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Capítulo 17: Cambio de planes.

¡Él cocinaba mucho mejor! Es lo que Kagami pensaba mientras masticaba la comida que Tetsu trajo. Sin embargo, no pensaba quejarse. Era todo un detalle que hubiera pensado en él, habiendo ido a algún lugar a comprar algo que comer y además, estaba allí, haciéndole compañía. ¿Qué más podía pedir? Ese chico realmente le gustaba. No era como los ligues pasajeros con los que solía estar, ¡no! Por este chico sentía algo fuerte.

- ¿Por qué bailas en ese local? – preguntó con numerosas dudas Kagami.

Conociendo a Tetsu, sabía que él no era de la clase de chicos que se acostaría con alguien o frecuentaría esos lugares. Algo debía impulsarle a trabajar en un lugar semejante. Seguramente tema económico, pero estudiando en Juilliard... era raro.

- Pagar la matrícula y la estancia aquí no es barato precisamente – dijo sin nada más que añadir. Era una explicación con fundamento.

- ¿No tienes una beca?

- Sí, pero no abarca todos los gastos. Además, aquí cerca, en New Jersey vive una abuela mía y la medicación no es barata. Le ayudo en lo que puedo. Mis padres tampoco saben que estoy estudiando en Juilliard. Seguramente se enfadarían mucho si supieran que hago ballet.

- ¿Y qué creen que haces aquí?

- Estudiar finanzas en la universidad y vivir con mi abuela.

- Pues creo... que no haces absolutamente nada de lo que dices.

- Bueno, no es que me dejasen muchas opciones. A mi madre le da igual lo que haga, de hecho... creo que es mejor si estoy lejos. Y mi padre, él no entendería nada sobre la danza, creo yo. Vengo de un pequeño pueblo de vaqueros y ranchos, esperaban de mí que fuera como ellos o que estudiase finanzas y volviera para llevar el rancho familiar. La danza no es algo que ellos vayan a valorar. Por eso tampoco les pido dinero. Prefiero valerme por mí mismo y no tener que deberles nada el día de mañana si ellos considerasen que invirtieron en una educación para mí que no era lo que esperaban. ¿Por qué gastarían el dinero en el ballet? Es lo que pienso.

- Puedo entenderlo viniendo de un pueblo pequeño y dedicado a la ganadería. Porque... se dedican a eso, ¿no?

- Caballos y ganado, sí, llevan un poco de ambas cosas. No es que sea un mal negocio, pero tiene sus malas épocas también.

- Y debe ser muy sacrificado. Trabajos así te impiden incluso viajar o hacer otras cosas, porque debes ocuparte de los animales constantemente.

- Sí, es cierto. Es una vida dura y no es algo que a mí me apasione precisamente. Me gusta la danza, desde niño me gustaba y mi padre intentó entenderlo al principio. Me dejaba practicar ballet mientras luego ayudase en el rancho e hiciera mi trabajo. Pero dedicarme profesionalmente al baile... puede que no se lo tome nada bien.

- Pero es lo que te apasiona – respondió Kagami – quizá sí lo entienda si se lo explicas.

Tetsu jugaba con el tenedor, enrollando un par de espaguetis en él. Todavía salía algo de humo por lo caliente que estaba. Kagami se quedó embelesado unos segundos, viendo cómo los finos labios de Tetsu se juntaban para soplar sobre el tenedor donde tenía los fideos enganchados.

- ¿Siempre te apoyaron cuando dijiste que querías dedicarte al baloncesto?

- La verdad es que no – sonrió Kagami, fijándose en su comida y hundiendo el tenedor para enroscar los fideos – de niño quise ser muchas cosas, me fascinaba la cocina, así que pensé en ser chef, también bombero y entre las cosas remotas... jugador de baloncesto. En la universidad estudiaba para cocinero pero jugaba en el equipo de baloncesto. Unos ojeadores me vieron y me ofrecieron un contrato. A partir de ahí, mi carrera empezó a ascender y me olvidé del resto de profesiones.

- Tu padre no creía que llegarías a profesional en el deporte.

- La verdad... creo que no – sonrió – era la opción más complicada y la probabilidad más baja. Supongo que pensó que acabaría siendo chef. De hecho, estudiaba para ello.

- Imagino que se te da genial la cocina entonces.

- Tienes que probar mis platos. Consigo hasta que mi compañero Aomine coma más cosas aparte de carne, pizzas y pasta – sonrió – aunque me cuesta lo mío intentar camuflarle ciertos alimentos. Odia las setas y los champiñones, los llama hongos. Oye, Tetsu... ¿Te apetecería venir mañana a comer y te preparo mi plato especial?

- Lo siento, mañana no puedo.

- Oh – sonó como si le estuviera poniendo una excusa o le diese largas, lo que hizo que Tetsu le mirase al instante al no haber sido esa su intención.

- No lo decía porque no quisiera – intentó apresurarse a confesar – es que mañana he quedado con Momoi para practicar. Estaremos todo el día con la coreografía. Hay bastantes levantamientos y debo practicar. No soy precisamente demasiado fuerte como verás y... tengo que levantarla por encima de mi cabeza, con los brazos extendidos, no es fácil.

- ¿No es arriesgado? – preguntó Kagami al ver cómo Tetsu volvía a su caja de comida, rebuscando algo del fondo.

- Practicaremos con colchonetas – susurró Tetsu, como si eso quitase peligrosidad a lo que harían.

- Habías dicho que ella también quería hacer un levantamiento, es decir... levantarte a ti. ¿Podrá?

A Kagami se le notaba preocupado y es lo que Tetsu detectó por la forma en que hablaba. Dejó el cuenco de la comida a un lado y le miró con su inexpresión habitual.

- Para un levantamiento, aunque se requiere de cierta fuerza, la verdad es que de las cosas más importantes es la colocación. Si colocas y preparas bien los pasos para el levantamiento, sí... ella podría. Es decir, le faltaría fuerza para hacer un levantamiento por encima de su cabeza como los que yo tendré que hacer con ella, pero... si está tumbada en el suelo y se ayuda del pie y las manos, podría levantarme lo justo. No hay mucho problema, creo – comentó Tetsu –. No puedo venir a comer pero... quizá podría venir a cenar – sugirió finalmente, lo que hizo sonreír a Kagami.

- Cenar también me parece bien.

***

Revisó una vez más su perfecto plan para la cita. Apenas había pegado ojo pero quería que todo fuera perfecto hasta el mínimo detalle. Iría al parque, darían un paseo por el lago Harlem Meer que estaba al lado y, de paso, irían a los jardines del conservatorio. Allí irían a un precioso restaurante de lujo y de vuelta a casa. La acompañaría por supuesto y quizá regresara a tiempo para practicar un poco.

Tras una hora de camino al norte de Central Park y ver la pista de hielo a esas horas vacía, se sentó en uno de los bancos. Él nunca había patinado sobre hielo pero había tantas cosas que no había hecho en su vida. Ir al parque no era precisamente algo que hiciera a menudo tampoco. ¡Hoy era especial! Tenía esa cita con la hermana de Aomine, así que... debería salir de su rutina.

Miró nuevamente el papel donde tenía apuntado todo el plan para hoy. Milimétricamente planeado y ella ya llegaba tarde. Entonces, una bicicleta frenó frente a él. ¡Aomine estaba subido a ella y llevaba una más vacía!

- Vamos, sube.

- ¿Qué haces tú aquí?

- Pues... venir a mi cita.

- Alto ahí, tengo una cita con tu hermana.

- De eso nada, tienes una cita conmigo. ¿No te ha llamado tu padre aún para explicarte las cosas?

- ¿Cómo que explicarme las cosas?

- Sí. Tú y yo... prometidos.

Akashi se lanzó a reír. Era de las pocas veces que Aomine le veía reír de esa forma, pero evidentemente, no le creía.

- Vale, como broma estaba bien. ¿Dónde está tu hermana?

- Ya te lo he dicho. Tu cita es conmigo y por cierto, tira ese papel, hoy mando yo – sonrió Aomine.

De mal humor pero viendo que el moreno parecía hablar en serio, Akashi caminó con rapidez para apartarse un poco mientras buscaba el número de su padre en la agenda del móvil. Lo llamó al instante. Le daba igual si hoy tenía o no reuniones, eso era importante. Aomine sonrió desde la bicicleta, apoyando la que iba a ser para Akashi en el banco y sonriendo sin poder parar.

Antes incluso de que Masaomi pudiera pronunciar palabra, Akashi empezó con su abordaje.

- ¿Qué clase de broma es esta? Aomine está en mi cita – se quejó.

- Cálmate. No he tenido tiempo de avisarte. Las negociaciones han cambiado. El padre de Aomine me llamó y me hizo una propuesta mejor. Aomine es un gran jugador de la NBA, gana millones y tiene mucha más influencia que su hermana. Será un gran partido que te vean con él.

- ¡Es un hombre!

- Acostúmbrate. En esta sociedad moderna, ya nadie lo verá como mal y va a traer grandes beneficios a nuestra empresa. Ahora disfruta de tu cita.

- ¿Contento? – preguntó Aomine desde la bici -. ¿Te subes ya a la bicicleta? Me gustaría empezar a pedalear o me quedaré frío aquí.

- ¿Cómo narices has hecho cambiar de opinión a mi padre? – preguntó completamente enfadado, caminando hasta Aomine y tomándole del cuello de la camiseta.

- Un mago nunca revela sus trucos – contestó con diversión.

- Eres idiota.

- Vamos, Sei – sonrió Aomine – sé que te gusto algo más que mi hermana, nos lo pasamos bien, entiendo tu carácter y el matrimonio puede funcionar mejor que con mi hermana. Odio que hagan daño a mi hermana y... hablé con mi padre y con ella evidentemente. Ella feliz de no tener que casarse y no le afectó demasiado, al fin y al cabo, ni siquiera os conocíais aún, así que no estaba enamorada de ti. A mi padre le da igual, además soy su hijo primogénito, haría lo que fuera por mí. En cuanto le dije que me interesabas, aceptó cambiar el trato. Tu padre fue un hueso más duro de roer, al principio no quería aceptar por eso de cómo lo vería la sociedad al ser dos hombres, luego mi padre le explicó las ventajas que tendría tanto a nivel empresarial con él como a nivel de influencias conmigo y... aceptó. Soy un buen negocio – sonrió – lo que tenemos que hablar es sobre nuestros términos para el matrimonio.

- ¿Términos? ¿Es un contrato o qué?

- Algo así. Soy una superestrella del baloncesto. No puedo permitir que mi futuro marido vaya por ahí escapándose por las noches a follarse a saber a quién.

- Tampoco sería ético que un futuro pianista reconocido mundialmente como yo lo seré... tenga que aguantar infidelidades. Ya sabemos cómo son los deportistas – dejó insinuado.

- No habrá problema por mi parte. Si quiero sexo, te buscaré – sonrió Aomine.

- Ya, claro... sé que tenéis partidos fuera de la ciudad. En esos casos...

- Si no estás disponible por mis viajes, utilizaré mi mano – dijo con total claridad Aomine – ahora sube a la bicicleta, empezamos la cita.

Algo malhumorado todavía, Akashi tomó la bicicleta y subió. Ahora entendía el motivo por el que ayer Aomine se reía diciendo que no dormiría por planificar su cita. Era un obseso del control, lo reconocía, por eso llevaba todo perfectamente estructurado, pero con Aomine, nada serviría, él siempre le sacaba de su zona de confort y le hacía perder el control de la situación. Lo único que podía hacer con él, era dejarse llevar.

Pedaleó a su lado, en silencio. ¡Odiaba ese silencio! Pero cuando intentó hablar, Aomine lo mandó callar. ¡Se estaba enfadando! ¿Qué clase de cita era esa donde sólo montaban en bicicleta? Y entonces, cuando quiso darse cuenta, los minutos pasaban y lo único que sentía era una extraña relajación. La gente a su alrededor caminaba con lentitud, iban de paseo, todo lo contrario a lo que ocurría en la gran ciudad que siempre tenían prisa.

Muchos estaban de picnic, o jugando a algún deporte. Se divertían, lo pasaban bien y sobre todo, estaban relajados. ¿Cuándo fue la última vez que él se sintió sin presión alguna? ¡Ni lo recordaba! Hasta hoy en ese mismo instante.

- ¿Más tranquilo? – preguntó Aomine.

- Supongo – se quejó.

- Genial, empecemos entonces con la cita. Vayamos por aquí, sígueme.

Aomine pedaleó con mayor intensidad, poniéndose al frente e indicándole uno de los caminos cercanos al lago. Iban a rodearlo para ir a algún lugar. No saber dónde le hacía sentirse incómodo pero, a la vez, aliviado de no ser él quien tuviera que planear todo.

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