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{6} Confesada Verdad

'Produce sombras la luz velada, agobiante negrura

Si la verdad no es revelada, tu futuro será penumbra'

El motor del vehículo producía un ruido suave mientras se alejaba calle arriba, indicando que mi madre se marchaba al centro de la ciudad junto con mi hermano menor. Entonces, cuando estuve segura que me encontraba sola en la casa, quité las frazadas que cubrían mi cuerpo y me incorporé en la cama, sentándome al borde del colchón. Quedé ubicada frente a la ventana, y por la escasa luz que se filtraba a través de la fina tela de las cortinas pude conjeturar que se trataba de un día nublado.

Me puse de pie y me acerqué, descubriendo el paisaje que exhibía el marco. Como había supuesto, las nubes que atestaban el cielo eran de un oscuro color gris y no habilitaban que ningún otro color prevaleciera sobre ellas. La imagen causaba pavor y pesadumbre.

Deslicé mis ojos desde la altura hacia la ventana situada frente a la mía. Sus cristales estaban abiertos pero mi vecino no se encontraba a la vista. El interior de su habitación era oscuro y, por más que forcé a mis ojos para ver más allá de las sombras, no logré vislumbrar nada más que negrura.

El teléfono fijo de mi habitación comenzó a sonar, provocando que me sobresaltara por el repentino pitido. Regresé sobre mis pasos, hacia la mesita de noche a un costado de mi cama, y descolgué el auricular.

—¿Hola? —Respondí.

—Buenos días, Setter. —La voz de Brian se percibía amortiguada debido a la línea —¿Cómo amaneciste?

Suspiré, preparando a mis nervios para lo que se aproximaba. La noche anterior, mientras volvíamos de la fiesta, mi mejor amigo había formulado perspicaces e insistentes preguntas que yo evadí con habilidad. Sin embargo, su interrogatorio me había asegurado que él ya sabía más de lo que yo admití, por lo tanto, su cuestionamiento iba a persistir hasta que yo confesara.

—¿Qué es lo que ha logrado despertarte temprano hoy?— Bromeé, para ganar tiempo a mi favor —¿O acaso no has dormido?

—No te hagas la listilla. Sabes que me debes algunas explicaciones.

—Mejor explícate tú, porque realmente no entiendo. Sé más específico. —Pedí.

—Bueno, yo ya sabía que Mike tenía interés en volver contigo y que iba a planteartelo anoche... —Empezó a revelar —Realmente pensé que tú estarías dispuesta a darle otra oportunidad a lo de ustedes, pero cuando salieron al jardín, él volvió a entrar de inmediato luciendo bastante mal, así que pensé que lo habías rechazado. Me acerqué para hablarle y me contó todo.

Finalizó allí su relato, entonando la última frase con acusación, como si yo supiera de lo que hablaba. Por un instante, me paralicé ante la idea de que Mike hubiera escuchado la conversación que mantuve con Justin y hubiese descubierto mi hermética identidad Venandi.

—¿Qué es "todo"? —Inquirí, titubeante.

—¡Todo! Que en medio de su declaración, un chico apareció, interrumpiéndolo, y que tu corriste a los brazos de ese tipo desconocido apenas lo viste. Después de eso, Mike estaba convencido que se trataba de tu novio y se sentía avergonzado. Juraba que no tenía idea que estabas viéndote con alguien y lo que me hace sentir indignado, Setter, es que yo tampoco.

Me quedé unos segundos inmóvil, de pie en el mismo sitio, mientras asimilaba sus palabras. Luego, medité en ellas, recordando el momento exacto que Brian expresaba. Ciertamente, me deshice del agarre de Mike para correr hacia Justin, pero no fue ningún proceder romántico por mucho que así lo aparentara. Más bien, se trataba de un impulso homicida. Sin embargo, no podía manifestar aquellos aspectos sobrenaturales a mi amigo, por lo que, antes de contestar, proferí un bufido que denotaba mi frustración ante la impotencia del momento.

—No estoy viéndome con nadie. —Aclaré, queriendo ser lo más sincera posible con él —El chico era mi vecino.

—¡¿Tu vecino?! ¿El caballero sombrío de la Edad Media? —Polemizó —Ni de broma... ¿Estás con él?

—¡Te dije que no! No estoy con él, Brian. Solo se apareció allí y nosotros... conversamos.

—Ese tipo tiene algo raro, Sia. Algo malo. Yo lo sentí y tú dijiste que también lo sentías —Insistió, la preocupación haciéndose evidente en su tono.

—¡No estamos juntos! —Repetí, exasperada —Lo juro, Brian.

—¿Y desde cuándo corres a él para hablar, entonces? La última vez, no querías siquiera saludarlo...

De repente, y de manera lenta, sentí que la voz de mi amigo perdía volumen debido a otro sonido que provenía de mis espaldas y acaparaba mi atención. Un prolongado ruido chirriante que erizó mi piel y me provocó un estremecimiento. Algo estaba rasguñando el cristal de mi ventana.

«Mejor dicho, alguien»

Me giré, aún con el teléfono en la oreja, encontrando el marco vacío. Sin embargo, en la ventana de en frente, Justin se encontraba sentado sobre el marco, mirándome fijamente.

—Debo irme, Brian. —Anuncié.

—¡Ah, no! ¡Estoy hablando contigo, Setter! —Se quejó el aludido.

—Dije que debo irme. Adios. —Farfullé, colgando el auricular de forma brusca.

La furia empezaba a gestarse dentro de mí ante la imagen de mi vecino y, por más que tratara de suprimirla, no estaba lográndolo y temía descargar contra mi amigo el enojo que experimentaba mi instinto. Mantuve el contacto visual con aquellos ojos color ámbar por varios tortuosos segundos antes de que Justin hiciera un leve gesto con su cabeza, indicando el interior de su cuarto, invitándome.

«Era hora de la verdad»

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Enredé una bufanda en mi cuello y me puse una chaqueta antes de salir el frío exterior. Caminé hacia la casa situada al lado de la mía. La lentitud de mis pasos se debía a que sentía mi cuerpo más pesado de lo normal. A pesar de ello, llegué a la puerta de entrada. Extendí mi brazo para tocar el timbre, mas los nervios cosquillearon en mi pecho, así que lo flexioné y llevé mi mano a mis cabellos, utilizando mis dedos para apartar varios mechones de mi rostro. Justo cuando una brisa produjo que volvieran a caer sobre mi cara, la puerta se abrió de un brusco tirón.

—Pasa. —Gruñó Justin.

No me moví. Me quedé parada frente a él, observándolo, mientras me llenaba de aquellas agresivas sensaciones. Mis brazos temblaron por la necesidad de atacarlo y él lo notó.

—Cada vez es peor. —Avistó, murmurando para sí mismo.

—Sí. Lo es. —Acordé, controlando mi voz.

—Queda poco tiempo. —Volvió a musitar, mas elevó el tono para ordenar: —Pasa, ahora.

Se apartó del umbral, retrocediendo hacia el centro de la sala de estar. Su lejanía logró que mis afecciones se apaciguaran. Me adentré en la vivienda, procurando mirar lo menos posible a Justin. Mis ojos recorrieron las pinturas, y los espirales de fuego allí plasmados lucían aterradores en ese instante.

Me percaté del movimiento que realizó mi vecino al dirigirse a las escaleras, comenzando a ascender por éstas.

—¿A dónde vas? —Me apresuré a interpelar.

—Vamos a mi habitación. —Respondió con frialdad.

Lo seguí, pues no atenuó su marcha para escuchar mis protestas y continuó escalando los peldaños. Ingresamos a su cuarto, un lugar espacioso donde primaba la oscuridad. La única luz que interrumpía las sombras provenía de la ventana que daba a la mía. Frente a ésta, se ubicaba una silla que capturó mi atención, pues el asiento apuntaba directamente hacia afuera, hacia mi habitación. El pudor y la ira se mezclaron dentro de mí al conjeturar que él me estaba vigilando igual que a una película.

—No eres tan interesante. —Su voz profunda se dirigió a mí al notar la dirección de mis pensamientos.

—Entonces deberías devolver los boletos de primera fila. —Respondí, guiando mi mirada hacia él y señalando la silla con un gesto de mi cabeza.

Pensé que Justin se fastidiaría con mi comentario. Y, de hecho, ansiaba que lo hiciera para permitir que la efervescente cólera que él provocaba en mí estallara al fin. Mas no lo hizo. Al contrario, sonrió como si mis palabras le hubieran causado verdadera gracia. A pesar de ello, su amena mueca no se extendió más allá de un segundo. Pronto, su semblante volvía a ser adusto.

Tomó el respaldo de la silla y la giró, enfrentándola a mí. Se sentó en ella y apuntó con su dedo un ancho sillón de cuero que se encontraba a unos metros detrás de mí, significando que me sentara en él.

—No puedo. —Sentencié —No creo poder soportar estar cerca tuyo por mucho tiempo sin perder los estribos. —Admití, y era evidente en mi afectada respiración que la creciente ansiedad por arremeter en su contra estaba alterando mi sistema nervioso entero —Necesito tocarte.

Ante esa última afirmación, la expresión habitualmente impasible de Justin se tornó confundida.

—¿Qué? —Proclamó.

—Cuando te toco, mi instinto se calma. —Expliqué.

—Eso no tiene sentido. —Alegó con seriedad, escudriñándome con sus ojos como si creyera que estaba burlándome.

No pretendía discutir con él sobre el asunto. Yo sabía que era cierto puesto que lo había experimentado anteriormente. Aunque no hubiera motivo aparente y careciera de sentido, el tacto de ese vampiro calmaba mi ímpetu por atacarlo.

Me moví, acercándome a mi vecino, y me senté en un sofá individual situado cerca del mismo. Entonces, estiré mi mano hacia él, con rapidez inaudita para evitar arrepentirme o dudar de aquel acto, y la posicioné sobre su muñeca. Noté que el cuerpo de Justin se tensaba, sus dedos temblaron ante mi toque y luego se apretaron, formando un puño. Sin embargo, no se apartó. Mi corazón aminoró su marcha desenfrenada y el enojo se drenó fuera de mí cuando aquel sentimiento de armonía concilió la tormenta de emociones negativas que antes sacudía mi interior.

—Ahora sí podemos hablar. —Suspiré, aliviada.

—Tú no hables. —Determinó mi vecino, a través de sus dientes apretados —Solo escucha.

Asentí a su mandamiento, sin importarme cuán hostil había sido al expresarlo. Anhelaba escuchar lo que él iba a contarme, finalmente iba a saber.

» —En el remoto principio, la raza humana no era la única habitante de la tierra. —Empezó a relatar su voz ronca —Pero era la única lo suficientemente arrogante para creerse la dueña del universo. Querían manejar el mundo a su antojo, y se veían imposibilitados de hacerlo debido a las criaturas sobrenaturales que moraban entre ellos. Entonces, pronto comenzaron el exterminio al resto de las especies. Muchas perecieron en sus manos... Pero no nosotros, no los vampiros.

» —En esos tiempos, coexistían la misma cantidad de vampiros y de humanos, y éstos últimos eran conscientes de su falta de fortaleza frente a nosotros. Aún así, ellos tenían algo que nosotros no: capacidad de trabajar en equipo. Los vampiros formamos clanes siguiendo nuestro linaje pero, remitiendo a los hechos, no nos toleramos realmente los unos a los otros. Nuestra inhabilidad para sentir emociones no permite que formemos relaciones sólidas y nos volvemos criaturas solitarias. De esa manera, fue mucho más fácil para los humanos cazarnos y masacrarnos sin mostrar un ápice de piedad.

» —Aún así, la maldad de la raza humana no tenía comparación con la propagada entre los vampiros. Fue entonces cuando el Ancest más viejo y poderoso se alzó como líder entre los seres sobrenaturales. Este vampiro, Aldous Bieberian, armó un ejército de los nuestros, convirtiendo aquella guerra en algo aún más atroz y sangriento. Fuimos dotados, como bien debes saber, con un par de colmillos que son armas letales. Por supuesto, no lo utilizamos para beber sangre como aluden las estúpidas descripciones de la actualidad... Están hechos para matar, no tienen otra función más que esa. Nosotros nos alimentamos con la misma comida que los humanos. En realidad, pocas diferencias claves radican entre ellos y nosotros: somos inmortales, poseemos ciertas ventajas sobrenaturales y nuestra capacidad de sentir es casi nula... Sin embargo, nos asemejamos mucho si de hábitos hablamos... Hasta tenemos la necesidad de consumar deseos carnales.

» —Y eso es lo que Aldous hacía con cada humana que secuestraba de sus violentas batallas. Las forzaba a mantener con él relaciones sexuales... Hubo un caso especial entre ellas, Matilda Setter. Fue destacada porque pronto denotó que estaba embarazada de Aldous. Nosotros podemos procrear entre los de nuestra propia especie, pero hasta ese momento nadie imaginaba que también podíamos hacerlo con los seres humanos. Aldous estaba alterado a causa de eso. No podía concebir qué clase de abominación iba a engendrarse mezclando la genética vampírica con la humana. Quiso asesinar a Matilda antes de que la criatura naciera pero ella logró escaparse. De todas formas, murió en el parto tras dar a luz a su hija: Alessandra Setter. Su sangre mestiza la volvía poderosa, tenía las mejores cualidades de ambas razas. Y pudimos comprobar eso luego de que ella creciera y se enterara del terrible destino de su madre. La venganza estaba impregnada en su ADN al igual que su fuerza. Y lo hizo... Sin siquiera pestañear... Asesinó al mayor exponente de todos nosotros con tan solo un golpe. Finalmente, el cruel y bestial Aldous Bieberian, su propio padre, murió en sus manos.

» —Y no solo él... Setter se unió a los humanos y juntos lograron exterminar a la mayoría de nosotros hasta casi extinguirnos. Por eso hoy ni siquiera recuerdan nuestra existencia y solemos pasar desapercibidos para ellos.

Un instante de silencio prosiguió a su historia. Las imágenes que mi mente evocaba ante sus palabras aún se repetían en mi cabeza. Mi mirada taciturna estaba fija en el piso y solo cuando Justin movió su brazo, el cual yo aún sujetaba, reaccioné y dirigí mis ojos a su rostro. Él me contemplaba con semblante inexpresivo, mas sus irises color ámbar parecían expectantes.

—Ella tenía mi apellido. —Musité, sin poder encontrar el volumen de mi voz.

—Eres su primera descendiente mujer. —Reveló —Desde entonces, todas las generaciones que le siguieron a Alessandra Setter fueron hombres. Y se encontró muy decepcionada al descubrir que ellos no eran Venandis tan poderosos. La verdadera fuerza de la sangre mestiza fluye con mayor intensidad en el sexo femenino... Y solo para aclarar... —Agregó —Aún lo tiene. Todavía está viva la maldita. —Masculló.

—¿Viva? —Jadeé.

—De todas formas, no le queda mucho. —Dictaminó —Los Venandi no son inmortales. Ha vivido todos estos siglos, pero se debilita cada vez más. En especial debido a mí. —Mostró una sonrisa ladeada tras esa declaración.

—¿Por qué debido a ti? —Inquirí.

—Nunca pudo conmigo. Logró atacar a mi padre por el factor sorpresa, pero yo soy más inteligente que eso.

—¿Tu padre? —Articulé, confundida.

—Aldous Bieberian. Soy su primer hijo vampiro, soy su heredero legítimo. Setter y yo compartimos genética, por lo que mi fuerza rivaliza con la suya. Eso frustró la mayoría de sus intentos por cazarme... Yo solía ser mucho más poderoso que su estúpida raza.

—¿Solías?

No recibí contestación de inmediato. Lo único que Justin hizo fue profundizar la intensidad de su mirada, fijándola de manera penetrante en la mía. Al fin, un instante después, pronunció con lentitud:

—Hasta que tú naciste.

—¡¿Qué tengo yo?! —Exclamé, atónita.

—También eres descendiente de Aldous, pero han sucedido muchas generaciones antes de que llegaras al mundo. La especie Venandi tuvo tiempo para fortalecerse y tú, siendo la primera mujer en la línea, con todos los mecanismos que han logrado consolidar... — Se interrumpió a sí mismo, apretando su mandíbula, y pude vislumbrar que estaba debatiendo en su interior si debía continuar hablando o no. Finalmente, lo hizo —Eres una amenaza.

—Eso es tan ilógico. —Negué con la cabeza, apretando con fuerza mis párpados para intentar que mi cerebro trabajara con menor velocidad —No se me ocurre la idea de pegarle siquiera una cachetada a alguien, ni hablar de ponerme a cazar vampiros. —Abrí los ojos y me encontré con el rostro de mi vecino, quien mantenía sus labios apretados con fuerza, como si quisiera reprimir una carcajada. Fruncí el ceño, molesta por percibir que se estaba burlando de mí —¿Qué? —Espeté.

—Aquí está la legendaria heredera de Alessandra Setter, lloriqueando como una niña frente a un vampiro. —Se mofó —No puedo creer que esto esté pasando. Realmente, quiero reír.

Sus labios se curvaron, formando una sonrisa enorme que relajó sus facciones. Así, aquel gesto, moldeaba en él un aspecto ameno y, por primera vez, no estimé a Justin como mi enemigo. En aquel segundo que él bajó la guardia y mis impulsos no se interponían, pude incluso sentir afinidad entre nosotros. Miré mi mano, la que aún sostenía su muñeca.

—No me mataste. —Susurré, mas elevé la voz para aclarar: —Esa noche, cuando tu clan atacó a mi padre, ustedes fueron para asesinarme. Tú llegaste a mi habitación, pero no me mataste. —Rememoré —¿Por qué?

A pesar de que, una vez más, no obtuve respuesta inmediata, aguardé en silencio hasta que él decidiera contestar. Mantuve la vista fija en mi mano y solo la dirigí a él cuando comenzó a hablar.

—Te tomé en mis brazos. —Dijo, adoptando un aire taciturno, como si estuviera sumido en el recuerdo —Entré a tu cuarto esa noche, tú estabas en la cuna, llorando con molestos chillidos. Quería que te callaras, porque la batalla que habíamos tenido ya había provocado suficiente ruido para alertar a los vecinos. Te agarré, acunándote entre mis brazos... —Detuvo su narración y miró en dirección a mí, escudriñando nuevamente mis ojos con los suyos. Podía vislumbrar una ola de sensaciones desprendiéndose de sus irises e impactando con fuerza contra mí —Eras tan... eras tan pequeña. Cuando te sostuve, concluiste tu llanto de inmediato, me observaste fijamente... y me sonreíste. Realmente, me dedicaste una sonrisa, y eso... a mí... yo... —Era atípico en él balbucear, me sorprendió que lo hiciera, mas volvió a tensar su expresión y reponerse —En ese momento, no podía entender como algo tan insignificante y babeante podía convertirse en un peligro para mí. No me parecía justo asesinarte cuando no tenías la posibilidad de defenderte... Volví a depositarte en tu cuna, pero antes de irme, te juré que volvería por ti.

—¡Recuerdo tu tacto! —Expresé, asombrada —Ese es el porqué lo siento tan familiar y reconfortante, tanto que calma mis instintos. Recuerdo tu tacto de esa noche... —Justin situó su atención en mi mano sobre su piel y delató su sensación de asco realizando una mueca con su nariz. Suspiré, exasperada ante su molestia evidente —Si de verdad me odias tanto, me hubieras matado. —Mascullé.

—Sentí. —Musitó, casi en un susurro inaudible.

—¿Qué?

—¡Sentí! —Escupió, furioso —Cuando te sostuve en mis brazos, sentí. Y fue horrible.

Se apartó de mi toque con violenta brusquedad. Se puso de pie y se posicionó frente a la ventana, mirando hacia afuera.

—¿Me odias porque sentiste? —Interrogué, estupefacta.

—¡Tú me sonreíste! —Me acusó, girando sobre sus talones y apuntándome con su dedo —¿Por qué sonríes?

—Era solo una bebé, no sabía lo que hacía...

—No. —Me interrumpió —¿Por qué me estás sonriendo ahora?

Al oírlo, fui consciente de que, efectivamente, mis labios estaban componiendo una sonrisa. Intenté borrar el gesto, sin embargo, no logré hacerlo.

—Lo siento. Es que estás actuando tan desesperado por un simple sentimiento. —Me excusé, aún expresando mi gracia —Ahora yo soy la que quiere reírse de ti.

—Cierra la boca. —Exigió, furioso —Ni siquiera lo entiendes. No es normal.

—Bueno, estoy en la habitación de un vampiro, enterándome que soy una especie de Buffy destinada a exterminar seres sobrenaturales. Esto no es normal para mí tampoco, pero intento no sucumbir a la aflicción. —Enuncié.

Justin guió sus manos hacia su rostro y lo frotó con ellas, como si estuviera fatigado.

—Por eso te odio. —Farfulló, y a pesar de que sus palmas impedían que su voz se oyera con potencia, logré escucharlo —Porque no te puedo odiar en absoluto.

Aquella confesión me dejó atónita, mas antes de que pudiera reaccionar, mi vecino elevó su cabeza y denotó concentración en su semblante.

—Tu madre está a unas cinco calles de aquí... —Me avisó —Debes irte ahora.

-TatianaRomina-

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