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Capítulo 8: Una Nueva Mala Idea

Después de dos días, Cory había vuelto a la escuela, al parecer había cogido un pequeño resfriado. Había tenido la suerte de no tener que verlo por dos días, pero eso se había acabado.

En el momento que entré a la sala y lo vi en su puesto en la esquina del fondo, quise desaparecer. Tenía dos opciones: arreglaba el asunto o lo ignoraba el resto de mi vida.

Cory levantó la mirada topándose con la mía, pero inmediatamente la corrió con nerviosismo. Eso me dejaba en claro que nuestra conversación y el video estaban frescos en su memoria y no era algo que le agradara.

Me senté en mi puesto, cansada de los problemas, y noté que Harry estaba en frete de la sala, hablando con Camila. Tenía unas ganas de decirle a Harry: "¡¿Qué demonios crees que haces?!", pero me guardé mis palabras, de todas maneras, su grupo de amigos se lo diría en algún momento y de una forma más cruel.

El grupo de Harry eran adolescentes obsesionados con el estatus social y económico, era precisamente por esas razones por las que querían a Harry ahí con ellos, pero Camila no tenía ningún estatus social. Aunque estábamos en una escuela privada y sospechaba que Camila tenía una buena posición económica, dudaba que fuera tan buena como para que los amigos de Harry estuvieran dispuestos a soportarla.

Camila no solo era cerebrito, sino que tampoco era una persona agradable. Al menos, Jason podía hacer amigos y, por lo que había escuchado de otros, no era una persona desagradable... claro, con ellos, conmigo era otra historia.

Cuando Corah llegó, se sentó a mi lado como siempre y se quedó quieta con la vista puesta en Harry y Camila.

—¿De qué me perdí? —me preguntó, extrañada.

—No tengo la menor idea... Tuvo una tutoría con ella y ¡boom!... —hice una explosión con mis manos—. Ahora él la ama.

Corah comenzó a poner sus cosas sobre la mesa.

—Este año han sucedido muchas locuras. Primero tú inscribiéndote a ese concurso de obras, luego Cory besando a Tiffany, después tu video de la fiesta y Harry amando a Camila...

Y eso que ella no había visto a Jack y Tiffany teniendo sexo, eso sí había sido una locura.

—Ha sido toda una aventura —concordé.

—No sabía que alguien pudiera ser capaz de congeniar con Camila, no es alguien con un carácter muy agradable —agregó—. Una vez la oí decir que yo era la típica porrista rubia y tonta, pero que quería ser diferente y por eso me había vuelto gótica.

Yo solté una risa.

No era que Corah siempre hubiera sido gótica, pero desde niña le habían gustado las cosas de colores oscuros y fríos y, por supuesto, le gustaban los accesorios negros. Luego, casi entrando a la preadolescencia, le había dicho a su madre que le diera su ropa a la caridad y que desde entonces solo se podría ropa negra. Su mamá había creído que sería una fase y que en unos años volvería a usar ropa común y corriente, pero hasta ese momento, la fase parecía mantenerse inmutable.

Cuando la clase comenzó, me quedé pensando en Cory y en qué debía decirle. Por más que pensaba, no tenía una buena idea... o al menos una idea en la que yo no quedara como ridícula.

Sería obvio que tartamudearía, pues si lo hacía en situaciones comunes y corrientes, en un momento como ese quizás tendría un colapso y me desmayaría del pánico. Eso solo indicaba que todo saldría bastante mal.

—¿Capital de Bélgica? —escuché preguntar a la profesora entre mis pensamientos.

—Brúcelas —respondí en voz alta, por inercia.

Ni siquiera sabía si me estaba preguntando a mí.

—Muy bien, señorita McCabe. Usted debería representar al curso en la trivia de la semana de historia y geografía.

Todos comenzaron a alentarme para que dijera que lo haría. ¿En qué momento dijo que habría una trivia? Debía prestar más atención a las clases para ahorrarme esa clase de sorpresas. En ese momento me hizo sentido porque de la nada había preguntado la ciudad de Bélgica, nadie pregunta esas cosas de la nada en mitad de la clase.

—¿Quiere que la inscriba como representante? —insistió.

—Ah... —dudé.

—¡Hazlo! —me animaron todos.

—¿Bueno?

—Muy bien, señorita McCabe.

Acababa de meterme en un problema más. ¿Qué acaso yo no tenía un alto? Recién llevaba la cuarta escena de mi pésima obra dramática y ya debía participar en otra actividad escolar. Y lo peor de todo era que lo hacía gratis.

Debía aprender a dejar de hacer cosas que no me darían una recompensa contundente y que, por el contrario, solo me quitarían tiempo.

[...]

Era jueves en la tarde, estaba teniendo mi tutoría con Jason, lo que significaba que debía concentrarme en las matemáticas, en cambio, no podía dejar de pensar en Cory.

Cory me había estado evitando durante casi dos días. Evitaba mis miradas, no pasaba por mi lado en los pasillos y si me llegaba a acercar a él, corría "disimuladamente". Era como si yo tuviera una peste o algo así.

Nunca en toda mi vida una persona me había evitado así y tenía que ser precisamente el chico que me volvía loca con su sola existencia. Eso era tener mala suerte.

—¡Oye! —exclamó Jason, con clara molestia—. Concéntrate.

—Aja.

Jason rodó los ojos.

—No estoy aquí para perder mi tiempo contigo.

—Yo no quiero estar aquí, pero así está la cosa —dije con completa sinceridad, aunque me imaginaba que él lo sabía.

Era obvio mi desprecio hacía las matemáticas, lo que hacía obvio que no estaba ahí por gusto.

—¿Qué puede ser más importante que las matemáticas en este momento?

—Cosas que tú no entiendes... cómo amor.

—¿Y tú entiendes de amor?

No, no entendía absolutamente nada del amor, y menos si hablábamos de amor de pareja.

—Más que tú.

—¿Entonces por qué piensas tanto en eso? Debería serte fácil resolverlo —dijo.

—Dije "más que tú", no que lo comprendía bien —aclaré.

—No llegaras a ningún lado si piensas más en el amor que en cosas útiles —me dijo—. Que estes reprobando matemáticas es lo más relevante en este momento, deja lo demás de lado.

Quizás Jason decía estupideces para mí y muchas personas, pero ese cometario amargado típica de una persona individualista y desapegada me ayudó a seguir con mi obra esa noche:

"Escena 5:

(Personajes: Harley y jefe)

Harley se encuentra en su oficina, mirando por la ventana y pensando en su amor, cuando su jefe entra.

Jefe: ¡¿Qué haces, Harley?!, ¡Deberías estar trabajando!

Harley: (da un salto al oír la voz de su jefe) Lo siento señor. E-estaba...

Jefe: ¿Soñando? (molesto) En vez de soñar con cuentos de hadas, deberías concentrarte en tu trabajo...".

Al terminar la escena, fui directamente a la cama, esperando que el viernes que se aproximaba fuera un mejor día. El que fuera viernes, al menos, le daba una clase de punto extra. Era el último día de la semana laboral, el día en que dejabas tus preocupaciones de lado por un momento y te dedicabas a vivir la vida como quisieras, sin pensar en que el día siguiente tenías responsabilidades con las que cumplir.

[...]

Era viernes a la hora de almuerzo. Corah y yo estábamos en el comedor comiendo como la mayoría de los estudiantes, esperando la última clase del día para poder ser liberados.

El comedor no era de mis lugares favoritos. No me gustaba la cantidad de ruido y gente acumulada, pero lo que más detestaba era esa mezcla de olor a comida que llenaba todo el ambiente; por lo que siempre intentaba comer lo más rápido posible para salir al aire libre.

Todo estaba completamente normal hasta que una discusión comenzó a oírse en el lugar.

Levanté la mirada intentando buscar de dónde venían las voces que sonaban claramente molestas, hasta que me topé con Harry, Camila y el grupo de hipócritas.

—¡Si ella no puede sentarse aquí, entonces yo tampoco lo haré! —exclamó Harry, claramente molesto.

—¿Qué esperas para desaparecer?... El olor a perdedor es horrible —habló la chica conocida como "la abeja reina" por todos en la escuela.

El apodo venía de la película adolescente "Chicas pesadas", ya que ella era exactamente como Regina George, pero más baja. Por lo que sabía, ella conocía que toda la escuela la apodaba así y no parecía molestarle, todo lo contrario, parecía sentirse orgullosa.

Harry tomó de la mano a Camila y la jaló para salir del lugar.

Yo sabía que eso pasaría en cualquier momento. Su grupo de amigos no iba a permitir una cerebrito egocéntrica cerca de ellos, pero Harry era muy inocente a veces y, el hecho de que viera a Camila como una persona que valiera la pena, me hacía pensar que también le encontraba las cosas buenas a todo y a todos. Demasiado positivo para mi gusto.

—Ya sabíamos que eso sucedería —comentó Corah—. De hecho, se demoraron...

—Supongo que querían ahorrarse los problemas con Harry, nadie quisiera tenerlo de enemigo —aseguré—, menos cuando eso te vuelve enemigo de Jack casi automáticamente.

Aunque Jack no era un hermano sobreprotector o que adorara a Harry, sabía que si alguien tenía problemas con Harry y no era él el que estaba mal, Jack lo apoyaría sin dudarlo.

—Oye —me habló Corah, ignorando lo que había pasado recién—. ¿Iras a la fiesta que organizará Molly mañana?

—¿Otra fiesta? —pregunté, algo sorprendida—. ¿Vamos a la escuela o a la universidad?

Corah rio por mi comentario.

—Vamos, será divertido.

La verdad era que las fiestas no eran mi pasión. Tener que ir a una por semana, se me hacía mucha pérdida de tiempo. Además, mi última experiencia en una fiesta no había sido nada grata y no quería volver a pasar por una vergüenza tan terrible como la que había pasado ya. No era tan masoquista.

—Lo pensaré —respondí al fin.

—Bueno.

Dependiendo de las cosas que tuviera que hacer y de mi ánimo, vería si estaba dispuesta a soportar una fiesta más.

[...]

A la hora de salida, me moví rápidamente por los pasillos intentando buscar a Jack. Necesitaba hablar con él por asunto de extrema importancia.

Cuando al fin lo encontré sacando cosas de su casillero, me paré junto a él.

—Jack —le hablé.

—Summer —dijo, con algo de sorpresa—. ¿A qué debo el honor?

Era cierto que yo no solía buscarlo mucho, solo lo hacía por asuntos relacionados a su hermano y esta vez no tenía nada que ver con Harry.

—Quería pedirte algo así como un favor...

Jack cerró su casillero y se apoyó con un costado contra él para mirarme con atención.

—Cuéntame.

—T-tú... Tú estás en el equipo de fútbol americano.

—Soy el capitán —corroboró, con una pequeña sonrisa.

Suponía que ya había notado mi nerviosismo y eso le causaba un poco de gracia.

—Exacto... Quería saber... —tomé un poco de aire—. ¿Qué tanto convives tú con C-Cory?

—¿Con él amor de tú vida? —se burló—. Poco... es muy retraído. Incluso me sorprende que alguien tan tímido sea tan bueno en el fútbol americano, es un deporte demasiado bruto para alguien tan adorable.

—Lo sé. Es intrigante —dije con devoción.

—¿Qué necesitas con él?

—Después de lo de la fiesta, me ignora —expliqué, suponiendo que Jack sabría la razón.

—Pues acorrálalo.

—No haré eso —dije con desagrado.

Él y Harry no se parecían mucho de actitud y personalidad, pero sí que tenían una facilidad para tener malas y peligrosas ideas. En ese sentido, se notaba que eran familia.

—Quieres llamar su atención, ¿no? —preguntó y yo asentí—. Creo que tengo una forma de ayudarte.

Yo lo miré con algo de ilusión, suponía que lo que tuviera me serviría aunque fuera un poco.

[...]

Y ahí estaba yo, inscribiéndome para ser ayudante del entrenador de fútbol americano. ¿Qué debía hacer? Preparar la cancha, lavar los uniformes de los jugadores, pasar lista, etc.

Haría todas esas cosas que jamás pensé que haría solo porque quería acercarme un poco más a Cory y, con suerte, hallar un buen momento para hablarle de una vez por todas. En ese sentido, me alegraba que el ayudante anterior hubiera renunciado.

Más trabajo extra agregado a la lista de trabajos que hago porque sí... ¡Yay!

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