I
— ¡Muévete! — gritaban en mi oído ocasionando que diera un respingo al ser bruscamente empujada.
Todos salían entusiasmados debido a las vacaciones de invierno y como era de esperarse, no deseaban perder ni un solo segundo de su libertad. Los chicos que salían de sus aulas a toda velocidad, prácticamente se deslizaban con ayuda de las suelas de sus zapatos. En su gran mayoría, todos se dispersaban hacia la salida principal en busca del frio aire que afuera resoplaba.
— ¿Está lloviendo?
Aquel comentario de unas chicas que pasaban junto a mí me hizo girar al instante y observar desde las enormes ventanas de ese pasillo el cómo las canchas que estaban cerca se veían opacadas por la fina llovizna que mojaba el asfalto de aquel espacio.
Caminé sin detenerme esperando que nadie se atravesara en mi camino. Escuché a todos murmurar envueltos en sus conversaciones, pero incluso con el ruido logré percibir como alguien me llamaba una vez que pisé el primer escalón de la salida.
— ¡Melia! Espérame. — cerré con fuerza mis ojos decepcionada de mí por no haber sido más rápida que él. Se acercaba a zancadas casi corriendo con una enorme sonrisa en su rostro.
Retrocedí un paso para no mojarme con las gotas de lluvia y le miré fingiendo una muy sutil sonrisa. Pretendía ser amable con él, Boris era un chico demasiado amable y bueno conmigo. No me gustaba ser grosera, por lo que accedía a comer y caminar con él.
— Hola. Te busqué en tu aula, pero me alegra alcanzarte. Traje dos sombrillas para que no te enfermes por la lluvia. — extiende su mano junto a la sombrilla en mi dirección. Dudo unos segundos para finalmente tomarlo, sonriendo a duras penas por su gesto.
— Siempre tan atento. — le digo mirando como sus mejillas llenas de pecas se encienden de un color rosa vivo y llamativo. Se encoge de hombros mientras mira hacia abajo y sonríe anchamente.
— Sabes que le prometí a tu mamá que te cuidaría. Además ¿Somos amigos no? — pregunta con una voz suave y dulce. Veo su genuino interés y no puedo evitar sentirme incómoda por la situación. Yo sólo asiento con la cabeza en aprobación y él parece satisfecho. — Quería dártelo antes de irme, no puedo acompañarte hoy a casa.
Su comentario me regresa a la situación actual y presto mayor atención a lo que trata de explicarme. Desde hace dos meses que no se me despegaba, agradecía su preocupación por mí, pero comenzaba a extrañar la soledad durante el largo camino de vuelta a casa.
— Saqué muy malas notas y mi madre quiere que tome el curso extra del maestro Petrov. — explica y asiento nuevamente entendiendo el por qué no me acompañará a casa. — ¿Tienes algún problema con eso? Puedo pedirle a un amigo que te acompañe si gustas.
— No. — digo rápidamente mirándole, intentando no sonar desesperada por estar a solas. — Estoy bien. No te preocupes.
— Esta bien... igual tienes mi número. Si me necesitas solo llama. — sostiene la mirada un momento y retrocede mirando su reloj. — Te veo mañana.
Apenas logro divisar como se pierde cruzando a un grupo de personas, me dirijo hacia afuera. Las gotas frescas caen en mis mejillas y miro hacia arriba los colores grisáceos del cielo. Recuerdo la sombrilla de Boris que sostengo en mi mano y la despliego rápidamente.
El sonido de los automóviles pasar velozmente cerca de mí me aturdía y me sobresaltaba de vez en cuando. A pesar de que regularmente estaba acostumbrada a escuchar como Boris luchaba por crear conversaciones, hoy apreciaba el silencio. Extrañaba el tiempo a solas, cuando podía perderme viendo el cielo sin la intensa mirada del chico que me acompañaba a diario. Entendía el intento tan desesperado de mamá por cuidarme, pero estaba convencida de que incluso sin que mi madre se lo hubiera pedido, él estaría encantado de hacerlo.
Lo conocía desde hace años, era el hijo de la mejor amiga de la familia. De pequeños nos emparejaban sin cansancio, me alegra que Boris fuera directo conmigo en cuánto a su amor fraternal por mí. Eso me ayudó mucho para callar a mis padres cuando comenzaban a hacer bromas al respecto.
Unas cuantas cuadras más allá de la escuela existía un puente de roca que cruzaba un riachuelo. Debido a la lluvia este tenía movimiento, el sonido que causaba era relajante y muy tranquilo. Quise acercarme para tener una mejor audición de aquella melodía, pero algo dentro de mí comenzaba a relucir con otras intenciones.
Cuando me detuve unos segundos a mirar hacia abajo, vi las piedras brillantes sobresaliendo del agua y como los arbustos crecían muy cerca de la orilla. Había pequeños destellos de luz de varios colores debido a los rayos de sol que caían sobre el río y el agua, a pesar de correr rápido, no llevaba tanta fuerza como se esperaría.
"Salta"
Me incitaba mi subconsciente, no era la primera vez que salían a relucir este tipo de pensamientos suicidas. Las inmensas ganas de hacerlo en ese momento me obligaron a mirar una vez más hacia abajo. Sería una caída rápida pero no tan letal, si quisiera arrojarme de un puente definitivamente este no sería el indicado. Posiblemente y para mi mala suerte, quedaría viva, con mucho dolor y un par de huesos rotos, pero no más.
"Deja las excusas y salta"
El susurro en mi cabeza se incrementaba y conforme más le daba paso a escucharle, se instalaba en lo más profundo de mi ser, llenándose cada vez más de voces, de susurros que como látigos golpeaban mi baja autoestima. Sería imposible describir todo lo que escuchaba internamente, todo lo que podía percibir en este momento. Miles de recuerdos se agolpaban unos con otros luchando por demostrarme sus razones por las cuales debería de saltar y acabar con mi vida.
— Hoy no. — susurré caminando lentamente por la orilla de aquel puente y sosteniendo con fuerza la sombrilla en mi mano.
Mis labios temblaban por las emociones contenidas, deseaba dejar mi mente en blanco, pero me era imposible. Las voces no cesaban de gritar en mi interior y como último intento me detuve al extremo de cruzar el puente y miré hacia atrás. Lo medité cuidadosamente unos instantes, tenía que encontrar una razón por la cual convencerme de no hacer lo que mi mente suplicaba a gritos.
¿Realmente quería morir? Tenía que volver a casa, pronto sería el cumpleaños de papá. Tenía justo el regalo perfecto para él, debía dárselo. Aunque probablemente lo encontrarían de alguna manera, pero ¿les arruinaría las fiestas a todos con mi fallecimiento? No deseaba eso.
Miré hacia abajo, cansada de tener que lidiar con esta pelea interna cada vez que les daba lugar en mi cabeza. Fui consciente de la sombrilla y recordé a Boris. Debía regresárselo al día siguiente, no quería que alguna de sus cosas formará parte de las evidencias de mi suicidio.
— Hoy no. — repetía en voz baja girándome para ir a casa.
Con esa idea en mente y un poco más dueña de mí, caminé nuevamente como si nada hubiera estado peleándose en mi cabeza. Como si miles de voces e imágenes no estuvieran quejándose de mi débil intento por convencerme de volver a casa y discutiendo entre sí, sobre mi vida o la muerte.
"Cobarde."
...
Las preguntas comenzaron cuando mi madre me vio llegar sola a casa. Estaba tan acostumbrada de ver a Boris en el umbral de la puerta que cuando se acercó para extenderme una toalla, miró con otra en mano hacia el exterior.
— ¿Dónde está tu amigo? — pregunta cerrando tras de ella la puerta. — Los esperaba con toallas por si se mojaban.
— Tuvo clases. — me desplomo sobre el sofá para deshacerme de mis zapatos mojados. — Ma, necesitas dejar de pedirle que me siga a todas partes.
— Yo solo le pedí que te acompañe a casa. Es peligroso que andes sola por ahí. Es mejor tener a un chico fuerte que te cuide. — dice ayudándome a colocar la sombrilla de Boris en el perchero.
— No te mientas, mamá. — le miro burlona a los ojos y ella luce triste. Sé que le atormenta la idea de verme nuevamente en malas condiciones.
— Sabes que nos preocupas, mi amor. — murmura en voz baja. Acercándose para acariciar mi cabello, besa mi frente y se pone de pie, para encaminarse a la cocina. — Ven a comer. Te hice algo especial hoy.
Aguardo unos minutos para descansar los ojos y los cierro con fuerza. Deseo dejar de pensar en la imagen triste de mamá o en los recuerdos de hace más de dos años cuando regresé a casa del hospital. Mi intento fallido de suicidio ocasionó que mis padres tuvieran especial cuidado de no dejarme sola y de procurar ponerme las cosas más sencillas para no volver a colapsar por la ansiedad.
Respiro profundo y sigo su voz hasta el comedor donde las enchiladas suizas de mamá llenan el ambiente con su olor a queso y tomate verde. Le sonrío levemente cuando busca mi aprobación y a pesar de no convencerla del todo, es suficiente como para lograr sentarnos a comer.
Papá saldría tarde hoy del trabajo, así que cenaríamos más tarde de lo normal. Mamá estaba hablando mucho esta tarde, supuse que quería pensar en otras cosas o distraerme a mí de alguna manera. Pero era tanta su insistencia que presté mayor atención a lo que decía.
— Creo que en estas vacaciones ayudaría mucho que tengas una actividad nueva. La doctora Lynch mencionó la semana pasada que intentaras tener un hobby. — veo la insistencia en sus ojos. Trato de ser amable con ella, pero realmente no deseo hacer nada más de lo normal.
— No es necesario. Ya tengo muchas cosas por hacer. Hay una lista entera de películas por ver en vacaciones, por favor, mamá. — juego con la comida en mi tenedor. — Solo quiero descansar.
— ¿Por qué no sales a buscar algo nuevo? Sal con Boris y sus amigos. Tal vez te agraden. — sugiere mirándome fijamente. Veo que intenta juguetear con la idea de una relación entre Boris y yo, pero sabe perfectamente que no me interesa. — Sería muy divertido que...
— Mamá. — la detengo en seco. — No quiero salir. Es muy pronto.
Se instala el silencio incómodo entre nosotras, por lo que termino rápido mi comida y subo a mi habitación. Cierro la puerta con llave, pero recuerdo que lo tengo estrictamente prohibido por lo que quito el seguro y me arrojo de nuevo a la cama. Cubriendo mi rostro con la almohada el silencio es aún mayor, hasta cierto punto es mejor que la charla con mamá.
Las voces se abren paso entre el sonido del silencio por lo que intento mantenerme ocupada con algo. Mañana sería distinto a la rutina que ya había adoptado en tiempos de clases. Habría mucho tiempo libre, mucho tiempo para pensar y estas peleas internas se volverían mucho más intensas al estar sola. Tal vez mamá tenía razón, debía seguir los consejos de la psicóloga. Necesitaba hacer algo estás vacaciones, pero ¿Qué cosa sería suficiente? No tenía amigos y salir con Boris no era una opción que me gustase.
Pensé en salir a correr en las mañanas, pero no era para nada deportista y solo imaginarme haciendo eso todos los días me daba pereza. Imaginé cómo sería ser artista, no era buena con ninguna de las artes. Alguna vez canté para mis padres, pero eso fue siendo niña y ahora mi voz era mucho más áspera y grave. Terminé llegando a la idea de leer un poco, eso era lo mío. Pero más allá de saber que había releído mi pequeña biblioteca más de siete veces, me apetecía intentar algo nuevo.
— Melly, ven a saludar a la abuela. Estamos en llamada. — escuché a mamá en la planta baja. Me levanté resignada a no tener ningún plan, sabiendo que Boris era la única forma de salir.
La sola idea de socializar me revolvía el estómago y las ansias me provocaban mareo. No podía concentrarme correctamente en lo que hacía, incluso abrir la puerta requirió de mi concentración total.
Definitivamente no era una buena idea tener amigos.
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