VI
Después de la cena todo me resultó tan sencillo que incluso el tiempo se fue volando. Estábamos hablando de su pasión por explorar, su gusto por patinar en días lluviosos y mi falta de ánimos en general para hacer cualquier cosa.
Estaba intentando tener una conversación con él, pero entonces se me fue de las manos y para cuando fui consciente, las horas ya habían pasado. Todo parecía demasiado sencillo estando con él. Me olvidé por unas horas de todo y solo éramos dos chicos hablando sin parar.
Miré el reloj en la pared y contemplé el tiempo por un segundo eterno. Debía volver a casa, en mi conciencia sabía que estaba preocupando a mis padres estando lejos. Ya no podían confiar en mí para cuidar de mi misma, los entendía perfectamente.
- Quieres ir a casa. - escuché que dijo aquel chico.
Le miré entonces, su cabello largo lucía muy bien así a pesar de estar un poco esponjado. Sus ojos brillaban ante la poca luz de aquel comedor, no podía prestar atención a algo más que no fueran esos enormes ojos brillosos.
- No quiero ir. - susurré a duras penas, bajando la mirada mientras retiraba las migajas de mi ropa. - Pero debo volver, mis padres deben estar locos por no saber dónde estoy.
- Toma, llamalos y diles que vamos en camino. Iré por algo. - me entregó un teléfono celular. - De paso agrega tu número, así podremos seguir hablando.
Esto último lo dijo giñeandome un ojo.
Dudé unos segundos mirando el teléfono en mis manos y decidí terminar con la preocupación de mi madre llamando a casa. El sonido de apenas un timbrazo fue suficiente para que mi madre contestara.
- ¿Hola? ¿Si? ¿Hola? - escuché que su voz ronca le hacía trastabillar con las palabras.
- Mamá, soy Mell. - le tranquilice. - Voy en camino, solo quería que supieras que estoy bien.
- Oh dios. - escuché el alivio en su voz. - Cariño no vuelvas a hacer esto. Porfavor.
- Ya voy para allá. - colgué antes de que pudiera decir algo más y soporté las ganas de llorar que me inundaron apenas escuché su preocupación.
Era mi culpa hacerles daño, sabía que estaban preocupados, pero no me importó. Últimamente las cosas me dan igual, así como no tengo ánimos de dar explicaciones o tener alguna discusión. Estaba jugando con mi vida cada momento, fantaseando con la idea de morir apenas tengo un momento a solas.
Necesitaba ayuda. Lo sabía, pero no estaba dispuesta a recibirla, no la merecía.
- ¿Lista? - escuché la voz del chico frente a mí.
Sin mirarlo registré mi teléfono celular en sus contactos. Él me detuvo antes de poder identificar el contacto con mi nombre y pude observar como colocaba " Florecita" en lugar de mi nombre.
- Hay que irnos. - señala la entrada y caminamos hacia allá juntos.
Antes de salir escucho como aquella mujer que vimos al llegar se acerca al chico y en lenguaje de señas parece darle alguna indicación. Él asiente sonriente y después se dirige a mí.
- Toma, tu suéter. - me lo entrega y yo le sonrío levemente a la mujer moviendo mis labios con un "gracias".
- Hasta mañana. - veo como él se despide de ella en lenguaje de señas y al mismo tiempo hace un gesto con la mano para un par de ancianos caminando directo a las escaleras.
- ¿Cuánto tiempo tienes viviendo aquí? - pregunto una vez que bajamos las escaleras de la entrada.
- Unos meses. - se encoge de hombros. - Vine a disfrutar el tiempo con mi abuela. Dónde vivo las vacaciones se adelantaron unas semanas, así que tuve tiempo de aprovecharlas.
- ¿De dónde vienes? - pregunto genuinamente interesada.
- Boston. - sonríe acercándose a un auto estacionado frente a la acera dónde caminamos.
- ¿Estados Unidos? Vaya... ¿Cómo es? - mi pregunta lo hace sonreír anchamente y se inclina un poco hacia mí, respetando mi espacio.
- Allá el clima es fresco, pero aquí en Shellbrook es más frío. - explica mirando a los alrededores. - Diría que es más tranquilo aquí.
- ¿Te gusta estar aquí? - suspiro mirando al igual que él hacía los lados de aquella solitaria calle. El cielo nocturno es tan oscuro y tranquilo que puedo escuchar los sonidos a lo lejos de las pocas casas encendidas.
Al no recibir respuesta le miro directo al rostro, está sumamente concentrado en mí. Sus ojos muy abiertos y brillosos parecen penetrar mi alma. Luce tan inocente, tan tranquilo y familiar que me obligo a mi misma a retroceder un paso, rompiendo con la estática que nos rodea.
- Hoy puedo decirte que sí, me encanta Shellbrook. - sigue mirándome de aquella manera y eso me hace sentir un tanto incómoda.
Se acerca hasta hacerme chocar con el auto, pero sin titubear abre la puerta del copiloto y me invita a subirme. Lo hago, sintiéndome un poco torpe al tropezar antes de poder sentarme bien.
Entra al auto y lo enciende rápidamente, yo me he puesto mi suéter pero él no. Trae puesto únicamente la camisa ajustada, parece no tener frío. Permanecemos unos minutos en silencio mientras conduce rápidamente hacia mi casa.
- ¿Qué harás mañana? - pregunta mirándome de reojo.
- Pues... si mis padres no me matan está noche, probablemente tenga suerte de mañana seguir viva. - bromeó y eso le hace reír a carcajadas.
- No te preocupes, yo me encargo de mantenerte con vida. - asiente mientras sigue riendo.
- ¿Por qué preguntabas? - cuestioné.
- Quería presentarte un amigo. - se encoge de hombros. - Podríamos salir los tres a caminar.
- ¿Tienes más amigos aquí? - trato de no sonar cruel, pero la pregunta suena demasiado agresiva.
- Tranquila, es un chico. Por ahora eres mi única mejor amiga. - sonríe amablemente. - Pero si, lo conocí en la farmacia.
- Tu haces amigos en lugares extraños.
- Cualquier lugar es una oportunidad para hacer amigos. - asiente.
Observo como se recarga en el asiento y me mira cuando el semáforo está en rojo. Sus manos juegan con el volante mientras él me mira y analiza mis movimientos.
- ¿Por qué siempre estás a la defensiva? - cuestiona, curioso.
Evito sus ojos a toda cosa y decido enfocarme en mis manos sobre las piernas. Ser así con todos se volvió una acción que me ayudaba a alejar a las personas. No las quería cerca, porque sentía que a todos les daba lastima o que terminarían alejándose cuando vieran lo rara que podía ser.
- No lo sé. - corto de tajo el tema y miro por la ventana las calles apenas alumbradas. A pesar de no ser tan tarde, la oscuridad parece infinita.
- No debes tener miedo de hacer amigos. - suspira acelerando en cuanto la luz cambia a verde. - Eres linda e interesante, apuesto a que podrías hacer muchos amigos nuevos si tan solo te dieras la oportunidad.
- No necesito amigos. - rápidamente me quejo molesta ante su actitud tan casual.
- Lo sé. - suspira permaneciendo unos momentos en silencio mientras maneja. - Nadie es indispensable en la vida de nadie.
Sus palabras parecen tener doble sentido y al comprender a lo que se refiere le miro directamente a los ojos. Me está mirando seriamente y por primera vez, no hay una sonrisa en sus labios, ni una pizca de su escencial chispazo de alegría.
- ¿Tú... Sabes? - pregunto en apenas un susurro.
No puedo ni atreverme a mencionarlo. La sola idea de que su imagen venga a mi mente me atormenta y comienzo a cerrar en puños mis manos en un intento de controlar el temblor que amenaza con invadirlo todo.
Sus palabras resuenan en mi interior, hacen eco y me traen de nuevo miles de recuerdos y sensaciones de todo tipo. Claro que perder a alguien dolía, era insoportable y doloroso el recordar algo así. Justo en ese momento quise decirle que se equivocaba, que si existen personas indispensables para la vida de otros. Quise refutarle que yo había conocido a un chico que era todo mi mundo, pero no pude.
Todas las palabras se atascaron en mi garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas. Retiré rápidamente la vista e intenté ocultarlo debajo de las finas capas de cabello que me cubrieron la cara en esa posición, pero el auto se detuvo nuevamente en otro semáforo.
- Florecita. - escuché que me llamaba, pero mi mente estaba en el limbo de recuerdos ahora dolorosos.
Aquel chico que fue mi mejor amigo durante años, mi mayor motor para sobrellevar cosas tan fuertes como la perdida de mis abuelos o la muerte de mis mascotas de la infancia. El que estuvo en mi primer pelea en segundo grado y aquel que fue mi primer beso a los 14.
Tantos momentos hermosos y perpetuos que taladraban en mi pecho hasta hacerme bolita el corazón. No podía admitir que ya no estaba, no podía pensar en nada más que su ausencia.
- Melia. - me llamaba su dulce voz. Tantas veces me susurraba al oído cuando me quería y al abrazarme y besarme solía acariciar mis mejillas. - Melia.
Mi nombre saliendo de sus labios la primera vez que hicimos el amor. Su voz difuminándose en mis recuerdos antes de perderlo todo.
- ¡Melia! - la voz preocupada del chico junto a mí me trae nuevamente a la realidad. - Oye ¿Estás bien? ¿Qué sucede?
Al ver las lágrimas en mi rostro frena el auto en seco y desabrocha su cinturón. Se inclina hacia mi y me atrae a su pecho en un abrazo fuerte.
En otras circunstancias lo hubiera alejado sin dudarlo, pero justo en ese momento deseaba más que nunca tener algo de cariño y calor humano. Su tacto no me resultó incómodo, todo lo contrario. Su aliento chocaba en mi cabeza mientras los escuché susurrar algo como "lo lamento, linda".
Unos segundos pasaron hasta que nuevamente se alejó y sujetó mi barbilla para obligarme a mirarlo. Al ver como seque bruscamente las lágrimas asintió entendiendo que no quería hablar del tema y encendió nuevamente el auto.
...
Sorprendida.
No sabía cómo más sentirme ya que esperaba algo mucho peor que esto. Estábamos sentados en la sala de mi casa, tomando un chocolate caliente hecho por mi padre hace unos momentos.
Mamá lloraba levemente mientras me acunaba como un bebé. Besando un costado de mi cabeza, mirando desinteresadamente al chico frente a nosotros. Papá estaba prestando total atención a lo que el chico hablaba y ambos sonreían sin parar.
No entendía como este sujeto se había ganado tan fácilmente a mis padres. Personas estrictas con los horarios y comportamientos descuidados. Padres que me han castigado por no avisar que llegaría tarde a la casa o que estaban a una llamada de reportarme como desaparecida si tardaba más de 10 minutos en reportarme con ellos.
A él solo le habían bastado unos minutos asegurándole que estuvo cuidándome toda esa tarde y me había alimentado en el asilo donde vivía junto a su abuela y otros adultos mayores. Que éramos amigos de hacia unos meses y que estaba intentando hacer que tuviera algo de diversión sana y responsable.
¿Cómo podían creerle a ese mentiroso?
Técnicamente habían algunas exageraciones en sus palabras. Mi mirada incrédula pareció importarles poco a todos los presentes.
Ahora hablaban acerca de actividades recreativas de Boston para los jóvenes de nuestra edad y el como mis padres vinieron su juventud yendo a acampar o a nadar al lago en primavera y verano.
- Les agradezco mucho el chocolate. - se puso de pie. - lamento tanto haber entretenido a Mell todo este tiempo, cómo estuvimos caminando y yo no uso mucho eso del teléfono no teníamos como avisar. Me disculpo nuevamente y les aseguro que no volverá a suceder mientras ella esté conmigo.
- Muchas gracias por cuidarla. - mi padre estrechó su mano y dió una pequeña palmada en el hombro.
- Puedes regresar cuando gustes. Eres bienvenido. - le aseguro mi madre mientras acariciaba mi cabello.
- De hecho... - sonrió el chico mirándome de forma cómplice. - Quería llevar a Mell mañana al parque a caminar un poco. Le vendría bien aire fresco. Prometo traerla antes de la comida.
- Claro. Sin problema. - dijo mamá sonriéndole.
Todos estaban ignorando que yo podía contestar y que tenía derecho a negarme pero parecían divertidos con la interacción tan espontánea de aquel sujeto.
- Entonces nos vemos mañana, Mell. - se despidió acercándose a mí.
Mi madre se hizo a un lado y fue junto a mí padre a la cocina. Ambos tuvieron la genial idea de ser tan "sutiles" como para fingir que irían por más chocolate en sus tazas casi llenas.
- Te dije que me encargaría. - sonrió anchamente, inclinándose frente a mí.
- ¿Cómo lo hiciste? ¿Qué les dijiste? - cuestioné cautelosa.
Riendo levemente negó con la cabeza y se puso de pie no sin antes acercarse a mi oído y susurrar un "tú confía en mí". Me guiñó un ojo y acarició mi cabeza como antes mi madre lo había hecho.
- Usa ropa abrigadora mañana. Vendré por ti temprano. - se aleja unos pasos antes de mirar hacia el pasillo. - Buenas noches y descancen.
A lo lejos mis padres se apresuraron a despedirlo y una vez que cerraron la puerta, me miraron fijamente esperando a que dijera algo.
Sus ojos iban y venían de mí a la puerta. No sabía exactamente que esperaban que dijera.
- ¿Qué?
- ¿Por qué no nos habías contado de ese chico? - se quejó mi mamá. - ¿Es porque Boris puede enterarse?
- ¿Boris? - me quejo molesta. - Mamá. De verdad creo que están exagerando. Boris y yo somos amigos.
- ¿Y Lyle? - pregunta papá curioso.
- ¿Lyle? - repito confundida.
- Si tu nuevo amigo. Se presentó conmigo cuando tu madre estaba asegurándose que tú estabas bien.
Recordé que al bajar del auto mamá me había aprisionado en su pecho, sollozando y arrastrándome con ella adentro de la casa. No había podido escuchar nada de lo que ese chico y mi padre pudieron haber hablado.
- ¿Qué fue lo que te dijo? - esperaba que mi curiosidad no me delatara.
Mi padre intercambio una mirada cómplice con mamá y entonces parecía que ambos suavizaron más su voz. Tal vez creían que mi pregunta iba más orientada a que me importaba lo que ese tal Lyle pensaba de mí.
- Tu amigo me aseguro que solo quería conocerte un poco más y que procuraba acercarse a tí. - dijo mi papá, mirándome con una pequeña sonrisilla.
¿Eso sería verdad?
¿Así se llamaba aquel chico extraño?
Lyle. Si tenía cara de llamarse así.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro