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Capítulo 6: Porno en Vivo

Harry y yo estábamos viendo, o intentando no ver, como Jack y Tifanny se toqueteaban, besaban y hacían ruidos obscenos recostados en la cama del cuarto. La verdad era que no tenía idea de que ellos eran algo más que amigos y hubiera preferido no haberme enterado.

Harry estaba hecho bolita con los ojos cerrados y al parecer estaba intentando fingir que él no estaba dentro de un armario viendo a su hermano tocando a una chica de una forma, claramente, sexual.

Yo le estaba pidiendo a Dios o a Lucifer (el que respondiera primero), que la situación no fuera más allá de manoseo sobre la ropa, pero no funcionó. En diez minutos habíamos pasado al sexo oral.

Lo que pude concluir de toda esa situación, era que Jack era bueno usando la boca o Tiffany era muy buena actuando.

Harry había pasado de ignorar los ruidos, a taparse los oídos directamente con las manos. Yo no tenía hermano, pero si lo hubiera tenido, estaba segura de que no me hubiera gustado verlo montar una escena pornográfica sin que supiera que yo lo estaba viendo en vivo.

Esta vez le pedí a Buda o Ala que los detuvieran ahí, y que no pasaran más allá. Pero pude comprobar que, en momentos críticos, la religión de cualquier tipo no funcionaba.

Otra conclusión respecto a Jack: ¡esos deben ser al menos dieciocho centímetros!

Respecto a Tiffany: además de lindo trasero, tenía una linda entrepierna. Nuevamente, Tiffany ganaba puntos a su favor.

La situación comenzó a ponerse cada vez más incómoda y extraña. De pronto, había una conversación sucia, un vibrador y una venda para los ojos. En ese momento, decidí que no quería ver, ni oír más.

¿Cómo miraría después a Jack a los ojos? Ahora, cada vez que estuviera con él recordaría esa escena incomoda.

Me volteé, quedando con la vista puesta en Harry. No tenía claro si estaba teniendo una crisis nerviosa, un ataque de pánico o un ataque cardíaco. Quizás tenía todo a la vez, pero lo comprendía completamente.

Llevábamos más de dos horas ahí y aún no se terminaba la tortura. Según mis cuentas, Tiffany iba ya por el tercer orgasmo y Jack por el segundo.

—Necesito salir de acá —susurró, de pronto, Harry.

—Ya llevamos más de dos horas aguantando, no te puedes rendir ahora.

Los dos estábamos en nuestros celulares, los cuales teníamos completamente en silencio para no delatarnos por accidente.

Harry parecía nervioso aun cuando tenía la vista pegada al celular, aunque era lógico, ver la pantalla del celular no aislaba los gemidos, jadeos y esas frases de connotación sexual que se estaban diciendo Jack y Tiffany.

Cuando ya eran las más de la doce, comencé a cabecear por el sueño y Harry parecía estar en la misma situación, pues no había mucho que hacer dentro de un armario.

Por suerte, los otros dos habían dejado de tener sexo y se encontraban recostados en la cama conversando cosas triviales. Tiffany estaba fumando y de vez en cuando, Jack le daba unas caladas a su cigarrillo.

Yo sabía que él no fumaba mucho, debido a que necesitaba mantener una buena condición física y ya tenía suficiente con el alcohol, el cual tampoco consumía en cantidades desmedidas. Solo una vez lo había visto muy ebrio un año atrás, pero, generalmente, no se embriagaba.

De pronto, Harry se pegó a mí.

—Al menos sabemos que Cory no le gusta en serio —bromeó.

Definitivamente, Tiffany no tenía intenciones serias con Cory, o jamás hubiera hecho lo que había hecho con Jack en ese momento.

—¿Estas mejor? —pregunté.

Él se encogió de hombros.

—Guardaré este recuerdo en lo profundo de mi memoria... no hay nada más que pueda hacer ya.

Unos segundos después, Jack y Tiffany comenzaron a moverse. Se levantaron de la cama, apagaron el cigarro y comenzaron a vestirse mientras hablaban. Unos dos minutos después, salieron del cuarto cerrando la puerta detrás de ellos.

Harry y yo, literalmente, salimos del armario, desesperados.

Se sentía bien poder ver algo más que lo que estaba en el armario y estirar las piernas, las cuales se me habían entumecido más de una vez durante todo ese suceso.

—Me aseguraré de que no estén —me dijo Harry.

Entonces, se recostó en el suelo boca abajo y miró por debajo de la puerta.

—No hay moros en la costa —avisó, poniéndose de pie.

Ambos salimos de la habitación sintiéndonos liberados y cerramos la puerta sin dejar rastros de nuestra presencia.

—Jamás comentaremos esto —me advirtió Harry.

Era obvio que no quería que nadie, en particular Jack, se enterara de ese acontecimiento tan traumático.

—Ni siquiera Corah lo sabrá.

En realidad, no quería que Corah supiera porque haría preguntas como: ¿Qué hacías en el cuarto de Tiffany? Preguntas que no quería responder porque quedaría como una desquiciada psicópata. Si era sincera, me arrepentía mucho de haber entrado a su cuarto y jamás volvería a hacer una cosa como esa.

Una vez que nos despedimos, Harry corrió con sus amigos por su lado y yo fui al minibar del patio para servirme un trago. Me serví al menos cinco shots de tequila, pues estaba dispuesta a olvidar o al menos dejar borroso el recuerdo de esa noche.

No sabía cómo miraría a Jack después de eso o como podría estar con él sin pensar en lo que había visto. Sin quererlo, sabía que la imagen de él entre las piernas de Tiffany llegaría a mi mente para perturbarme y se sentía terrible.

Hubiera preferido mil veces que Tiffany hubiera estado con otro chico, uno al que no conociera desde que había entrado a la escuela en mi niñez y con el que no tuviera que convivir seguido.

Mientras me empinaba una botella de vodka puro, noté que Cory llegó a mi lado a servirse algo, pero se detuvo al verme en ese estado.

Me miró con preocupación al principio, pero luego me miró algo enternecido, incluso pude jurar haber visto una pequeña sonrisa asomarse en sus labios. Quizás era que la cantidad de alcohol ya me estaba haciendo efecto, pero estaba segura de que no podía alucinar tan bien.

—Hola, Summer —me saludó, con esa muy dulce voz que tenía.

Así que sabía mi nombre.

Éramos compañeros de hace unos años, lo lógico era que supiera como me llamaba, pero por nuestra poca interacción había llegado a pensar que no le importaba mi nombre y, por lo tanto, no lo recordaba siempre.

—Cory... —dije con una sonrisa boba—. Te había extrañado.

En su cara se formó una expresión de sorpresa. Estaba siendo más expresivo que de costumbre.

—¿A m-mí?

Asentí sin quitar la sonrisa.

—Sí, extrañe a mi príncipe azul.

Cory tenía una expresión de confusión.

—¿S-segura de que sabes q-quién soy? —preguntó, con claro nerviosismo.

—Cory Diamond. El chico más ardiente de toda la escuela... En mi opinión, ni Jack con sus veinte centímetros de pene puede ganarte.

—¿Q-que? —Cory estaba claramente nervioso por mis palabras de "ebria que no sabía dónde estaba parada".

—Lo que oíste —dije subiendo mi tono de voz—. ¡Cory Diamond es el chico más ardiente de la escuela y ni siquiera Jack Roberts, con sus veinte centímetros de pene, puede ganarle!

Todos alrededor comenzaron a reír por mi confesión y yo solo miraba a Cory con devoción, sin darme cuenta de lo que en realidad sucedía.

Él no dijo nada, pues pareció entrar en pánico y lo único que hizo fue servirse un trago muy rápido y alejarse con sus amigos.

Yo me había quedado bebiendo más, pues lo que había pasado con Jack seguía llegando a mi cabeza de la nada. Era tan fuerte que ni siquiera había procesado que había hablado con Cory, sin tartamudear, y que lo había espantado de paso.

[...]

A la mañana siguiente desperté con el dolor de cabeza más grande de la historia, pero aún podía recordar el montaje pornográfico que había presenciado en vivo la noche anterior. El alcohol no me había quitado el trauma, por más que había bebido y bebido.

Estaba segura de que esa se había posicionado en el top uno de veces que más me había emborrachado, en especial porque lo había hecho con toda la intención de emborracharme.

—Maldición —me quejé, al recordar las cosas de la noche anterior. Todo mi esfuerzo no había dado frutos.

Saqué de mi velador unas pastillas para el dolor de cabeza y fui al baño para tomármelas. Cuando volví, comencé a revisar mis redes sociales como solía hacerlo.

Lo último que recordaba de la fiesta era que estaba sentada en el minibar tomando de una botella de vodka. Estaba segura de haber hablado con alguien en ese momento, pero no recordaba a la persona o lo que le había dicho. Tampoco recordaba como había vuelto a casa, pero suponía que Corah era la responsable de que yo estuviera con vida en ese momento.

Me metí a la cuenta de Instagram de mi clase para ver si podía recordar algo, cuando me encontré con la estupidez de tamaño atómico que había hecho.

Vi el video al menos diez veces seguidas esperando no haber gritado a todo pulmón: "¡Cory Diamond es el chico más ardiente de la escuela y ni si quiera Jack, con sus veinte centímetros de pene, puede ganarle!", pero así era.

Eso solo tenía un nombre, se llamaba: "suicidio social"; y, para un adolescente, era una de las cosas más terribles que le podían pasar, casi tan malo como quedarse sin celular.

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