Capítulo 18: Beso
—¿Me quedó un tajo? —pregunté, asustada.
Después de todo, se había confirmado que tenía apendicitis y me habían tenido que operar de urgencia para que no explotara estando adentro.
—No, mi amor. Solo te hicieron una pequeña abertura —aseguró mi madre.
—¿Pero está la cicatriz? —quise corroborar.
—Sí, pero es una muy pequeña.
—¡¿Por qué se tenía que inflamar el muy maldito?!
—No eres la única persona sin apéndice en el mundo.
—Nadie debería tenerlo... ¡Es inútil y explota!
Ya era martes, pero tenía que quedarme en el hospital hasta el miércoles al menos para ver que todo fuera bien conmigo y mi reciente operación.
Mis padres habían pagado por una habitación para mi sola, por lo que tenía televisión, enchufe, baño y ventana... todo lo que necesitaba. Al menos agradecía estar tan cómoda, pues no estaba acostumbrada a quedarme en un hospital. La ultima vez que había estado hospitalizada había sido cuando era una recién nacida.
—Volveremos a las nueve, ¿sí? —me avisó mi madre, tomando sus cosas, al igual que mi padre.
—Okey.
Ambos tenían que volver a la agencia. Se habían quedado conmigo desde el lunes en la tarde hasta ese momento. Se veían cansados y demacrados, pues no habían dormido nada por la preocupación, pero aun así debían cumplir con su trabajo.
Los dos me dieron un beso, me dijeron "te amo" y se marcharon. Ambos habían estado dispuestos a quedarse otro día más ahí, pero yo les había insistido para que fueran a la agencia aunque fuera unas horas, no solo por ellos y su trabajo, sino porque yo también quería estar sola un momento.
No había mucho que hacer en un cuarto de hospital, por lo que iba a ser muy incomodo tenerlos a los dos ahí, haciendo nada o trabajando, mientras yo estaba en la cama. Ni siquiera podría tirarme un gas en paz.
Estuve viendo televisión hasta las dos para pasar el rato, cuando una enfermera entró.
—Tiene visita.
Yo la quedé mirando extrañada, pues no sabía que alguien me fuera visitar, hasta que vi a Harry entrar.
—¿Harry? —pregunté extrañada.
La enfermera se marchó, dejando la puerta cerrada.
—Toma —me dijo entregándome un ramo de flores.
Yo lo recibí, aún confundida. Aunque habíamos cruzado unas frases el día anterior, nuestra relación no se había arreglado.
—Son las dos de la tarde... deberías estar en clases.
—No fui a la escuela —me contó—. Les dije a mis padres que me sentía mal.
—¿A qué hora llegan ellos?
Harry miró su celular.
—A las siete. Tengo tiempo.
—¿Y Jack?
—¿A quién le importa lo que diga Jack?
—A tus padres.
—Inventaré algo.
Hubo un silencio bastante incómodo.
—Sé que me moleste por lo del campamento y sé que tú te molestaste porque yo hice una estupidez... Lo siento, no tenía razones para enojarme.
—Tranquilo, a mí se me quitó el enojo como tres días después —le dije, con una sonrisa.
Lo cierto era que ni siquiera se podía decir que hubiera estado enojada por más de dos horas. Más bien estaba incomoda porque él sí estaba enojado conmigo y no era capaz de reconocer que se había equivocado. Ahora que lo había hecho, no tenía ninguna razón para seguir incomoda.
—Gracias por ser tan linda.
Su mirada y su sonrisa me pusieron algo nerviosa, pero luego de unos segundos, comenzamos a hablar como siempre.
Estuve con Harry durante casi tres horas. Durante ese tiempo me había contado algunas cosas de la escuela, como que Camila y el profesor de matemáticas habían discutido en la clase del lunes, cuando yo ya me había ido, todo porque Camila había destacado que había cometido un error en un ejercicio y se lo había dicho de una manera muy pedante.
—Ahora sí notas su existencia —le dije.
—Claro, fue imposible cuando el profesor comenzó a decirle cual era su lugar como alumna y que debía ser más respetuosa —me dijo—. Nunca había prestado tanta atención en matemáticas... Además, seguimos teniendo esas tutorías, tengo mala memoria, pero no tanto.
Yo solté una risa.
No sabía como Harry podía seguir soportando las tutorías de Camila, aun cuando el profesor las había reducido a solo los jueves. Por otro lado, gracias a la mejoría de mi relación con Jason, aunque fuera mínima, mis tutorías se habían vuelto mucho más soportables.
Harry terminó recostado a mi lado en la cama y nos quedamos viendo televisión, hasta que Corah, Jason y Jack aparecieron.
Jack casi mata a Harry por haberle mentido a sus padres, pero sólo porque me había ido a ver a mí, lo perdonó fácil.
Entre los demás, me contaron que el rumor de mi embarazo ya se había desmentido casi por completo (por suerte), pero que aún había algunos idiotas que decían que había tenido un aborto y no apendicitis. Debía admitir que la adolescencia era la peor época de la vida por esa clase de cosas. Me quejé un rato del tema y luego les conté lo de la operación.
Tenía que decir que, si ellos no hubieran ido, me hubiera muerto de aburrimiento hasta que mis padres volvieran y tal vez, ni siquiera, pues mis padres tampoco eran de lo más entretenidos.
Salí del hospital el miércoles por la tarde y volví a clases el viernes. La mayoría no entendía como era que no había faltado ese día (y en realidad, según las indicaciones, no era recomendable que fuera), era más simple volver el lunes, pero yo ya no soportaba estar tanto tiempo quieta y encerrada.
Ese día era sábado y estaba en el entrenamiento del equipo, haciendo lo que podía de mi trabajo como ayudante.
Harry estaba ahí también. Dijo que había ido a ayudarme para que no hiciera tanto esfuerzo físico, ya que, según él, era posible que mi herida de la operación se abriera y mis intestinos se salieran por ahí... cosas de Harry, cosas que ni Jason con sus explicaciones razonables había logrado desmentir para él.
Cuando el entrenamiento terminó, Jack se acercó a mí, con su uniforme todo sucio y el cabello mojado por el sudor.
—Linda falda —me dijo—. A los demás les agradó —dijo con una sonrisa burlesca.
—Tengo calzas abajo, pervertido —le dije.
—No me mires mal a mí, te dije que fueron los otros.
—Sí, claro.
En realidad, si sabía que él no se fijaba en esas cosas sobre mí e imaginaba que si alguien había comentado algo, habían sido los otros chicos.
—¿Qué harás más tarde? —me preguntó, cambiando de tema.
—Ah... tengo un examen el lunes de química, así que voy a estudiar.
—¡Podemos estudiar juntos! —exclamó Harry, de pronto.
Él se había quedado en las bancas un rato, pero se había comenzado a acercar cuando el entrenamiento había terminado.
Me volteé a verlo.
—Ambos somos pésimos en química —le recordé.
—Tengo las pruebas de Jack del año pasado.
Pensé a la velocidad de la luz los pros y contras. Los contras eran que Harry y yo éramos muy dispersos y ninguno sabía de química realmente; por otro lado, los pros eran que él tenía las pruebas antiguas y sola igual me costaba motivarme a hacer las cosas.
—Bueno, ya —accedí.
—Entonces iras con nosotros —dijo Jack—. Voy a las duchas.
—Debo ir por los uniformes —le dije a Harry.
—Vamos —dijo él, tomándome de la mano y comenzado a jalarme.
Después de una hora y media, los uniformes estaban listos.
Jack nos había ayudado a Harry y a mí, por lo que había sido mucho más rápido. Dejamos los uniformes doblados en las repisas de los vestidores para que el lunes los jugadores pudieran ir por ellos y fuimos al estacionamiento para subir al auto de Jack.
Al llegar a la casa de los Roberts, almorzamos y luego Harry y yo fuimos a estudiar a su cuarto. Estuvimos dos horas resolviendo la prueba de Jack del año pasado, la cual él había reprobado con muchas ganas, según lo que concluí de sus respuestas.
Antes hubiera pensado que Jack era mejor en química que Harry y yo, pero con esa prueba comenzaba a dudarlo, parecía que ni siquiera había leído las preguntas.
—¿Crees que la prueba será parecida? —le pregunté a Harry.
—Escuché que la señorita Díaz no cambia sus pruebas —me respondió.
—Sería maravilloso.
—De hecho, por eso las venden —dijo, con una sonrisa—. La transacción se hace en el último cubículo del baño de hombres.
—¿Y tú como sabes eso?
—Pues porque yo las vendo.
—¡¿Qué?! —pregunté, espantada.
—Les saco copias a las de mi hermano y las vendo por un módico precio..., pero ni se te ocurra decirle a mi hermano o a mis padres —advirtió.
—¿Qué pasa si alguien las pasa?
—Me da igual que se las pasen entre ellos, mientras venda una copia, todo bien. Y si sacas la cuenta de todas las pruebas que hay para todos los cursos que existen —se quedó en silencio pensando—, pues son muchas —dijo, al cabo de varios segundos.
Conociendo a Harry, hacia esa estupidez solo por la adrenalina que la causaba hacer algo malo, no porque realmente quisiera sacar dinero de ese negocio.
Cuando terminó de hablar fue a tirarse a su cama de dos plazas, yo cerré su laptop y me estiré en la silla.
—Ven —me dijo Harry, dándole palmadas a la cama.
Me levanté de la silla y me acosté a su lado.
—¿Qué pasó con tu novia? —pregunté de repente, recordando que no la había visto hace un tiempo.
—Terminé con ella.
—Creí que la adorabas.
Harry rio.
—Claro, me hizo más popular en la escuela.
—Amas la atención, ¿no?
—Sabes que sí —confirmó, sin vergüenza.
—¿Cómo lo tomó ella?
—Bien. En realidad, salía conmigo para sacarle celos al chico universitario que le gustaba —dijo, divertido—. Llegamos a un acuerdo mutuo..., podríamos decir que no terminamos, solo acabamos nuestro contrato.
—Una relación de ensueño —bromeé.
—¿Y cómo va la cosa con Cory?
Suspiré, cansada. El solo pensar en Cory me causaba un agotamiento mental, principalmente porque aún no conseguía encontrar una solución al problema, el que había empeorado después de lo de Tiffany.
—Creo que me resigné a que jamás sucederá —confesé—. El chico de mis sueños que jamás tendré.
—Hay un montón de chicos mejores... o al menos uno que se verdad se interese por ti.
—¿Tienes nombres? —pregunté, ya que eso había sonado como que sabía de la existencia de alguien interesado en mí.
—Bueno...
—Entonces no sirve.
—No me dejaste terminar.
—¿Entonces tienes nombres? —volví a preguntar.
—Algo así... —dijo, no muy seguro—. Conozco a alguien que cree eres hermosa, y que además te quiere.
—¿Quién es?
Harry se quedó en silencio mirándome, lo que me puso un poco nerviosa, pero decidí sostenerle la mirada.
—Deja el misterio de lado y dilo —le pedí. Si podía al menos pasar un buen tiempo con alguien a quien le parecía bonita, lo tomaría.
Entonces, Harry se levantó un poco, se acercó más a mí, tomó mi rostro con sus manos y me besó. Yo quedé en shock, tanto, que ni siquiera estaba moviendo mis labios.
¿Estaba haciendo eso solo para acostarse conmigo en ese momento? Porque esa era la única razón que se me ocurría para que hiciera algo como eso.
Me separé de él.
—No puedo tener sexo aún. Me acaban de operar —le advertí.
—No tenemos que tener sexo ahora mismo —dijo, volviendo a besarme.
¿Qué significaba eso? ¿Seguiríamos besándonos entonces? Podía decir que Harry era el chico que mejor besaba de todos los que me habían besado... o sea, el mejor entre cuarenta. Sí, cuando bebía me descontrolaba un poco y besaba al primer chico que encontrara atractivo. Una vez, en una fiesta de cumpleaños de Corah, había besado a tres chicos desconocidos que habían llegado invitados por otras personas que no eran mi amiga.
En ese último tiempo había bajado un poco la intensidad, ya no me besaba con alguien en todas las fiestas y menos con más de uno, quizás estaba envejeciendo muy rápido, pero ya había disfrutado bastante a mi parecer.
Me sentía un poco mal por no detener a Harry. Nunca había querido a Harry de esa manera, pero por alguna razón quería seguir e incluso, si no hubiera sido por la operación, hubiera estado dispuesta a sacarme la ropa.
Decidí solo disfrutar del momento, luego me encargaría de las consecuencias.
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