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Capítulo 22: Un novio de primera

Apoyada su espalda contra el muro del estadio, había visto el partido en su teléfono. No pudo conseguir ni una entrada, pero allí esperaba a que su chico terminase. Lo más probable era que se fuera en un autobús con el resto del equipo o en su coche directamente a casa y ni siquiera se enterase de que él estaba fuera. Los jugadores no solían salir por la puerta principal, sobre todo por no encontrarse a los fans. Ahora mismo debía estar en el vestuario cambiándose.

En la pantalla de su teléfono, el mensaje que le había escrito todavía estaba presente. Lo leía y lo volvía a leer otra vez esperando una respuesta. No la obtenía. Pronto la desesperanza llegó a su ser, creyendo que Aomine se marcharía sin enterarse de que él le esperaba.

- Ey, fierecilla. ¿Qué haces aquí fuera con el frío que hace? – preguntó Aomine frente a él, colocándole su bufanda en el cuello.

Aomine sonreía, pero Akashi se había helado en el sitio al verle. ¿Cuándo se había enamorado de él? ¿Cómo? No lo sabía, pero el sonrojo en sus mejillas era un claro símbolo de su vergüenza.

- No soy una fierecilla – se quejó, apartando la mirada de su chico. Estaba terriblemente cohibido ante aquello.

- ¿Cómo que no? – sonrió Aomine, posando un par de dedos en la barbilla de Akashi para girar su rostro de vuelta hacia él – eres mi fierecilla indomable.

- Idiota.

- Tu concierto ha sido fantástico.

- Te fuiste rápido.

- Tenía que prepararme para el partido, lo siento. De verdad que quise esperarte pero, no disponía de más tiempo.

- Te vi hablando con Kise.

- Sí. Me lo encontré por casualidad mientras te esperaba. Realmente te mantuvieron muy ocupado. Sabía que la gente se lanzaría como buitres a por ti, eres el mejor de ese conservatorio con diferencia – intentó animarle Daiki – pero la verdad es que me sorprendió que no pudieras librarte de todos ellos. Parece ser que sólo sacas tu mal genio conmigo.

- De verdad que eres idiota.

- ¿Te han dado la tarjeta que esperabas?

- Tendría que mirarlo pero creo que sí – sonrió Akashi – aunque mi padre...

- Olvídate por un momento de tu padre. ¿Quieres ir a esa orquesta?

- Sí, más que nada.

- Pues entonces, llámales por teléfono mañana a primera hora y diles que sí – sonrió Aomine – así de fácil.

- Pero mi padre...

- Tu padre no manda en tu vida y sinceramente, creo que tú y yo estamos prometidos, lo que implica que vas a vivir conmigo y yo siempre apoyaré tus decisiones porque quiero verte feliz. Olvídate de tu padre. ¿Qué te parece si nos vamos a celebrar mi victoria en el partido y tu actuación a un bar?

- ¿Vas a invitarme a unas copas?

- Bueno... si quieres, te dejo invitarme a ti.

- Tienes mucho morro, pero sí, quiero una copa.

Los dos caminaron en silencio hacia un bar cercano. Allí servían las mejores copas, o eso decía Aomine.

El local estaba a rebosar de gente, era normal al ser día de partido. Todos se reunían en los bares para disfrutar de la bebida y el deporte. Por un momento, Akashi tuvo miedo de que reconocieran a Aomine, pero al parecer, no les prestaban demasiada atención. Ahora tras haber acabado el partido de baloncesto de los Knicks, televisaban uno de béisbol en el que todos tenían puestos sus ojos.

- Dos chupitos de tequila – pidió Aomine.

- ¿Tequila? Yo prefiero un flambeado.

- Esto es para ir calentando motores. Bébetelo y luego te pido el flambeado – sonrió Aomine.

***

Llegaron casi a rastras a la habitación y es que no entendían ni cómo consiguieron llegar hasta el apartamento entre risas y tropezones, pero al final, allí estaban. Desnudándose a gran velocidad y esparciendo parte de la ropa por el pasillo. Aomine abrió la puerta de la habitación, dejando que Akashi entrase de espaldas sin separar sus labios y una vez se encontraron dentro, siguieron quitándose lo que quedaba de ropa a gran velocidad, sin importarles dónde caía.

Akashi sonrió al ver el perfecto cuerpo de Aomine, bronceado y tonificado. Se notaba que era un deportista nato y lo que debía entrenar. La mano de Akashi pasó tras la nuca de Aomine, permitiéndole profundizar el beso que había iniciado.

Los dedos del pelirrojo eran tan suaves que volvían loco a Aomine, jamás había deseado las caricias de alguien tanto como lo hacía con las de ese chico que rozaba con sus yemas sus mejillas y bajaban por su cuello, clavícula y cintura en dirección a su zona íntima. Pese a que Daiki trató de aguantar el primer gemido al sentir los ágiles dedos de Akashi en su miembro, no pudo retenerlo, dejando que escapase y se ahogase en la boca del pelirrojo, que recogió gustoso aquel gemido que le incitó a seguir acariciando al chico al que amaba.

Aomine aprovechó también para pasar su mano hasta el abdomen de Akashi, acariciándolo pese a la incertidumbre que tenía de seguir bajando tal y como ese pelirrojo había hecho con él. Sabía perfectamente el carácter del pelirrojo y aunque él siempre había sido muy decidido, Seijuroo era de esos chicos que tenía un carácter endemoniado.

Al ver Akashi lo parado que estaba Daiki, lo cual era raro en él, decidió sacar la mano de su entrepierna para meterla en la boca del moreno, pidiéndole y casi exigiéndole con una gran y perversa sonrisa, que lamiera aquellos labios, porque hoy sin falta, iba a ser suyo.

Akashi introdujo sus húmedos dedos en su interior, seguido por uno más que Aomine coló para darle mayor placer. El primer gemido pronto fue seguido por un ceño fruncido y la respiración entrecortada de ambos.

- De verdad que tienes un carácter del diablo – le dijo Aomine con una gran sonrisa, pero Akashi agarró la mano de Daiki llevándola hasta su entrepierna.

- Ponte a trabajar, Dai – le dijo Akashi sin más.

Una sonrisa se escapó también de los sensuales labios del moreno, acercando su rostro aún más al de su sorprendido novio cuando sintió cómo Aomine sostenía su miembro con cierta rudeza.

- No me des órdenes – le susurró Aomine rozando sus labios a los de un sonriente pelirrojo.

- Bésame y cállate – le ordenó nuevamente sacando una sonrisa juguetona de Daiki, quien quiso quejarse antes de sentir cómo Akashi devoraba su boca una vez más, metiendo la lengua a jugar con la del fogoso moreno.

Los dedos del moreno no dejaron de introducirse incluso cuando Akashi sacó los suyos y se dedicó en exclusivo, a dar placer al miembro de su novio. El pelirrojo detuvo la mano de Aomine y se colocó mejor sobre él sin soltar su boca, sacando sus dedos de él y penetrándose con lentitud.

El movimiento de las caderas de Akashi siempre excitaba al moreno. Verlo era todo un arte de la seducción. Sus párpados se cerraban, su boca se entreabría y los gemidos sonaban como la música más bella de todas. Su cintura no dejaba de moverse, buscando su propio placer y jadeando cada vez más alto.

Las manos de Akashi se apoyaron sobre el moreno pecho de Aomine y aunque no quería abrir los ojos, sabía que su chico sonreía y disfrutaba de aquella visión mientras le cabalgaba. Estando allí arriba, Akashi sentía que manejaba la situación. Buscaba la mejor colocación posible, dirigía el ritmo que más le gustaba y controlaba el placer de Daiki. Era su favorita sin duda alguna y Aomine lo sabía. Era un chico controlador.

Ceder el control a favor de Akashi, era algo que no le importaba en absoluto al moreno, porque mientras él cabalgaba y tomaba las riendas del sexo, él estaba abajo, disfrutando de la visión y sus gemidos. No podía desear nada mejor que aquello.

El ritmo se intensificó hasta hacerse casi frenético. Akashi cabalgaba como todo un experto. El miembro de Aomine entraba y salía de él con rapidez y los dedos de Akashi, arañaban ligeramente el pecho del moreno a cuanto más placer sentía.

Aomine se incorporó ligeramente hasta conseguir agarrar el cabello de su chico y acercar su rostro. El intenso y fogoso beso hizo que Akashi eyaculase al instante, frenando su cintura y dejando que el placer disminuyese lentamente. Aomine sonrió al ver cómo su novio abría los ojos con lentitud.

- ¿Has disfrutado?

- ¿Lo has hecho tú? ¿Has conseguido acabar?

- Sí, tranquilo – sonrió Aomine – levántate con cuidado o mancharemos todas las sábanas.

- Creo que vamos a necesitar una buena ducha.

- Yo también lo creo.

- ¿Así que éste era tu plan? ¿Emborracharme para sexo desenfrenado?

- ¿No era tu plan? – sonrió nuevamente Aomine, lo que hizo que Akashi le besase una vez más.

- Voy a la ducha – le besó Akashi antes de levantarse para ir a ducharse.

Un silbido fue lo que escuchó por parte de su chico, todavía tumbado en la cama pero que no perdía de vista su cuerpo desnudo paseando por su cuarto en dirección al aseo.

- De verdad que eres idiota.

- Oye, Akashi... estaba pensando que podríamos hacer alguna locura.

- ¿Alguna locura?

- Bueno... una en concreto – sonrió – quizá enfade un poco a tu padre y puede que a mi representante pero... ¿Qué te parece hacer una escapada?

- ¿Dónde quieres ir?

- Si te lo digo, dejará de ser una sorpresa. ¿Quieres arriesgarte?

Akashi pensó un segundo en aquella propuesta. Toda su relación había sido una maldita locura. Se conocieron en un metro, se acostaron la primera noche, sin apenas hablar, luego le obligaron a asistir a una cita con la hermana de Aomine para acabar convirtiéndose en su futuro esposo, porque estaban prometidos. ¡Sí! Todo era una locura con Aomine. ¿Qué más daba una más?

- Vale, hagámoslo. Tú dirás, pero déjame ducharme antes.

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