Capítulo 47- El fin de su sufrir.
La parte más dolorosa de la muerte lenta es ver a quien amas progresivamente consumiéndose sin poder hacer nada para mejorarlo. Los días y las noches se mezclaban en un sinfín de medicamentos y cuidados, Yahwi permanecía ido, hablando con Jihwa como si nada estuviese pasando.
Había momentos en los que él salía y Myeong-Suk entraba a la habitación con Jihwa y hablaban, disfrutando su último tiempo juntos, a veces ella lloraba, otras le narraba anécdotas de su infancia que él recordaba perfectamente, pero que Myeong-Suk sentía la necesidad de contar.
En ocasiones las visitas eran de los demás, Cain con algún comentario divertido, Ae-ri hablando sobre planes futuros o Kang-Dae, que simplemente dedicaba horas a escuchar a Jihwa aconsejarle sobre todo lo que él no debía de hacer mal como marido y padre. Jihwa disfrutaba eso.
La primera vez que Yahwi interiorizó totalmente la idea y despertó de su letargo fantasioso, fue como si su mundo se derritiera delante, con él incapaz de sostenerlo. Jihwa llevaba mes y medio de evolución, se había despertado en la madrugada, como todas las noches a esa hora, pero esta vez era diferente.
La convulsión apareció repentinamente, su cuerpo se retorcía en espasmos, su rostro se desfiguraba y mientras Yahwi gritaba por ayuda, la realidad se plantó en su cabeza. La enfermera lo empujó lejos, cayendo en los brazos de Cain mientras ella controlaba la situación. La visión de Jihwa retorciéndose entre las sábanas sin control y la enfermera inyectándolo despertó en Yahwi todo lo que había estado dormido durante ese tiempo.
Cuando Jihwa estuvo estable todos volvieron a sus habitaciones, aunque nadie logró dormirse nuevamente. Yahwi, por su parte, se acurrucó contra Jihwa, que se mantenía dormido por los medicamentos y lloró durante el resto de la noche. Sus brazos rodeaban a Jihwa, sus piernas se doblaban hacia su pecho y él lloraba en silencio, su vida escapándose de entre sus manos sin nadie que lo detuviera.
—Llora todo lo que necesites, mi amor —habló Jihwa con voz rasposa y lenta, Yahwi inmediatamente alzó la cabeza, sus ojos encontrándose con aquellos más oscuros que parecían carentes de vida, como si lo mirasen detrás de un velo.
—Lo siento, yo solo… —intentó disculparse, le habían aclarado que no podía cargar a Jihwa de emociones fuertes, aunque él no estaba seguro que hubiese una emoción más fuerte que la que causa el estar muriendo.
—Shh, no, está bien —negó Jihwa, su mano delgada y huesuda alzándose hasta tocar el rostro de Yahwi. El pensamiento de que no había notado cuándo Jihwa bajó tanto de peso cruzó su mente, pero el tacto frío y enfermizo del hombre lo distrajo —Llora ahora que puedo consolarte, llora conmigo mientras aún estoy aquí, porque estoy a tu lado y quiero poder tenerte de todas las formas en las que estés —su voz mermaba por momentos, pero Yahwi estaba tan cerca que podía escucharlo.
—Es que duele demasiado —admitió Yahwi, refiriéndose a ese dolor interno que los medicamentos no calman, a la forma en que sientes que el alma se desgarra por dentro.
—Lo sé —confesó Jihwa, inclinándose para que su frente tocase la de Yahwi, ambos cerrando los ojos, respirando lentamente el aliento del otro.
Yahwi lloró, sin contenciones ni disimulo, su cuerpo se sacudía en espasmos y sollozos mientras Jihwa lo abrazaba, hasta que el llanto cesó y su mente se sintió más clara. Cuando Jihwa volvió a dormirse, Yahwi se levantó y salió de la habitación. Era hora de retomar el control de su vida, su esposo estaba muriendo, tenía que afrontarlo.
El cambio de actitud de Yahwi trajo paz a los demás residentes de la casa, quienes volvían a verlo al mando de todo, incluso de la empresa, mientras cuidaba a la vez de Jihwa, pero esa responsabilidad ahora recaía también en los demás, por lo que todos podían pasar tiempo con Jihwa y sostener sus mentes estables. Romperse ante el dolor era demasiado fácil y ellos demasiado frágiles, pero se tenían unos a otros.
El tiempo, sin embargo, no esperaba ni se ralentizaba, y las semanas pasaron, llevándose con ellas un poco más de Jihwa cada hora. Las convulsiones volvieron, momentos de delirio donde él no sabía ni quién era y el dolor que causó que las dosis de morfina llegasen a su punto más elevado. Cuando Jihwa llegó a esa etapa, todos aquellos que habían estado lejos manteniendo los negocios a flote se volvieron residentes permanentes de la casa, apoyándose ante la inminente llegada del momento final.
Yahwi estaba sentado en el sillón del pasillo que llevaba a su habitación, habían colocado varios sillones en esa zona para aquellos que quisieran esperar fuera. Sus manos estaban entrelazadas frente a él, sus brazos apoyados en sus rodillas y él reclinado hacia adelante. Había salido de la habitación porque Myeong-Suk le pidió unas horas con su papi, para todos era obvio que Jihwa podía no ver otro amanecer, y Yahwi sentía que algo faltaba, que no había hecho lo suficiente, que necesitaba algo más.
—Toma —la voz de Cain llegó algo distorsionada a sus oídos, Yahwi tuvo que parpadear un par de veces para notar que le estaba ofreciendo una taza de café.
—Gracias —dijo, tomándola y dándole un trago, viendo como Cain se sentaba en el sillón que estaba al lado del suyo, solo entonces reparó en la camisa que tenía una pata de perro y un letrero que decía “Yo le obedezco a él”, que iba a juego con una de Phill, quien había llegado ese día en la mañana.
—No quiero que me mires como si fueras a matarme, pero qué te sucede —preguntó Cain, haciendo que Yahwi lo mirase tal cual él había pedido que no hiciera —No me refiero a eso, pareces como si estuvieras buscando una respuesta a algo —explicó y vio la mirada de Yahwi suavizarse hasta que el amarrillo parecía tapado por nubes de tormenta.
—Siento que falta algo, que necesito algo más, decirle algo más —confesó Yahwi, sus dedos apretándose alrededor de la taza que por algún milagro había durado años, el gato negro grabado en ella siendo repasado por el pulgar de Yahwi —Como si quisiera darle paz, asegurarle que viviré para que no se culpe, pero a la vez buscara lo mismo para mí —Yahwi negó con la cabeza en frustración y bebió más de la taza, permaneciendo un silencio tranquilo entre ellos dos.
—Mi abuela fue una de las personas a las que más he amado —comentó Cain repentinamente, Yahwi lo miró, atendiéndolo —Ella solía contarnos historias a mis hermanos y a mí sobre como algún día tendría que irse, porque todo en la naturaleza muere, solo que hay vidas que duran más que otras. Recuerdo que yo lloraba ante la idea de perderla, mi hermano mayor se burlaba de mí por eso, pero yo tenía seis o siete años y no me importaba, solo pensaba en que ella algún día no podía abrazarme. Así que sé perfectamente cómo se siente, te entiendo.
—¿Qué hiciste para superarlo? Porque siento que si no hago algo pronto, el tiempo se acabará y esto va a asfixiarme por siempre —dijo Yahwi, su voz calmada tenía matices desesperados de dolor que Cain podía reconocer.
—Ella me sentó una noche y me contó que la vida está hecha para la muerte, pero que hay algo más —respondió Cain, evocando los recuerdos de su más tierna infancia —Todos tenemos almas que quedan marcadas por lo que vivimos, a quienes conocemos y lo que hacemos. Si en nuestra vida, nuestra alma se enlaza a la de alguien más, entonces ese vínculo es irrompible, incluso con la muerte, por lo que cuando tu tiempo en este planeta se acaba, tu alma se aferra a la de aquella persona a la que amas. De esa forma, cuando morimos nuestra alma no se desvanece, sino que espera a la llegada del alma a la que está unida y luego ambas atraviesan el velo de la muerte, donde reciben una segunda oportunidad. Lo que significa que algún día, de alguna forma, esas almas reencarnaran y se reencontraran, porque el vínculo va más allá de los límites de la muerte.
Yahwi permaneció en silencio, interiorizando la historia de Cain hasta que podía sentirla grabada en su mente, quemando a fuego lento. Cain no dijo nada, se sentó a su lado pacientemente a esperar, el silencio sobrecogiéndolos, la realidad era que todos en la casa estaban despiertos, pero nadie se atrevía a perturbar la bruma que sostenía el momento.
Cuando Myeong-Suk salió de la habitación, sus ojos rojos he hinchados, lágrimas que seguían corriendo por su rostro sin contención y sollozos ahogados que ella intentaba mantener dentro, Yahwi se incorporó. Ambos se abrazaron como solo un padre amoroso puede abrazar a una hija, como solo dos personas que comparten el mismo dolor pueden confortarse y entonces ella se apartó, siendo abrazada por Cain y Phill, que en algún momento se había acercado al pasillo, mientras Yahwi se adentraba en su habitación.
El olor dentro de aquel dormitorio era a enfermo, a hospital y a muerte. Yahwi hizo lo posible por ignorarlo mientras se acercaba a la figura escuálida y pálida de Jihwa en la cama, rodeado de equipos conectados a su cuerpo, su respiración que se aceleraba por momentos y luego paraba. A Yahwi se lo habían explicado, respiraría así para los finales, hasta que en una de las paradas ya no volviese a hacerlo. Yahwi sentía su corazón detenerse cada que Jihwa llegaba a una parada.
—Hola —saludó suavemente, sus manos tomando las de Jihwa con delicadeza y sentándose en el sillón que estaba pegado a la cama.
—Hola, mi amor —sonrió Jihwa, Yahwi tragó el nudo de su garganta al ver que incluso en esas condiciones, Jihwa tenía la fuerza para sonreírle —¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así? —preguntó Jihwa, notando la mirada penetrante e intensa de Yahwi sobre él, como si el universo se redujese solo a su persona.
—Te amo —afirmó, como pocas veces a lo largo de sus décadas juntos, con la dulzura del sentimiento, la firmeza de su intensidad y el dolor del momento, embriagando a Jihwa con las palabras, que pudo percibir el tono calmado de Yahwi a través de ellas —Ya no tienes que sufrir más, nosotros estaremos bien, prometo que viviremos. Lloraremos mucho por un tiempo, dolerá como no creo que duela nada en la vida, pero seguiremos adelante, así que ya no sufras más, te lo suplico —pidió Yahwi, sus ojos llenándose de lágrimas, pero su expresión serena y sincera.
—Yahwi —Jihwa sollozó, sintiendo las lágrimas deslizarse por el borde de sus ojos, su voz no era otra cosa que un sonido bajo y carrasposo, más un jadeo que palabras. Yahwi se llevó la mano de Jihwa a la boca, besando el dorso suavemente y luego envolviéndola con las suyas.
—La última persona que alguna vez hubiese considerado un amigo, esta noche me ha contado una historia —habló Yahwi, una de sus manos deslizándose por el cabello quebradizo y sin vida de Jihwa —Me dijo que las almas se aferran a aquellas que aman, entrelazándose más allá del límite de la muerte, superando todas las barreras de la vida. Por lo que, cuando esas vidas se acaban, esas almas se esperan y luego van juntas a través de la muerte, hasta que llega su turno de reencarnar, y ese vínculo irrompible hace que ambas se encuentren aunque ni siquiera sepan quiénes son, porque es una unión para todos los tiempos y en todas las vidas —Jihwa apretó livianamente la mano de Yahwi con sus dedos, girando su cabeza hacia la mano que acariciaba su mejilla —Mi alma está entrelazada con la tuya, y en esta vida o en mil más, siempre te encontraré.
—Prometo que estaré esperándote, en todas las vidas que vengan —susurró Jihwa, sus ojos mirando a Yahwi por última vez.
Yahwi se inclinó hacia adelante, sus labios depositando un suave beso en los labios de Jihwa, sintiendo ese último aliento de vida salir a través de las heridas que los marcaban, pero no le importaba, su mente todavía podía evocar la suavidad de antaño, la calidez, el amor cuando le devolvían sus besos, pero ya no quedaba nada de eso. Las lágrimas cayeron de sus ojos hasta mojar el rostro de Jihwa, su cuerpo tembló ante el dolor de la perdida, pero también la sensación de paz lo inundó. Jihwa ya no estaba sufriendo y él había hecho todo por el hombre que amaba.
El pito de la máquina a su lado alertando el final atrajo la atención de los demás fuera de aquella habitación, le enfermera entró y apagó los equipos, declarando la hora de muerte, pero para Yahwi nada de eso ocurría, sus ojos únicamente fijos en la relajada expresión del rostro de Jihwa. Su objetivo se había cumplido, le había dado paz.
Afuera de las paredes de esa habitación, el dolor derrumbaba a los familiares. Myeong-Suk lloraba dando puñetazos al pecho de Killian, Cain abrazaba a Phill mientras este gritaba contra su pecho, Kang-Dae mantenía una expresión serena, pero las lágrimas que corrían por sus mejillas delataban el dolor dentro, y Ae-ri se había sentado en el suelo, con Woo-Bin sosteniéndola mientras ella negaba con la cabeza. Todo se había acabado.
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Paz, esa que trae el que finalmente aquellos que amamos dejen de sufrir, es un sentimiento con el que no todos se identifican, sino hasta que lo viven.
Si algún día me preguntan por qué apoyo la eutanasia y el suicido asistido, esa siempre será mi respuesta. Porque vivir sufriendo lentamente hasta tu muerte, no es vida.
Ha sido duro, la muerte de Jihwa fue todo lo que tenía que ser y el crecimiento de los personajes alrededor de los eventos da el broche para cerrar, como se estaba esperando.
Sé que muchos no están de acuerdo con esta decisión, pero al fanfic le quedan literalmente dos capítulos y un epílogo y, aunque sé que no se sienten atraídos hacia este final, yo les pedí paciencia y confianza. Si luego de leer el epílogo todavía se quedan con esa sensación de desazón, me hago totalmente responsable. Dicho esto, nos leemos el domingo. ♥️♥️♥️ Besitos pequepinkypitufibolas.
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