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Capítulo 7: Video

Pasé, nuevamente, todo el fin de semana evitando a todo el mundo. Prefería hundirme en la vergüenza en solitario antes que tener que compartir mi pesar con demás personas, aunque fueran mis amigos de toda la vida.

Para el lunes en la mañana tenía acumuladas al menos doscientas llamadas perdidas y mil mensajes de Corah, cincuenta mensajes de Harry, veinte de Jack y treinta menciones en historias de Instagram de diferentes compañeros que habían compartido el video en sus historias... los muy graciositos.

Yo no estaba destinada a ser famosa y exitosa como Ariana Grande por mi voz, como Emma Watson por mi actuación, como James Wan por dirigir o producir películas o como J. K. Rowling por escribir libros (si no conocen a alguno... búsquenlos y notaran lo exitosos que son). El destino me tenía preparada otra clase de fama: ser famosa por un video gritando ebria.

Estaba segura de que había peores famas que esa, pero definitivamente, para mí, esa era una de las más malas. Por suerte, dudaba que ese video llegara a mis padres, pues eso sí que me hubiera avergonzado, no tenía claro si por lo ebria que se notaba que estaba o por el hecho de que estuviera hablando del pene de Jack Roberts.

Cuando me bajé del autobús frente a la escuela, sentí pánico. Quería correr por la calle y que, con un poco de suerte, un auto no alcanzara a frenar y me atropellara, pero no. No estaba bien desear cosas malas, probablemente había mucha gente que desearía no haber sido atropellada. Yo debía agradecer que solo había hecho el ridículo de mi vida y que seguía completamente sana física y mentalmente.

Caminé por los pasillos fingiendo que no me importaban las miradas que me seguían como si fuera modelo en una pasarela y en cuanto a los comentarios, al menos nadie había dicho algo en voz alta que pudiera oír. Prefería no escuchar lo que decían de mí, suficiente tenía con saber que no era nada realmente positivo.

—Últimamente no estas de suerte —me dijo Corah cuando me vio.

Estaba apoyada en su casillero, probablemente me había estado esperando.

—Y empeorara mañana cuando tenga mi tutoría con Jason.

El lunes había sido terrible en un sentido, pero al menos había logrado sobrevivir a todas las miradas y cuchicheos. ¿Había algo más malo para un adolescente que ser juzgado por sus pares? Si, tener que seguir reglas y levantarse de la cama, pero ser juzgado por sus pares era lo tercero en la lista que yo llamo "Cosas que no soportan los estúpidos adolescentes (yo incluida)".

Algo que ayudó mucho a sobrellevar la vergüenza, fue que Cory había faltado a la escuela y que Jack no era de mi clase.

Si Jack Roberts hubiera estado en la misma sala que yo durante todo el día, me hubiera terminado por encerrar en los baños a llorar. Por suerte, solo tenía que ver a Harry, quien tenía cosas más importantes en su vida que preocuparse de las cosas que yo había dicho ebria sobre su hermano.

La felicidad no duró tanto, pues cuando iba en dirección a la salida de la escuela, me topé con Jack en el pasillo.

No podía creer que lo hubiera logrado evitar durante tantas horas para terminar encontrándomelo cuando estaba por irme de esa prisión conocida más habitualmente como "escuela".

—Oye...

—Siento lo que dije —me disculpé de inmediato.

—No es necesario, en realidad quería agradecerte.

—¿Q-qué? —pregunté confundida.

—Gracias a ti todos creen que mi pene mide veinte centímetros...

Yo estaba segura de que media algo como eso, a menos de que mis ojos me hubieran engañado.

—Ah —solté una risita nerviosa—. ¿P-puedo preguntar cuanto mide en realidad?

Jack rio.

—Dieciocho solamente.

Ese "solamente" había sido empleado incorrectamente. Dieciocho centímetros eran más que bastante. Los dieciséis que me había quitado la virginidad habían sido suficiente para mí, con dieciocho no podría quejarme, ninguna chica o chico podría quejarse.

—¿Pero porque dijiste eso de mí y no de alguien más? —cuestionó con una sonrisa.

Me parecía curioso como se tomaba el asunto con tanto relajo e incluso con humor. Estaba segura de que otra persona, al menos, me hubiera reclamado por hablar cosas privadas sobre él.

Debía mentir rápido, pues no podía revelar mi fuente de información.

—Bueno... Tú eres el chico más sexy de acá. Si alguien pudiera ser más lindo que Cory, serias tú... y simplemente tiré un número al azar —le expliqué, con una sonrisa muy nerviosa.

Jack volvió a reír. Suponía que se había creído mi farsa, aun con lo nerviosa e insegura que había sonado.

—Bueno, muchas gracias.

Posó su mano derecha en mi hombro con delicadeza y me dio un beso en la mejilla para luego marcharse.

Eso no había sido nada terrible, todo lo contrario, se había sentido mucho mejor.

El que Jack no me hubiera recriminado nada y se hubiera tomado la situación con un toque de humor había hecho que el nudo que había tenido en el estómago todo el día se deshiciera por un momento, al menos.

[...]

La mañana siguiente desperté con menos ánimo aún que la anterior. Si bien, había solucionado el asunto con Jack, ese sería el día de mi primera tutoría de la materia que más odiaba con el chico más detestable que había conocido en mi vida (sí, lo había comentado bastante, pero no podía dejar de recalcarlo).

Cuando llegó la hora de la tutoría. Fui a la biblioteca junto con Harry para encontrarnos con los súper matemáticos de la clase: Camila y Jason. Desde que los conocía a ambos, sabía que eran dos genios de las matemáticas, incluso participaban en actividades extracurriculares.

También sabía que Camila y Jason se solían disputar el mejor promedio en matemáticas, biología, química y física. Lamentablemente, Camila no era muy buena en cosas como literatura y arte, por lo que no lograba alcanzar a Jason por más que se esforzara. Jason, por otro lado, no fallaba en nada, solo sabía que la historia no era su gran talento, pues nunca conseguía el mejor promedio de la clase.

Camila y Harry se sentaron a un extremo de la biblioteca, mientras que Jason decidió que nos sentarnos en una mesa bastante alejada, probablemente para que no nos desconcentráramos con la presencia de ellos.

Mientras Jason sacaba los libros y lápices de su mochila, decidí que sería una buena idea decir algo. Si íbamos a pasar dos días a la semana así por casi todo el semestre, al menos lo haría menos incómodo.

—¿Terminaste la obra? —pregunté.

Él me miró confundido.

—Ah, la obra del concurso —asentí—. Si, hace casi dos meses.

"Hici cisi dis misis". De todas maneras, no era una sorpresa para mí, yo ya me lo imaginaba.

—Ah —dije, fingiendo poco interés—. ¿Y de qué es?

Jason me miró divertido.

—Secreto.

"Sicriti".

—Ah, ¿pero es comedia, tragedia...?

—Acéptalo, Summer —me interrumpió—. No te diré nada, debes hacerlo tú sola.

Yo lo miré ofendida.

—No preguntaba para plagiarte —aclaré—. Eso solo lograría que ninguno ganara... Mi objetivo es ganar, no hacerte perder.

—Wow, eres más lista y decidida de lo que creía.

Y él más estúpido. Claro que mi objetivo era hacerlo perder, incluso si alguien más ganaba, yo sería suficientemente feliz con eso.

Nunca había sido mi sueño ganar una tonta oportunidad de poder dirigir una obra escolar, ni siquiera era fan del teatro, por lo que claramente me había metido ahí solo para provocarle un mal rato a él y que se diera cuenta de que tan perfecto no era.

—Bien, comencemos con las matemáticas.

Una hora y media viendo números, fórmulas y ecuaciones. ¿Cómo era que los matemáticos no desarrollaban depresión? Era tan triste y aburrido ver números y problemas. ¿Para qué querías problemas matemáticos si la vida de por sí era un problema gigante?

Cuando por fin terminamos la terrible agonía, guardé mis cosas rápidamente para irme, pero Jason me detuvo cuando comenzó a hablar:

—Lindo video el del otro día.

Lo mire con los ojos entrecerrados. ¿En serio quería provocarme con eso?

—¿Ah sí? P-pues que l-lindo t-tu... —me quedé pensando, no me había preparado para eso—. ¡Que linda tu carcasa de dinosaurios!

Jason miró su celular.

—Gracias. Amo los dinosaurios... aunque no creo que tú sepas mucho al respecto.

—¿Me estás diciendo estúpida?

—No, solamente ignorante respecto a los dinosaurios y la época en que existieron —dijo, con la clara intención de hacerme sentir idiota.

—No necesito saber sobre animalitos que murieron por culpa de un tonto meteorito.

—Claro que no. No podrías entender la complejidad del asunto.

Jason colgó su mochila en su hombro y camino hacia la puerta con una sonrisa triunfante, dejándome para ahí, con mis palabras en la boca.

—Lo odio —me dije a mi misma.

Salí de mal humor de la biblioteca. Por alguna razón, desde que conocía a Jason, cada vez que cruzamos palabras me ponía de malas. Quizás estábamos hechos para odiarnos mutuamente. Éramos como los gatos y perros; el agua y el aceite; y todas esas clásicas comparaciones para describir a los enemigos naturales.

Mientras caminaba por los pasillos, me topé a Harry, quien salió del baño de hombres con una sonrisa en su cara. Él y Camila había salido unos minutos antes de la biblioteca.

—¿Cómo te fue? —me preguntó con una sonrisa.

—¿Tú cómo crees? —pregunté con tono amargo.

—A mí me fue genial —alardeó—. Camila es una dulzura y además es linda e inteligente... es como la chica perfecta.

Mire a Harry espantada. ¿Camila le había lavado el cerebro?

—¿Camila dulce?

Camila no era dulce. Había hecho equipo con ella en algunos trabajos y en la clase de deportes. Para los trabajos era increíblemente mandona y controladora y cuando se trataba de equipo en deportes, siempre de proclamaba capitana. La primera vez que la vi jugando voleibol, temí por vida. Era una bestia para jugar.

—Nunca había conocido a una chica más adorable... ¿Por qué no hablé con ella antes?

—Quizás porque es realmente desagradable... Levanta la mano aun cuando no tiene que hacerlo y le recuerda cuando hay prueba a los profesores... —le intenté recordar—. ¡Esas personas son potenciales psicópatas!

—Nunca lo había notado —confesó.

—Claro que no, tú vives en otro planeta la mayoría del tiempo.

No podía imaginarme a Harry con Camila. Eran como polos opuestos. Harry se merecía a alguien mejor y Camila a alguien peor... o masoquista al que le gustara ser controlado por una desquiciada con un cerebro superior.

A veces me costaba como Harry era capaz de ignorar tantas cosas a su alrededor, era como si tuviera memoria corto plazo. Conocía a Camila hacía años, no tantos como a mí, pero varios años y estaba segura de que recién había aprendido su nombre. Quizás, los señores Roberts deberían considerar hacerle una tomografía cerebral para asegurarse de que todo estuviera bien ahí adentro.

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