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Capitulo 22: La Obra Ganadora es...

Ese día en la mañana nos llamaron a todos las clases al auditorio para dar los resultados de distintos concursos que había hecho la escuela durante ese tiempo, entre ellos, el de obras dramáticas.

—¡Jason! —lo llamé, mientras caminábamos con la multitud por el pasillo.

Él volteó a verme y se detuvo para esperarme.

—¿Qué pasa? —preguntó cuando lo alcancé.

—¿Quieres sentarte a mi lado? —le pregunté, con una mirada divertida.

Él me respondió con una risa.

—Será un placer.

Ambos nos sentamos juntos al llegar al auditorio, mientras a mi otro lado estaba Corah, como siempre.

—Solo recuerda que estas aprobando matemáticas gracias a mí —me dijo Jason.

—También te sirve a ti para practicar antes de las pruebas —le recordé.

Aun así, sabía que él ganaba mucho menos que yo. Él no hubiera tenido problemas con estudiar solo por su cuenta y estaba segura de que hubiera ido mucho más rápido de lo que iba conmigo todos los jueves.

Durante al menos diez minutos, los profesores y directora intentaron hacer callar a los más de dos mil alumnos que había dentro del auditorio y cuando por fin se callaron, comenzaron a dar premios.

Dieron el ganador del concurso de cuentos, el de poemas y de otros concursos que a nadie le importaban.

Comencé a susurrar una plegaria inventada por mí misma, mientras tanto.

—Si hay un dios en un universo paralelo en algún lado... por favor, ayúdame —pedí.

—¿A quién le ruegas? —me preguntó Corah.

—A un dios de un universo paralelo.

Corah me miró extrañada.

—No hay un universo paralelo.

—¿Quién sabe? Quizás hay un universo donde hay seres mágicos y cosas así.

—¿Y por qué nadie lo ha descubierto?

—Quizás alguien lo hizo, pero no ha dicho nada.

En vez de prestar atención a lo que estaba sucediendo en el escenario, estaba creando un cuento de hadas.

—Sí, claro —dijo Corah, con ironía—. No hay ningún universo mágico.

—Te deben odiar allá —bromeé.

En realidad, ¿quién decía que no había un universo paralelo donde hubiera seres mágicos? Tal vez no teníamos los medios para averígualo, tal vez alguien ya lo había descubierto, pero... Agh, no tenía tiempo para pensar en eso.

—Ahora, el concurso de obras dramáticas —anunció la directora, por el micrófono.

Puse toda mi atención en la voz de la mujer. Por fin llegábamos a lo que me interesaba realmente.

Jason también estaba mirando hacia el escenario con los ojos muy abiertos. Imaginaba que él tenía aun más esperanzas que yo en ganar, pues, por más que me costara admitirlo, él debía haber escrito una buena obra... no como yo.

—Y el ganador es... —hizo una pausa para crear suspenso—. ¡Camila Manoban!

—¡¿Qué?! —exclamamos, al unísono, Jason y yo.

Camila se levantó de su asiento y subió al escenario a recibir un diploma con una sonrisa triunfante.

—Su obra será presentada a final de año, interpretada por los chicos del club de teatro —informó la directora.

Cuando Camila volvió a su asiento, el cual estaba justo frente a Jason (imagino que lo hizo apropósito), se volteó a vernos con el clásico aire de superioridad que tenía.

—Suerte para la próxima.

—¿En qué momento te inscribiste? —le preguntó Jason. Estaba atónito.

Él y yo nos habíamos inscrito cuando el grupo de estudiantes encargados del concurso fue a nuestra sala a prestar los distintos concursos y a preguntar quienes querían inscribirse y, en ese momento, Camila no había dicho nada.

—Fui a la oficina del centro de estudiantes y me inscribí el mismo día en la tarde... no quería arruinar su fantasía, pues era obvio que iba a ganar yo —dijo, volteándose apenas termino.

No supe que decir, ni que hacer, por lo que mi única reacción fue sacarle la lengua infantilmente, cuando ya no estaba mirando. Luego, me acomodé en el asiento con los brazos cruzados.

—Al menos Jason no ganó —dije.

—Estoy acá.

—Lo sé —dije, con una risa.

Si bien, no ganar fue una decepción, no me sentía deprimida e incluso había hecho mis teorías de porqué había perdido. Teoría número uno: al ser una obra escolar que verán padres e hijos, presentar una tragedia era muy deprimente. Teoría número dos: estaba tan mal escrita que era basura. Teoría número tres: el jurado tenía preferencias. Claramente, me inclinaba mucho más por la segunda, las demás solo eran un tipo de consuelo.

[...]

Cuando iba saliendo de la última clase de ese día, en dirección a mi casillero, choqué con Harry en el pasillo. Él solo me dio una mirada fugaz y siguió con su camino. Ahora era él quien me ignoraba y no Cory.

¿Qué le había pasado exactamente? ¿Alguno de sus amigos habría descubierto lo que habíamos hecho? Porque obviamente a ellos yo no les agradaba y eso le haría un problema en su círculo cercano, tal como le había pasado con Camila.

Aunque yo no era una molesta cerebrito como Camila, era una persona con no mucho filtro y muchas veces había expresado mi desagrado con el grupo de Harry, incluso había tenido discusiones con ellos por cosas como los planes de paseos de fin de curso. El año pasado había discutido con Laurie en clases solo porque ella creía que era mejor ir a una galería de arte que al museo de historia natural... No era como que alguna fuera la actividad más divertida del planeta, pero definitivamente el museo era mejor opción según mi parecer. Al final, yo había ganado..., pero eso no era relevante para la historia.

Al llegar a mi departamento, decidí enviarle un mensaje a Harry. Sabía que era algo estúpido de mi parte hablarle cuando él me había dicho cosas feas y sin una razón aparente, pero necesitaba saber que había causado su enojo esta vez. No quería dejar las cosas así.

El muy gracioso me dejó el visto casi de inmediato. Decidí no insistir, él se perdía la oportunidad de explicar y de arreglar las cosas conmigo.

Si era sincera, me daba algo de tristeza el que no le importara mantener las cosas mal entre nosotros, parecía que no le importaba si yo era su amiga o no... y a mí si me importaba. Después de tantos años de amistad, no quería perder a Harry.

[...]

Durante semanas, mi cabeza estuvo hecha un caos. Parecía que había desarrollado un tic porque cada clase me volteaba a ver a Harry al menos cinco veces. ¿Por qué lo hacía? No tenía idea, era como una necesidad saber que estaba haciendo.

El hecho de que me estuviera ignorando tan descaradamente y que no fuera capaz de disculparse, me estaba comiendo la cabeza. Como detestaba su estúpido orgullo.

En ese momento, estábamos en clases de arte, en una sala especial de arte, por lo que no debía dar vuelta mi cabeza para mirar a Harry, lo tenía justo al frente.

Podía jurar que mi miraba pasaba más tiempo pegada en Harry de lo que pasaba en mi lienzo.

Sus ojos de color violeta eran únicos en el mundo para mí (Elizabeth Taylor no contaba porque no la había conocido en persona... aunque hubiera lo hubiera querido, era una de las mujeres más lindas de este planeta). Cuando era niña había pensado que eran lentes de contacto con color, ya que me parecía imposible que existiera un color de ojos así y que lo tuviera un ser común y corriente como yo. No era como que fueran de un morado intenso, más bien tenía un tono violeta mezclado con gris y, dependiendo de la luz, se veían de un color más intenso.

De pronto, su mirada chocó con la mía... Debía decirlo, era realmente lindo. Rápidamente él quito la vista algo nervioso (yo también me pondría nervioso si había una loca mirándome fijamente).

Cuando la clase terminó, todos salimos de la sala para ir a buscar nuestras cosas para la siguiente clase y no pude evitar notar que él había salido más rápido de lo usual, quizás, con la intención de no toparse conmigo.

En el pasillo, el centro de estudiantes (los organizadores del baile), estaban poniendo los afiches del baile. El evento tendría una temática de... ¿De frutas? ¿Qué clase de baile era ese? ¿Al estilo comercial de Kem Piña?

Comencé a escuchar la canción del comercial de la bebida en mi cabeza. ¡¿Por qué había canciones tan pegajosas en este mundo?! Maldito marketing eficiente.

—¡Summer! ¡Vuelve a la Tierra! —me gritó Corah.

—Estoy en la Tierra... Específicamente en una playa paradisíaca tomando una Kem Piña.

Corah me miró confundida, mientras yo tenía la mirada perdida en el horizonte.

—¿Qué?

—Nada.

—¿Ya compraste el vestido? —me preguntó Corah.

—Fui a ver algunos, pero ninguno me gustó.

Era al primer baile que asistía con tanta seriedad, para algunos bailes anteriores había usado vestidos de fiesta que ya tenía y a los que no había ido, bueno, había usado ese tiempo para quedarme en casa viendo Netflix... y para eso no se necesitaba vestido, solo un pijama y comida chatarra.

—¿Qué tal si vamos a ver algo juntas? —preguntó, mientras caminábamos a los casilleros.

—¿Cuándo?

—El viernes.

No tenía nada que hacer el viernes.

—Perfecto.

Corah me dio una sonrisa y abrió su casillero para meter cosas y sacar otras.

—Adivina de qué color quiero mi vestido...

—Negro.

—No.

—¿No? —pregunté confundida—. ¿Qué clase de gótica eres? Eres cada vez más farsante.

Corah rio.

—Claro que será negro, no seas ingenua —aceptó—. Pero ya que eso era tan obvio... Adivina el color que quiero para mis accesorios.

—¿Morado?

—Que bien me conoces —dijo con una sonrisa.

—Adivina el...

—Rosado —dijo, antes de que pudiera terminar.

—Sí, rosado —confirmé con una sonrisa.

Ella también me conocía bien, ¿y como no? Si llevábamos una amistad de más de diez años y estaba segura de que duraría muchos más.

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