Capítulo 1- El dolor.
Yahwi estaba tirado en su cama, apenas podía reconocer su propia habitación, recordaba vagamente haber pasado horas bajo la lluvia, hasta que sus piernas empezaron a andar nuevamente, sin rumbo determinado. No sabía con exactitud cómo había regresado a su casa, solo tenía claro que se había acostado con la ropa mojada y había despertado temblando por la fiebre sobre la madrugada.
Como una acción automatizada, se había dado una ducha caliente, tomado las pastillas adecuadas y envuelto entre sábanas se había dormido. No sabía qué hora era, ni siquiera sabía si era el mismo día, su cabeza retumbaba como si de un martillo se tratase y su cuerpo temblaba.
Estiró la mano para alcanzar el termómetro, lo colocó en su oreja y unos segundos después observó la temperatura, todavía estaba demasiado alta. No tenía fuerzas ni deseos de levantarse o hacer cualquier cosa, se limitó a cerrar los ojos y volver a dormir, estar despierto era demasiado doloroso física y mentalmente.
Para cuando volvió a abrir los ojos, su cabeza dolía menos, tomó nuevamente el termómetro, todavía tenía fiebre, pero ya no era tan alta y podía moverse. Su garganta estaba reseca y su cuerpo dolía por las horas inmóviles, al intentar incorporarse pudo sentir como cada músculo y articulación se lamentaban por el movimiento, pero ignoró todo esto, yendo directo hacia la cocina a por un vaso con zumo de naranja.
Cuando se sintió ligeramente más hidratado, tomó sus respectivas pastillas y fue al baño, se desnudó totalmente, entrando en la ducha y dejando que el agua caliente recorriese su cuerpo adolorido mientras su mente le traía cada recuerdo de los últimos días.
¿Estaba llorando? No lo sabía a ciencia cierta, sus ojos podían arder por el agua de la ducha que entraba en estos, o quizás por su resfriado, no tenía que ser necesariamente porque estuviese llorando, aunque si lo pensaba, era obvio que lo estaba haciendo.
Salió de la ducha, secándose de forma descuidada y parándose delante del lavamanos para cepillar sus dientes, cuando el sabor a menta fue lo único que quedó en su boca, sus ojos se alzaron, observando detalladamente su rostro en el reflejo del espejo.
Su respiración se aceleró, el dolor en su pecho aumentaba, una rabia ciega crecía dentro con fuerza, hacia sí mismo, su vida y la forma en que siempre, de alguna manera, nada de lo que intentaba era suficiente para mantener cerca lo que le importaba.
Sintió el dolor solo cuando fue consciente de la ruptura del espejo, había impactado su puño en este, justo donde se reflejaba su rostro, era lo más cerca que estaría de pegarse a sí mismo tanto como quería.
La sangre manchó el blanco de los azulejos, sus manos temblaban y su frustración se había disipado momentáneamente. Tragó en seco y se quitó los vidrios incrustados, limpiándose con agua y jabón a consciencia y vendándose las heridas. Fue hasta su armario para sacar ropa limpia, usando unos pantalones negros, un suéter azul oscuro y una chaqueta negra por encima, tomó sus llaves y salió hasta donde estaba su auto, dándose cuenta de que afuera ya era de noche.
Sabía que debía ir a atenderse la herida en el médico, recordaba que era algo básico a llevar a cabo cuando uno sufría algún tipo de lesión, pero igualmente él no sentía nada. Mientras conducía, su mente evocó cada recuerdo que tenía de Jooin en ese auto, sintiendo su visión nublarse al recordar aquella estúpida apuesta.
Como quisiera haber perdido, que Jooin hubiese tenido razón y que el estúpido perro si hubiese sido alguien bueno sin dobles intenciones, pero precisamente había apostado porque sabía que no se equivocaba. Limpió las lágrimas que no se permitió derramar con su mano sana rápidamente, no podía derrumbarse ahora, no todavía, no era seguro.
No sabía cómo, pero había llegado al hospital, bajó de su auto y fue directo al servicio de emergencias, donde una amable enfermera se sonrojó observándolo y posteriormente un médico lo atendió, desinfectando adecuadamente los cortes, tomando unos puntos en algunos que eran más profundos y vendando nuevamente su mano, no había tomado tanto tiempo cómo originalmente pensó.
Salió del hospital ignorando a la coqueta enfermera que seguía haciéndole ojitos enamorados, pobre inconsciente, no sabía lo que hacía. Había dado un par de pasos en dirección a su auto cuando un golpe sordo lo hizo tambalearse ligeramente, giró enojado, detestaba la torpeza en las personas, pero al ver el delgado chico en el suelo, que ni siquiera alzaba la vista, cualquier protesta murió en su garganta.
— Oye, ¿estás bien?— preguntó, carraspeando un poco, recién había hablado en el hospital durante unos segundos, pero igual su voz seguía garrasposa— ¿oye?— se agachó para tocar al joven, pero este rápidamente se alejó, incorporándose y alzando la mirada.
Su expresión de pánico alertó a Yahwi, quien detalló en instantes su ojo morado, los golpes en su rostro, el labio partido y como el joven temblaba. Sus ojos oscuros estaba rojos y temerosos, el pánico inundándolo y Yahwi reconoció esa sensación.
— No…no me toques— dijo, su voz estaba ronca, rota, le costaba hablar y había empezado a temblar. Yahwi no hizo gesto alguno, se limitó a permanecer con las manos al lado de su cuerpo y mirándolo inexpresivamente.
— No lo haré— aseguró, incapaz de decir nada, ese joven definitivamente la estaba pasando peor que él.
El chico no dijo nada más, entre temblores y una evidente cojera, empezó a alejarse sin mirar atrás y Yahwi no lo detuvo, se notaba que lo había pasado mal. Por un momento se preguntó qué le habría ocurrido, pero cuando su menudo cuerpo se perdió detrás de las puertas del área de emergencia del hospital, Yahwi decidió que era hora de irse.
Volvió a subir a su coche y condujo durante horas sin rumbo fijo, dejando que su mente guiara su dirección con los recuerdos. Pasó delante de cada punto en que alguna vez se hubiese reunido con Jooin, ya fuera por algún buen o mal motivo, incluso pasó diez minutos delante de la entrada de la Universidad. Condujo en círculos, evitando regresar a su casa, donde se sentiría solo y el silencio asfixiante lo haría colapsar en recuerdos de aquella discusión.
Antes de darse cuenta, estaba de nuevo en esa calle, aparcó el auto y salió, caminando con las manos en sus bolsillos hasta detenerse justo en el punto donde Jooin había abrazado a Caín. Sacó su mano sana del bolsillo y la extendió, como si pudiera tocar a alguien delante de él, pero no era más que un recuerdo.
Si hubiese hecho más, si hubiese notado todo antes, ¿algo sería diferente? ¿hubiese eso cambiado esta realidad?
No tenía respuestas para sus preguntas.
Su cabeza volvió a doler, todavía no estaba totalmente recuperado de su resfriado y llevaba muchas horas sin comer. Retomó el camino en su auto, llegando a pasar por una tienda de conveniencia donde compró una cena sencilla y regresando a su casa.
Tal cual sospechaba, el silencio sepulcral lo hizo sentir vacío, se quitó la chaqueta, dejándola en un asiento, y fue hasta la cocina, donde hirvió agua para preparar su comida. Cuando tuvo todo listo, se sentó en la mesa, pero a menos de tres bocados ya estaba con ganas de vomitar todo, desistió del esfuerzo de comer, se limitó a tomarse las pastillas y volver a la cama, sin cambiarse de ropa siquiera.
Esa noche, al dormir, sus sueños lo torturarían un poco más, destruyendo cada recuerdo agradable y llevándolo al triste desenlace real que vivía.
El sonido de su teléfono sonando lo despertó, el sol brillaba y su fiebre había desaparecido totalmente, se incorporó en la cama y observó el número en la pantalla, era Phill. Frunció el ceño, el pequeño molesto pero agradable jamás lo llamaba tan temprano, temió que algo grave hubiese pasado.
— Hola— contestó, sintiendo su voz ligeramente somnolienta.
— Yahwi, hola— la voz de Phill tenía menos energía de lo usual, esto alarmó a Yahwi.
— ¿Qué ocurre? Te escuchas desganado— comentó, sin entender qué podría ocurrirle al muchacho para hacerlo bajar su nivel usual de energía.
— Es que…ni siquiera sé si deba decirte esto— Yahwi podía imaginarlo perfectamente, rascándose con la mano libre la parte posterior del cuello mientras miraba avergonzado hacia ninguna parte.
— Solo dilo, Phill— exclamó él, cansado de los rodeos del menor.
— ¿Ha pasado algo entre Jooin y tú?— preguntó el rubio y Yahwi se tensó inmediatamente, apretando la mano en un puño y soltando rápidamente cuando una punzada de dolor le hizo recordar su estupidez de anoche.
— ¿Por qué preguntas?— su voz tomó un matiz oscuro que reflejaba perfectamente sus sentimientos.
— Lo supuse— murmuró Phill en voz baja y con un tono melancólico— Lo siento, Yahwi, le estoy viendo ahora mismo caminar con Caín y este último está…feliz y sonrojado….arggg, lo que intento decir es que…
— Sé lo que intentas decir— le interrumpió Yahwi, su mano apretando tantos su celular que sentía que podría romperlo— Gracias por llamar, Phill, te hablaré luego.
Colgó sin escuchar a su amigo, ya no podía más, finalmente se rompió. Un grito ronco salió de su garganta, las lágrimas fluyeron sin contenerse y sus manos cubrieron su rostro, aunque nada podría protegerlo de su propia mente.
Ese día, solo ese día se permitiría esto, necesitaba que doliera, llorarlo, sufrirlo, necesitaba entender como todo había acabado y esto no era más que una confirmación de la realidad. Solo por ese día sería débil y lloraría su amor, mañana sería un día distinto.
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Jihwa estaba en el aeropuerto, había pasado por todas las revisiones y cuidados médicos pertinentes, había levantado una denuncia y luego de dos días sin rastros de su agresor, simplemente la policía le sugirió mudarse y quedaron en avisarle si algo cambiaba respecto al caso.
Cansado de esperar y temeroso de que él se enterase de su denuncia, Jihwa había cerrado el contrato con la casera, pedido la baja de su Universidad y vendido todas sus pertenencias, llevándose solo lo indispensable, había comprado un boleto a los Estados Unidos y ahora esperaba para abordar el avión que lo llevaría lejos de su desgracia.
Miraba nerviosamente a todos lados, todos los hombres se parecían a él, su cuerpo resentía cada gesto y su mente seguía buscando su rostro en todas partes. La voz femenina avisó de que era hora de subir al avión a las personas con destino a Nueva York y Jihwa se puso en pie tan rápido como su condición lo permitía.
Hizo la fila apropiada y subió, sentándose en el asiento de la ventanilla, observando constantemente hacia afuera, temeroso de que en cualquier momento él se apareciera y subiera al avión para bajarlo. Esa tensión permaneció en su cuerpo hasta que vio las nubes a través de la ventanilla, ya estaría a salvo, solo necesitaba aguantar unas horas en aquella máquina voladora que lo llevaba lejos de su tormento. Una lágrima traicionera se deslizó de su ojo y marcó un surco por su ennegrecida piel, producto de los golpes.
¿Cómo pudiste equivocarte tanto?
Jamás tendría respuesta a esa pregunta, todo lo que había pasado era su culpa, si él hubiese visto las señales de peligro antes, si hubiese escuchado a los demás, nada de eso hubiera pasado.
Cuando lo conoció parecía el chico perfecto, quizás tenía algo de mal carácter y se veía rudo, pero nada que alarmase a Jihwa. Sus salidas eran divertidas, sus detalles eran románticos y hacía sentir al muchacho como si fuera único en el mundo.
Las primeras señales fueron su manera de ignorar cuando Jihwa decía no, había descubierto su sexualidad muy tarde, lo que había causado que a su edad y estando en la universidad, aún fuese un virgen sin experiencia, así que ir más allá de los besos era un paso importante para él.
En varias ocasiones había tenido que ejercer más fuerza de lo usual para detenerlo, porque por más que Jihwa había dicho que no cuando los besos se habían intensificado, él simplemente se negaba a detenerse. Luego de eso lo culpaba a él y decía que era porque era muy sensual, pero que esperaría un poco más.
Las segundas señales empezaron con las infidelidades, cualquiera diría que Jihwa tendría que haberle dejado, que no debió de haberle creído cada vez que decía que no le había engañado, pero Jihwa quería creerle y él le juraba que era mentira y lo trataba tan bonito durante unos días, que era difícil no ceder.
Hasta aquel día en que lo vio él mismo, entonces su pareja simplemente se había disculpado, diciendo que era su culpa por no complacerlo y hacerlo esperar, luego siguió con una serie de insultos y al final Jihwa terminó llorando, creyéndose causante y merecedor de esa situación.
La primera vez que le alzó la voz, que le tiró del cabello de forma violenta, que rompió todos los objetos de la habitación mientras gritaba improperios y culpaba a Jihwa de algo que había salido mal, que al día de hoy él seguía sin saber qué había sido, quizás debió de huir, pero él pidió perdón mientras lo abrazaba y le repetía que aunque era su culpa, le perdonaba porque jamás lo dejaría ir.
Con esa frase, el miedo se instauró en su interior y no pudo escapar, porque supuso que este le perseguiría y sería peor. Sí, Jihwa había visto cada detalle de violencia, pero el miedo a que se volviera más agresivo había sido demasiado, así que había decidido sobrellevarlo, hasta esa noche.
Su mayor terror se mostró en su total apogeo esa noche y luego de eso, tenía más miedo a volver a verlo que a las represalias si lo cogía huyendo. Por eso había ido al médico y a la policía, pero al final había sido inútil.
Se merecía ese sufrimiento, esa era su penitencia por su estupidez, pero ahora podía escapar y la sensación de cercanía con la libertad le aliviaba enormemente, pronto todo sería un recuerdo, una pesadilla de una noche que olvidar.
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El destino a veces es caprichoso, esa es la frase que se usa cuando, en la vida, ocurren eventos que llevan a conclusiones que nadie había previsto. Otras personas creían en el hilo rojo del destino, que nacía contigo y estaba atado a tu meñique, y no importaba cuánto huyeras, el hilo podría estirarse, tensarse, dar vueltas y anudarse, pero no se rompería y eventualmente encontrarías a la persona unida a ti.
Yahwi, en un futuro, tendría que escoger qué teoría creer sobre su encuentro con Jihwa y si este era algo inevitable o no, pero esa noche, ambos chicos lloraban por dolores diferentes. Uno en un asiento de avión y otro en su cama, uno con papeles para una vida nueva y el otro con una notificación brillando en la pantalla de su celular, que traía consigo una decisión que marcaría su futuro para siempre.
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Bueno mis pequepinkypitufos, por el momento eso es todo, prometo que pronto habrá otra actualización. Mientras tanto, espero que les haya gustado esta historia, déjenme saber sus opiniones, sugerencias y expectativas.
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