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Capítulo 24: El Incidente

Estaba guardando mis cosas en mi casillero después de la tutoría con Jason, por lo que la escuela estaba casi vacía.

Jason se había quedado en la biblioteca para estudiar un poco para un examen que tenía al día siguiente. Siempre era tan responsable.

Cuando cerré mi casillero, tomé mi mochila del suelo, me la colgué al hombro y salí del edificio. Comencé a caminar por la vereda en dirección a la parada de autobuses que me servía, hasta que algo me detuvo.

Había un chico sangrando, tirado en el suelo en el pasaje que había entre la escuela y el edificio contiguo. Si mi vista no me fallaba, tenía la corbata de la escuela, por lo que me acerqué para ver si lo conocía con mi celular listo en la mano para llamar a urgencias.

—¿Harry?

No lo dude ni un segundo y marqué el número de urgencias, tratando de mantener la calma como podía.

El pobre parecía estar inconsciente y su rostro estaba lleno de heridas y sangre, lo que no me ayudaba a sentir mucha calma.

En menos de cinco minutos, una ambulancia apareció en el lugar.

—¿Lo conoce? —me preguntó un paramédico, mientras subían a Harry al vehículo.

—Somos amigos... Su nombre es Harry Roberts —respondí, nerviosa.

Los nervios me estaban dificultando, aun más de lo normal, prestar atención a lo que me decían.

—¿Puede venir con nosotros?

Yo le pensé un momento y entonces, asentí, subiendo a la parte trasera de la ambulancia junto con el paramédico.

—¿Vio lo que paso?

Negué.

—Lo encontré recién y no había nadie cerca.

Aunque por fuera parecía bastante tranquila, por dentro estaba hecha una maraña de sentimientos. Estaba asustada, nerviosa, preocupada y tenía unas ganas intensas de llorar como una bebé, pero debía mantener la compostura y ser un aporte, no un problema más.

—¿Conoce a algún contacto al que le pueda llamar? —el chico me sacó de mis pensamientos.

—A-ah... —el nombre Jack aprecio en mi cabeza—. S-sí.

Tomé mi teléfono y marqué el contacto de Jack, quien respondió después de dos tonos.

Summer —dijo al otro lado de la línea—. ¿Has visto a mi hermano? Me dijo que tenía tutoría hoy, pero el profesor me dijo que no apareció.

¿Cómo no me había dado cuenta de que él y Camila no habían estado en la biblioteca juntos? Había visto a Camila ahí, pero nunca vi a Harry entrar.

—E-estoy con él..., pero vamos al hospital.

¡¿Qué?! ¿Qué paso?

—No sé, y-yo solo lo encontré tirado en la calle sangrando...

Voy a ir para allá.

Entonces colgó.

Cuando llegamos al hospital, los paramédicos se llevaron a Harry dentro del pabellón y yo me quedé sola en la sala de esperas. Me senté en una silla, tomando mi mochila y apretándola entre mis brazos.

Haber visto a Harry así de golpeado y herido me había preocupado mucho. ¿En qué diablos se había metido?

En unos minutos, Jack entró corriendo al lugar.

—¿Dónde está? —preguntó, desesperado.

—Lo llevaron adentro.

—¿Qué tan mal estaba?

—No sé, no me fijé.

Sin quererlo, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos recorriendo mis mejillas.

Jack se sentó a mi lado y me abrazó, sin decir nada. Me imaginaba que él estaba más asustado que yo, era su hermano menor el que estaba herido.

Unos minutos después, los señores Roberts llegaron al hospital. La señora, en especial, era quien se veía más asustada.

—¿Dónde está mi bebé? —preguntó la señora Roberts, preocupada.

Jack se puso de pie.

—Está adentro aun, mamá. Tranquilízate, pronto nos dirán algo —intentó calmarla.

La señora Roberts se sentó, aunque miraba a todos lados como intentando encontrar una señal de lo que sucedía con Harry, y su esposo se sentó a su lado para confórtala.

Varios minutos después, salió una enfermera del pabellón.

—¿Familiares de Harry Roberts?

—¡Aquí! —avisó Jack.

Todos nos acercamos a la joven, bastante impacientes.

—Él está bien. Lo más grave es que tiene un brazo roto y un tobillo lesionado, pero ya lo enyesamos, le pusimos el vendaje en el tobillo y curamos todas sus heridas —explicó—. Podrá irse a casa en un momento.

La señora Roberts suspiró aliviada.

—Perfecto. ¿Dónde debo pagar?

—Sígame por favor.

En media hora, Harry salió del pabellón en una silla de ruedas y con un brazo enyesado en un cabestrillo.

—Mi bebé —la señora Roberts corrió hacía Harry para besarlo por toda la cara, la cual estaba llena de raspones.

—Tranquila, mamá —dijo Harry con una risa—. Estoy perfecto.

La enfermera llegó de vuelta con unos papeles.

—Aquí están las indicaciones y recetas de los medicamentos que debe tomar para el dolor.

—Muchas gracias —el señor Roberts tomó los papeles.

—Y una última cosa... —todos miramos a la enfermera—. ¿Son sus ojos de color natural? —preguntó refiriéndose a Harry.

La señora Roberts le dio una sonrisa.

—Sí, es un chico muy especial.

No era la única que ponía en duda el color de ojos de Harry.

—¿Por qué sus ojos son de ese color? —le pregunté a Jack, en susurro.

Jack se encogió de hombros.

—Hay teorías que dicen que es una mutación genética, por lo que se llama Síndrome de Alejandría... aunque no se sabe si existe —explicó—. También se suele dar en albinos.

—Pero Harry no es albino, tampoco Elizabeth Taylor —le dije.

—No, pero hay excepciones —me explicó—. Lo único que tengo claro es que tiene que ver con el pigmento de melanina y creo que es un espectro del color azul... aunque depende de la luz y esas cosas puedes ver que los ojos de Harry son un poco grises a veces.

Yo asentí. No entendía mucho de lo que Jack me hablaba y parecía que él tampoco, pero suponía que aún era un misterio, en parte, porque había ojos con esas tonalidades.

Comenzamos a caminar a la salida, Jack empujando la silla de ruedas de Harry, mientras los señores Roberts hablaban y yo iba detrás, algo incomoda porque aún me relación con Harry no estaba bien.

Cuando salimos, la señora Roberts volteó a verme.

—Ay, Summer... no tienes idea de lo mucho que te agradezco.

—No tiene que hacerlo señora Roberts.

—¿Quieres comer con nosotros? —me preguntó.

—No quiero molestarlos...

—¿Puedes venir con nosotros..., por favor? —me pidió Harry, algo avergonzado.

Yo lo miré insegura.

—Bueno —accedí, después de unos segundos.

La señora me dio una sonrisa complacida.

—Perfecto —dijo el señor Roberts—. Jack, ayúdame a subir a Harry a la camioneta.

—Yo me iré en mi auto y me llevaré a Summer —informó Jack.

—Está bien, corazón.

Jack y yo llegamos primero a la casa, pero nos quedamos afuera para ayudar a Harry cuando llegara con los señores Roberts.

Cuando llegaron, Jack sacó la silla de ruedas del maletero y luego bajó a Harry para llevarlo adentro de la casa.

—¿Cómo subiré? —preguntó Harry, al ver las escaleras de la casa.

—Te arreglaremos un cuarto de invitados de abajo —le dijo el señor Roberts—. Por el momento ve a la sala.

Harry asintió algo desanimado, probablemente no le agradaba la idea de dormir en otro cuarto que no fuera el suyo.

—Jack, ¿me ayudas en la cocina?

—Claro, mamá.

Jack dejó a Harry en la sala y fue con su madre a la cocina, mientras el señor Roberts fue al cuarto de Harry para sacar algunas de sus cosas y llevarlas a un cuarto de invitados de la planta baja, por lo que yo me quede a solas con Harry en la sala.

—¿Te duele mucho el brazo? —pregunté, para romper el silencio.

—Algo, pero me molesta más lo del tobillo... aunque mañana puedo empezar a caminar un poco.

—¿Cuánto tiempo tienes que estar en reposo?

—Una semana en cama, pero quince días sin hacer actividad física.

Eso lo volvería loco. Conociendo como era Harry, mañana estaría lloriqueando para que lo dejaran hacer algo. Su excesiva energía no le permitiría estar tanto tiempo quieto.

—¿Y qué fue lo que paso? ¿Quién te hizo eso?

—No sé... —dijo, apartando la mirada.

Era obvio que estaba mintiendo. ¿Por qué no quería decirme quien lo había agredido?

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