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II

— Me alegra mucho que me llamaras. Hoy tenía unas cuántas cosas que hacer, me encantará que me acompañes. — Boris estaba reluciente y con demasiada energía a pesar de ser tan temprano. Eran las 10 a.m. y él sonreía anchamente cada vez que hablaba. — No tenías que regresarme la sombrilla, la necesitarás. Tómalo como un regalo de cumpleaños adelantado.

— Faltan 6 meses. — le recuerdo y él asiente entre risas. Camina a mi lado con alegría hasta llegar al centro comercial, donde sus manos sujetan mi brazo para guiarme a la primera tienda.

— Necesito comprar un par de sudaderas. Las mías ya no me quedaron y terminé regalándolas. — explica entrando a una tienda de ropa. Me hace seguirlo hasta que pasamos el área de damas y nos topamos con la de caballeros.

Puedo ver a unas cuántas personas a mi alrededor, de distintas edades peleando por encontrar su talla entre los estantes de pantalones. Nos detenemos frente a unas sudaderas de colores brillantes con estampados graciosos. Le ayudo a buscar lo que me indica a pesar de ser muy vago con sus gustos. Quiere variedad, pero no conozco muy bien sus gustos y me solicita que le seleccione alguna que me guste a mí para salir de su zona de comodidad.

Después de media hora entre tanta ropa escoge cinco conjuntos para probarse. Boris me sienta en un banquillo frente a los vestidores y se introduce a un cubículo. Mientras tanto yo espero a que salga, observando a detalle como las prendas lucían aún mejor puestas en él que por sí solas. Se ve reluciente con cada cosa que se prueba y no me queda más que asegurarle que todo le va bien.

La próxima vez que se sumerge en los probadores, me pierdo en mis pensamientos sobre lo que ha dicho esta mañana. Me ha contado sin parar de la fiesta que han organizado hoy debido a las vacaciones de invierno y no me pasa desapercibida la manera en la que insiste que le gustaría ir. Me siento hasta este punto algo fastidiada, el día de hoy mis padres habían decidido brindarle mi custodia a este chico con la esperanza de ayudarme a divertirme y encontrar alguna actividad que distraiga mi mente.

Quería poner de mi parte, pero todo me resultaba tan vacío, tan difícil de tolerar. Puse demasiado más empeño cuando lo vi salir con cada atuendo e intenté ser lo más amigable posible, él estaba encantado con dos de esas sudaderas y las otras igual las compró debido a mis comentarios. Pero sobre todo la de color morado con estampado de Rick and Morty que escogí para él.

— Vamos a casa, dejaremos las compras y después iremos a la fiesta, ¿te parece? — propone esperanzado. — Me prestarán el coche y así llegaremos por los demás. Puedo pasar por ti a las 7.

— No recuerdo haber dicho que iría. — muerdo mi labio al arrepentirme de ser tan brusca con él cuando solo quiere ayudarme. — De verdad no creo que sea la mejor compañía.

— Claro que sí. Todos necesitamos divertirnos un poco.

...

— De verdad... no creo que sea buena idea ir. — digo por milésima vez viendo cómo se aparece en la puerta de mi casa.

— Oh vamos. Te vez tan linda. — señala mis pantalones de mezclilla y sudadera celeste. — Se ve que en el fondo quieres ir.

— Boris es que... — comienzo a quejarme cuando siento una mano sobre mi hombro.

Mi madre se apresura en un segundo a mi lado, colocándome una chaqueta de mezclilla sobre los hombros para cubrirme. La veo feliz de verme decentemente vestida con algo más que mi uniforme y siento como da un leve empujón a mi espalda, invitándome a salir cuánto antes.

— No lleguen muy tarde, ¿okey? Llamen si necesitan algo. — me sonríe a modo de cómplice, pero no entiendo por qué hace esto.

Comienzo a creer que deseaba deshacerse de mí y eso me molesta. Nunca fui de dar problemas hasta hace un par de años cuando todo comenzó a ponerse mal. Pero sospechaba que a mis padres les urgía que yo saliera de casa de vez en cuando para tener su tiempo a solas.

Camino resignada hasta el viejo carro de los padres del chico que me sigue, burlándose de que mi madre le ayudase a sacarme de mi espacio seguro. Estaba más preocupada por buscar una excusa para zafarme, que había olvidado que mi madre sería la responsable de llevarme ella misma de no haber accedido por las buenas.

Una vez que entré en el auto percibí un olor a humedad y tabaco. El padre de Boris era un fumador, eso no era un secreto. A pesar de todo, se veía en perfectas condiciones, estaba segura de que a las chicas del colegio les encantaría estar en mi lugar justo ahora. Todas deseaban salir con el monstruo en los deportes que era Boris, pero por alguna razón, él no era el típico chico que saliera con todas las que se le atravesasen. Había conocido únicamente a dos parejas suyas y ambas aún le perseguían de vez en cuando.

— Antes de irnos, ¿puedo decir algo? — pide mirándome al sentarse frente al volante.

Sostengo su mirada a la espera de lo que tenga que decir, pero él solo se limita a acariciar mi mejilla, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja. Su tacto se siente frío debido al tiempo que estuvo fuera de mi puerta esperándome. Sus mejillas están coloradas y sus relucientes ojos azules brillan con la poca luz.

— Te vez preciosa. — dice sonriéndome.

— Gracias. — digo confundida. Me ha tomado por sorpresa toda aquella escena y me lleva unos segundos apartarme para regresar a mis preocupaciones.

— Vamos por los demás. No estamos tan lejos. — asegura encendiendo el motor. Ambos dejamos de lado lo que acaba de pasar y miramos al frente.

— ¿Por qué si no es muy lejos traes el auto? — cuestiono curiosa.

— Bueno, nunca sabes cuando puedes necesitar un auto para salir huyendo. — bromea mientras lo veo conducir con cuidado. Mira a varias direcciones y después de unos momentos en silencio me mira de reojo. — No te preocupes, ¿okey? Yo te cuidaré.

...

Una vez que los chicos se acomodaron en el asiento trasero, escuché como hablaban sobre lo que creen que pasaría esta noche. Muchos deseaban encontrar pareja para entrar a alguna habitación y besarse, hicieron comentarios sobre algunas chicas que conocía. Trataron de integrarme a sus conversaciones, pero lamentablemente no conocía lo suficiente a las chicas de las que hablaban como para darles algún consejo para acercárseles.

Al llegar pude escuchar el sonido de música retumbando a través de los cristales de las ventanas. La puerta estaba abierta y se escapaba el barullo de las personas dentro. Algunos estaban al pie de la entrada, unos cuantos fumando y bebiendo recargados en las paredes. Boris me guio a su lado por entre aquel gentío hasta que sus amigos se fueron dispersando hasta quedar solos él y yo.

— ¿Dónde están tus amigos? — pregunté cerca de su oído para hacerme escuchar.

— Van a cumplir su objetivo de emborracharse y tener romance de una noche. — sonríe haciendo un gesto adorable arrugando la nariz. Parece que planea llevarnos a la cocina de aquella casa, aunque las personas chocan conmigo en repetidas ocasiones.

Se detiene frente a una mesa desplegable instalada en el centro de aquella cocina reducida. Veo vasos por doquier y justo al lado de un tazón con botana hay unas cuantas botellas de refresco y alcohol. Observo nerviosa como él comienza a servir dos vasos de refresco y a uno de ellos le agrega un pequeño porcentaje de una bebida transparente. Extiende su mano hacia mí para darme la bebida sin alcohol y sonríe amablemente.

— No sabía que tomabas. — digo mirándole dar dos grandes sorbos a su bebida. No lo veo hacer ninguna mueca por lo que asumo que no es su primera vez tomando.

— No lo hago muy a menudo. — se encoge de hombros. — Pero es una noche fría y promete ser divertida.

Ojalá pudiera sentir que sería una buena noche, pero todo en mí gritaba peligro. Necesitaba calmarme, estaba demasiado nerviosa por tener a tantas personas a mi alrededor que sentía como el espacio se encogía cada vez un poco más. No me aparto de Boris en ningún segundo por miedo a tener que hablar con otras personas, pero es justo cuando me toma del hombro y me guía a un pequeño sofá que la veo.

Aurora White era la chica más introvertida que había conocido, si yo me consideraba reservada, ella era mucho más estricta con este tipo de apariciones públicas. Muy pocas veces la había visto con tantas personas fuera de la escuela y eso fue hace años, cuando todos los chicos la buscaban para salir con ella en sexto año. Lo último que sabía de ella fue que se había marchado con su padre a otro estado, fuimos cercanas en algún tiempo, pero dudaba que me reconociera.

Había cambiado tanto que ni yo misma era capaz de reconocerme. Mi cabello es mucho más corto ahora y la complexión que antes podría catalogarse como delgada había desaparecido completamente. En cambio, ella era mucho más hermosa de lo que recordaba, su piel era un poco más morena que antes. Su hermoso cabello castaño estaba recogido en una enorme coleta que caía perfectamente sobre su hombro derecho. Llevaba puesto un vestido lila que resaltaba enormemente el color verde de sus ojos. Quise huir de inmediato en cuánto la vi.

Me detuve en seco ocasionando que Boris chocara conmigo, lo cual llamó su atención. Buscó colocarse frente a mí y con ojos insistentes, comenzó a hacer preguntas que no eran procesadas correctamente en mi cabeza. Los recuerdos de un pasado tormentoso, hace un par de años atrás, azotaron mi mente nuevamente y la respiración se me cortó al ver aquellas verdes esmeraldas fijarse en mí.

Aurora me veía en busca de ubicarme, pude ver que se esforzaba por distinguir mi rostro en lo más recóndito de su memoria. Sin darle la oportunidad de acordarse de mi nombre, retrocedí chocando con las personas que bailaban y para mí fortuna, la luz muy tenue me ocultó de su mirada.

— ¿Melia? — me llamó el chico que me perseguía. — ¿Qué sucede?

— Necesito aire. — le miro aterrada, buscando alejarme lo máximo posible de donde Aurora hablaba con aquellos chicos. Sentí a Boris junto a mí al pie de las escaleras que daban para subir al segundo piso.

— ¿Necesitas algo? — puedo apreciar su genuino interés en ayudar, pero niego con la cabeza al borde de un colapso de ansiedad. Mis uñas se han enterrado con fuerza en mi piel al volverse puños y busco respirar con normalidad.

— ¡Boris! — gritan muy cerca de nosotros un par de chicos que al parecer requieren de su presencia y entre gritos por encima de la música, le piden que se acerque.

— Ve. Estoy bien, iré al baño a refrescarme un poco. — le miro de reojo dando un vistazo rápido hacia donde Aurora se ha perdido.

— Ven en cuanto termines, ¿Okey? — pide acariciando mi cabello con cuidado. Cómo si temiera molestarme con su tacto, su mano baja hasta mi mejilla y se aleja.

Le contemplo confundida por aquel acto tan poco común entre nosotros, nunca había visto a Boris comportarse así. Pero, decidida a tener unos momentos a solas, asiento para tranquilizarlo y él se aleja de mí para ir al grupo de chicos que lo reciben con un vaso de alcohol. Parecen disfrutar de alguna anécdota graciosa que lo involucra, por lo cual le señalan ente risas. Me mira una última vez antes de comenzar a hablar, mostrándome una sonrisa de lado.

Sin regresarle el gesto, me encamino a toda velocidad por las escaleras hasta la planta alta. No me sorprende encontrarme con más personas en este piso, la mayoría recargadas en las puertas y otros cuantos besándose en las esquinas. Me encuentro con el baño que al parecer está ocupado, se ha formado una pequeña fila para entrar a éste. Me coloco detrás de una chica que parece estar esperando su turno, mirando con fastidio la puerta.

Después de unos minutos eternos han avanzado muy lento los turnos. Ahora solo estamos la chica y yo esperando para entrar y aunque no ha dicho nada desde que estoy aquí, puedo percibir que está muy desesperada por entrar.

Ignoro todo a mi alrededor y me concentro en respirar pues mi corazón aún está algo acelerado por la impresión. La música no se escucha con tanta intensidad en este piso, por lo que mi mente se encuentra en silencio y puede concentrarse en lo que vio. Me preguntó por qué Aurora está aquí después de tanto tiempo, luciendo tan hermosa y renovada. Debo admitir que una parte de mí se alegró de verla con bien, después de lo que pasamos, supuse que sería un tema difícil de superar. Pero ahora veo que solo yo me he quedado en el pasado, ella pudo continuar.

El hilo de pensamientos se corta de repente, escucho su voz nuevamente y tengo que mirar a todos lados en busca de ella pues temo estar volviéndome loca. Demasiada cercanía con el pasado en un solo día.

— ¿Dónde está el baño? — pregunta Aurora a unos chicos del otro extremo del pasillo, siendo acompañada por lo que parece ser una amiga suya.

Mi cuerpo reacciona en cuestión de segundos a una velocidad inesperada. Retrocedo por instinto buscando desaparecer de la faz de la tierra, pero sólo ocasiono que un chico que salía de una habitación frente al baño, choque conmigo y derrame su vaso sobre mi suéter. No me importó sentir el frío líquido traspasando las telas hasta tocar mi piel, ni me quedé para verificar si Aurora había visto aquella escena.

Detrás de mí había una puerta la cual abrí y me adentré a aquella habitación sin importarme la oscuridad que me embargó apenas cerré con fuerza la puerta. No me había dado cuenta de que no respiraba hasta que mi cuerpo se tranquilizó un segundo y pude relajar mis músculos.

No podía ver nada debido a la poca luz que brindaba una ventana al otro extremo del cuarto, solo pude distinguir una cama y un par de muebles entre tantas sombras. Debía ser la habitación del anfitrión de la fiesta; lo supuse por el olor a perfume masculino y unos zapatos regados cerca de mí, con los cuales tropecé al intentar buscar un interruptor.

Recorrí la pared buscando encender la luz, intentando mirar más allá de la oscuridad que me rodeaba. Tropecé con lo que parecían ser unas pesas pequeñas y caí al suelo de rodillas. Me quedé quieta unos segundos para recuperarme del dolor punzante que me recorrió tras el golpe.

Recargué la espalda en la pared detrás de mí y me senté juntando lo más que podía, las rodillas a mi pecho. Buscando sentirme segura, cierro los ojos para aguantar las lágrimas que amenazan con desbordarse debido a los sentimientos encontrados, uno tras otro que se iban acumulando.

Odiaba estar en este lugar lleno de personas desconocidas, no había querido ir en primer lugar y tal vez, de no haber ignorado mis instintos, me habría salvado de esta situación. Ahora me encontraba empapada, asustada y molesta en un cuarto desconocido a punto de llorar.

Deseaba estar en mi cama y poder descansar plácidamente, lamentando haber intentado salir y hacer amigos cuando sé perfectamente que siempre acaba mal. Debería estar odiándome más de lo que antes hacía y aún más sabiendo que Aurora había vuelto, reviviendo el pasado que tanto me costaba dejar atrás. Es entonces que, tras mis nulos intentos por tranquilizarme, me dejo ir y comienzo a llorar. La soledad me da la confianza de hacerlo libremente sin preocupaciones. Suelto el aire que había retenido en mis pulmones y recargo mi frente contra mis rodillas.

Quería desaparecer.

— ¿Todo bien? — escucho una voz no muy lejos de mí.

No contesto por miedo a que alguien me vea en estas condiciones, pero apenas tengo tiempo de buscar de quién se trata cuando la luz se enciende y me ciega unos momentos. Cubro mi rostro con las mangas del suéter, buscando secar mis lágrimas lo más rápido posible. Me siento tan patética que sé que, aunque trate de arreglar mi apariencia, no lo lograré.

Es entonces que una figura se distingue al lado de la cama, sentado entre las almohadas, inclinado hacia adelante, intentando localizarme. Nuestras miradas se fijan la una en la otra apenas pueden y me hago aún más pequeña al verle.

Un chico de cabello rubio, largo hasta los hombros y un suéter grande de color negro aparecen en mi campo de visión. Se inclina aún más hacia adelante para contemplar mi desastre y entonces sonríe amablemente. Parece encantado de verme, aunque no lo conozco, me parece familiar, pero estoy completamente segura de que nunca lo había visto.

— ¿Te perdiste, florecita?

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