VII
Todos los miércoles se volvieron rutina, unos los compartía en compañía de madre e hijo, otros esperaba en el bar de aquel lujoso hotel al joven que en lugar de ojos tenía dos gemas color del cielo.
Mientras más lo iba conociendo, más se iba enamorando, ¡sí!, aquel hombre sentado en la barra del lujoso bar del hotel del centro, estaba cayendo en cuenta que lo que estaba sintiendo por el joven universitario era un inmenso amor. Su forma de reír y de hacerlo reír a él, el hecho de tener siempre un tema de conversación sin caer en el tedio de temas de economía y política, sus conversaciones lo desconectaban del estresante ajetreo de la vida, los besos robados y los regalados entre sonrisas.
Este miércoles algo cambió al recibir el mensaje que le envió Jesse al celular «Me voy a tardar un poco más de lo normal, hay cosas muy importantes que tengo que hablar con mamá». Sonrió y decidió cambiarse de lugar, dejó el taburete frente a la barra y pidió que le trasladaran el servicio a una de las diminutas pero elegantes mesas de aquel bar.
El siguiente mensaje que ingresó a su buzón, fue recibido justo en el momento que se había acomodado en el sillón «Te he enviado algo, pronto lo recibirás, quiero que me respondas ¿si tú me puedes esperar?» Fue entonces que el mayor prestó atención a su alrededor, un mesero se acercó a su lugar y aclaró su garganta e inmediatamente decía su nombre para confirmar que a quien entregada el sobre era la persona correcta. Asintió, recibió lo que se le entregaba y el mesero una vez cumplida su tarea se retiró.
Se sorprendió, había una nota manuscrita con mucha prisa y una tarjeta de acceso. En la nota Jesse le decía que había reservado una suite en el hotel y le preguntaba si él quería esperarlo allí. Lo pensó y se sintió molesto consigo mismo por no haber pensado antes algo como lo que le proponía Jesse para aprovechar mejor su tiempo y perder por un momento la discreción. Sonrió, tomó su teléfono y le escribió que lo esperaría allí.
Terminó de beber su copa y se dirigió a la suite, ya otras veces se había alojado en habitaciones lujosas, pero nunca en este hotel pensó y sonrió. Era agradable, cómoda e iluminada, con una vista hermosa. Se acercó al enorme ventanal y apoyo su hombro por un momento mientras veía el imponente paisaje que le ofrecía la cuidad y deseo con todo el corazón tener a Jesse entre sus brazos, ambos viendo lo que sus ojos percibían en aquella posición y sonrió nuevamente.
Luego de un momento, se giró y observó de nuevo cada recoveco de aquella habitación, pensó sentarse en uno de aquellos cómodos sillones de la sala a un costado o recostarse por un momento y ver un poco de televisión para matar el tiempo mientras esperaba por el joven a quien le estaba entregando el corazón. Algo lo incomodó, se quedó de pie dando la espalda al ventanal y viendo cada mueble de aquel lugar. Apretó sus labios y su mandíbula se tensó, frunció el ceño y sus manos se transformaron en puños. Cerró con fuerza sus ojos mientras pensaba que lo mejor era salir a toda prisa de aquel lugar, inventarse alguna excusa y disculparse con Jesse en algún otro momento.
Estar allí con la mente abierta no le estaba haciendo nada bien. Escuchó como el seguro de la puerta era retirado desde afuera, abrió sus ojos y observó cómo Jesse entraba a la habitación, el iridiscente azul de los ojos del joven y su sonrisa jovial lo dejaron sin aliento por un breve momento. Jesse luego de cerrar la puerta, caminó con ansiedad al hombre que lo esperaba, la luz que entraba por el ventanal ensombrecía su presencia, por eso el joven no pudo distinguir la molestia, casi rabia, que había en esa persona. Se arrojó con los brazos abiertos y buscó anhelante su boca, lo sorprendió la acción del mayor que lo tomaba por los hombros y lo retiraba de manera brusca.
Fue hasta ese momento que su mirada se posó en los ojos marrón incandescente. No comprendía que ocurría, por eso solo sostuvo su mirada, mientras trataba de entender lo que estaba pasando.
Y es que la verdad, ni el propio Armand comprendía porqué esa sensación se alojó en su corazón. Demasiado tiempo, solo, esperando en aquel lugar, su mente abierta a cualquier idea lo hizo recordar las tantas historias que circulaban en la sociedad, cuyo protagonista principal era quien estaba frente a él "casanova", "Don Juan", "rompecorazones", unos cuantos apelativos más que resonaron en su mente. El pensamiento que más lo incomodó en el momento en que Jesse entró a la habitación, fue creer que este era el "modus operandi" del chico que amaba con devoción y pensó que solo era una de sus presas más y no estaba listo para afrontar ser el juguete de nadie más, cuando él en verdad estaba entregando su corazón.
En su interior existía una lucha entre la rabia que le provocaron sus pensamientos, el dolor de imaginar que era solo uno más y ese amor que no lo dejaría vivir en paz, porque lo amaba, amaba realmente a Jesse con todo su corazón.
Aun sujetando fuertemente los hombros de Jesse, perdido en esos faros azules, la rabia pudo más y entre dientes pronuncio la frase que hizo que el joven llevara sus manos al pecho, porqué sintió las palabras del mayor como saetas que le atravesaban el corazón
—Yo no soy tu juguete Jesse, yo no soy como todos los demás—
Jesse aún con sus manos en el pecho logró contener el llanto que de sus ojos quería salir, respiró profundo y poco a poco se alejó de aquel ser que pensó conocía, pero al parecer no. Sabía perfectamente a que se refería Armand y caminó muy despacio, guardo su distancia, pero no dejó de verlo. Cuando al fin estuvo seguro que no lloraría le aclaró:
—Ellos nunca fueron mis juguetes—
Armand lo miraba con incredulidad, fue la profundidad de sus ojos los que le dieron la certeza que lo que decía era la verdad.
—Cada uno de ellos se fue de mi lado sin importarles que me rompían el corazón, unos porque no soportaron la presión y otros porque papá los sobornó.—
Caminó hacía la ventana y evitó la mirada de Armand mientras con voz lastimera se expresaba:
—¡No me mires así por favor!— Se giró y lo vio suplicante a los ojos y le recalcó: —No me mires como el pobre niño rico. ¡No lo soporto!. ¡No de ti! —
Eso fue todo, no pudo más y comenzó a llorar. Respiró profundo una vez más y se dispuso a abandonar aquella habitación, odiaba que el mayor lo viera en ese estado tan patético.
Armand comprendió que Jesse se marcharía, la rabia inmediatamente desapareció y lo único que quedaba en su interior era esa dolorosa congoja, al imaginar que si Jesse se marchaba ya no lo volvería a ver jamás, ya no vería más al joven de ojos hermosamente azules que le habían robado el corazón.
El mayor lo sujetó por el brazo, Jesse se quedó de píe dándole la espalda, no tenía el valor de verlo a los ojos, no quería que su lado vulnerable quedara expuesto ante él. Armand caminó sigiloso para no asustarlo, para darse tiempo, aclarar sus ideas y pensar lo que le diría. Pegó su pecho a la espalda delgada del joven, llevó sus manos alrededor de su cintura y apoyó su frente en la nuca del contrario, mientras vencido entre resoplidos suplicaba:
—No me importa si soy tu juguete Jesse, ya no puedo dar marcha atrás, ya no puedo dejar de sentir esto que siento ¡Estoy enamorado de ti!, así que seré lo que tu quieras, seré tu amante, tu mascota, tu conquista, por el tiempo que decidas.—
Armand giró a Jesse para poder verlo a sus ojos, se quedaron mucho tiempo así, viéndose fijamente, uno limpiando las lágrimas del otro y cuando estuvo seguro que Jesse no se iría, lo jaló hacía la cama, se recostó y llevó a su lado, Armand viendo al techo y Jesse sobre su pecho. Las palabras resonaron en aquella habitación, palabras que Jesse pronunció con la mano en el corazón:
—¡Yo te quiero Armand, no me importa si me crees o no, pero esa es mi verdad, estoy locamente enamorado de ti y sinceramente, me da miedo que papá se entere de nuestra situación, porque hará hasta lo imposible por separarnos. No soy ningún santo, he tenido varias relaciones, pero, jamás había compartido este día con nadie, este día es solo para mamá. Nadie a excepción de la seguridad, los gerentes del restaurante y papá, saben que almuerzo con mamá aquí todos los miércoles. Para serte sincero, esta es la primera vez que me hospedo en este hotel¡—
Armand comenzó a acariciar al joven dueño de su amor, por alguna extraña razón sus corazones encontraron sosiego, ambos creían en sus promesas de amor.
Ambos hombres vestidos, acomodados sobre el colchón, abrazados compartían su calor. La escena parecía sublime, porque por el ventanal se iban colando los rayos del Sol al atardecer, haciendo mucho más acogedora aquella habitación.
La risa escandalosa de Jesse sorprendió a Armand quien sobresaltado fue contagiado y comenzó a reír. El joven lo abrazó muy fuerte y busco su boca y le robó un beso casto, para luego compartir sus pensamientos: —Apenas estamos comenzando con lo nuestro y ya hemos tenido nuestra primera pelea—
Los dos ante lo gracioso de la situación volvieron a reír. Talvez fue la suma de las emociones, o talvez la comodidad y felicidad que reinaba en el corazón de ambos, pero se sentían agotados, tanto que comenzaron a quedarse dormidos. Pero Armand aún quería aclarar tantas cosas, así que le preguntó:
—¿Si estamos aquí, es porque tú padre no está, me imagino?— Jesse asintió y respondió: —él está de viaje— Armand continúo: -—¿Cuándo vuelve de su viaje? —
Jesse se interesó más en la conversación —viene el martes de la próxima semana ¿Por qué? —
Armand giro a Jesse sobre la cama, ahora era él quien estaba sobre el chico y el que había robado un par de besos de los sensuales labios del joven y le propuso:
— ¿¡Por qué no pasas el fin de semana en mi casa!? ¡Hay alguien que te quiere conocer! —
Jesse sonrió y la curiosidad lo envolvió, Armand sin esperar respuesta, le aclaró:
—Bueno, a decir verdad, todos en la familia te quieren conocer, pero mamá está loca porque te presente. —
Esas últimas palabras convencieron a Jesse y con una sonrisa de verdadera felicidad movió su cabeza en señal de aceptación. Armand lo besó y luego volvió a acomodarse de nuevo para poder conciliar el sueño al lado de su amor.
El amanecer llegó, Armand envió un mensaje a su hermano, le dijo que llegaría tarde ese día y le pidió que le llevara una muda de ropa a la corporación. Trató de relajarse, se imaginaba las muecas de su hermano escribiéndole la sarta de mensajes que entraban a su celular, no quería comenzar a carcajearse para no despertar a quien dormía placido a su lado.
Durmió un poco más, el calor del contrario le producía bienestar, se podía imaginar viviendo así el resto de su vida. Un bello sueño por realizar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro