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- Inosuke Hashibira -

El trio de cazadores de demonios formado por Inosuke, Zenitsu y Tanjiro se encontraba siguiendo al cuervo del último, quién les dirigía a un pueblo misterioso. No se sabía el motivo, pero cuando un cazador se adentraba en este perdía sus espadas y se negaba a volver. La única opción era que hubiera un demonio involucrado y ellos tenían la última oportunidad de encargarse de él antes de involucrar a los pilares en el asunto.

— ¡Debimos habernos comido al pájaro! — exclamó Inosuke como respuesta a los constantes graznidos del cuervo pidiéndoles ir más rápido.

— Entonces no sabríamos como llegar — habló Tanjiro.

Mientras ambos mantenían una discusión sobre porque debían o no comerse a su mensajero Zenitsu se esforzaba en seguirles el paso a pesar del cansancio, no era un camino especialmente largo pero ni lo pedregoso de este ni la compañía se le estaba haciendo agradable. De esta manera, habría jurado que habían estado caminando una eternidad cuando su compañero, Tanjiro, anunció con la noche ya empezada que habían llegado.

— Cazadores de demonios, supongo.

Los tres miraron a su alrededor en busca de quien había pronunciado aquellas palabras hasta detenerse en un anciano que se encontraba leyendo el periódico en el porche de la casa más cercana.

— ¡¿Qué quieres tú, maldito viejo?! — gritó Inosuke, quien estaba dispuesto a lanzarse sobre él si no fuera porque Zenitsu le sujetaba con las pocas fuerzas que le quedaban.

— Perdón por eso — se disculpó Tanjiro avergonzado  —. Ha acertado usted, somos cazadores se demonios.

— Mmm, están viniendo muchos últimamente — anunció el anciano —. ¿Por qué no os hospedais en el hostal y descansáis? Lo que hayáis venido a hacer podéis hacerlo mañana.

Después de una corta conversación decidieron que era buena idea, llevaban varios días sin descanso e incluso a Inosuke, el más activo de los tres con diferencia, parecía que se le empezaban a acabar las energías. En cuanto el hombre les dió las indicaciones de cómo llegar procedieron a caminar hacía allí.

— Por cierto, bonitas espadas — escucharon a sus espaldas cuando ya se habían alejado algunos metros; sin embargo, al darse la vuelta no encontraron a nadie, la silla previamente ocupada se encontraba vacía.

— ¿¡Eh!?, ¿¡dónde te has metido, estúpido saco de huesos!? — se enfadó el portador de la cabeza de jabalí.

— Olvídalo, mañana veremos que pasa aquí — le calmó Tanjiro poniendo una mano sobre su hombro.

Y con el único pensamiento de llegar a una cama cómoda en la que poder dormir continuaron por aquellas calles desiertas, dignas de una película de terror. Estaban tan concentrados en sus propios andares que ninguno se dió cuenta de que una joven figura femenina les observaba desde lo alto de un árbol, una perspectiva que le permitía ver claramente como daban vueltas en círculos.

— Pobre, hace un momento estaba dando gritos y ahora se duerme caminando — habló entre risas mientras observaba a Inosuke, aún sabiendo que nadie la escuchaba.

Si por ella fuera hubiera seguido con aquella farsa un rato más para entretenerse, pero la pena que sintió por el desconocido la hizo desmantelar la ilusión visual que había creado especialmente para ellos, haciendo que una casa normal por la que pasaban continuamente volviera a verse como el hostal que tanto buscaban.

— Oye, ¿no es ahí? — preguntó Zenitsu señalando su destino.

— Eso creo — respondió Tanjiro no muy convencido, estaba seguro de que no era la primera vez que pasaban por esa calle, pero sus ojos no podían estarle engañando, o eso era lo que pensaba —. Vamos, Nezuko ya tendrá ganas de salir. 

Aquello llamó la atención de la chica, se había fijado en la pesada caja que portaba el chico del kimono verde pero no hubiera imaginado que dentro llevaban a una persona. Ella era la menos indicada para juzgar pero le pareció una medida un tanto extrema.

Cuando entraron se encontraron con una recepción vacía y oscura, era evidente que el polvo llevaba mucho tiempo sin limpiarse y, aún así, era más acogedor que las calles de donde venían. 

— ¿Seguro que no hay otro lugar dónde quedarnos? — preguntó Zenitsu temblando de los nervios; sin embargo, no recibió respuesta. Solo pudo observar como a paso decidido Inosuke se acercó y tocó la campana que se encontraba encima del mostrador.

Unos ruidos de pies siendo arrastrados por el antiguo suelo empezaron a sonar en una sala cercana, hasta que la puerta se abrió poco a poco dejando ver a la propietaria de estos ; la cual era una anciana que parecía moverse lentamente debido a su edad.

— ¿Vienen por una habitación? —cuestionó una vez se hubo colocado detrás del mostrador —. Serán dos monedas de plata — continuó dando por hecho que la respuesta era afirmativa mientras les alcanzaba una de las llaves que se encontraban colgadas detrás suya.

— Gracias... — empezó Tanjiro, pero no terminó la frase al notar como Inosuke le arrebataba las llaves y comenzaba a caminar sin esperarles, obligándoles a pagar rápidamente para poder seguirle.

En cuanto llegaron a la habitación compartida cada uno se metió en una de las tres camas y cayó dormido al instante. Nezuko no fue una excepción, al salir se acurrucó junto a su hermano para continuar recuperándose de las heridas de sus últimas peleas. 

La luna se encontraba en lo más alto cuando el silencio de la habitación se vio interrumpido por el sonido de la ventana abriéndose. La misma figura que les había estado espiando entró cuidadosamente, procurando no perturbar el sueño de los cazadores. Sus ojos fueron a parar al gritón que había despertado su interés momentos antes, acercándose para poder verlo más de cerca.

— Para ser tan irritante eres bastante guapo sin esa fea máscara — habló en susurros acercando su mano a su rostro. 

No llegó a tocarlo cuando un gruñido la hizo dirigir su vista a una esquina de la habitación, donde se encontraba Nezuko, quien fue la única que se percató de que algo ocurría, en posición defensiva y preparada para saltar sobre ella en cualquier momento. La demonio desconocida no se dejó intimidar y actuó con naturalidad, a pesar de su sorpresa por el hecho de que un grupo de cazadores estuviera viajando con un demonio; se acercó con lentitud sin levantarse del todo para evitar parecer amenazante.

— Ellos son tus amigos, ¿verdad? —  preguntó dirigiendo una mirada a los tres que seguían durmiendo sin darse cuenta de la situación, haciendo que Nezuko aumentara el volumen de sus gruñidos en símbolo de amenaza —. No quiero hacerles daño, pero hay alguien que sí y necesito que os vayáis para mantenerlos a salvo.

Ante aquellas palabras el ambiente pareció tranquilizarse, de manera que pudo acercarse lo suficiente para pasar una mano por su pelo provocando que cerrara los ojos por la comodidad de aquel gesto. La desconocida no puedo evitar notar el cansancio que pesaba sobre sus hombros, no tenía ni idea de que viaje llevaría aquel grupo pero sin duda no era sencillo.

Por una vez, decidió gastar más tiempo del necesario y ayudar a aquella demonio a dormir antes de marcharse; sacó un puñado de piedras de su bolsillo ante los confusos ojos de Nezuko y gracias a sus poderes ilusionistas las convirtió en lirios brillantes, iguales al que adornaba su ropa, que bailaban por el cuarto. La mirada asombrosa que puso al ver aquel espectáculo no paso desapercibida generando en ella una sonrisa inconsciente.

— Duerme, mi bello bebé — comenzó a cantar la misma canción de cuna que le cantaba a su hermana pequeña, antes de que se la arrebataran — ¿Dónde ha ido su niñera? Detrás de la montaña, vuelve a casa.

No necesitó continuar, pues también usó sus poderes hipnóticos para que el sueño se le apoderara rápidamente, quedándose dormida entre sus brazos. Aquella escena le recordó demasiado a su vida antes de convertirse en un demonio, no había pasado mucho desde entonces pero cada vez las imágenes de su cabeza estaban más borrosas. Su concentración no le permitió darse cuenta de que uno de los cazadores había comenzado a despertar justo en el momento para presenciar el hermoso baile y escuchar su nana, volviéndose a dormir al instante; no tuvo tiempo de racionalizar lo que estaba ocurriendo, solo pudo distinguir una figura que para él era lo más cercano a un ángel que había visto. 


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Aún era de noche cuando despertaron y tuvieron que apartarse los mechones de pelo de su cara debido al viento. Se miraron unos a otros confundidos al percatarse de que no se encontraban en la habitación, sino que estaban tumbados en el césped de un bosque desde donde podían ver el pueblo a lo lejos, pero sin tener ningunas ganas de volver.

— ¿Y mi espada? — preguntó Zenitsu al ver que esta no se encontraba en su funda, haciendo que el resto revisase las suyas solo para confirmar que tampoco las tenían.

— ¡Mataré a quien se haya atrevido a tocar mis espadas!  — exclamó Inosuke echando humo por su nariz como si de un verdadero jabalí se tratase.

— Los cazadores deben esperar a que lleguen sus nuevas espadas y volver a su misión — graznó el cuervo de Tanjiro llamando su atención.

Después de conversar sobre que harían a continuación llegaron a la misma conclusión: de ninguna manera iban a volver al pueblo, ni ellos mismos entendían el porqué pero el simple hecho de pensarlo les resultaba repulsivo. 

— ¡Si los cazadores no vuelven a la misión serán penalizados!  — amenazó el cuervo al escuchar su decisión.

— ¡Y sí tú no te callas te convertiré en sopa! — se molestó Inosuke con el animal, como ya era costumbre.

Ninguna de las advertencias del pájaro les hizo cambiar de opinión, pero los gritos constantes despertaron Nezuko, quien salió de la caja y se quedó observando la pelea a la espera de que alguien notara su presencia. Fue entonces cuando vio una sombra que se movía con una rapidez inhumana por los árboles, sino hubiera sido por su vista de demonio no hubiera sido capaz de distinguir una flor muy familiar en su capa, y se dispuso a intentar alcanzarla. Su velocidad llamó la atención del resto, que sin entender a donde se dirigía la siguieron gritando su nombre intentando que se detuviese.

Después de una larga carrera  la sombra se adentro en una cueva oscura, en la cual a un humano le sería difícil distinguir el interior. Cuando Nezuko fue a entrar una voz profunda resonó desde dentro, haciendo que se quedase quieta en la entrada y que los cazadores pudiesen llegar hasta ella.

— ¿Por qué has salido corriendo? — le preguntó su hermano, pero lejos de recibir una respuesta puso una mano sobre su boca y con un gesto indicó a todos que mantuvieran silencio.

— ¿Cómo que no has matado a ningún cazador hoy? — escucharon desde dentro —. Deberías aprender de  _________, ella sola se ha encargado de tres y me ha traído sus preciadas espadas como trofeo.

Esa frase fue suficiente para que Nezuko entendiera la situación, sin duda aquella joven les había robado las espadas para hacerlos pasar por muertos y que el propietario de la voz no los dañase. Sin embargo, el resto no podían imaginar que estaba ocurriendo y en cuanto se percataron de la presencia de tres demonios se prepararon para atacar.

En un abrir y cerrar de ojos Inosuke ya se encontraba dentro intentado llegar a sus espadas, las cual se encontraban en un montón junto a muchas otras, con un sigilo que no le caracterizaba y que se hizo notar cuando al intentar alcanzarlas derrumbo toda la torre, llamando la atención de todos los presentes.

— ¿Y tú quién diablos eres? — le preguntó quien, por su apariencia grande y monstruosa, dedujo que era el jefe del lugar —. ¡Te han seguido, idiota! — le gritó al joven con el que hablaba antes de ser interrumpidos, y que parecía tenerle más miedo que al propio cazador.

La joven se encontraba viendo la escena sorprendida desde el otro lado del espacio, pudo ubicar al cazador como uno de los tres con los que había tenido contacto esa misma noche, especialmente como aquel que había robado su interés. La idea de ser asesinada por él no le desagradaba  del todo, de todas formas no habría aguantado mucho más en aquella vida de servidumbre, pero por desgracia era más probable que su jefe acabase antes con el chico. Eso creía hasta que el resto del equipo se hizo presente en el lugar.

— ¡Inútiles, tomad! —gritó Inosuke al lanzarles sus espadas a sus compañeros, quienes las agarraron ágilmente.

"Esas espadas...", pensó el jefe al darse cuenta de que eran las mismas que ella le había traído diciendo que había matado a sus dueños, había sido engañado.

— ¡Maldita zorra! — rugió en su dirección acercándose peligrosamente a ella  —. ¡Eres una traidora como tu hermana, debí matarte igual que a ella! 

La agarró del cuello quitándole la respiración con intención de matarla mientras ella intentaba usar sus poderes de hipnosis inútilmente, él era demasiado fuerte como para que una novata pudiera hacerle daño. Su vista empezó a volverse borrosa por la falta de oxigeno cuando de repente noto como la mano que la sujetaba se aflojaba.

— ¡Pelea conmigo, imbécil! — le habló Inosuke al demonio monstruoso al hacerle un corte profundo en la espalda, su piel no fue muy difícil de atravesar por lo que parecía que aquel demonio era poco más que su apariencia.

Ambos empezaron una pelea basada en la fuerza bruta, uno intentaba golpear al cazador y este le producía corte tras corte. Al mismo tiempo, Zenitsu y el joven demonio se pedían mutuamente alejarse tratando de que sus nervios no fueran demasiado notorios, ninguno tenía mucho interés en atacar al otro. Tanjiro apuntó con su espada a la garganta de la chica una vez que esta recuperó suficientes fuerzas como para levantarse, no pretendía herirla pero quería tenerla controlada hasta que se aclarasen sus intenciones. El filo de su espada no había tocado su piel cuando Nezuko se interpuso entre ambos con los brazos abierto, dándole la espalda a ella para protegerla.

— ¿Nezuko...? — la llamó su hermano, recibiendo una negación de su parte —. Está bien, si tú confías en ella yo también.

— ¡Tú!, ¡tú eras el ángel que cantaba!  — exclamó Inosuke después de acabar tanto con su oponente como con el de Zenitsu y reconocerla como la figura que vio mientras dormía.

Tanjiro y Zenitsu se miraron preguntándose entre sí a qué refería, pero la única que conocía la respuesta no podía hablar.

— ¡Ven con nosotros, quiero oírte otra vez! — le pidió, cambiando la confusión de sus compañeros por estupefacción, ahora estaban más que seguros de que su amigo había recibido algún golpe en la cabeza durante la pelea.

_________ pensaba en la forma de negarse cortésmente, una cosa era divertirse con ellos un rato y otra ponerlos en un constante peligro, y eso sería lo que haría si se marchaba con ellos. Estaba a punto de responder cuando notó un pequeño tirón en la manga de su chaqueta, bajó los ojos para encontrarse con los de Nezuko, lo cuales parecían suplicarle que aceptara.

— Di que sí, estoy seguro de que a mi hermana le gustaría tener más compañía femenina y nos vendría bien tener a alguien capaz de controlar al jabalí temperamental — intentó convencerla Tanjiro.

— ¡A mí nadie me controla! — replicó el nombrado, provocando una ligera risa de ella.

 — Está bien, siempre que no os sea una molestia estaré encantada de acompañaros — aceptó dirigiéndole una mirada a Inosuke de la que solo él se percató, haciéndole sonrojar levemente pero lo suficiente como para preguntarse a si mismo que le estaba ocurriendo.

Mientras pudiera serles de ayuda les seguiría hasta el fin del mundo, porque gracias a ellos sentía que podía volver a tener una familia.



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