Epílogo
La universidad era sin lugar a dudas un lugar impactante, Konnie no tenía idea de por qué había escogido esa de todas las universidades disponibles, considerando sus capacidades y que no necesitaba una beca, pero luchó contra los consejos de sus padres hasta que estos cedieron, permitiéndole ir a donde quería.
Por supuesto, eso significaba que Dilia también vendría, porque estudiar la misma carrera y ser amigas desde los 13 años significaba ir a la misma universidad, solo esperaba que los padres de la rubia no la culparan a ella al respecto si estaban en desacuerdo. Fuera como fuere, ya era demasiado tarde, el primer día de clases se mostraba delante suyo con toda la emoción que un cambio así puede significar, pero para Konnie no era eso.
Sus manos sudaban sosteniendo la correa del bolso que colgaba de su hombro, sus pies se movían inquietos, aunque sabía que no debía rayar los zapatos nuevos acabado de empezar el semestre, pues de alguna forma había sobrevivido a los discursos de Dilia sobre usar tacones y había logrado venir en zapatos de vestir. Su garganta se sentía seca y tenía un extraño zumbido en los oídos, la ansiedad de estar esperando algo la absorbía. Por ocupar sus manos en algo más que restregarse juntas en un gesto nervioso, Konnie subió las mangas de su traje, arrugándolas en el antebrazo.
—¿Tan temprano tan ansiosa? —preguntó Dilia, chocando su hombro por detrás y captando su atención.
Konnie tenía que admitir que la rubia usaba como nadie la mezcla de elegancia y despreocupación, con aquella falda rosada, en contraste con la blusa azul y la chaqueta blanca que tenía dos rayas azules en las mangas. Claro, los tacones de diez centímetros que la hacían ver más alta que Konnie no podían faltar.
—Estoy nerviosa, eso es todo —repuso la pelinegra, acomodando su cabello liso suelto, que le llegaba por debajo de los omóplatos, detrás de su oreja y avanzando dentro del campus, sus amarillos ojos recorriendo en derredor con detenimiento.
—¿No me digas que sigues buscando ese no sé qué incluso ahora? —acusó Dilia, viendo como Konnie no despegaba los ojos de la multitud mientras alisaba la chaqueta de su traje negro.
—Si te vas a burlar, te voy a pegar con un libro —amenazó Konnie, sus ojos penetrando fijamente la mirada café de Dilia.
—No, tú misma querida, pero ya sabes que me preocupa —aseguró Dilia, sus manos alzándose en son de paz hacia Konnie —Entiéndeme, no es normal que desde que te conozco estés mirando a las personas y siempre tengas esa expresión de decepción en tu rostro —comentó la rubia con preocupación evidente en su tono, su mirada suavizándose y haciendo que Konnie se relajara.
—Estoy bien, Dilli, solo…es algo que tengo que hacer —afirmó, sus ojos mostrando esa determinación que no había mermado aun con la búsqueda infructífera que llevada toda su vida —No sé por qué, pero lo he hecho siempre y no puedo detenerme sino hasta encontrarle.
—¿A quién? Ni siquiera sabes a quién buscas —reprochó Dilia, su voz rozando la desesperación, porque sin importar cuánto lo había intentado, Konnie no cedía en su propósito.
Su vida se desarrollaba alrededor de su búsqueda constante, sus amistades se resumían a Dilia, porque cualquier otra interrelación era casi imposible cuando lo único que hacías era mirar entre las personas con la esperanza de encontrar a alguien que nunca llegaba.
—Lo sabré cuando le encuentre —aseguró Koonie sin vacilar, haciendo que Dilia dejase escapar un suspiro de derrota, como cada vez que sostenían aquella conversación.
—Solo prométeme que serás más amable con las personas e intentarás interrelacionarte con ellas, no solo tirarlas lejos al darte cuenta que no son quien buscas —pidió Dilia, dándose por satisfecha cuando Konnie asintió con la cabeza firmemente —Me tengo que ir, el profesor quiere que reciba a la estudiante de intercambio que viene de Londres —informó, un brillo extraño destellando en sus ojos mientras sus dedos peinaban su largo cabello, dándole volumen en un gesto despreocupado.
—No se te ocurra coquetearle de entrada, Dilli —le regañó Konnie, reconociendo en su mirada ese tono coqueto que Dilia adoptaba cuando le gustaba alguna chica.
—Por favor, es alta, rubia, ojos verdes, se llama Cara Wolf y es probable que sea hetero, pero yo no pierdo nada con intentar —explicó Dilia con una expresión traviesa mientras se mordía el labio inferior.
—¿Cómo sabes tú todo eso? —preguntó Konnie, preocupada por el nivel de acoso que demostraba su amiga.
—No la acosé, malpensada, el profesor me dio su foto y datos para que pudiera encontrarla y mostrarle la Universidad, ya que no hizo el recorrido previo antes de la fecha de ingreso como el resto de nosotros —explicó Dilia, pegándole con el folleto en el hombro a Konnie como protesta por la mirada acusatoria que le daba —En fin, deséame suerte —dijo, dando un salto ligero en el lugar antes de irse caminando rápidamente hacia donde debía de estar la chica esperándola, Konnie simplemente negó con la cabeza.
Llevando sus manos a su cuello para calmar un poco sus ansias, Konnie respiró profundamente, alisando la blusa verde que traía debajo de la chaqueta del traje, metida por dentro de su pantalón, y avanzando por el campus.
Su horario había sido previamente distribuido y tenía diez minutos para llegar al anfiteatro donde tendría su primera clase, que de antemano le habían informado que era la más importante, pues serían repartidos en parejas y recibirían las orientaciones del proyecto que avanzarían durante los primeros dos semestres, siendo este el seguro para el pase de curso. Miraba su reloj, comprobando que iba en buen tiempo, cuando de una esquina salió alguien, tropezando con ella y cayendo al suelo.
—¡Mierda! —exclamó Konnie por lo bajo, agachándose para ayudar a la chica que se intentaba sentar en el suelo, revisando sus rodillas y palmas lastimadas— ¿Estás bien? —preguntó, preocupada porque la joven se hubiese hecho daño.
—Estoy bien, lo lamento, eso me pasa por andar de distraída —se disculpó la muchacha, su cabello castaño claro con ondas revuelto por todo su rostro, dándole una apariencia adorable considerando el pin de ardilla que sujetaba parte de su flequillo.
Sus ojos se encontraron y por un instante Konnie sintió una punzada dentro, una atracción latente llamándola, pero mientras más su mirada conectaba con aquellos ojos cafés claros, más la sensación desaparecía, hasta que notó el motivo, ella conocía a esa chica.
—Déjame ayudarte —dijo, dándole la mano a la muchacha para que se levantara y viéndola sacudir el polvo de su uniforme de preparatoria.
Una chaqueta carmelita con dos listas azules, una falda de tachones a cuadros de diferentes tonos de marrón y el lazo azul en el cuello, Konnie reconocía que era de una preparatoria que estaba a unos minutos de esa universidad.
—Perdón por el choque —se disculpó la muchacha nuevamente, inclinándose hacia adelante un instante —Vine con mi clase a visitar la Universidad, una estrategia de la escuela para motivarnos ahora, diciendo que nuestras calificaciones son importantes y no podemos esperar a último año para mejorar las notas.
—En eso tienen razón —afirmó Konnie, recordando como muchos de sus compañeros nunca prestaron atención en clase y jamás lograron nada —Deberías esforzarte si tienes una meta presente, no puedes esperar que todos se te dé sin un mínimo de trabajo —añadió, una lección de vida que sus padres le habían enseñado desde niña.
—Muchas gracias —dijo la muchacha, agradeciendo el consejo de todo corazón —Soy Gim Chaewon —se presentó, su cabeza ladeada mirando fijamente el rostro de Konnie —¿No nos conocemos de antes? —preguntó, la duda golpenado su mente mientras intentaba entender la atracción que sentía hacia la elegante mujer de ojos amarrillos delante de ella.
—Soy Cho Konnie, nos conocimos de pequeñas —explicó Konnie, su mente recordando aquel momento inusual de su infancia —Te me acercaste cuando yo estaba llorando en la escalinata de un edificio, dijiste que no te gustaba que yo llorase y me preguntaste por qué lo hacía, te conté que mi abuelo acababa de morir y dijiste que te quedarías conmigo hasta que mejorase —narró suavemente, viendo como Chaewon recordaba lentamente, hasta que una sonrisa iluminó su rostro.
—Cierto, eras la niña con el rostro serio que siempre tenía expresión de adulta —afirmó felizmente, recordando aquel día —Recuerdo que estuvimos jugando juntas por algunos días, hasta que tu familia se mudó y quedamos de algún día volver a encontrarnos.
—Sí, casualidades de la vida —comentó Konnie, recordando lo decepcionada que estuvo cuando se dio cuenta que Chaewon no era la persona que ella buscaba.
Cuando la conoció aquel trágico día, tantas emociones recorrieron su pequeño cuerpo que por un instante verdaderamente creyó que era ella, como mismo había pasado en ese momento en que chocaron, pero de igual manera, mientras más la miraba más la sensación disminuía hasta que notaba que estaba equivocada y continuaba la búsqueda.
—Ahora tengo que irme, ya llego tarde a una clase —informó, disculpándose para pasar por al lado de la adolescente.
—Oye —la llamó Chaewon, sus palabras deteniendo la caminata de Konnie y haciéndola girarse para verla —Si quieres podemos almorzar juntas y nos ponemos al día sobre lo que ha pasado todos estos años —propuso la chica, sus mejillas tornándose rojas a medida que Konnie la miraba, su miraba bajando avergonzada.
Por un instante, la tentación de decir que sí y detener su búsqueda estuvo allí, pensando que si la había podido confundir quizás eso significaba que no tenía que seguir insistiendo en alguien a quien no conocía y no sabía si aparecería.
—Lo lamento —dijo, dejando la vacilación detrás, sintiendo como crecía en su cuerpo la determinación de continuar buscando a la persona que sabía que estaba allá afuera —Estaré muy ocupada, quizás cuando entres a la Unviersidad podamos salir como amigas —afirmó, viendo a la pequeña sonreír mientras intentaba ocultar la decepción en su rostro —Adiós.
No esperó ninguna despedida más, sus pasos se aceleraron mientras entraba al edificio de arquitectura y diseño, subiendo las escaleras tan rápido como podía, sintiendo su cuerpo cansarse por el ejercicio al que no estaba acostumbrada. Realmente tenía que escuchar a Dilia y aumentar sus jornadas en el gimnasio.
La puerta del anfiteatro finalmente fue visible para ella, quien se acomodó el cabello y revisó su imagen un instante antes de entrar, bajando las mangas de su traje y alisándolas para que tapasen el tatuaje de un gato negro que tenía por encima de la muñeca izquierda.
—Buenos días, disculpe la tardanza profesor, estaba ayudando a un estudiante perdido —interrumpió Konnie suavemente, pero con una confianza que solo alguien de su familia sostendría. El profesor pareció descolocado unos instantes antes de asentir en consentimiento.
—Buenos días, adelante, incorpórese a la clase —indicó, señalándole hacia el asiento disponible en la mesa al lado de la ventana en el tercer nivel de asientos —Me temo que las parejas ya han sido asignadas, su compañera de mesa será quien haga el proyecto con usted —explicó mientras Konnie se adentraba en el anfiteatro y se dirigía hacia la mesa indicada —Continuamos con la clase.
Konnie intentó ser lo más silenciosa posible mientras se sentaba en el asiento que daba hacia el pasillo, dejando su bolso a su lado y sacando una libreta para apuntes y lapicero, sus ojos vagando entre el profesor y sus cosas. Cuando pudo tener todo listo fue que reparó en la mirada penetrante que provenía de su izquierda, girando la cabeza para conocer a su compañera de trabajo.
El aire se atascó en su garganta, el lapicero cayó de sus manos en un golpe sordo sobre las hojas rayadas, su cuerpo se sintió repentinamente frío y Konnie podía escuchar los latidos acelerados de su corazón retumbar en sus oídos.
La chica a su lado la miraba con una sonrisa suave, sus ojos marrones fijos en ella con un brillo curioso. Su cabello rojo brillante obviamente teñido destellaba en contraste con la luz del sol que entraba por la ventana a su lado, cayendo largo como una cortina, sostenido en una media cola por una hebilla en forma de trébol de cuatro hojas.
Traía unos pantalones anchos beiges, unas botas negras que hacían un sonido parejo al ritmo veloz en el que ella movía sus pies, un top azul que dejaba a la vista parte de su abdomen, algo que definitivamente Konnie no había mirado, y un cárdigan rosado claro, ancho y abierto, que colgaba despreocupado, mostrando uno de sus hombros.
—Mucho gusto, soy Paek Hyo-ri —se presentó la muchacha, su voz dulce sacando a Konnie de su ensoñación mientras ella extendía una mano hacia adelante, en señal de saludo.
—Cho Konnie, un placer —habló la pelinegra, apretando la mano delicada que le era ofrecida. Un jadeo rápido escapó de sus labios en el segundo que sus manos se encontraron, una sensación eléctrica corriendo su cuerpo.
—Llegas tarde, llevo mucho tiempo esperándote —reclamó la pelirroja, soltando la mano de Konnie y subiéndola, su codo reposando en la mesa mientras ella descansaba relajadamente su rostro en su mano.
Konnie sabía que no había llegado tan tarde a la clase, pero también tenía la sensación de que Hyo-ri no se refería a eso. Su mirada divertida ante la obvia confusión y estupefacción de Konnie le decía a la pelinegra que había más allí de lo que ella hablaba.
Podía sentirlo en cada fibra de su cuerpo y no se desvanecía conforme la miraba, por el contrario, sus ojos cafés parecían absorberla, hipnotizándola y haciéndola embriagarse en emociones que le eran desconocidas hasta el momento. Sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, pestañeó rápidamente para alejarlas mientras tomaba una inspiración profunda, una sonrisa genuina de felicidad mostrándose por primera vez en su rostro.
—Lamento haberte hecho esperar —sus palabras salieron como un bálsamo que calmaba la ansiedad que durante toda su vida había venido con ella.
Allí, mientras se sonreían una a la otra, con sus ojos adentrándose en los ajenos, creando un vínculo que apaciguaba todos sus deseos insatisfechos, todo lo que Konnie podía pensar era lo bien que le quedaba a Hyo-ri el tatuaje del gato moteado en su muñeca izquierda.
«Prometo que estaré esperándote, en todas las vidas que vengan»
«Mi alma está entrelazada con la tuya, y en esta vida o en mil más, siempre te encontraré»
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¿Fue o no fue final feliz?
Personalmente, considero que romper el esquema Disney e igualmente dar algo que puede considerarse feliz, es algo muy bonito.
Yo estoy satisfecha con la obra, este fue el objetivo desde el principio, no cambió en ningún momento, no hubo alteraciones mientras lo escribí, así fue el fanfic desde los inicios y estoy feliz con ello.
Pero ahora me gustarían sus opiniones, díganme qué sintieron y si les gustó o no el fanfic. Quiero leerlos.
Sin más, me despido de todos aquellos que solo leían este fanfic mío, ha sido un gusto compartir la experiencia y quizás más adelante nos leamos de nuevo. Saludos, pequepinkypitufibolas ♥️💖.
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