Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

{5} Inesperado Acuerdo


'La sed está ardiendo, está quemando tu garganta

Sed devastadora que desembocará en desgracia'


Proporcioné dos suaves golpes a la puerta del estudio de mi madre. Era una habitación pequeña, ubicada cerca de su propio cuarto. Siempre había papeles y libros desparramados por el escrito, ya que allí trabajaba en sus artículos. Ella quitó la mirada de la computadora portátil donde se encontraba escribiendo y la dirigió a mí.

—Ya me voy. —Anuncié.

—Bueno, cariño. Llámame si necesitas que te recoja. —Respondió.

—No hace falta. —Negué —Brian me traerá devuelta.

—De todas formas, llámame si algo sucede. Y envíame un mensaje apenas llegues allá—Agregó, denotando su maternal preocupación.

—Lo haré. —Le sonreí —Adiós, mamá.

Salí de mi casa, cerrando la puerta con cautela detrás de mí. La oscura noche me recibió en el exterior, la intensa negrura parecía absorber el escaso brillo de las farolas. Antes de comenzar a caminar hacia la calle, esperé a que mi visión se ajustara a las sombras para prever tropezar con mis tacones. Me paré en el borde de la vereda, mirando la esquina, esperando ver el coche de Brian aparecer, cuando de repente lo sentí. Una gélida impresión acuosa cosquilleó en mi nuca, extendiéndose rápidamente al resto de mi cuerpo, logrando me paralizara.

Era él. Estaba segura. Podía sentir su mirada helando mis músculos.

La noche anterior, luego de descubrir la verdad sobre mi legado, no había podido conciliar el sueño debido al estruendo de los múltiples pensamientos atacando mi mente. Por otro lado, mi insomnio se intensificó debido a los potentes sonidos chirriantes provenientes de mi ventana. Los mismos que había escuchado la primera noche que noté la presencia de Justin en la casa contigua.

«El maldito estaba rasguñando mi ventana»

Ya no podía soportarlo. No quería enfrentarme a él. Era demasiada información para procesar por mi cuenta y los sentimientos me abrumaban. No podía siquiera compartir aquello con nadie, puesto que nadie lo creería. Simplemente quería ignorarlo, quería evadirlo. Quería volver a sentirme normal.

Por eso accedí a acompañar a mis amigos en la fiesta que se celebraría esa noche. No se trataba de un acontecimiento especial, solo un pretexto para juntar a los jóvenes del instituto en una casa en la cual beberían y bailarían. Algo típico. Algo que yo necesitaba.

El automóvil de Brian dobló la esquina, su motor aceleró, impulsando las ruedas por mi calle. Cuando se detuvo frente a mí, tomé la manija de la puerta, mas antes de abrirla me atreví a dar un vistazo sobre mi hombro a la ventana que enfrentaba la mía. Allí, dos luminosos puntos color ámbar resplandecían en mi dirección, en medio de la oscuridad. Me estremecí y entré al coche con rapidez, resguardándome en su interior de todo lo que me atormentaba.

—¿Estás bien, Setter? —Inquirió Brian, tocando mi mejilla con sus dedos —Luces traumada, como la niña de La Llamada.

Su comentario produjo que dirigiera mi vista a él y frunciera el ceño.

—Muchas gracias. —Espeté con ironía.

—¡Hey! Me refería a cuando aún era una niña traumada, pero normal... —Aclaró, realizando los cambios en la caja de velocidades y comenzando a conducir nuevamente —No cuando ya era un ente maligno homicida.

Sin poder evitarlo, las comisuras de mis labios se elevaron y la diversión atenuó la tensión predecesora. Suspiré y me puse el cinturón de seguridad, sintiendo alivio al creer que aquella velada podía devolverme un poco de paz.


La sala de la casa había sido desmantelada para convertirse en una pista de baile. La música retumbaba con potencia, el sonido hacía vibrar cada partícula del aire. Yo me había situado en la cocina, donde el ruido perdía fuerza y podía escuchar con más atención la conversación que estaba teniendo con varios de mis compañeros.

—¡Oh, sí! —Exclamó una de mis amigas, entrando al cuarto donde me encontraba y chocando el vaso de plástico que sostenía con el mío.

Solté una carcajada al verla despeinada y sudorosa debido al baile, pero destilando energía y entusiasmo.

—Es tan genial que hayas venido. Te estabas preocupando demasiado por tus estudios y nos tenías abandonadas. —Una de ellas me apuntó con su dedo.

—Por un minuto, creímos que te habíamos perdido. —Confesó otra, con tal solemnidad que logró hacerme reír de nuevo —Pero gracias al cielo estás devuelta. Ahora ¡Vamos! Tienes que venir a la pista con nosotras a mover ese bello trasero tuyo.

—¡Increíble! —Murmuró Mike, mas llegué a oírlo ya que estaba posicionado a mi lado, a escasos centímetros de mí. Negó con la cabeza y resopló, aunque su sonrisa delataba su gracia —Sia se preocupa por su futuro, a diferencia de ustedes. —Alegó, esa vez en voz alta.

—Lo que sucede contigo, Mike, es que tú quieres ser parte del futuro de Sia. —Se burló una de las chicas —Pero ya dejaste pasar ese tren, amigo. Ustedes decidieron dejar ir lo suyo, así que ella es libre ahora.

—¡Oh, cierra la boca! —Exclamé, tomando una botana de un recipiente y lanzándola hacia ella.

—¡Wow, Sia! ¿Acabas de arrojarme una patata frita? — La muchacha fingió espanto —¡Eres el mal encarnado!

Enseguida, nuestras risas estallaron, resonando en la cocina incluso más alto que la música. A pesar de esa sensación familiar y agradable, aquello de lo que intentaba escapar aún pinchaba mi mente. No podía apartar la preocupación por mucho que lo había intentado en el transcurso de las horas. En ese momento, descubrí que era posible atenuar los efectos de la verdad por un efímero instante, pero nunca iba a poder deshacerme de ella.

—Iré al patio unos minutos. —Avisé a David, luego de que las chicas volvieran a bailar en la sala.

—Iré contigo. —Se ofreció Mike.

Ambos cruzamos el umbral de la puerta que daba al enorme jardín. La brisa fresca ondeó a nuestro alrededor y respiré profundamente mientras caminábamos por el césped.

—¿Sabes, Sia...? —Comenzó a decir mi acompañante, cuando estuvimos lo suficientemente lejos del barullo y el resto de las personas —Últimamente he estado pensando... —Se interrumpió a sí mismo, dubitativo.

—Bueno, eso sí es insólito. Un jugador de fútbol que piensa. —Bromeé ante su silencio.

Él me propinó un suave empujón con su hombro mientras carcajeaba.

—En serio... A veces me pregunto si hicimos lo correcto al separarnos.

Su confesión me sorprendió, tanto que detuve mi andar. Al notarlo, Mike también cesó de caminar y se giró en mi dirección, quedando de pie frente a mí. Desde que habíamos finalizado nuestra relación, ninguno de los dos había demostrado arrepentimiento por ello. Mantuvimos una sólida amistad desde antes y nunca hubiera sospechado que él aún se planteaba esa situación.

—Bueno... Yo... —Titubeé, sin saber qué responder, hasta que finalmente dejé que la honestidad hablara —Yo creo que sí hicimos lo correcto, Mike. En realidad, éramos todavía muy jóvenes, tú acababas de entrar al equipo de fútbol y yo tomaba todo tipo de clases extra. Sabía que lo mejor para ambos era evitar el compromiso de un noviazgo cuando ni siquiera teníamos formadas nuestras propias identidades.

—Tienes razón. —El muchacho asintió, comprendiendo las palabras —Debe ser por eso que en el último tiempo esa duda ha rondado mi mente. Ahora estamos a punto de graduarnos. Los dos hemos crecido, ya hemos conformado nuestro carácter. Y después de todo eso... aún te sigo eligiendo a ti, Alessia. —Dio un paso más cerca de mí y llevó sus manos a mis mejillas, acariciándolas delicadamente con sus dedos. Nuestras miradas estaban unidas, podía ver sus ojos brillando debido a la expectación a pesar de la oscuridad —Ahora estamos listos para hacerlo bien. —Murmuró.

Parpadeé repetidas veces en mi esfuerzo por intentar asimilar su sugerencia. No podía pensar claramente sobre esa declaración cuando otra serie de sucesos inesperados la precedía y acaparaba todo de mí.

—No sé si este es un buen momento para hablar sobre esto. —Repliqué, nuevamente haciendo uso de mi sinceridad.

—Al contrario, creo que es el momento perfecto. —Repuso Mike —Podemos encontrar el camino devuelta uno al otro porque ya nos hemos encontrado a nosotros mismos. —Apoyó su frente contra la mía y aspiró con fuerza, cerrando sus ojos —Ahora sé quién soy, y sé quién eres tú, Sia.

Aquella última frase logró que una oleada de dolor inundara mi pecho. La palabra "Venandi" hizo eco en mi memoria y apreté mis labios con fuerza, intentando no derramar las lágrimas que repentinamente se habían acumulado en mis ojos.

«Quién soy es un misterio para todos, incluida yo»

—No, no lo sabes. —Susurré, mi tono sonando débil y resquebrajado.

—Claro que lo sé. —Él sonrió, manteniendo sus párpados cerrados y acercando su boca a la mía.

—No... —El sonido de aquella voz grave y ronca llegó a nosotros, provocando que Mike abriera sus ojos y yo me apartara de él para mirar sobre su hombro, donde Justin se encontraba —De verdad, no lo sabes. —Dictaminó éste con aspereza.

Estaba posicionado a pocos metros de distancia, los brazos cruzados sobre su pecho, su hombro apoyado contra un alto roble. Los resplandecientes ojos color ámbar de su frío rostro inexpresivo inspeccionaron a Mike, quien se alejó varios pasos al notar la atípica luminiscencia de aquellos irises.

—¿Quién eres? —Preguntó mi amigo, percatándose que no era un compañero de instituto.

Mi vecino ignoró el interrogante. En cambio, dirigió su mirada a mí, y al hacer contacto visual, la ira percutió en mi pecho. Cada una de mis extremidades adoptaron una postura rígida, mis manos se apretaron hasta formar tensos puños. De manera instintiva, me acerqué a ese vampiro dando varios pasos ligeros, como si estuviera a punto de agredirlo. Él lo percibió, ya que se despegó del árbol e irguió su cuerpo.

Sin embargo, me detuve justo antes de impactar contra sus anatomía. Con tortuosa resistencia, obligué a mis pies a detenerse y a mis impulsos controlarse. Había quedado tan próxima a él que el aire exhalado en mi errática respiración chocaba con su barbilla, lugar donde llegaba mi altura. Alcé la cabeza, encontrando sus brillantes ojos denotando furia.

Todos mis sentidos me incitaban a atacarlo, mas mi verdadera voluntad no quería hacerlo. No deseaba sucumbir a ello. Entregarme al ímpetu de mi dote Venandi significaba perder el último atisbo que quedaban de mí misma, y no iba a permitirlo. Jamás había lastimado a ninguna persona, había heredado de mi madre el encanto de la bondad. A pesar de que mi vecino no era realmente un ser humano y su actitud era despreciable,yo no iba a autorizar que una coacción externa a mí misma, una situación que yo ni siquiera había elegido, me guiara a lastimarlo.

«De ninguna manera»

—Lo siento. —Musité.

El semblante de Justin indicaba desprecio, pero después de oír mis palabras, la confusión logró penetrar su expresión. Frunció el ceño e intensificó el tácito contacto de nuestras miradas, como si intentara descifrar algo en la mía.

—No quiero hacerte daño. —Agregué, mi voz sonaba tan reprimida como mis emociones.

Esta vez, el rostro de mi vecino delató sorpresa ante mis palabras, mas fue tan solo por un segundo antes de que volviera a tornarse enojado y dejara escapar un gruñido desde lo profundo de su garganta. Entonces, levantando sus manos y chocando las palmas contra mis hombros, me empujó. No lo hizo con verdadera fuerza, pero lo suficientemente brusco para lograr que tambaleé hacia atrás y me aleje de él.

Creí que aquel acto desbordaría mi dominio propio y terminaría por explotar. Al contrario, una vez más, su tacto apaciguó la rabia en mi interior y la reemplazó con una sensación de calma, de protección. Me resultaba tan familiar que llegué a la conclusión de que él y yo ya habíamos tenido contacto antes y mucho más agradable que la circunstancia en la que nos encontrábamos en esos momentos, aunque no reconocía cuándo ni dónde.

—¿Qué está mal contigo? —Masculló, su mandíbula tensa, sus dientes apretados.

—¿Conmigo? —Repetí —Nada está mal conmigo. Yo no he hecho ni una maldita cosa. Ni siquiera he pedido esto. —Pasé una mano por mis cabellos, despeinándolos, sin saber de qué manera dejar salir la tormenta que acontecía dentro mío —No sé cómo lidiar con lo que pasa. Definitivamente, no lo quiero. No quiero ser una Venandi. No quiero cazar vampiros. —Era la primera vez que lo decía en voz alta, por lo que me estremecí —¡Por todos los cielos! ¡Suena como una maldita locura! —Chillé, volviendo a revolver mi pelo.

—Cálmate. —Ordenó mi vecino, su tono era firme, pero logré oír inusitada suavidad en él.

Desconcertada por esa percepción, lo observé fijamente y, por primera vez, descubrí un gesto apacible en su cara. Abrió sus labios y por un instante su aspecto me hizo creer que iba a decir algo amable o reconfortante. Sin embargo, expresó:

—Eres más tonta de lo que creí. —La comisura izquierda de sus labios se elevó, formando una sonrisa ladeada que derrochaba hipocresía.

—¡Y tú no eres más que un maldito imbécil, rencoroso, arrogante, grosero y estúpido vampiro! —Exclamé, molesta, pero la sonrisa de Justin crecía con cada insulto que le dedicaba —¡Te quiero fuera de mi vista, ahora! —Exigí, alterada.

Me di la vuelta, encontrando ante mí la extensión del bello jardín. Recordé a Mike, pero mi visión no lo captaba por ningún lado. No tuve tiempo de cavilar mucho en su desaparición pues de inmediato un hormigueo se extendió por mi espalda al percibir el calor de un cuerpo invadiendo mi espacio personal. Justin inclinó su rostro hasta que su boca se situó a escasos centímetros de mi oído y habló:

—Al menos lo dedujiste tú sola. Tal vez no seas tan tonta.

Me estremecí ante su timbre ronco y su aliento cosquilleando en mi oreja.

—Aléjate de mí. —Murmuré, a pesar de que me mantuve inmóvil, sin poner distancia entre nosotros.

—¿Por qué me llamaste rencoroso? —Inquirió, aludiendo a mi anterior proclamación.

Lo ignoré y comencé a caminar apresurada hacia la entrada de la casa. En una milésima de segundo, Justin apareció frente a mí, obstruyendo mi paso. Jadeé debido a la sorpresa y retrocedí, impresionada.

—¿Cómo...? ¿Cómo hiciste...? —Balbuceé.

Una pequeña sonrisa asomó en sus labios ante mi reacción, mas volvió a insistir:

—¿Por qué me llamaste rencoroso?

—Porque tú pertenecías a un clan, o algo así. —Pronuncié atropelladamente, queriendo terminar con aquella conversación y volver al interior del hogar —Y mi padre los asesinó.

Justin asintió, pero luego se encogió de hombros.

—No me importa en absoluto eso. No guardo rencor. De hecho, te imaginas lo agradecido que estoy con tu padre por ello.

—No. No me imagino. No sé de qué hablas. —Respondí con franqueza —Sin embargo, ya que estás tan empecinado en conversar conmigo hoy, entonces dime... Si no es por rencor ¿Por qué me odias tanto?

Él apartó su mirada de la mía, dirigiéndola a un costado, y, curiosamente, lo percibí como un gesto vulnerable.

—¿Es porque tu también sientes esa ansiedad por dañarme cuando estamos juntos? —Persistí.

—Yo no siento nada. —Determinó con dureza.

—Por favor, Justin. —Susurré. Al pronunciar su nombre, él volvió a conectar sus ojos con los míos, luciendo asombrado —Eres el único con quien puedo hablarlo, necesito que me ayudes con esto.

—Oh ¿Quieres que te enseñe a matarme? —Farfulló con sarcasmo, enojado.

—No. Quiero que me ayudes a entender. Necesito más información y tú puedes dármela. —Aclaré.

Durante unos segundos, él se mantuvo inmóvil, observándome fijamente, como si sus pupilas estuvieran escudriñando mi interior. El resplandor ámbar de sus irises se reflejaba en mi rostro mientras yo le sostenía la mirada.

—Lo haré. —Accedió finalmente, mas de inmediato añadió: —Pero con una condición.

—¿Qué? —Indagué, cautelosa.

—Cuando tú y yo, tarde o temprano, nos enfrentemos... —Previno —Dejarás a mi madre vivir.


-TatianaRomina

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro