Capítulo 32- El disfrute en grupo.
El viaje en avión había sido maravilloso para Jihwa, no porque no se hubiese cansado o desease bajarse rápidamente de la caja voladora, sino porque ver a Go Yahwi volar en clase media e intentar mantener su rostro inexpresivo mientras lidiaba con exceso de personas, espacios pequeños y menos lujos era divertido.
No es que Jihwa particularmente tuviese algo en contra de Yahwi, ese no era el caso, sabía que sus costumbres estaban dadas por su posición económica y eso no es algo que uno escoja al nacer, no podía culparlo ni estaba resentido al respecto, pero sí podía disfrutar de lo abiertamente fuera de lugar que se veía Yahwi en aquel avión.
Para cuando aterrizaron, Yahwi sentía cada músculo de su cuerpo resentir el más mínimo movimiento y un dolor de cabeza perenne lo torturaba. El grupo tomó el transporte disponible para ellos por la universidad, que era un autobús como si fueran estudiantes de secundaria, pero en ese punto todos estaban de acuerdo en no quejarse, deseaban llegar a sus habitaciones y dormir tan pronto como fuera posible.
Jihwa disfrutó de ver a Yahwi dormitar hasta que su cabeza se balanceaba peligrosamente cerca de la ventana, sabía que el hombre jamás se mostraba así de vulnerable y si estaba dejando que el cansancio lo venciera, era porque se sentía en confianza con Jihwa allí.
El viaje sobre ruedas fue eterno, pues ya incluso el pelirrojo estaba agotado, finalmente llegaron y luego de cuidadosas presentaciones por parte del personal que los recibió, un recorrido pequeño por el sitio, las explicaciones pertinentes sobre esquiar y las áreas adecuadas para ello, finalmente les mostraron el hotel que disponía sus habitaciones, les dieron las llaves y los dejaron ir a descansar.
El en camino a su habitación, Jihwa no paraba de burlarse de Yahwi por todas las caras que había hecho durante el viaje y la forma en que su ceño fruncido prácticamente gritaba que iba a comprar boletos de regreso por su cuenta. Yahwi bufó, pero no cuestionó esto.
Entraron a su recámara, que resultó ser bastante acogedora, para sorpresa de Yahwi, que ya esperaba algo surrealista y desagradable. La habitación era de tonos grises y beiges, con una sola cama matrimonial King zise cubierta con un edredón de tejido triple de lana gruesa y nudos. Había un armario de caoba tallado en una esquina, dos sillones cerca de la ventana que mostraba la nieve del exterior, con una pequeña mesita entre ellos.
Tenía un pequeño escritorio en una esquina, a cada lado de la cama dos mesitas de noche con lámparas de luz ajustables y en el fondo una puerta que daba a un baño amplio de un tono azul claro relajante donde había una bañera y una ducha grande de cascada que llamó mucho la atención de Jihwa, que adoraba pasar horas debajo de la ducha.
Por miedo a que este se perdiera debajo del agua caliente, Yahwi solicitó bañarse primero, a lo que Jihwa accedió con una sonrisa culpable, sabía los motivos de aquella petición. Cuando este salió varios minutos después con una toalla negra enrollada en sus caderas y otra más pequeña secando su cabello, Jihwa se vio a sí mismo deleitado en la visión de las pequeñas gotas de agua que caían del oscuro cabello y descendían por el torso de Yahwi, bajando por los marcados abdominales y perdiéndose en el borde de la toalla, justo donde se marcaban los huesos de su cadera.
Jihwa sintió su rostro arder mientras Yahwi se mantenía ajeno, simplemente había entrado tan rápido al baño bajo la amenaza de Jihwa de adelantársele que no había cogido la ropa, pero la mente del pelirrojo ya había olvidado eso y solo prestaba atención a los visibles músculos contrayéndose mientras Yahwi tomaba la ropa.
Al percibir las manos de Yahwi en el borde de la toalla y a punto de quitársela, Jihwa notó lo que estaba haciendo, apresurándose en movimientos incontrolados hacia el baño, tomando su pijama de gruñosito ya preparado con su ropa interior encima en el proceso.
Tal cual Yahwi había esperado, Jihwa terminó pasando bajo la ducha más de treinta minutos, sin embargo, eso había tenido más que ver con la necesidad de calmar el ardor bajo su piel con el agua caliente, incapaz de controlar todo lo que había sentido con una mera estimulación visual. El miedo latente en su cuerpo vibraba contra el deseo y por el momento, ninguno estaba ganando la batalla. Jihwa salió del baño totalmente vestido para encontrar a Yahwi ya acostado, con un libro en la mano para pasar el tiempo hasta que Jihwa se uniera a él.
— ¿Quieres comer algo?— preguntó Yahwi, apartando las colchas para que Jihwa se acomodase a su lado, algo que el menor hizo en un instante, abrazandose al torso de Yahwi y apoyando la cabeza en su pecho, sintiendo la caricia delicada de los dedos del contrario pasando por sus cabellos.
— No, comí lo suficiente en el avión y todavía me siento algo mal del viaje— Jihwa no sabía por qué, pero si bien podía comer ligero mientras volaba, cuando aterrizaba una sensación de pesantez de acomodaba en su estómago y no lograba comer nada por horas.
— Está bien— aseguró Yahwi, quien tampoco tenía hambre, mientras cerraba el libro y apagaba la luz de la mesita de noche, acostándose totalmente y envolviendo a Jihwa en un abrazo— ¿Quieres ir a esquiar mañana?— propuso Yahwi, decidido a aprovechar su tiempo allí lejos de todos las desgracias que los perseguían constantemente.
— No se esquiar— murmuró Jihwa, sintiendo el cansancio dominar su cuerpo y sus ojos pesados empezar a cerrarse. Sonrió cuando sintió la risa ronca y queda de Yahwi, su pecho vibrando y moviendo la cabeza de Jihwa que en él reposaba.
— Aceptaste venir a una residencia de esquí sin saber esquiar— comentó Yahwi, no era una burla ni una pregunta divertida, era una realidad que salió en un susurro suave que hizo fácil para Jihwa entender que el mayor simplemente estaba disfrutando de la torpeza de elecciones que Jihwa siempre presentaba.
— Acepté venir a unas vacaciones bien merecidas— fue la suave respuesta que usó Jihwa para rectificar la elección de palabas de Yahwi, no pudo verlo, pero sabía que este estaba sonriendo— Buenas noches, Yahwi— farfulló por lo bajo, incapaz de mantenerse consciente mucho más.
— Mañana te enseñaré a esquiar— aseguró Yahwi, dejando un beso en su cabeza y esperando hasta que percibió la respiración de Jihwa apaciguarse totalmente— Buenas noches, panda rojo— murmuró por debajo de su respiración, apreciando la adorable visión del rostro de Jihwa totalmente relajado, enmarcado por los rojos cabellos que le recordaban a un panda rojo bebé que había visto una vez en un viaje al zoológico con sus padres cuando era todavía muy pequeño.
Esa noche, su sueño lo transportó de regreso a aquel día, sintiendo el calor de la mano de su padre en su hombro, la delicadeza de la mano de su madre sosteniendo su manito derecha y la suavidad de la mano del niño de revuelto cabello castaño y grandes ojos cafés impresionados.
La mañana llegó con un despertar lento que los llevó a vestirse para esquiar, desayunando ligeramente en el restaurante del hotel, bajo sugerencia de Yahwi de no llenar sus estómagos si iban a deslizarse montaña abajo por la nieve y menos aún si era la primera vez, como el caso de Jihwa.
De alguna manera, Yahwi había conseguido arrastrar a Jihwa hasta la zona de esquí y luego había logrado que este accediera a superar la impresión de la altura y se deslizara. Por supuesto, terminó cayendo en la nieve de diversas formas incontables veces, causando una risa serena en Yahwi, que se divertía con toda la situación.
En algún punto de su proceso de enseñanza, los otros chicos del proyecto se habían unido a ellos, ya que todos andaban juntos a fin de cuentas, y, contrario a lo esperado por Jihwa, Yahwi no se mostró reacio a relacionarse con ellos. Varios de los chicos dieron consejos sobre cómo Jihwa podía mantener mejor el equilibrio y por cada intento del pelirrojo, Sabrina, una de las pocas chicas del grupo, le animaba entre porras y vítores que sacaban carcajadas a los demás.
Cuando finalmente Jihwa fue capaz de deslizarse sin caer sentado, todos gritaron de alegría y Yahwi se acercó para darle un beso, a lo que terminaron recibiendo comentarios altisonantes sobre conseguirse una habitación y no disfrutar delante de los pobres. Yahwi y Jihwa se rieron.
Luego de realizar varias vueltas a la montaña en grupo, todos decidieron que era suficiente y fueron juntos a una de las cafeterías que habían en la parte baja de la zona, apoderándose de una mesa grande, arrastrando sillas de otras partes para acomodarse todos juntos y ordenando casi a la vez, haciendo que la mesera tuviera que repetir varias veces para asegurarse de tener la orden correcta. Allí fue que Yahwi y Jihwa verdaderamente conocieron a sus compañeros de proyecto.
Todos venían de diferentes lugares del mundo, habían sido escogidos por sus desempeños y propuestos para la beca en el proyecto que los ayudaría a graduarse con honores, quizás hasta más, era una buena oportunidad e incluso si no ganaban, era difícil que no obtuvieran empleo por parte de aquellos que los juzgarían si mostraban lo mejor de sus trabajos, Yahwi tenía que estar de acuerdo con ellos.
Las conversaciones se volvieron más personales y así pasaron a hablar de cómo Carlos llevaba intentando ligar con Sabrina desde que llegaron hacía meses, pero ella siempre le decía que no. Raquel era novia de Shailene y Omar era gay, habiendo aceptado el proyecto para alejarse de su familia palestina que residía temporalmente en Italia, siendo altamente homofóbica, por supuesto.
Todos hablaban con soltura sobre sus vidas, hacían anécdotas de sus infancias y se tiraban los malvaviscos que la cafetería regalaba junto con los cafés calientes. Sin notarlo, Yahwi se encontró a sí mismo riendo a carcajadas, llegando a sonrojarse por la falta de aire, ante la atenta mirada de Jihwa, quien disfrutaba de ver a su novio como un chico normal de su edad por primera vez.
Ellos también contaron su historia, a medias obviamente, porque la idea no era deprimir el ambiente, así que simplemente dijeron que habían empezado a vivir juntos porque un ex de Jihwa era un acosador y Yahwi había decidido apoyarlo, luego la convivencia los había acercado y eventualmente desarrollaron ese tipo de relación.
Nadie aludió al disparo de Yahwi del cual todos sabían, afortunadamente, aunque sí sonrojaron a Jihwa comentando las ventajas de vivir juntos totalmente solos y algo sobre cómo debía ser divertido no tener que preocuparse por la cantidad de ruido que llegaban a hacer, haciendo al menor recordar las ideas poco puras que habían pasado por su mente la noche anterior al ver a Yahwi en toalla.
Después de horas de charla y el gasto innecesario de mucho dinero en cafés, panecillos, sándwiches y demás, finalmente emprendieron el camino de regreso al hotel, con Yahwi sosteniendo la mano de Jihwa, sus dedos entrelazados a través de los guantes y la sensación de libertad plena golpeando su cuerpo. El vago pensamiento de que no entendía cómo podría soportar la restricción de Corea le pasó por la mente, pero no le dio largas por el momento, no tenía planes de regresar para ninguna fecha cercana.
Al llegar al hotel todos estaban poniéndose de acuerdo sobre qué podrían hacer juntos en la noche, asumiendo que nadie quería separarse del grupo ahora que se llevaban bien.
— ¿Por qué no eso?— preguntó Marcos, señalando hacia la pared donde mostraban un cartel de propaganda para el baile invernal.
— Una danza sobre la nieve— empezó a leer Raquel— donde podréis disfrutar de música y elegancia sobre un suelo aplanado de nieve compactada.
— ¿Es como un festival o un baile de salón?— preguntó Jihwa algo confuso.
— Sí, básicamente te vistes elegante, pero protegiéndote el frío y luego te lanzas a la pista a bailar modo película de Disney— explicó Carlos, leyendo el resto de la pancarta para sí mismo.
— No suena mal— comentó Omar, meditando si tenía ropa para eso.
— ¿Podemos ir? Yo quiero— intervino Shailene con la mirada brillante, lo que hizo que Raquel accediera a la idea. Poco a poco todos fueron cediendo y finalmente incluso Yahwi dio su palabra de encontrarse con los demás en la recepción del hotel para dirigirse juntos a la pista.
— Parece que será una larga noche— comentó Jihwa sonriendo, dejando un suave beso en la mejilla de Yahwi.
— Eso parece— concordó Yahwi, sosteniendo el mentón de Jihwa para dejar un beso en sus labios, disfrutando de la sensación de no tener que esconderse— Vamos, tenemos que bañarnos y vestirnos.
Con una sonrisa en su rostro Jihwa se dejó guiar por la mano entrelazada de Yahwi, llegando hasta la habitación donde el mayor dio órdenes específicas de que no se demorara tanto en el baño, y Jihwa infló los cachetes en protesta, alegando que él no se demoraba tanto.
Luego de una mirada seria de Yahwi, un almohadazo por parte de Jihwa para que no lo mirase así y una persecución por la habitación que terminó con Jihwa siendo apresado entre cosquillas, finalmente el menor entró al baño, bajo el juramento de venganza posterior que mantuvo a Yahwi con una sonrisa, aun mucho después de haber escuchado la ducha abrirse.
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Yahwi dulce con Jihwa y abriéndose a los demás me da mil años de vida.
No, Yahwi no ha cambiado su personalidad totalmente, sigue siendo reacio a muchas interacciones, casi siempre es Jihwa quien habla y no significa que vaya a dejar de decir la verdad como toca cuando toca, pero creo firmemente que cuando alguien decide hacer un cambio tan profundo en si mismo, removiendo sus cimientos y reevaluando todo, encontrando a esa persona especial que te demuestra que tienes una 2da oportunidad para no cometer los mismos errores, uno cambia.
Este es el Yahwi que debía ser si sus padres no hubiesen muerto y su abuelo no hubiese arruinado toda su formación, esta es esa parte oculta de él que se mantuvo encerrada en el fondo de su mente desde la muerte de quienes más amaba y es canon para mí.
Espero les esté gustando, me dejan saber sus opiniones y pues, el regalo serán los próximos dos capítulos, estoy segura que les encantarán.
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