Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: Padres.

Akashi se despertó aquella mañana de peor mal humor que de costumbre. Su padre iría hoy a verle y odiaba cuando lo hacía. Sabía lo que diría de él, que nunca era suficiente, nada de lo que hacía era suficiente para él. Su padre, Masaomi Akashi, deseaba ver a su hijo triunfar, ser el mejor, no un músico más del montón que tocaba en una orquesta, tenía que ser perfecto. Esa presión sobre los hombros de un muchacho de apenas dieciocho años era demasiado grande para sostenerla.

Akashi había luchado duro para ser el hijo perfecto, para que su padre simplemente dijera un "estoy orgulloso de ti" pero jamás escuchó aquellas palabras. Lo único que escuchaba era "practica más", "no es suficiente", "tienes que ser perfecto". Miró las yemas de sus dedos. Dolían demasiado y es que se pasaba las horas tocando ese dichoso instrumento.

Su madre sí había sido perfecta en el piano. Recordaba cómo sus dedos se movían con dulzura y elegancia entre las teclas, aquellas suaves notas que desprendían, su madre era puro arte. Ya de niño la admiraba y quiso aprender a tocar el piano como ella. Era duro para un niño de su edad, pero le gustaba, era un tiempo que pasaba a solas con su madre. Sonrió al recordarla pese a ver sus dedos magullados. Ahora tocaba el violín y el piano, pero para su padre... seguía sin ser suficiente.

Su rostro cambió a uno de total seriedad al volver a su realidad, al ver sus dedos prácticamente ensangrentados de haber estado las últimas dos semanas tocando aquel instrumento sin parar ni siquiera a comer. Toda su vida había cambiado cuando su madre falleció de aquella extraña enfermedad. Desde aquel momento, su padre había estado obsesionado con él, con la perfección. Decidió por su hijo que debía estudiar en Juilliard y allí estaba, tocando el piano sin parar, había pasado de ser algo que le gustaba a un trabajo aburrido, monótono y demasiado sacrificado, empezaba a odiar el piano, odiaba tocar instrumentos, odiaba la música y lo que creaba con sus manos. Todos decían de él que era el genio, prácticamente Juilliard le había rogado que entrase a su escuela de arte, famosos concertistas esperaban a que terminase sus estudios para contratarle y sin embargo... para él todo era insignificante porque ya nada le motivaba, ya no disfrutaba con lo que hacía.

Se movió con cierta brusquedad apagando el despertador. Debía ir a clases y no le apetecía nada, pero no le quedaba más remedio. Al mirar hacia la cama de su compañero, se encontró a Tetsu aún profundamente dormido. Sabía que aprovechaba para escaparse por las noches, seguramente tendría algún novio oculto o algo así, tampoco le interesaba lo más mínimo. Mientras no se metiera en su camino todo estaba bien.

Cogió con sus doloridos dedos uno de los cojines y se lo lanzó a Tetsu con tan buena puntería que le dio en toda la cara, despertando con brusquedad al chico. Ni siquiera se reconocía haciendo algo así. Anteriormente había compartido habitación con otro músico, con Kise Ryota y era típico en Akashi apagarle el despertador para impedir que fuera a clase. Al fin y al cabo era su rival. Quizá era porque Tetsu no suponía un obstáculo, él era bailarín, Akashi músico, irían a lugares diferentes, luchaban por puestos distintos. Ese chico estaba sacando lentamente una parte humana que ni él pensaba que tenía.

- Despierta – le dijo Akashi – hay que ir a clase.

- ¿Ya? – preguntó Tetsu – apenas he dormido.

- Si no te escapases por las noches podrías despertarte antes para ir a clase.

- El fin de semana ya está cerca, podré dormir – susurró sacando a Akashi un gesto de asombro.

- ¿Es que no vas a irte a casa? – preguntó.

Los fines de semana eran los únicos días donde todos los estudiantes que residían allí podían volver a sus casas y estar con su familia. Akashi se marchaba siempre aunque su padre nunca estaba en casa. El gran ático en pleno centro de Manhattan siempre estaba vacío. Él siempre estaba solo, quizá se estaba acostumbrando a ser ese genio solitario en cuya cabeza sólo existían dos ideas fijas, trabajar duro y fastidiar a su padre aunque no se atreviese a hacerlo de frente. Su padre era demasiado intimidante.

- No tengo casa aquí en Nueva York – dijo Tetsu sin más.

- Y yo no tengo padre aquí en Nueva York – dijo irónico Akashi levantándose para vestirse.

- ¿Tan tensa es tu relación con él? – preguntó Tetsu con curiosidad.

- ¿Ha intentado alguna vez tu padre controlar todos los aspectos de tu vida? Si por él fuera me diría hasta qué ropa interior ponerme – le dijo Akashi frustrado – es desesperante.

- ¿Por qué no hablas con él?

- No conoces a mi padre, ¿verdad? Él no habla, sólo da órdenes. Nadie se atreve a llevarle la contraria. Tiene mucha influencia.

Akashi no quiso hablar más sobre el tema. Pese a que Tetsu trató de decir algo más, fue bruscamente cortado cuando al iniciar la primera palabra, Akashi cerró de un golpe la puerta del baño encerrándose en él. Tetsu sonrió, ese genio tenía un carácter de mil demonios pero en el fondo, creía que era un buen chico. Un chico perdido y solitario al que su padre presionaba demasiado.

Esa mañana, Akashi estuvo practicando en el piano pese al dolor de sus dedos. Sus profesores observaban con cautela todos y cada uno de los sonidos que salían de aquel melodioso instrumento, revisando hasta el más mínimo fallo para corregir sus acordes.

No fue hasta la tarde cuando Akashi tuvo un rato libre que aprovechó para comer. Al pasar por uno de los pasillos se encontró con su antiguo compañero de cuarto tocando la guitarra eléctrica en una de las cabinas. Se detuvo un segundo a observarle, siempre había tenido un estilo particular y sabía que llegaría lejos pese a no tener el talento natural de Akashi. Kise sonreía, siempre lo hacía cuando tocaba y quizá era porque no sentía presión al hacerlo, él y Akashi eran completamente opuestos. Kise se sintió observado, dejando de tocar la guitarra para mirar hacia la puerta donde estaba ese pelirrojo bajito y arrogante, el genio de su clase. Fue a decirle algo cuando vio que el padre aparecía por allí pidiéndole hablar, por lo que Akashi se marchó junto a su padre evitando la posibilidad de que iniciaran su rivalidad allí mismo.

Masaomi como siempre que tenía un hueco, había decidido pasarse por la escuela a ver lo que hacía su hijo y ya de paso, obligarle a seguir practicando. Estaba empeñado en convertir a su hijo en el mayor de los artistas, en el mejor músico del país, en conseguir que llegase a la cima y todos hablasen de lo perfecto que era su hijo sin darse cuenta de la tristeza que invadía a su hijo cada vez que se sentaba frente a un piano.

- Iba a ir a comer, papá – le aclaró Akashi.

- Me ha dicho tu profesora que cometes varios errores en la nueva pieza musical que estás ensayando.

- Es sólo un "Do" al que no termino de llegar por la rapidez de la pieza. Lo conseguiré, ya casi lo tengo.

- Practicaremos – dijo su padre como si nada – no me iré de aquí hasta que escuche la pieza correctamente.

Akashi resopló resignado. Aquel día se quedaría sin comer por culpa de su padre, pero seguía sin tener el valor a enfrentarse a él. Era su padre al fin y al cabo, él sabía lo que era mejor para su futuro o eso pensaba. Masaomi no se marchó hasta las nueve de la noche, hasta que escuchó la pieza ser tocada correctamente. Akashi, viéndose finalmente libre, decidió ponerse unos guantes y salir de allí a comprar algo de comer. Necesitaba liberarse del estrés de su padre.

Siempre le decía lo que era correcto, siempre le decía cómo comportarse y la única forma que tenía de revelarse era hacer algo que sentase realmente mal a su padre pese a que él no se enterase. Fue así como empezó a acostarse con desconocidos cada vez que su padre le forzaba a tocar el piano. Saber qué hacía algo mal, algo que su padre jamás perdonaría conseguía relajarle, lo sentía como su propia venganza personal por el sufrimiento que le causaba su padre.

Una vez en la calle, pasó por una hamburguesería comprando un par de ellas. Necesitaba comer algo que su padre no aprobaría, necesitaba romper sus rígidas normas aunque él no lo supiera que lo hacía. Esas veces eran las únicas que conseguía sentirse libre de su sombra. Aún terminaba de comerse la segunda hamburguesa cuando entró en el metro para volver a Juilliard.

La parada estaba lejos pero es que se había ido al lugar más lejano que podía encontrar en el plano del metro para despejarse. La gente fue desapareciendo del vagón lentamente mientras él escuchaba rock en su mp4. Necesitaba música fuerte, algo diferente a lo que él tocaba. Cuando quiso darse cuenta, faltaba media hora para llegar a su destino y sólo quedaba un chico en el vagón.

Lo observó detenidamente. No estaba nada mal, buen físico, moreno y con espectaculares ojos de un azul oscuro muy atrayente. Podría servirle para desfogarse, para eliminar el enfado y el enojo que llevaba por lo de su padre. Aquel joven, sintiéndose observado se giró hacia Akashi, quien sonrió con cierto toque de timidez pese a que no la tenía. El moreno, sonrió también apartando la mirada de él.

No pasaron ni cinco segundos cuando el moreno observó de nuevo hacia el fondo del vagón para comprobar si el pelirrojo continuaba allí sentado con la mirada fija en él, así era, el pelirrojo agachó la mirada como si sintiera vergüenza y finalmente, se levantó para ir hacia el moreno. No pensaba desaprovechar aquella oportunidad ni por asomo. Necesitaba una buena sesión de sexo y aquel chico parecía perfecto para ello.

Aomine que miraba sorprendido cómo se acercaba el pelirrojo, sonrió apartando de sus oídos el mp4 pensando que le quería preguntar algo, pero en vez de eso, sintió los labios del pelirrojo devorar los suyos con pasión mientras colocaba las rodillas sobre los asientos y se sentaba encima de sus piernas recostándole la espalda contra los asientos.

Durante unos segundos que parecieron eternos, Aomine se quedó helado, paralizado y a la vez, sorprendido de algo así. Jamás le había pasado algo semejante en pleno metro. Podía entrar alguien y verles pero a ese chico parecía darle igual, seguía besándole con pasión, metiendo sus manos bajo su camiseta y acariciando cada centímetro de su piel.

- ¿Es que no te apetece? – le preguntó Akashi con una sonrisa al ver al chico tan parado.

- No es eso... es que...

- Tranquilo, no voy a pedirte nada a cambio. Sólo es sexo sin compromiso. ¿O es que te da vergüenza hacerlo en un lugar público?

- ¿Vergüenza? ¿A mí? – preguntó Aomine con una gran sonrisa – no ha nacido la situación que me dé vergüenza. Si sexo sin compromiso es lo que quieres, has acertado conmigo – dijo Aomine bajando las manos hacia el pantalón de Akashi para desabrocharlo.

Aomine no podía evitar sonreír. Jamás había pensado encontrarse a un chico como aquel, tan decidido, tan pasional. Pocos chicos eran así y encontrarle era toda una bendición para él. Lo que no esperó fue ver a ese chico agarrar con fuerzas sus cabellos y hundirle el rostro en su cuello obligándole a besarle. Le quedó claro una cosa, a ese chico le gustaba dominar, le gustaba salirse con la suya pero para su suerte, no le importaba mucho a Aomine dejarse manejar, siempre y cuando tuviera una buena sesión de sexo y estaba decidido a darle los mejores minutos de placer pese a ser un lugar público. Quizá estar en el metro le daba hasta más morbo a ambos.

Tenían media hora hasta la última parada, media hora que iba a dar para mucho porque no pensaban detenerse ni aunque entrase alguien. La noche era joven.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro