Capítulo 23: Vestidos
Ese día estaba en el auditorio, viendo cómo los de taller de teatro practicaban la obra de Camila en el receso de almuerzo. Ya la tenían casi toda dominada, pero aún faltaba escenografía, de la cual se encargaban los del taller de arte.
Jason, Corah y Jack estaban conmigo mirando como dos de los grupos rechazados de la sociedad escolar se querían matar entre ellos.
—¡¿A esto le llamas escenografía?! —preguntó uno tomando un arbusto de cartón—. Tú no eres un artista. Artistas son Da Vinci, Miguel Ángel, Picasso... ¡No tú!
—¡¿Y tú te llamas actor?! —le gritó el otro de vuelta—. ¡Mi hermanita menor hace una mejor escena cuando quiere que le compren un juguete!
—Yo pienso que ellos están haciendo una mejor escena que las que hay en esa obra —comentó Jason.
Los cuatro reímos, pero no era realmente un chiste. La obra de Camila era muy aburrida y no era culpa de los actores, era culpa de los malos diálogos y argumento.
La obra era trataba de una familia pobre que vendía a su hija mayor como sirvienta a una casa de una familia rica. Ahí, ella se enamoraba del hijo mayor de la familia, pero, obviamente, la familia no permitía que tuvieran un romance... al final el hombre se hace de valor y se escapa con su amada.
Era una versión feliz de Romeo y Julieta. Amor imposible, ellos insisten en su relación, hacen un plan para hacer su amor realidad..., pero no morían, esa era la gran diferencia y, en gran parte, era eso lo que la hacía aburrida y olvidable.
La verdad era que, si la mayoría de las personas en la actualidad conocían Romeo y Julieta era por el icónico y trágico final... algo exagerado para mi gusto. A nadie le importaba realmente el desarrollo de la obra, ni como los dos luchaban por su amor imposible, lo importante era que se murieran al final. Algo parecido pasaba con Titanic, la que jamás hubiera llegado a ser siquiera la mitad de lo relevante que era si Jack Dawson no se hubiera muerto.
—¿Tendremos que mirar esta basura? —preguntó Corah, de pronto.
—Así parece —dijo Jack, con poco ánimo—. ¿Van a ir a la última fiesta del año? —preguntó, cambiando de tema drásticamente.
—¿Hay fiesta? —pregunté.
—No hay una hace tres semanas y pronto comenzará el período de exámenes... Hay que festejar antes de ir a nuestra muerte —explicó Jack.
—En ese caso, ¿cómo negarse? —le preguntó Corah.
—Esa es mi chica —Jack agarró la cabeza de Corah y le dio un beso en la frente—. ¿Y ustedes?
—Claro —dije yo.
—Está bien —respondió Jason.
—Perfecto.... Yo la organizaré, así que atentos —dijo, levantándose del asiento—. Nos vemos después, tengo que ir a cambiarme para el entrenamiento.
—Adiós —nos despedimos los tres.
—¡Suerte! —le dijo Corah.
—Gracias.
Últimamente los entrenamientos estaban siendo más duros, pues habían perdido un partido contra otra escuela hacía unas semanas. Yo había visto el entrenamiento del sábado pasado y el entrenador había sido bastante duro, en especial con Jack, quien se llevaba el mayor peso por ser el capitán.
El pobre Jack debía estar destruido por los exámenes y el entrenamiento... y aun así organizaba fiestas, ¿quién lo entendía?
[...]
Ese día en la tarde, Corah y yo fuimos a ver vestidos. Esa era época de vestidos de gala por ser fin del año escolar, por lo que había una buena variedad.
—¿Qué tal este? —me preguntó Corah saliendo del probador.
Era un vestido corto y brillante, pegado al cuerpo.
—No usaras medias con él.
—¿Por qué no? —preguntó, con un puchero.
—Es un baile Corah, no un burdel o una fiesta para adorar a Satán.
—Jamás adoraría a Satán con esta clase de vestido.
Solté una risa por sus tonterías, y Corah volvió a probador.
—¿Qué tal este? —preguntó cuándo salió.
Era un vestido negro largo con corte en ambas piernas, con un escote barco que dejaba ver los hombros.
—¿Y lo morado?
—En los aretes y las mechas.
—¿Te pondrás mechas?
—Claro que sí —dijo con seguridad—. Sabes que odio ser rubia, pero mientras mi madre no me deje pintarme el cabello debería usar mechas para apaciguar mi dolor.
Corah era tan dramática como yo a veces. Su cabello no tenía nada de malo, solo la hacía ver menos tétrica y diabólica que otras góticas, por eso no le gustaba. A mí me parecía lindo, no todos los días veías góticas con cabello rubio natural.
—Este será —dijo decidida, mientras se miraba al espejo.
—Bien, entonces es mi turno.
Entre al probador con los vestidos que me habían gustado y elegí uno para comenzar. Salí con un vestido corto con tul en la falda y un corte de corazón.
—Pareces muy muñeca.
—Sí, la falda es muy pomposa —la seguí. Sería incomodo andar con algo tan abultado.
Me metí de vuelta al probador par a luego salir con un vestido largo con corte en una pierna y un escote asimétrico.
—Te queda muy lindo.
—No me gusta tanto, es muy básico.
—¿Entonces por qué demonios te lo pruebas?
—Quería probarme otro antes de mi favorito.
Corah rodó los ojos con una risa y yo me metí otra vez al probador. Salí con un vestido corto con corte halter.
—¡Ese!
—Sí, ¿cierto?
—¡Sí!
Incluso concordábamos en nuestros gustos a veces, aun cuando éramos como polos opuestos.
Corah y yo pagamos los vestidos y luego fuimos por aretes, zapatos y bolsos. Gastamos bastante dinero, pero ninguna de las dos tenía una mala situación económica. Mis padres ganaban mucho en la agencia de publicidad, la única razón por la que vivíamos en un departamento no demasiado grande era porque a ninguno le gustaba hacer cosas en la casa y apenas pasábamos ahí, ¿para qué querríamos una mansión y sirvientes?
Los padres de Corah eran dueños de una agencia de viajes. Su casa era más grande pues eran tres hijos, Corah, su hermana menor y su hermanito más pequeño (el pequeño era una preciosura de la naturaleza). Su casa tenía tres pisos y un estilo victoriano, y estaba rodeada de flores porque su madre amaba las flores.
Después de terminar con las compras, fuimos a la parada de autobuses. Niñas con dinero, pero que viajaban en transporte público. Humildad, señores.
—Mamá dijo que me compraría un auto si sacaba la licencia en el verano —dijo Corah, de repente—. No tendremos que andar en autobús para ir de compras, ni pedir un auto.
—No me subiré a un auto contigo.
Nunca había tenido la oportunidad de ver a Corah manejando, pero no creía que fuera uno de sus talentos, en especial porque era la típica chica que se distraía mirándose al espejo y maquillándose.
—¿No es más divertido cuando hay peligro?
—Quiero vivir, Corah —bromeé.
Corah me dio un empujón y yo se lo devolví.
Por estar distraídas golpeándonos, el autobús casi se pasa de la parada, pero la buena mujer que lo conducía paro unos metros más allá. Las dos corrimos con nuestras bolsas como locas para luego subir y pagar.
—Está bien, me subiré a tu auto. Solo recuerda que no es un autito chocón, ni un tocador —le dije con una risa.
—Haré lo que pueda, pero déjame conseguir el auto primero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro