VII
Esto era ridículo.
No sé por qué estaba tan preocupada por mi vestimenta cuando realmente ni siquiera quería estar despierta tan temprano en vacaciones.
Terminé de alisar mi cabello mientras me miraba al espejo, desesperada por haber cambiado de ropa más de tres veces. Él había dicho que vendría temprano, pero no mandó más mensajes anoche.
¿Habría llegado bien? ¿Seguiría en pie la invitación a salir esa mañana?
Eran las 8 a.m y nada. Deseaba de verdad volver a la cama y dormir todo el día, pero una parte de mí sentía curiosidad. Hace tiempo que no deseaba salir y pensaba seguir el consejo de mi psiquiatra respecto a buscar nuevas relaciones.
Lyle parecía interesado en ser mi amigo y se adaptaba rápido a mí y mis manías. Su presencia no me incomodaba del todo y hasta cierto punto me ayudaba a olvidarme a ratos del dolor constante del pasado.
Rendida me dejé puesto el pantalón de mezclilla y la sudadera roja que hacía juego con mis zapatillas del mismo color. Mi cuerpo me hacía sentir insegura, mi vestimenta me parecía ridícula ahora que me revisaba una vez más en el espejo.
Mis ojos comenzaron a lagrimear de la desesperación. Me sentía incómoda en todos los sentidos, demasiado ansiosa para poder pensar con claridad. Decidí recostarme en la cama y cerrar los ojos en busca de quedarme dormida.
Tal vez él lo había olvidado. Tal vez algo surgió y por eso no pudo venir. No importaba de todas formas. Era casi un desconocido del que apenas conozco su nombre y ni siquiera sé su apellido. No debía importarme.
Pero vaya que lo hacía.
Después de mucho tiempo alguien había despertado nuevamente en mí las ganas de querer salir a algún lugar y ahora todo volvía a como comenzó. Estando sola, en mi cuarto, lamentando mi existencia y el no poder terminar con ella.
Abajo escuché la puerta de la entrada ser golpeada tres veces seguidas. Abrí los ojos rápidamente y corrí escaleras abajo, mi respiración se agitó un poco pero no me importó.
Poco a poco una sonrisa se ensanchaba en mi rostro conforme la idea de verlo ahí, con alguna broma estúpida en mente para disculparse por llegar tarde a nuestra cita. ¿Era una cita? Ahora no lo sabía realmente.
Al abrir me topé con un rostro sumamente familiar, pero no era el que había estado esperando.
Su cabello estaba húmedo por la leve llovizna que al parecer llevaba rato entre un viento fresco y mañanero. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver mi vestimenta, nunca me había visto así de arreglada, supongo. Observé cómo recorrió rápidamente mi cuerpo con un vistazo, antes de sonreírme genuinamente.
- Mell, te ves muy linda. - me aseguró Boris. Extendió sus manos con un par de bolsas y yo tomé una lentamente, evitando su mirada. - Te traía un desayuno, la verdad es que quería verte.
- Gracias. No debiste. - murmuré haciéndome a un lado para dejarlo pasar.
Él entró sacudiendo un poco su cabello, quitándose la chaqueta empapada. Me seguía mirando, esperando alguna reacción de mi parte, pero yo no sabía que decirle.
- Creí que aún dormías, pensaba darte la sorpresa. - admitió apenado. - Y pedirte que viéramos alguna película juntos, hoy tengo todo el día libre y...
- ¿Melia? - mi madre me llamó desde el pasillo. - ¿Estás sola?
- Con Boris. - anuncié.
- Okey chicos, hay cereal. Desayunen algo, nosotros necesitamos dormir más. - dice mamá, yéndose rápidamente a su habitación.
Rodé los ojos sabiendo muy bien que esto era un plan con maña de mis padres, pero al ver a Boris sonreír, entendí que de igual manera él lo sospechaba. Caminé hasta el comedor en la cocina, dejé las bolsas en la mesa y le miré fijamente, procurando pensar en algo para librarme del desayuno.
- Sé que te gusta la fresa así que... - comenzó sacando un par de waffles en una charola, al igual que fruta picada con trozos grandes de chocolate. - También traje botana para la película.
- Es que yo... - comencé mirándolo sentarse frente a mí.
- Mell, prometo no mencionar nada que te ponga incómoda, realmente solo quiero disfrutar un día contigo. Nos vendría bien la compañía a ambos, ¿No crees? - su sonrisa era tan inocente y linda que me rendí. No podía decirle que no con esos ojos y esa sonrisa.
Comenzamos a desayunar juntos, serví un poco de leche tibia y él repartió los waffles, dejándome la mayor parte de la fruta. Mientras comía él me hablaba de cosas tan simples como una futura fiesta por su cumpleaños, me aseguraba que vendrían sus primos de Arizona y que invitaría a pocas personas. Estaba invitándome, diciendo que le encantaría que yo estuviera ahí y no sabía cómo decirle que no deseaba estar en fiestas por ahora.
- Faltan dos semanas, pero pensaba avisarte con tiempo por si tenías algunos planes o algo. - dijo encogiéndose de hombros.
Esperaba a que yo respondiera, de verdad estaba tratando de ser amigable con él. No quería herir sus sentimientos ni ser grosera rechazando su invitación. Era un buen chico, estaba al pendiente de mi siempre que podía y se merecía que mínimo fuera un par de horas a su cumpleaños.
- ¿Qué te gustaría de regalo? - pregunté, cambiando el tema un poco.
Sonrió complacido y tomándolo como una afirmación a que iría. Lo meditó un momento y entonces me observó fijamente. Fui consciente de como su lengua lamía suavemente las comisuras de sus labios y luego bajaba la mirada. Un calor extraño me recorrió la cara y bajé la vista mi plato.
- Tu presencia es más que suficiente. - aseguro sincero.
- Debes querer algo. Te gustaban las camisetas de fútbol y las figuras de acción de ese superheroe. - recordé cuando éramos niños.
Él solía venir a jugar conmigo y traer sus figuras de acción. Me pedía que usará mis muñecas en sus extrañas acrobacias y de vez en cuando, jugábamos a la pelota por horas. Recordar eso me hizo pensar en ¿por qué nos alejamos tanto? No podía memorizar la última vez que habíamos jugado así.
- Estoy bien. No necesito nada en particular. - lo meditó un momento. - Pero si pudiera pedir algo, sería una fiesta donde estés tú.
- La última fiesta tuya a la que fui, me arrojaste a tu mini alberca. - me quejé rodando los ojos.
- Teníamos 7 años. - asintió riendo. - No fue mi culpa, mis primos me empujaron y tu estabas ahí en el camino.
Reímos levemente, recordando el suceso cuando la pregunta nuevamente apareció en mi mente. ¿Qué había pasado?
- ¿Qué fue lo que pasó? - pregunté en voz baja, comiendo el último pedazo de fresa en mi plato. - Éramos buenos amigos.
- Somos. - me corrigió comiendo también su último bocado. - Aunque es verdad, me alejé mucho un tiempo.
Esperé a que continuara, lo vi tragar y tomar algo de leche en lo que miraba a la nada. Parecía perdido en algún recuerdo, el cual tenía que ver con mi pregunta. Sus ojos se fijaron en mí nuevamente, parecían derretirse y brillar intensamente.
- Estaba muy confundido con mis emociones. - admitió. - Además tu estabas con alguien más. No quería interponerme, no podía estar cerca de ti en ese entonces.
La mención del amor de mi vida me dolió, su recuerdo aparecía como fantasma, torturándome cada vez que se me ocurría escarbar en mi memoria. Había formado parte importante de mí, era no solo mi alma gemela, también mi mejor amigo.
Recordé brevemente el momento en que sucedió todo. Cuando lo conocí, Boris estaba entrando al equipo de la escuela, haciéndose popular y estando lejos de mí todo el tiempo. ¿Confundido con sus emociones? ¿A qué se refería?
- No debí alejarme. Perdón por eso. - se disculpó sinceramente.
- No tienes que. - le sonrío a duras penas. - Pero no entiendo ¿por qué estabas confundido?
- No lo sé. - suspiró sin despegar sus ojos en los míos. - Ahora no puedo recordarlo. Solo supe, cuando te vi con aquel chico, que debía alejarme o saldría herido.
Mi mente proceso todo tan rápido que la expresión en mi rostro debió denotar que había comprendido todo. Su sonrisa fue más ancha y negó con la cabeza, en busca de ocultar su risa.
Sus manos jugaron en el borde de la mesa y después su cabeza se levantó hasta la altura de mi rostro. Dió un paso hacia mí e intentó besarme. Mi cuerpo reaccionó por sí solo, alejándose un paso y escondiendo la mirada detrás de mis manos.
- Oh por dios. - solté todo el aire de mi pecho.
- Lo... lo lamento. - se disculpó rápidamente. - Yo no... yo sólo quería...
- Está bien. -le interrumpí.
- No, de verdad yo... lo lamento. - insistía rascando su cabeza con nerviosismo.
- Boris, no. Basta. - supliqué muriendo de pena. - Solo... déjalo.
Ambos permanecimos en silencio hasta que bajé las manos de mi rostro y pude verle de reojo. Él de la misma manera desviaba la mirada, preocupado por mí reacción. Al tener contacto visual, una carcajada se nos escapó, la situación había sido muy incomoda y me dió un ataque de risa.
Escuché la puerta y fui a atender, Lyle debía haber llegado. Corrí a abrir y efectivamente, bajo un paraguas muy grande, Lyle me sonreía, sosteniendo un pequeño ramo de flores con tonos pastel. Su sonrisa se ensanchó al verme ya lista y examinó mi vestimenta.
-Wow. -soltó alegremente.
Dió un paso hacia adentro, cerrando la sombrilla para después mirar detrás de mí y toparse con Boris. Automáticamente sus ojos viajaron de el chico a mi y así, hasta soltar la sombrilla en el suelo.
-Wow. -repitió, esta vez sin ánimos. - ¿interrumpo algo?
- No no no. - digo rápidamente y miro entonces a Boris. Recordé que había venido a pasar el día conmigo y me sentí culpable por no haberle dicho que ya tenía planes. - Creo que... ¿si? ¿No?
Comencé a tartamudear nerviosa, Boris no me ayudaba mucho. Miraba detenidamente a Lyle, con sus manos cruzadas sobre su pecho, mientras que el rubio escaneaba la postura de Boris y su vista iba de mi a él de nuevo.
Ambos permanecieron así un momento hasta que decidí rendirme. Tenía que comenzar a aclarar mi mente después de lo sucedido hace apenas unos minutos.
- Boris, él es Lyle. - miré a Boris a los ojos a forma de disculpa. - Lyle... él es Boris.
Mi vista se fijó en los enormes ojos saltones de color miel de Lyle. Su cabello estaba bien peinado, llevaba puesto un pantalón ancho de color marrón y una camiseta naranja que hacía resaltar su piel.
Por un momento se fijó en mis labios y después en mis ojos. Parecía sorprendido, tal vez porque lo llamé por su nombre. Me encogí de hombros en espera de sus reacciones pero lo que siguió no pude haberlo imaginado.
- ¿De dónde conoces a Melia? - le cuestionó Boris a la defensiva.
Pero aquel chico ni siquiera le miró nuevamente. Estaba encantado mirándome, congelado en sus facciones de sorpresa. Se inclinó un poco hacia mí, lo suficiente como para no incomodarme y me dedico una de sus más cuadradas y animosas sonrisas.
- Dilo de nuevo. Suena tan bien cuando dices mi nombre. - murmuró en un tono bajo y áspero
- Hey. ¿Qué te sucede? - Boris avanzó molestó hacía él, dispuesto a encararlo.
- La verdad es que Lyle me había invitado a salir. -miré a Boris deteniéndolo. - Pero Lyle... ahora Boris vino y preparó mucha comida para pasar el día. Sé que no era lo que esperábamos pero, ¿te molesta si me quedo en casa?
- Claro que no. - me sonrió aún con esa mirada fija en mí. - ¿Qué haremos hoy?
- ¿Disculpa? - intervino Boris. - Ella quiere estar conmigo.
- ¿No sabes compartir niño mimado? Ella dijo que había mucha comida. - se quejó Lyle dedicándole una mueca.
- Chicos. - intervine pero ambos avanzaron hasta quedar uno frente al otro.
- Ni lo pienses. - amenazó Boris.
- ¿A qué le temes, Boris? - insistió Lyle. - Seremos los tres, juntos. Viendo algo en la televisión o podemos salir si gustas. Pero hoy quiero estar con Mell.
- ¿Quieres apostar a que no?
...
Tras una larga charla matutina, logré convencerlos de pasar un rato agradable comiendo y después, saldríamos a caminar. La situación se me había salido de las manos. No estaba familiarizada con riñas entre chicos y menos si era por mí.
Nos dirigíamos al centro, donde habían un par de cafeterías y tiendas. Además al ser vacaciones, estaría la feria estos días. Era demasiado temprano y los puestos apenas y llegaban al lugar, por lo que no podríamos disfrutar de ninguna atracción hasta que se abrieran las taquillas.
- Invité a mi amigo. ¿Lo recuerdas? Te hablé de él.
- ¿El chico de la farmacia? - pregunté y el asintió riendo.
Esperamos un rato, mientras caminábamos cerca de las cafeterías. Ya eran las cuatro de la tarde y el sol comenzaba a ocultarse debido a las nubes grisáceas que amenazaban con traer algo de lluvia. Por suerte Lyle y yo traíamos una sombrilla.
Boris regresó de un puesto con un cono de helado de chocolate y otro de vainilla. Era obvio que no le había traído nada a Lyle, pero este ni se percató de nada, debido a que miraba a lo lejos en busca de su amigo.
- ¿Quieres llamarlo? - le sugerí lamiendo mi helado.
Lyle me miró de reojo, jugando con su paraguas cuando notó el helado y se acercó hasta darle un pequeño mordisco a mi helado. No me molestó, incluso me dió algo de risa que se hubiera manchado ambas mejillas. Pero claro estaba que Boris hervía del enojo.
- Dijo que ya estaba llegando. Él es muy puntual. -aseguró Lyle limpiándose el rostro.
- Tienes algo ahí. - señalé su nariz.
- ¿Me ayudas? - sonrió travieso.
Boris no me dejó contestar, ya que estampó un par de servilletas en la cara del rubio, con un poco más de fuerza de lo necesario. Ambos se miraron con enojo, yo estaba comenzando a hartarme de esos comportamientos. Iba a llamarles la atención, hasta que un chico muy alto y delgado apareció frente a nosotros con unas gafas que parecían fondo de botella.
- Llegué. -anunció este y nos miró hasta detenerse en Lyle. - Hola.
- Hey, hola. -le saludo Lyle con un choque de puños. - Él es Devon. Dev, ella es mi amiga, de la que te hablé. Y este es Boris. Su perro guardián.
Boris bufó molesto pero saludó educadamente al chico. Creí reconocerlo, era de mi clase de química. No le prestaba mucha atención a los compañeros, pero recuerdo haberlo visto en el cuadro de los mejores de la clase.
- Te recuerdo. -me dijo escudriñandome.
- Química. - le recordé y el asintió.
- Creo que comienzan a abrir unos cuantos juegos. ¿A cuál quieres ir primero? - me preguntó Boris cerca del oído mientras los dos amigos hablaban sobre su día.
- No lo sé. Tal vez algo tranquilo. - murmuré mirando la rueda de la fortuna.
- Lo que tu gustes, Mell. - me sonrió y sujetandome por la espalda, me guió unos pasos lejos de los chicos. - Oye, de verdad lamento haberte incomodado nuevamente. Te aseguro que eso no volverá a suceder.
- Gracias. - me limité a decir. - Solo... no quiero que todo se vuelva raro.
- Hagamos como si nunca pasó. -se encoge de hombros y yo le sonrío incómoda. Dándole a entender que lo intentaré.
- ¡Mell! - me llamó Lyle acercándose junto a Devon. - Vayamos a los tira al blanco.
- No tengo puntería. - le aseguré.
- No importa. El chiste está en... -Lyle me miró y después a Devon
- Divertirse. - Devon terminó la frase, mostrándose optimista. Eso me hizo sentir raramente motivada a jugar.
Era verdad, nunca gozaba de nada y hacia tiempo que no intentaba nada nuevo. Prácticamente me había convertido en un zombie que pasaba la mayor parte encerrada.
- Esta bien.
- Vamos florecita, apuesto a que tiras más de cinco. - Lyle me tomó de la manga del suéter, lo cual le agradecí.
Cuidaba mucho del contacto conmigo, había aprendido muy rápido a adaptarse a mi disgusto por el contacto con las personas. Sabía cuando y como sujetarme para guiarme a donde quería.
Boris fue detrás de mí todo el camino hasta los juegos. Lamentaba que se la estuviera pasando mal, pero cada vez que le cuestionaba al respecto me aseguraba que todo iba bien y que deseaba que me divirtiera.
Tal vez me había equivocado con él, era demasiado bueno conmigo y a pesar de saber sus intenciones conmigo, no me molestaba tenerlo cerca.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro