad de su voz al decir lo último. Recordó a Ian y toda la felicidad que había sentido al verlo se transformó en enfado. Ian desaparecía y aparecía en su vida como si nada, pretendiendo que todo fuera como antes y eso no era posible. Su vida no giraba en torno a él y el hecho regresar no era motivo para que ella terminara su nueva relación, ya que esa hermosa habitación de hotel le hizo recordar lo mucho que quería a Steve.


Qué creen que hará Sophie ahora??? chan chan... descubranlo, más tarde...

L@s quiero!!!

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