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{9} Aparente Dulzura

N/A: Lamento la tardanza. Al encontrarnos en fin de año requerían que trabajara horas extras en mi empleo... ¡LES QUIERO DESEAR UN FELIZ INICIO DE AÑO! ¡Unas bellas fiestas! Nunca tenemos todo lo que deseamos, pero espero que ustedes puedan disfrutar lo que sí tienen hoy y lo que tendrán el año próximo... ¡Desde mi corazón, les mando mis mejores deseos! Gracias por apoyar esta historia...


'Si todos esos miedos te logran derribar

Perderás a las personas que dices amar'


Me encontraba en el angosto pasillo de césped que separaba mi hogar de la casa de Justin. Recargué mi espalda contra la pared de cemento mientras intentaba calmar mi errática respiración, la cual provocaba que mi pecho subiera y bajara de forma acelerada. Una fria ventisca sopló de repente, helando mi cuerpo, provocando un estremecimiento de mi parte. A pesar de ello, me concentré en sostener con firmeza la pistola en mi mano derecha y elevarla a la altura de mi cara, percatándome de que estaba a punto de quedarme sin suministros.

El sonido de unos pasos apresurados acercándose en mi dirección me alertaron, por lo que preparé mi posición, irguiendo mi postura y apuntando con el arma la entrada al pasillo.

  «Era el momento decisivo: vida o muerte»   

El cansancio de la ardua batalla y los nervios me restaban fuerzas, sin embargo, en cuanto mi rival se asomó en mi campo de visión, oprimí el gatillo.

Un chorro de agua salió disparado e impactó justo en la nariz de Brian. Él se apartó y limpió su rostro, refunfuñando.

—¡Ja! Estás muerto, de nuevo — Me burlé.

—No es justo — Se quejó, tosiendo por la cantidad de agua que había ingresado por sus fosas nasales —Ni siquiera me dejaste recargar mi pistola. Me quedé sin agua hace cinco minutos — Recriminó mi amigo.

—Te maté antes de que te quedaras sin suministros — Le recordé —Solo acéptalo, soy mejor que tú con las armas.

—Tal vez. Pero yo soy mejor que tú con la estrategia — Me sonrió, denotando satisfacción.

—¿De qué hablas? — Inquirí con cautela, pero antes de que él respondiera, la sensación de humedad golpeó mi espalda y el frio recorrió mi cuerpo.

—¡Sí! — Exclamó David, mi hermano menor, levantando su pistola de agua sobre su cabeza en señal de festejo —¡Soy el ganador!

—¡Me atacaste por la espalda! — Lo acusé, reprimiendo la gracia que me causaba verlo danzar debido a la alegría de su triunfo —¡Eres un traidor!

—En el amor y en la guerra todo se vale, querida Sia — Pregonó Brian, caminando hacia mí —Y tanto uno como el otro apestan —Agregó.

Antes de encontrar unas viejas pistolas de agua en mi armario y comenzar a jugar con ellas, mi amigo y yo habíamos compartido una extensa conversación. Quería mitigar la preocupación que sentía por mí, mas no podía hablar con él respecto a asuntos paranormales, y dado que éstos en el último tiempo llenaban mi vida por completo, tuve que responder sus preguntas con palabras ambiguas, sin poder evitar mentirle. En resumidas cuentas, justifiqué mi comportamiento aludiendo que sentía una fuerte atracción por Justin (lo que no era falso en absoluto, realmente sentía una fuerte atracción homicida hacia él) y que los dos estábamos "intentando algo juntos" (lo cual también era cierto, ya que intentábamos librarnos de un ejército de cazadores mitad humanos-mitad vampiros para eludir que me convirtieran en una máquina asesina).

Aún de esa forma, dejando una sustanciosa cantidad de información oculta, Brian todavía se mostraba intranquilo ante mi explicación. Sabía que no le agradaba mi vecino, pues la amenaza que éste último había expelido a Mike ya había llegado a sus oídos y se expresó en total desacuerdo en que yo me involucrara con un tipo de persona así. No intenté persuadirlo de lo contrario, no pretendía que el vampiro le agradara, me bastaba con que aceptara mis explicaciones.

—Esto ya es suficiente, no pienso bañarme por tres semanas —Dictaminó mi hermano menor, pasando una mano por sus cabellos mojados.

—No seas piojoso, enano ¿Cómo vas a conseguir novia en la primaria si andas apestando? —Lo reprendió Brian.

—¡¿Quién dijo que yo quiero tener novia?! —El horror se explayó en la voz de David —No quiero jugar con las niñas, prefiero mi PlayStation.

—Yo también, enano, yo también —Asintió mi mejor amigo, dando palmadas en el hombro del pequeño.

Incliné mi rostro para ocultar la risa silenciosa que escapaba de mis labios a causa de esa escena, pero volví a levantar la cabeza para ordenar a mi hermano que se refugiara en el interior de nuestra casa, temerosa de que pudiera pescar un resfrío. En cuanto David ingresó a la vivienda, Brian comenzó a cargar nuevamente su pistola con agua, listo para retomar nuestro juego. Entonces, una voz ronca y profunda hizo eco en el pasillo:

—¿Qué están haciendo?

Justin se había asomado, estaba de pie en la entrada del paso, una sonrisa curvaba sutilmente sus labios mientras sus ojos examinaban los míos.

Los latidos de mi corazón aceleraron su marcha de forma tal que por un instante creí que se trataba de mi instinto Venandi, sin embargo, pronto un cosquilleo en mi estómago acompañó aquella anomalía de mi ritmo cardíaco. No comprendí el significado de esa sensación. Lo adjudiqué al hecho de que nuestro último encuentro había sido extraño y había dejado una enorme incertidumbre en mí. Tres días habían transcurrido desde nuestra discusión, de la cual aún no lograba entender su insólita reacción. No lo había vuelto a ver desde entonces, menos idear con él tácticas estratégicas, por lo que no pude detener a mi madre, quien ya había contactado a la Universidad de Stanford para aceptar su oferta.

—Guerra de agua.

Respondí, sonando peculiarmente cohibida. La sonrisa de Justin lucía perspicaz, como si estuviera viendo dentro de mí y hubiera descubierto algún secreto escondido allí. Comenzó a caminar en mi dirección empleando pasos lentos.

—¿No hace demasiado frío para estar mojándose? —Consultó.

—Sí, pero da igual —Habló Brian, provocando que Justin detuviera su andar. Su sonrisa se desvaneció mientras quitaba su atención de mí para depositarla en él —Siempre hace frío en esta ciudad. O te acostumbras o te vas de aquí —Mi amigo enfatizó la última frase y la indirecta fue tan evidente que gestó tensión e incomodidad en el ambiente.

—Amo el frio —La contestación de mi vecino detonó en mis oídos, dura y hostil, mas tomó una profunda exhalación y continuó su camino hasta situarse frente a mí. Volvió a sonreír, esta vez destilando mayor benevolencia en su gesto —Pero no quiero que tú te enfermes, dulzura.

«¿Mi vecino, el vampiro, acababa de llamarme "dulzura" ?»

La estupefacción me dejó paralizada, por lo que no moví ningún músculo mientras Justin se quitaba su chaqueta y la acomodaba sobre mis hombros. Deslizó su mano hacia mi mejilla y la ubicó sobre ésta, acariciándola con sus dedos. Yo no encontraba la forma de reaccionar, tanto el ritmo de mi corazón como el cosquilleo aumentaron a niveles indomables y no creía ser capaz siquiera de formular una frase. Solo me quedé estática, observando fijamente esos brillantes ojos color ámbar.

Sin embargo, un potente chorro de agua impactó contra la mejilla de Justin y salpicó mi propia cara, devolviéndome la capacidad para hilar mis pensamientos. Miré a Brian, quien nos apuntaba con su pistola.

—Lo siento. Fue sin querer —Se excusó.

—No lo creo —Masculló mi vecino a través de sus dientes apretados. Su expresión había adoptado una sombra de amenaza tal que intervine:

—¡Brian! Suelta esa pistola —Advertí —Va a oscurecer en cualquier momento. Es mejor que vayamos adentro para calentarnos un poco —Sugerí.

—¡Chocolate caliente! —Exclamó mi amigo, el entusiasmo reemplazando su anterior aversión.

—Sí... —Volví mi cabeza hacia Justin, quien aún tenía puesta su atención en mí —¿Quieres entrar con nosotros? —Lo invité.

Pude oír el bufido que Brian emitió, mas la sonrisa que mi vecino dibujó opacó ese sonido.

—Por supuesto.


La tensión no desapareció cuando los tres estuvimos sentados frente a mi mesa, cada cual sosteniendo una taza de humeante chocolate caliente. Brian evitaba dirigir el habla a Justin y solo interactuaba conmigo, mientras mi vecino se limitaba a tomar mi mano y sonreírme cuando nuestros ojos se encontraban. Finalmente, cuando acarició mi mejilla con tal dulce suavidad que logró estremecerme, entendí lo que sucedía: él había oído la conversación que mantuve con Brian horas atrás, asegurando que lo que existía entre nosotros era algo de índole romántico. Estaba aparentando lo que yo misma había afirmado horas antes.

De todas formas, me resultaba curioso que Justin se hubiera tomado la molestia de aparecer solo para confirmar mi farsa. Teniendo en cuenta nuestras naturalezas opuestas, no creía que sostenerme y acariciarme fueran acciones que le resultaran gratas, por lo que deduje que había otro motivo bajo su acercamiento.

—¿Vas a la escuela? —Interpeló Brian al vampiro, de manera abrupta.

El aludido negó con la cabeza antes de contestar:

—No. Ya me he graduado.

—¿Qué edad tienes?

Noté que mi vecino reprimía una sonrisa, probablemente encontrando esa pregunta inapropiada para él, pues ya debía haber transcurrido varios siglos sobre la tierra.

—Veintitrés —Respondió.

—¿Vas a la Universidad entonces?

—Sí.

—¿A cuál?

—Ninguna local. Es de Inglaterra.

—¿Ingla...? —Brian parpadeó repetidas veces, como si estuviera intentando asimilar esas palabras en su mente —¿Vas a la Universidad en Inglaterra? Es decir que... ¿Te irás allí en cuanto comience el ciclo de clases? —El ápice de esperanza que guardaba su tono no pasó desapercibido.

—Tal vez —La voz de Justin delataba su fastidio —Y, francamente, es notorio en cada uno de tus comentarios que me quieres lejos de aquí. Deberías dejar de insinuarlo, no es cortés... De hecho, es una grave falta a la educación del siglo XV.

El cinismo plasmó una sonrisa en el rostro del vampiro luego de pregonar sus palabras, y éstas últimas resonaron en mi mente con familiaridad hasta recordar que Brian las había dicho para burlarse de él la primera vez que lo vio.

Por encima de la mesa, hallé los ojos de mi mejor amigo llenos de reproche destinado a mí. Seguramente pensaba que lo había delatado. La tensión incrementó al punto de volver pesado aún el aire que respiraba, por lo que agradecí inmensamente que mi madre ingresara a la cocina en ese preciso momento, trayendo alivio con ella.

—¡Hola, chicos! —Nos saludó, mostrando la alegría que desbordaba en ella desde que la supuesta carta de Stanford había llegado de nuestra puerta —¿Qué están haciendo?

—Solo hablando. De la Universidad —Me apresuré a decir, ansiosa por escapar de la incómoda burbuja que antes nos encerraba.

—¿Ya les dijiste que vas a Stanford? —Inquirió ella, emocionada, mientras depositaba las bolsas del mercado sobre la encimera.

—Bueno, yo...

Empecé a balbucear. Una vez más, Brian me dedicó una mirada cargada con dos dañinos componentes: tristeza y enojo. No había comentado aquel tema con él.

—Sí, lo hizo —Respondió Justin, su semblante denotando amabilidad —Pero también hablábamos sobre Cambridge. Alessia no está segura de cuál elegir, y le estaba diciendo que...

—¿Cambridge? —Repitió mi progenitora, sonando tan aturdida como yo me sentía.

Ambas observamos a nuestro vecino, quien mostraba aquella agradable sonrisa con la que había cautivado a mi madre la primera vez que ella lo conoció.

—Sí... La Universidad de Cambridge, en Inglaterra. Es en extremo difícil conseguir una plaza allí, por eso le comentaba a Sia lo afortunada que fue al quedar seleccionada para probar sus ofertas académicas —Explicó él —Sé que es difícil elegir teniendo a Stanford como otra opción pero... —Se encogió de hombros —Debería evaluar sus posibilidades.

«Perfecto»

Intuí de inmediato cuál era el plan de Justin y retuve las ganas de exhibir mi agradecimiento frente a éste. La oferta de una Universidad extranjera lograría aplacar las ansias de mi madre por enviarme a Stanford.

Por otro lado, la forma en la él que pronunció mi apodo y se desenvolvió al anunciar eso, tan amena y casual, sentado a mi lado y sonriéndome ampliamente, produjo en mí la sensación de que mi vecino y yo verdaderamente compartíamos una relación cercana, normal. Mas la realidad distaba mucho de esa ilusión. Después de todo, él no era un simple ser humano, sino uno de los vampiros más poderosos y sus intenciones eran inciertas. Quizás solo pretendía ayudarme a escapar de mis antecesores Venandi para evitar que desarrollara mi potencial, cuya fuerza podría rivalizar con la suya. Quizás, teniendo en cuenta sus reiteradas alusiones a que él no podía sentir nada en absoluto, todas las facetas en las que demostró un atisbo de vulnerabilidad ante mí no eran más que engaños próximos a destruirme.

Pero, en ese momento, eludir que un ejército de cazadores me alejaran de todo lo que yo conocía, incluso de mí misma, era más importante. Así que tomaría cualquier riesgo para lograrlo, incluso confiar en Justin.

—Sí, Cambridge —Confirmé, intentando ocultar el temblor de la duda, la culpa por mentir —Ellos también me dieron una oportunidad... No te lo dije porque sé que tú estudiaste en Stanford y te emocionaba que yo hiciera lo mismo...

—¡Pero Sia! —Me interrumpió mi madre, acercándose a mí con rapidez y enredándome entre sus brazos —¡Esto es excelente! ¡Cambridge! ¡Inglaterra! Por supuesto que amaría que estudiaras en Stanford, pero es tu futuro, Alessia, y tú decides sobre él.

Eso era lo que estaba intentando hacer, tener el control sobre mi futuro y no dejar que mi linaje decidiera por mí, y ese pensamiento apaciguó los amargos sentimientos que se despertaban en mí por engañar a mi progenitora de aquella manera.

Entre los brazos de mi madre, mis ojos se toparon con el ceño fruncido de Brian.

—¿Stanford? ¿Cambridge? ¿Qué diablos? —Murmuró —Ni siquiera terminamos los exámenes finales, ni siquiera... —Suspiró, y la molestia fue patente en esa exhalación —...Ni siquiera me lo dijiste.

—Es normal que se sienta abrumada —Mi madre le restó importancia, apartándose de mí y observándome con el tipo más puro de orgullo brillando en su mirada.

Tragué saliva, pues mi garganta estaba siendo estrangulada por el remordimiento ante esa imagen. Por un segundo, tuve el impulso de comenzar a llorar con todas mis fuerzas y confesar la verdad, pero los dedos de Justin enredándose con los míos detuvieron mi creciente desmoronamiento. 

Guié mi vista hacia él. Una vez más, me sonrió y sentí que un poco (al menos una pizca) de sinceridad brotaba de aquella sonrisa. Sin meditarlo, dejándome guiar por el alivio de poder escapar de la situación que me atormentaba, me incliné en el asiento y posé mis labios en su mejilla, plantando un rápido beso allí. Al tomar distancia, vislumbré su expresión atónita, la cual logró hacerme sonreír por diversión.

Entonces, la sugerente voz de mi madre profirió:

—Oh, vaya... Sia, siento que hay algo que no estás diciéndome —Soltó una disimulada carcajada luego de su insinuación.

«Oh, madre... No tienes idea» 

-TatianaRomina-

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