Parte 4: Steven O
—¿Katerine?
La voz de mamá se oye cada vez más cerca, obligandome a salir de mi mal elaborado escondite.
Avanzo con paso lento, recostándome de la pared para caminar con más firmeza. Intento no inmutarme por la mirada penetrante de mi madre y la llena de vergüenza de mi padrastro.
En ocasiones anteriores he sido regañada por espiar las conversaciones ajenas. Claro que así me entero de los secretos más impactantes de mi familia, y creo que este no es la excepción.
—Juro que no oí nada. No sé de qué estaban hablando —alzo la mirada, aunque por dentro me siento a morir.
Compartieron miradas entre ellos, preocupados y molestos por la interrupción de una intrusa.
—No tienes que mentir, Isabela. Sé que oíste suficiente.
Suspiro en derrota, posicionandome frente a ellos— ¿De qué están hablando? ¿Hay algo que debería saber?
Ambos comparten miradas, buscando una respuesta en los ojos del otro. Para mí es suficiente saber qué eso significa.
—Mamá...
—Me gustaría saber qué haces allí escuchando lo que no debes. —esquiva la pregunta mi madre, caminando a mí— Sabes muy bien lo que pienso de eso.
Típico de ella. Mamá es una experta en dirigir la conversación a su conveniencia, culpandome aún cuando tenga mis razones. Claramente, ahora no puedo justificarme; sin embargo, el hecho de hacerme sentir culpable tampoco es una jugada que funcione a su favor.
Ya me lo deben decir, ¿qué les cuesta ser honestos ahora?
¿Nunca han notado que mientras menos información me dan, más quiero saber? Es la terquedad y curiosidad en mí que no me deja estar fuera de los problemas.
—Sé que hice mal, pero intento manejar las cosas de la manera más madura posible y terminar preguntando en lugar de asumir, ¿no?
Mi pregunta parece hacerle recapacitar, suavizando sus facciones hasta verla hecha un manojo de nervios. Mamá casi nunca pierde el control, es su profesión. Antes de ser forense fue una gran abogada, no sé cómo sacó tanto tiempo para poder estudiar ambas carreras.
—Cariño, ven. Vamos a la cocina —Benjamín toma su mano, dirigiéndola a la cocina con suma delicadeza.
Yo me limito a observarlos, sin saber con exactitud cómo llevar la situación. Sé que es un tema serio, jamás he visto a mi madre de esa manera, menos reaccionar así por una replica de mi parte.
Salgo de casa, sentándome en la silla flotante en el porche de la misma, la cual queda justo en la ventana de la cocina.
Busco mis auriculares en los bolsillos de mi suéter, permitiéndome respirar unos momentos y ver mi pie. Extrañamente ya se ve bastante mejor, tal parece que sólo necesitaba descansar para poder sanar.
De saber que eso pasaba tan rápido me hubiera quedado todo el día de ayer en cama.
Suspiro, dejando que la música me transporte a otro lugar, permitiendome respirar en paz al menos unos segundos. Mi mente es un manojo de pensamientos negativos, aún antes de oír la conversación de mis padres.
La tarea, la caída, la conversación con Dylan, incluso Daniel llega a mi mente en estos momentos.
¿Razón? No tengo idea. Quizás sólo necesito descargar un poco de la presión en alguien, así sea imaginario.
Mi teléfono vibra dentro del bolsillo. Enciendo la pantalla una vez fuera, notando la notificación que me ha llegado.
"Feliz cumpleaños, campeón"
No tenía idea de que seguía a Melissa Decker, no es como si fuera de mi agrado, aunque en un momento realmente lo fue. Ella no es más que una más de la mesa VIP, la cual empezó de maravilla y se dejó engatuzar por la popularidad.
Tampoco podría culparla mucho, pues lo que ocurrió no fue sencillo, para ella ni para nadie que asistiera a la escuela.
Abro la foto, sonriendo con nostalgia al ver el rostro alegre del joven.
No puedo creer que ya pasaron cuatro años.
Niego con la cabeza cuando una lágrima rebelde cae sobre la pantalla de mi celular, guardandolo y centrandome en la nueva canción que suena por mis auriculares.
No tiene sentido que eso te duela. No había relación.
Suspiro, asintiendo a la voz en mi cabeza, cantando un poco de lo que oigo, sin importarme si el volúmen es alto o no.
Una de las cosas que agradezco del lugar donde vivo es la seguridad que tiene, con policías reales rodeando la zona cada cierto tiempo, asegurandose de que todo esté en orden.
Eso no lo tenía en Chicago... no con él.
—Olvidaba que cantabas así —Daniel me hace pegar un respingo, acercandose a paso lento pero seguro al porche de mi casa.
No lo vi llegar, y mucho menos lo esperaría, sabiendo que está completamente prohibido para él entrar aquí.
—Parece que olvidaste muchas cosas.
—Quizás, menos esto —se aleja y se coloca en posición de locutor, extrañada miro su acción hasta llegar frente a mí— Y el premio The Voice a la mejor cantante es para... ¡Katerine Morgan!
Sonrío como el asombro me permite, teniendo un deja vu. Por muy odioso que sea, no puedo evitar decir que su gesto me causa gracia.
Él solía hacerlo cuando éramos niños, a modo de juego para quitarme los nervios por cualquier presentación que tuviera.
—Agradezco por este premio a mi familia, por creer en mí y ayudarme a alcanzar mis sueños. —dramatizo, sosteniendo un ramo de flores imaginario.
Daniel sonríe, acercándose más a mi posición— No puedes decir que te aburres al menos el cincuenta por ciento del tiempo que estás conmigo —asiento sonriente, dirigiendo la mirada al frente, solo para evitar verlo.
¿Razón? Creo que es obvia a este punto, también por la fecha.
El castaño achica los ojos, lo logro ver por el rabillo del ojo, hasta que asiente, dejandose caer en la silla— ¿Lo viste?
Asiento igualmente— Melissa lo acaba de publicar. Pensé que lo notaste.
—Quería ignorarlo, pero Nathalie y los chicos del grupo no van a permitir que pase eso por alto —saca su teléfono cuando llegar una nueva notificación, pero vuelve a guardarlo tras un bufido.
Es un tema incómodo, pero en ocasiones necesario. Estoy segura de que a él le afectó tanto como a cualquiera que estuviera implicado emocionalmente con el caso.
—¿Tú cómo estás?
Un verdadero atrevimiento de su parte preguntar por mi estado cuando por quien debería estar preocupado es por él mismo; sin embargo, no digo nada.
No tengo nada que opinar al respecto.
Hay momentos del mes o del año en que decidimos tomarnos una pequeña pausa. Olvidamos que somos enemigos y nos dedicamos a convivir unos minutos sin querer matarnos. Es como una tregua silenciosa que disfruto mucho más que las bromas.
Claro que no le diré tal cosa.
—¿Por qué quieres saber? —lo miro confundida, no queriendo apartarme por primera vez en todo el año.
Es la primera conversación civilizada que tenemos desde que inició el año escolar y me gustaría llevar la fiesta en paz hasta que acabe.
—Sólo... siento curiosidad —sacude la cabeza, como si hubiera dicho alguna cosa fuera de lugar. —Nunca sales de tu casa para estar acá, así que pensé lo más obvio: Te ocurre algo. —responde sin más, dirigiendo su atención a mí.— Y no es sólo de ese tema.
Niego con la cabeza, sintiendo un escalofrío al conectar nuestras miradas.
Daniel es atractivo, no se puede negar lo obvio, y tiene un carisma que a cualquiera podría hacer caer en sus encantos.
Llevarle la corriente se hace cada vez más complicado a medida que sigue pasando el tiempo.
—Solo pensaba en algunas cosas. —vuelvo mi vista al celular, esperando que deje el tema.
—¿Qué cosas?
—Estás muy preguntón últimamente, Hudson —gruño dejando de mirarlo para observar sin mayor interés el jardin principal de mi casa.
Parece tener deseo de agregar algo, mas se mantiene en silencio, desertando la conversación de una vez.
El silencio es el que reina entre nosotros por largos segundos, hasta que es interrumpido por gritos provenientes de una casa cercana. Por un momento creí que sería la mía, pero no hay voz femenina en ningún lado, y sé que mamá no se quedaría callada en una pelea; además, Ben es demasiado pacífico y amador de su vida para enfrentarse contra ella en una discusión.
Noto cómo Daniel se tensa junto a mí, quedando recto en su silla, evitando por todos los medios buscar el origen de los gritos.
Creo saber por qué.
A los segundos, Andrés sale de la residencia Hudson, casi echando humo por los oídos. Doy un respingo cuando este entra a su auto con un portazo y saliendo por la avenida como si su vida dependiera de ello.
Me parece extraño. Siempre he visto a Andrés como una persona muy pacífica y amable, pero verlo enojado es una faceta que jamás conocí de él. Ni siquiera cuando estaba con mi hermana y ocurrían sus peleas.
Tiempos que no quisiera que se repitieran.
—Por eso estás afuera —digo sin pensarlo siquiera, como una afirmación, no hace falta preguntar. Asiente un poco melancólico— Vaya... pregunta incómoda— vuelve a asentir, siéndole imposible disimular lo mal que esta situación lo lleva.
Por más que Daniel aparente más años de los que tiene y tenga el cuerpo que quiera, sigue siendo un adolescente que necesita de su familia, una madre que esté presente y un padre que sirva para más que solo golpear y maldecir su "supuesta" mala suerte.
Los nervios comienzan a invadirme al no saber cómo cambiar la conversación y hacer del ambiente menos tenso. No es que me importe mucho, pero no es como si tuviera el corazón para ver a Daniel sufrir en silencio y simplemente irme porque sus problemas no son de mi incumbencia.
No soy así.
—¿Pasa algo con Kristen?
El silencio en el lugar se prolonga y no hay espacio para retractarme. Ya he soltado la pregunta cuando mi mente empieza a analizar lo que acabo de decir.
—¿Kristen? —sale de sus pensamientos para prestar total atención a mi pregunta— ¿Por qué lo dices? —se acomoda mejor en su lugar para mirarme casi de frente.
—Curiosidad.
—Nada nuevo en ti, obvio.
—Solo oí algunas cosas de ustedes en la escuela —ignoro su comentario, que bien no fue ofensivo, pero tampoco es algo bueno viniendo de él— Se suponía que habían terminado y de repente veo que están pegados arriba y abajo otra vez.
—¿Cuando haz visto que las cosas sean diferentes?
Él no lo sabe, pero más que incomodidad o molestia, siento cierta pena por su relación. El hecho de que Kristen siga atada a una relación así y nadie parezca importarle es verdaderamente triste, y no solo para ella.
—No tienes que estar celosa, hay Daniel para todas.
A pesar de que su chiste no es de mi agrado, no puedo evitar sonreír. De cierto modo, me es mejor tenerlo conmigo intentando levantarme el ánimo, que estando sola oyendo Train Wreck como si estuviera depresiva.
—Adiós, Hudson —me levanto de la silla en el porche.
—Espera —giro para observarlo, con la interrogante plasmada en mis expresiones— ¿Cómo está tu tobillo?
—¿Ahora te importa?
—Siempre lo hizo, Morgan —confiesa, dejándome sin palabras— Sé que si te digo la verdad no me creerás, pero igual quería decir que lo lamento, de verdad.
Mi cerebro actúa demasiado lento para analizar lo que está ocurriendo. Daniel me está pidiendo disculpas, por una broma que aparentemente se salió de control. No es algo que se ve todos los días ni un suceso que esperé se cumpliera.
Claro que lanzarle un balón a una persona en una escalera no es considerado precisamente como un accidente, porque lo más probable es que si le lanzas un objeto a una persona cerca de algún tipo de caída, claramente puede caer.
Le daremos crédito, pensando que quizás solo quería que lo atrapara.
Trato de articular palabra, pero no encuentro qué decir.
Carraspeo la garganta para cortar el intenso silencio entre nosotros, bajando la vista a mi pie— Está mejorando. No duele como antes y ya puedo afincarlo.
—Me alegra saber eso.
Asiento, abriendo al fin la puerta de casa. Se siente como un deja vu este momento, pero no digo nada.
Tengo que salir de la burbuja.
—Buenas noches, Hudson.
—Descansa, Duff.
Cierro tras de mí, analizando el comportamiento de ambos. Es raro el que hayamos tenido una conversación sin algún tipo de choque.
Por más que quiera negarlo, debo decir que es agradable no querer arruinar la reputación del otro por al menos unos instantes, aunque sucedan cada mil años.
Entro en casa, dirigiéndome a la cocina donde ya mi familia está preparada para comer a la mesa. Detallo con atención las dos sillas vacías a nuestro lado con melancolía, recordando.
Recuerdo que Benjamín compró el juego de mesa para nosotros cuatro (incluyendo a Claire) y el hijo de ellos dos en caso de tenerlo; claro que mi madre jamás estuvo de acuerdo con tener otro hijo y él dejó el tema, pero siempre estuvo ese deseo.
Ben siempre fue un hombre de soñar y hacer cosas grandes, aunque eso no se le haya cumplido.
A veces me pregunto cómo sería mi vida si tuviera un hermanito, uno que habría malcriado hasta no poder, y con el cual sería complice de travesías. Sé que lo habría amado con locura.
A pesar de mis pensamientos, el hambre hace estragos en mí, engullendo mi comida como si no hubiera un mañana, despistadamente.
—Katerine, deja de comer tanto o te pondrás como Madea. —replica mamá con seriedad. Mi padrastro no supo si reír por aquello o fingir la misma molestia que ella.
Al cabo de unos segundos no aguanta la risa y expulsa el agua por la nariz.
Mi carcajada rompe con el silencio, casi atragantándome con la comida por ello. Sin embargo, me detengo al ver que mamá no está riendo con nosotros.
Ella no es una mujer estricta; de hecho es divertida y juguetona, pero al parecer ese tema la trae de muy mal humor y comienza a enojarme.
—¿Quieren comportarse? Estamos comiendo.
—No estamos en un restaurante, amor —comenta Ben con diversión, limpiándose la nariz con un pañuelo.
—Los modales deben ser siempre. Cuando planeas algo correctamente, la idea es que las personas puedan responder a ese gesto que te ha costado tanto para poder...
—Mamá, basta. Estás divagando —tomo su mano, dando un leve apretón en ella.
Cristina no es así, normalmente tiene las cosas bajo control y se siente segura de lo que dice, pero sea lo que sea, la está desequilibrando más de lo esperado.
—Mamá...
Ambos esposos comparten miradas, comunicándose con la misma. Amo la conexión que hay entre ellos, que con solo un gesto se sabe lo que quiere el otro; sin embargo, este no es un caso que me traiga paz y dónde pueda expectar con admiración el amor entre ellos.
Hay algo más.
—Yo le diré —Ben accede a hablar, dejando igualmente el plato de comida a un lado. Toma aire con fuerza para mirarme fijamente— Katerine, tal vez tienes una imagen de mí ahora. Sólo deseo que cuando cuente esto, no cambie nada.
Asiento, confundida —Me estás asustando.
Suspira con fuerza, colocándose recto —No toda mi vida he sido el hombre pacífico que ves ahora, de joven experimenté e hice muchas cosas, demasiadas de las que me arrepiento, en su mayoría. Incluso de adulto, hasta hace quince años que decidí cambiar y conocí a tu madre —él entrelaza sus manos sobre la mesa, inclinándose para estar más cómodo— Hace algunos años tuve una aventura, en una fiesta de fin de año en Venezuela. Yo era un empresario que buscaba como manejar mi negocio en otros países, estaba ebrio, y me encontré con una mujer que bailaba frente a mí. Tú sabes que las venezolanas son tan... —antes de decir algo que lo haga dormir en el sofá, mi madre lo mira en forma de advertencia. Este asiente y carraspea para continuar— En fin. Nos besamos y pasó lo que pasó —restriega su cara con la mano, hago un ademán para que deje de dar tantas pausas— Fue hace 19 años, yo tenía unos treinta y algo. Fue cosa de una noche, me fui del país y me desentendí de ella. No volvimos a tener contacto.
—Hasta hace un mes... —agrega mamá, cruzada de brazos.
Frunzo el ceño, conectando la historia en mi cabeza— Ben...
—Recibí un mensaje por Facebook. Encontró mi usuario y logró escribirme —juega con sus manos, nervioso, y yo me imagino por dónde va la historia— Kate, ella salió embarazada. Yo no tenía idea hasta que decidió hablarme del muchacho. Al inicio no le creí, pero cuando fui allá...
—¿Esa fue la "reunión de negocios" de hace dos semanas?
Asiente lentamente— Fui para hacerme la prueba de ADN —hizo una mueca en que mostró sus dientes, arrugando la nariz; un gesto poco común en él —Es mío. Kate, tengo un hijo. Su madre me habló porque está en estado de salud muy crítico y quiere que me haga cargo del chico.
Parpadeo repetidas veces, tratando de ordenar la historia en mi mente y aceptar ese hecho.
Me costó mucho aceptar a Ben como mi padre, y es aterrador ver que su deseo se hizo realidad, sin él siquiera saberlo.
Dejo caer parte de mi cuerpo sobre la mesa, queriendo escapar y pensar con más claridad.
Ya mi cabeza está llena de información y hechos inesperados para esta semana. Primero la caída, luego la investigación del Cirujano, la publicación de Melissa y ahora esto.
Claro está que hay escala de prioridades, pero no deja de ser ciertamente agobiante para mí.
Es una información demasiado grande para procesar en este instante. Benjamín es padre y nadie sabía, ni siquiera él. No me imagino cómo se siente... ¿y cómo se sentirá el muchacho al saber eso?
—Katerine —habla con dulzura característica de él, sacándome de mis pensamiento.— ¿Estás bien?
—Sólo proceso lo que me dices —susurro sin levantar la vista.
—Y tendrás que procesar esto igual —mamá toma mi mano, acariciandola— El chico vendrá a vivir con nosotros.
No puedo creer esto.
No es una mala noticia, nada que ver, pero es complejo acoplar a otra persona a tu estilo de vida y viceversa. Cuando Benjamín llegó a nuestras vidas fue complicado adaptarnos, llegando al punto en que no prefería no salir de mi habitación para no tener que verlo; sin embargo, al pasar los años logré conocerlo mejor y fuimos capaces de compaginar perfectamente.
—¿Cuántos años dijiste que tiene?
—Me dijeron que tiene 18 años, pero aún no ha terminado la secundaria.
—Pero es mayor de edad, ¿por qué no...?
—Su madre quiere darle la oportunidad de vivir conmigo, aunque legalmente no tengo compromiso con él.
—Y tú aceptas porque quieres que esté contigo —asiente, a lo que resoplo— ¿Qué dice el chico?
—Es complicado, pero se resolverá todo una vez llegue al país.
Asiento, saliendo del shock poco a poco— Si habla español, ¿cómo haremos para entender lo que dice?
—Su madre me dijo que aprendió inglés desde los diez años. No es problema —contesta Ben con calma, acariciando mi cabeza como si se tratara de un bebé.
Asiento en respuesta, levantando al fin la mirada y dandole una cálida sonrisa. A pesar del pasado, no puedo culparlo por algo fuera de su control ahora. Lo que pasó, pasó, y no hay nada que arreglar.
No puedo culparlo ni hacerle sentir mal por lo que pasó. No se puede cambiar el pasado, pero sí recompensar los errores en el presente para no arrepentirse en el futuro, y eso es justo lo que él intenta hacer con su hijo.
Nunca lo creería, Ben tiene un hijo y es casi de mi edad. Jamás imaginaría algo así.
Salgo de mi ensimismamiento por el chiste de mi madre para hacer el ambiente más ligero. Sonrío, levantándome con cautela directo a mi habitación.
Este día se ha llenado de muchas sorpresas.
...
De mi computadora me levanta, provocando un gruñido de mi parte. No me hace gracia que me despierten antes de hacerlo por mi cuenta.
No sé qué hora es, pero sé que es demasiado temprano para interrumpir mi sueño en un sábado sin clases.
Con somnolencia, me levanto tanteando junto a mi mesita de noche el lugar donde dejé mis lentes, para luego buscar el ordenador junto a los mismos. Tomo mi laptop y respondo antes que se pierda la llamada.
—Hola, señorita. Hora de levantarte —saluda Claire muy animada al otro lado de la pantalla.
Juro que habría cortado de no ser porque es ella. No la veo en persona desde hace casi tres años desde que vino de vacaciones en diciembre; los días que podemos hablar por video son pocos, así que debo aprovechar el máximo de mi tiempo para hablar con ella.
Analizo su rostro a profundidad, notando que está cambiada. No sabría la razón, pero la noto distinta, quizás un corte de cabello diferente o un maquillaje sutil.
—Claire, son las siete de la mañana. ¿En serio crees que es buena hora para llamarme un sábado? —bostezo frente a la cámara, sin importarme ser grosera— Pudiste esperar más tarde.
—Si te llamo es porque este es mi tiempo libre antes de salir. Al menos no seas ingrata y saluda.
—Hola —saludo con hastío, estrujando mis ojos —Cada día te ves más fea, eso es un nuevo record —me burlo somnolienta, mas no evita que mi sonrisa sea genuina.
—Pero qué risa me das. Muy graciosa —ríe con sarcasmo, a lo que sonrío más, un poco más despierta.— ¿Cómo estás? Mamá me dijo que te lesionaste.
—Sí, me torcí el tobillo, pero ya estoy mejor.
—¿Cómo pasó?
—Es una larga historia que no quiero contar —hago una pausa, jugando distraidamente con el lapicero sobre mi mesa. No quiero hablar de eso ahora— Pero tú, estas más feliz que la última vez. ¿Algo diferente?
—Qué va. Todo normal por aquí, muy aburrido.
Conozco a mi hermana, una de las personas en quien más confío en este mundo. A pesar de los años lejos, puedo reconocer sin problemas cuando está mintiendo, y este es uno de esos momentos.
Entrecierro los ojos, fingiendo analizarla, pero solo busco ponerla nerviosa. Y funciona. A los segundos, baja levemente la mirada, con su rostro colorandose.
La última vez que la vi así fue a los diecinueve años, y ya me conozco la señal.
—Estás saliendo con alguien.
—¿Qué? —su sonrojo incrementa, confirmando mi teoría— C-claro que no.
—Estás balbuceando, eso no es normal en ti —me acerco tanto a la cámara que mi nariz opaca todo— Puedo oler tus pensamientos.
—No sigas con eso, Kate. Dices tonterías.
—Te conozco, Ivanna. Sé que mientes, ¿o me equivoco?
La noto titubear por varios segundos, en los que estoy segura mi mirada severa se intensifica. Termina suspirando, asintiendo.
—De acuerdo. Sí hay alguien.
—¡Lo sabía! ¿Desde cuando esto pasa que no me habías dicho nada? ¿Mamá lo sabe?
—Nosotros decidimos que...
—¿Estás lista? —una voz masculina hace presencia al otro lado de la línea. Me resulta conocida, pero la señal distorsiona un poco la voz.
—¿Es él? —inquiero, elevando mi cabeza como si eso pudiera hacer que viera más allá.
—Tengo que irme. Adiós —corta la llamada, dejándome con la palabra en la boca.
Miro la pantalla apagada por largos segundos, en que aún no proceso lo que acabo de descubrir.
Kate está saliendo con alguien...
Mi hermana me ha estado ocultando que está saliendo con alguien desde quién sabe cuanto tiempo.
Dejo caer todo mi cuerpo sobre la cama, mirando hacia el techo como lo más interesante del mundo.
Ya tengo muchas cosas en mente para obsesionarme buscando quién es el supuesto novio de Claire. Pero la pregunta real es, ¿por qué lo ocultaría? Se supone que nos contamos todo, ¿por qué algo tan importante es diferente?
¿Y si es un maleante buscado por la ley?
No, Claire no se metería con delincuentes... ¿verdad?
Debo reconocer que los gustos románticos de mi hermana son realmente cuestionables. Solo uno fue bueno en todo esto, pero la ruptura fue tan traumática que Claire tuvo que huir para no sentirse dolida otra vez.
De eso hace casi ocho años.
Suspiro con aburrimiento, dejando el tema de mi supuesto cuñado a un lado y prestando atención a la decoración poco convencional de mi habitación.
No hay mucho que hacer en casa cuando ya lo has visto todo. Durante lo largo de mi vida en este lugar, he explorado cada parte de mi casa, cada recuerdo y cada detalle está grabado en mi cabeza; no hay cosa en este lugar que yo no conozca, porque la curiosidad siempre fue algo presente en mí.
No puedo llamar a Amy porque está fuera de la ciudad, aprovechando el fin de semana con sus tíos. Matías está con su nueva novia que identifiqué como Natalie, una secuaz de Kristen.
Elevo la cabeza cuando el timbre de mi hogar suena. Mi pie está mejor que ayer, ya no siento dolor, pero sé que está allí la afección.
Bajo las escaleras con cuidado, abriendo la puerta con cautela una vez llego.
No es normal que alguien toque el timbre, menos un sábado a las siete y cuarenta de la mañana. A pesar de ser fin de semana, mis padres han tenido que salir de casa a sus respectivos trabajos.
Ser dueño de una empresa y directora en jefe de la oficina principal de forense en todo el estado de California no es que dé mucho tiempo libre para convivir; aunque sí mucho dinero.
Bajo las escaleras, observando por la mirilla de la puerta de quién se trataría.
Frente a mí se materializa la imagen de un castaño. Bastante simpático a decir verdad, con ojos claros y piel blanca. Lo escaneo de arriba abajo, con disimulo.
No lo he visto antes en mi vida, pero tampoco parece de estos lugares. Termino abriendo la puerta para inspeccionarlo mejor, provocando un pequeño respingo en el chico.
No está nada mal a mi parecer.
—Buenos días. ¿Puedo ayudarte en algo?
El joven sonríe, masajeando sus manos con obvio nerviosismo. Vuelvo a recorrerlo con la mirada, esta vez para asegurarme que no sea un secuestrador o algo parecido.
—Buen día, estoy buscando la residencia Olsen. A Benjamín Olsen en específico.
Frunzo el ceño, haciendo que mi cerebro comience a funcionar lo más rápido que puede.
No puede ser él... ¿cierto?
—¿Quién lo busca?
—Soy Steven González... —lo piensa unos segundos antes de tensar los labios y agregar:— Olsen. Soy Steven Olsen. Su hijo, aparentemente.
Es una sorpresa para mí, verdaderamente. Cuando hablaron conmigo ayer, entendía que estaría aquí en una semana o más, no justo un día después de descubrir la noticia.
Sin embargo, hay mucho espionaje, y no puedo creer todo lo que me dicen. Lo descubrí a la mala en una ocasión, y no quiero rememorar esos acontecimientos.
Vuevlo a escanearla con recelo, echando un paso atrás y entrejuntando la puerta para no darle mucho espacio para entrar.
—¿Me permites un momento, por favor? —saco mi celular del bolsillo, buscando el número de mi padrastro.
—¿Qué? ¿Crees que soy un atracador o algo porque soy latino?
Frunzo el ceño, alzando la mirada de mi celular a él— ¿Disculpa?
—Eso. ¿Piensas que voy a robarte o algo solo porque no soy un gringo como tú?
—Yo nunca hablé de nacionalidades, cariño. Necesito comprobar que eres quien dices, y por eso te quedarás justo allí —marco el número, desesperada porque conteste.
—Sólo esperaba un recibimiento más agradable de mi padre que pensé estaría al recibirme, y de su familia. —eleva una ceja.
Es obvio que está resentido con Ben, y no lo culpo; pero tampoco puedo culpar a mi padrastro y mucho menos a mí por ser desconfiada con un chico que aparece en la entrada de mi casa como si nada.
Lo reconozco, me da miedo quedarme sola en casa con alguien que no conozco, así sea el famoso hijo de Ben.
—Siento mucho que estés resentido, pero ese no es mi problema.
—Sólo quiero entrar y hablar con Benjamín.
—Él no está en casa ahora. Entrarás cuando lo llame y confirme que eres tú, ¿te queda claro? —apunto, oyendo al fin la voz de Ben al otro lado de la línea— Hola papá. Hay un chico en la entrada reclamando que quiere hablar contigo.
—¿Chico? ¿Cómo se llama?
—Steven González.
La línea permanece en silencio por varios segundos— Pásale el teléfono.
Asiento y hago lo que pide, extendiendo el celular, el tomándolo de mala manera.
—Alo —me observa unos segundos mientras habla por el celular, moviendo su pie de arriba abajo. Está inquieto, se le nota— Solo esperaba verte hoy. Viendo que me haz estado evitando todo este tiempo y repentinamente me envían en un vuelo para acá, al menos pensé que merecía dieras la cara en el aeropuerto, pero no. Enviaste un taxi que me trajera a lo que supongo es tu casa —queda en silencio, en lo que imagino es la contesta de Ben— Lo que sea, ¿puedes decirle a la chica que me deje entrar? Estoy cansado y tengo hambre —luego de unos segundos, me entrega el aparato.
Qué chico tan desagradable.
—Ben...
—Deja que entre. Muéstrale su habitación, me encargo de él en cuanto llegue. Estoy allí en treinta minutos— ordena sin más, con seriedad.
Asiento, aunque sé que no puede verme— De acuerdo. Te quiero.
—Y yo a ti —cierra la llamada.
Suspiro, pensando en la situación que me hallo.
Sabía que venía a vivir con nosotros, pero no pensé que vendría tan rápido. Es decir, esperaba al menos unas semanas más, pero tal ocurre que no fue así. Ya está aquí y es mucho más odioso de lo que imaginaba.
Me hago espacio en la puerta, permitiendo que entre y detalle la casa a su antojo.
Se le ve asombrado, inspeccionando cada rincón que sus ojos le permiten ver, dejando sus maletas en medio de la sala.
—Linda casa. No tenía idea de que Benjamín tuviera tanto dinero —comenta con desinterés, avanzando por el lugar— por cierto, es raro ver a un estadounidense con nombre latino.
Él no me está sacando conversación luego de haber sido tan grosero, ¿cierto?
—Tu abuela era de padres latinos; fue en honor a su hermano que murió antes de que Ben naciera —noto cómo sus músculos se tensan ante la mención del hombre, dejando de caminar para mirarme— Él no tiene la culpa de no saber que existías. Deberías ser más agradecido de hecho, por dejar que te quedes en su casa sin conocerte.
Su risa socarrona me desestabiliza un instante, hasta que vuelvo en sí, recordando que el hecho de ser guapo y tener una linda risa no implica que deje de ser un grosero malcriado.
—No me conoces, así que no opines mucho en asuntos que no te competen.
—Me compete porque es mi padre de quien hablas, igual que el tuyo —me acerco al joven, apuntandolo con el índice— Es verdad, no te conozco, pero sí a Ben y mi casa —corto cada vez más la distancia, a lo que él no se mueve ni un poco, aunque puedo notar en su respiración que se siente intimidado— Y te lo digo desde ya: Estás en mi hogar, con una nueva familia; yo te aconsejo que te comportes o la vas a pasar muy mal.
—¿Eso es una amenaza? —frunce el ceño, con una sonrisa desdeñosa.
—Puedes tomarla como quieras, princeso —paso a mi habitación, chocando a propósito con su hombro.
Estos serán días bastante largos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro