Todas las esperanzas de Armand se hicieron añicos, estaba realmente contrariado porque al llegar a la Universidad los pasillos estaban casi vacíos, solo unos cuantos estudiantes deambulaban por los mismos, ellos lo veían con curiosidad o sorprendidos, pero ninguno era él, el chico de los labios bonitos y de los ojos hermosos. Llegó hasta el despacho de su amigo quien ya lo esperaba, este lo llevó al salón de catedráticos en donde había unos dos o tres que no impartían clases a esa hora, los saludaron y su amigo les convidó del delicioso pie que se le había regalado.

El corazón de Armand Johnson se sacudió violento al escuchar el estridente ruido del timbre que anunciaba el receso. Se despidió apresurado de su amigo, quien trató de persuadirlo, pero con mucha cortesía declinó a la invitación para quedarse un momento más. Caminó por los mismos pasillos que había recorrido el día de la conferencia, esta vez era diferente, él no iba disimulando, iba viendo cada rostro en busca del que le había robado el corazón.

Llegó hasta el automóvil que lo esperaba, su corazón iba comprimido y no ocultaba su tristeza porque no lo pudo encontrar. Prácticamente se arrojó en el asiento de atrás del vehículo y al girarse se sobresaltó al ver un par de ojos azules que lo veían en el asiento frente a él.

—¡Deja de hacer eso quieres, deja de aparecerte así sorpresivamente! -

El joven giró su mirada y observaba hacia fuera del vehículo mientras jugaba con nerviosismo con el borde de la ventana e ignorando el anterior comentario reclamaba al otro:

—¿Por qué dejaste de venir a la Universidad, hace como 2 semanas que ya no te he visto? -

Armand no supo cómo responder a aquella pregunta, su mente estaba tratando de procesar el hecho que aquel chico estuvo todo el tiempo enterado de sus llegadas a su centro de estudios, con algo de rabia preguntó:

—¿Por qué si sabias que yo venía, no te dejabas ver?

El joven frente a él respiro profundamente, con un poco de tristeza y regalándole el hermoso brillo de su mirada respondió:

—Para mí no es tan fácil ¿sabes? -

Armand estaba a punto de seguir reprochando, pero el chico frente a él se puso en alerta, los tres chicos que estaban en la distancia observándolos el día del reto, llegaban apresurados cerca del vehículo y disimuladamente tocaban la puerta.

—Debo irme- dijo de pronto el de ojos azules y al disponerse a bajar del vehículo Armand lo tomó del brazo, apresurado extrajo de su bolsillo la billetera y de esta una tarjeta de presentación, con su pluma al reverso de la misma escribió su número privado y antes de soltarlo le dijo:

—Mi nombre es Armand Johnson y allí tienes la forma de contactarme alguna vez. -

El de ojos azules lo vio fijamente y sonrió con dulzura al decirle:

—Yo sé quién eres. -

Antes de bajar, el mayor volvió a detenerlo, sus miradas se cruzaron y el joven comprendió la súplica que se formaba en el rostro del hombre frente a él. Se inclinó y le dio un beso tierno, sonrió de nuevo para él y dándole la espalda casi por salir del vehículo le dijo con voz clara:

—¡Jesse W. Townsend. -

La sonrisa del mayor se esfumó, al solo escuchar ese nombre había comprendido porqué el de ojos azules le había dicho que no era fácil para él. Quien había estado sentado enfrente, era uno de los herederos más acaudalados de la ciudad, quien, a pesar de su fama de rebelde, bochinchero y libertino, no era muy conocido físicamente en el medio debido a que era demasiado cuidadoso de ser expuesto ante la sociedad, siempre que se le lograba fotografiar estaba resguardado en la espalda de su acompañante y otras muchas cubría la mayor parte de su rostro con lentes oscuros, gorras, sombreros y la solapa de sus chaquetas levantada hasta su barbilla.

Por si aún tenía sus dudas, el joven se mezclaba con los tres chicos que habían ido por él y con paso rápido ingresan de nuevo al edificio y detrás de ellos, una horda conformada por varios hombres de seguridad que trataban de darle alcance para resguardarlo. Armand sonrió al contemplar como el de ojos azules de forma estratégica burlaba a su seguridad.