{3} Oscuros Reflejos
'Espejos ausentes exhibieron tu pena
No puedes ver reflejada tu alma negra'
Cesé de caminar, mirando la casa situada frente a mí, la cual se erguía impetuosa hacia el oscuro cielo de la noche.
—Una vez más... —Me quejé —¿Por qué debo asistir a esto?
Mi madre clavó sus ojos en mí, denotando su molestia.
—No seas caprichosa, Alessia. —Me regañó con severidad —Nuestros vecinos han sido amables con nosotros, no toleraré que seas irrespetuosa con ellos. —Negó con la cabeza, retomando el paso hacia la puerta de la vivienda —No sé qué ocurre contigo. —Murmuró.
Su decepción era evidente, mas no pude responder a ello para apaciguarla. Yo tampoco sabía qué me estaba sucediendo.
Sentí una mano pequeña envolver la mía y agaché mi cabeza, encontrando a David tirando de ella para impulsarme a la entrada. Lo seguí. No quería que mi comportamiento con respecto a esta cena lo perturbara y provocara su habitual falta de apetito. Mi hermano menor era el único individuo en la tierra por el cual yo cedería a cualquier cosa y lucharía contra todo para verlo sonreír.
Antes de que mi madre lograra presionar el botón del timbre, la puerta se abrió, exhibiendo a Pattie detrás de ésta. Ella nos dedicó una sonrisa deslumbrante, tal como el atuendo que llevaba puesto. Se había esmerado en producir su apariencia para esa noche, como si nuestra presencia en su hogar fuera un acontecimiento de gala. Nos invitó a pasar después de saludarnos e ingresamos en su sala espaciosa. La casa en sí era enorme, pero se encontraba muy vacía. Pocos muebles y viejas pinturas la decoraban. Observé esos cuadros por unos segundos, encontrando espirales de fuego en la mayoría de ellos.
No me percaté que David aún sostenía mi mano hasta que le dio un ligero apretón, llamando mi atención.
—Quiero hacer pipí. —Susurró avergonzado, sus mejillas tornándose rojizas.
Le sonreí, para luego dirigirme a Pattie, quien conversaba animadamente con mi madre sobre una pintura renacentista.
—Disculpe, señora... —La llamé.
Ella me miró y algo en mi interior se sacudió ante aquello. Por un instante, pensé que la misma furia que me inspiraba su hijo iba a embestirme debido a ella, pero pocos segundos después la sensación se calmó. La mujer irradiaba bondad y me contemplaba con amabilidad, esperando a que hablara. Eso fue un atenuante para mi extraña anomalía.
—¿Podría usar su baño? —Pedí.
—Por supuesto. Es aquella puerta, a un lado de las escaleras. —Señaló, afable.
—Gracias.
Conduje al niño hacia el lugar indicado. Encendí la luz, incitándolo a entrar, pero mi visión capturó algo curioso. El pequeño cuarto no exhibía ningún espejo colgando de las relucientes paredes blancas. Mis ojos recorrieron el espacio, intrigada por aquel detalle.
—¡Sia! —Exclamó mi hermano, gesticulando para advertirme que pretendía cerrar la puerta.
Me alejé, volviendo al centro de la sala, donde mi madre y Pattie aún admiraban las pinturas. Tampoco había espejos en aquella habitación, y era un pormenor que habría pasado por alto si mis instintos no hubieran estado tan agudizados por algún motivo indescifrable.
De repente, los músculos de mi cuerpo se tensaron, como si percibieran amenaza. Supe que él estaba cerca antes de oírlo hablar:
—¡Buenas noches! —Saludó Justin, bajando con parsimonia los peldaños de la escalera.
—¡Hola, dulzura! —Le sonrió mi madre.
Al notar mi falta de respuesta, ella se acercó a mí y puso una mano sobre mi hombro. Me apretó levemente, una exhortación clara a mi reacia actitud.
—Hola. —Mascullé, al momento que el chico culminó su descenso y quedó posicionado justo frente a mí.
Sus ojos hicieron contacto con los míos. El enojo que él me provocaba y al cual comenzaba a adaptarme se situó en mi interior, mas me concentré en la mano que mi madre aún sostenía en mi hombro. Apretó con un poco más de fuerza e hice uso de mi basto dominio propio para obedecer sus silenciosas órdenes.
—Soy Alessia. —Me presenté, ocultando mi apatía y ofreciendo mi mano a Justin.
Él hizo una ligera mueca al oír mi nombre, frunciendo su nariz de forma casi imperceptible, como si el mismo le hubiera causado repulsión. Bajó su mirada hacia mi mano tendida y la observó fijamente un par de segundos. Conjeturé de inmediato que él no quería tocarme, y no me detuve a analizar las razones pues yo tampoco lo deseaba.
«Al parecer, el sentimiento de rechazo era mutuo»
Iba a distender mi brazo y apartarlo, sin embargo, Justin tomó mi mano antes de que la dejara caer.
—Soy Justin. —La estrechó.
Su tacto envió a través de mi piel una sensación cálida que aplacó la efervescente irritación predecesora. Su toque me resultó familiar y, sin razón aparente, mi enojo cesó de forma abrupta. El alivio por deshacerme de los sentimientos negativos dibujó una sonrisa en mis labios.
Ante aquel gesto de mi parte, Justin frunció el ceño pronunciadamente y apartó su mano de la mía. En ese momento, David apareció trotando en la sala.
—Ya me lavé mis manos para la cena. —Anunció, alegre por la responsabilidad tomada.
—¡Perfecto! —Exclamó Pattie —Vamos al comedor, entonces.
Las voces de Pattie y mi madre fueron las únicas que se oyeron en el transcurso de la cena. Mi hermano menor parecía estar sumido en su propio mundo fantástico, pero no interrumpí su ensimismamiento ya que estaba comiendo adecuadamente los alimentos de su plato. Me encontraba sentada en medio de él y mi madre, ésta a su vez ubicada al lado de Pattie. Justin, por su parte, se había apartado de nosotros, tomando asiento en la otra punta de la mesa. Así, no tuve que lidiar con su cercanía, lo que hizo aquella visita más amena.
Aunque mi mente seguía procesando los acontecimientos que lo involucraban. No entendía el motivo por el cual mi interior encendía intensas alertas cuando él estaba frente a mí, y fue inaudita la manera en que esa amenaza se disipó el tomar su mano. Asimismo, él tampoco se denotaba a gusto conmigo, pero eso ya estaba más allá de mi juicio.
La situación era demasiado extraña.
«Él era demasiado extraño ¡Por todos los cielos! ¡Ni siquiera se reflejaba en mi cámara!»
Después de cavilar aquel pensamiento, recordé la falta de espejos en la casa. Yo nunca había dado lugar en mi vida a la creencia de asuntos paranormales, mas el presente ameritaba mi cautela, pues era evidente que algo fuera de la común orbitaba alrededor de este caso.
Finalmente, la cena concluyó. Pattie nos sorprendió anunciando que había guardado el pastel elaborado esa tarde para compartir con nosotros, en agradecimiento por el recipiente de harina.
—Justin, cariño. —Nombró la mujer —¿Podrías ir por el pastel a la cocina?
Él asintió y se puso de pie, escabulléndose rápidamente por un largo y oscuro pasillo, acentuado por góticas pinturas encuadradas. Dobló una curva del mismo y se perdió de vista. Mi madre comenzó una nueva conversación con Pattie, pero pude distinguir a pesar de sus voces el sonido de una puerta cerrándose segundos después.
—Disculpen. —Me puse de pie con lentitud —Estoy intrigada por esas imágenes ¿Podría acercarme a verlas? —Apunté los cuadros del pasillo.
—Sí, por supuesto. —Accedió Pattie, aunque su sonrisa vaciló, precavida.
Me adentré al umbroso tramo, fingiendo interés en las pinturas. Mis ojos apenas se posaban en ellas mientras me acercaba a la curva donde deseaba llegar. La tomé, encontrándome con un angosto metro de camino que culminaba en una puerta. Sabiendo que se trataba de la cocina por previa conjetura, hurgué en mi bolso, encontrando el pequeño espejo de mano que siempre guardaba junto con el maquillaje.
Empujé la puerta pocos centímetros, lo justo para que no emitiera sonido y lo suficiente para poder divisar el interior. La espalda de Justin y los platos de café que él apilaba era todo lo que veía. Levanté el espejo a la altura de mi oído para que pudiera capturar la imagen, mas en cuanto lo hice, Justin detuvo se acción e irguió su cabeza, tensando los músculos de su cuerpo.
Por un instante, tanto él como yo nos mantuvimos inmóviles en nuestros respectivos sitios. Yo llegué incluso a contener la respiración en mis pulmones. Luego de unos largos segundos, mi vecino alivió su postura y continuó su tarea, logrando que yo también me relajara. Aproveché el momento y volví mi rostro para ver el espejo en mi mano, anhelando ver la imagen que reflejaba, pero no logré mi cometido ya que la puerta frente a mí se abrió de repente, con brusquedad.
—¿Qué diablos haces? — Preguntó Justin, las palabras se escurrieron entre los dientes apretados de su tensa mandíbula.
Miré fijamente sus gélidos ojos color ámbar, tratando de controlar el aturdimiento provocado por los desbocados latidos de mi corazón y articular una excusa.
—Revisaba mi maquillaje. —Murmuré, señalando el espejo.
Él dio un paso más cerca de mí, sin embargo, yo no me moví. Estaba avergonzada por haber sido descubierta, asustada por el explícito enojo en el semblante del chico, y mi propia furia volvía a emerger en mi interior por nuestra cercanía, mas no me permití a mí misma retroceder.
—Escúchame una cosa, Setter... —Comenzó a mascullar.
Reprimí un estremecimiento luego de oírlo. Brian también me llamaba por mi apellido, pero era un acto amistoso, Justin, por otro lado, lo había pronunciado de una forma tan despectiva y colérica
» —No juegues conmigo. No tienes idea dónde te estás metiendo. —Advirtió, la amenaza explayaba su voz y brillaba en sus ojos —Tienes suerte ahora de que no estemos solos, de otra forma, ya hubiera arrancado tu maldita cabeza con mis propios dientes.
Dejé que el pasmo moldeara mi expresión. No podía creer lo que acababa de oír, ni menos la honesta brutalidad que goteaba su tono.
«Él realmente me odiaba»
Aquello sirvió para aumentar la ira que burbujeaba en mi interior, direccionada al muchacho. Apreté mis manos en puños, queriendo controlar el intenso impulso de violencia.
—No me hables así. —Reprendí, molesta —Ni siquiera sabes quién soy.
—Oh... —Las comisuras de los labios de Justin se elevaron, una sonrisa se formaba en ellos mientras daba otro paso más cerca de mí. Llegó a invadir mi espacio personal, inclinándose para enfrentar su rostro con el mío —Sé mejor que tú quién eres. —Aseguró.
—¡Justin! —La voz de Pattie fue como un empujón para mi vecino, quien se alejó de mí de inmediato, mas no rompió el contacto visual conmigo. La mujer se acercó a paso lento por detrás de mí, no podía verla, pero la tensión era audible en sus palabras: —¿Qué sucedió con el pastel?
—Es mejor que lo sirvas tú, madre. —Sugirió, las oscuras sombras del pasillo se proyectaron en su inexpresivo rostro y sus ojos (aún puestos en los míos) comenzaron a resplandecer. —Yo me retiraré a mi habitación.
-TatianaRomina
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