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{17} Épico Final


ÚLTIMO CAPÍTULO (pronto el epílogo)

'Rápido sucumbe tu carne al odio, rápido anhelas causar destrucción

Mas al final de la historia, encontrarás tu alma vacía por tu ambición'


Siete semanas. Siete semanas recibiendo un arduo entrenamiento en lugares recónditos del legendario Vaticano. Al principio, la rutina era común. Me levantaba cuando el sol apenas asomaba y realizaba ejercicios que no delataban ninguna anomalía. Correr, saltar, ejecutar sentadillas o abdominales... Comenzaba a sentirme aturdida por la familiaridad del entrenamiento. De hecho, quien me sometía a él no era ningún Venandi, sino un simple humano, un joven obispo del Microestado.

Sin embargo, pocos días después, los de mi raza hicieron su aparición. Entonces, mi preparación para luchar comenzó. Me enseñaron varias tácticas de combate, con cuidado de no hacer contacto conmigo. Estaban evitando empoderarme. Solo cuando notaron mis avances en las peleas finalmente dejaron el costado sobrenatural del asunto fluir. En el mismo instante que uno de ellos rozó la punta de sus dedos con los míos, la adrenalina fue tal que mi velocidad aumentó y mis golpes eran más poderosos y certeros. Pocas semanas bastaron para que pudiera vencer a mis ascendentes en los enfrentamientos. Se volvía cada vez más fácil para mí derrotarlos, y debido a esa observación, sucedió lo inevitable.

Trajeron un vampiro ante mí. Probablemente, acababan de capturarlo, pues no se veía demacrado como Milan, aquel al cual hicieron compartir su recuerdo conmigo. Su recuerdo con Justin.

«Justin Bieberian»

Aún recordaba al heredero de Aldous. En mi mente todavía persistían algunas memorias de nosotros, pero mi estado de exaltación debido al empoderamiento era constante, y no dejaba lugar a que mi razón actuara, mucho menos los sentimientos humanos. No tenía la capacidad para reconocerme a mí misma en aquel océano de euforia y aunque recordaba a Justin Bieberian, la idea de que debía eliminarlo para extirpar por fin el mal de la tierra era cada vez más diáfana para mí.

Y en el momento que Alessandra Setter me entregó una brillante espada de cristal y me indicó que solo si lograba atravesar la punta de ella en el corazón de un vampiro y arrancarlo de su pecho podría darle muerte, lo acepté. Acepté mi destino. Y fue eso lo que hice con aquel desconocido vampiro.

Y era eso lo que estaba dispuesta a hacer con Justin.

Frente a mí estaba la casa que yo había abandonado siete semanas atrás con el pretexto de ir a la Universidad. La madrugada estaba tan avanzada que pocos ruidos irrumpían el silencio de la noche, y si prestaba suficiente atención (activando mis nuevas destrezas sobrenaturales) podía oír la calma respiración de mi hermano menor, durmiendo plácidamente en su habitación. Imaginarlo logró plasmar una sonrisa en mi rostro, que se desvaneció cuando mis ojos se deslizaron a la casa contigua, donde residía el heredero de Bieberian.

Alessandra estaba de pie a mi lado. Se giró para enfrentar nuestras miradas. Podía ver la jubilosa expectación en sus irises. Esperó durante mucho tiempo ese momento.

Asentí, respondiendo su silenciosa pregunta. «Estaba lista». La épica batalla que el mundo paranormal había estado esperando, iba a librarse esa noche.

Corrí con aquella extraordinaria velocidad recientemente adquirida y me posicioné en el pasillo que separaba ambos hogares. Mi ascendente me siguió, pero ambas nos detuvimos de repente cuando divisamos dos puntos luminosos en la ventana de una de las residencias. Dos puntos luminosos color ámbar.

Setter tensó su cuerpo. Posiblemente creyó que Justin nos había oído, que ya había sido alertado de nuestra presencia, mas ese no era el caso. Los ojos del vampiro estaban fijos en mi ventana. Él no sabía que estábamos allí...

«Él estaba esperando por mí»

La mano de Alessandra tomó con fuerza mi antebrazo, ejerciendo una ruda presión en su agarre. Intentaba llamar mi atención, puesto que me había quedado admirando aquellos resplandecientes ojos durante unos largos segundos, descubriendo que estaban esperando verme. Pero tan pronto como mi ascendente hizo contacto conmigo, cualquier atisbo de emoción que estaba luchando por emerger de mi interior quedó completamente anulado.

Era la primera vez que Alessandra Setter me tocaba de manera directa. Jamás había sentido algo como eso. En aquel instante, fue como si una poderosa llamarada emanara de mí. Podía percibir el poder con tanta intensidad que me creía invencible.

«Invencible»

Ambas hicimos contacto visual y, una vez más, yo asentí, reafirmando mi postura. Ella me sonrió antes de desaparecer, corriendo hacia algún sitio. Pronto, escuché su murmullo a la distancia, susurrando:

—Es hora.

Justin también fue capaz de oírla, pues sus ojos desaparecieron de inmediato y las luces de su hogar comenzaron a encenderse.

—¡Mamá! — Escuché que él gritaba.

Presurosa, escalé hacia la ventana del vampiro y me senté en el marco de ésta, mis piernas colgando sobre el suelo de su habitación.

—¿Oíste eso? — La alterada voz de Patrice se oyó desde el piso inferior.

—Setter está aquí — Confirmó su hijo —Debes irte.

—No, yo... — La mujer iba a protestar, pero fue interrumpida por un bramido de su interlocutor;

—¡Solo vete!

El silencio perduró unos segundos, donde solo pude escuchar los sollozos emitidos por Patrice, hasta que la puerta cerrándose y sus pasos alejándose calle abajo me dieron la pauta de que se había ido.

—¿Dónde estás, miserable arpía? —Murmuró Justin.

—¿Arpía? —Repetí, incrédula —¿Es eso todavía un insulto en este siglo?

Antes de terminar de formular mi pregunta retórica, el vampiro ya se encontraba en la habitación, de pie en el umbral de la puerta, manteniendo algunos metros de distancia. La estupefacción grabada en los rastros de semblante se profundizó en cuanto me vio allí.

—¿Sia? — Dio un paso vacilante hacia mí.

Ante la visión de su alta figura, su cabello castaño desordenado, sus ojos color ámbar contemplándome, las ansias características de nuestros primeros encuentros surgieron en mi interior, en ese momento desenvolviéndose con mayor intensidad. Mi corazón empezó a latir desenfrenado enviando descargas de violencia a mi sangre. Poseída por mis instintos, corrí hacia él y golpeé su estómago con mi puño, obligándolo a doblarse sobre sí mismo.

—No me hables — Mascullé entre dientes.

Él se mantuvo en esa postura inclinada, con sus párpados fuertemente apretados, aun cuando la falta de aire provocada por el impacto cesó y su respiración se normalizó, como si estuviera sufriendo algún otro tipo de dolor.

Volví sobre mis pasos, hacia la ventana, donde reposaba mi espada de cristal.

—Veo que te has ido — Habló por fin.

Me giré para enfrentar su mirada y me encontré con sus ojos vacíos de expresión, tan impasibles como al principio de nuestra historia, cuando descubrí que era mi nuevo vecino e iniciamos nuestras intrincadas interacciones

—He llegado — Corregí, empuñando la espada y levantándola en dirección a él.

Los ojos del vampiro se posaron en ella por una fracción de segundo y, al instante siguiente, comenzó a correr, esfumándose de mi vista. Sorprendida por su reacción (jamás pensé que huiría como un cobarde) me tomó tres parpadeos precipitarme tras él para alcanzarlo.

Sin embargo, no fue muy lejos. Lo encontré en su cocina, justo cuando estaba cerrando la puerta de su refrigerador. Observé que sostenía un enorme pedazo de hielo en su mano.

—¿Qué estás haciendo? — Interpelé, realmente desconcertada.

—Unos tragos —Ironizó el vampiro, dedicándome una sonrisa ladeada que incrementó mis ganas de arrancar su corazón. —¿Quieres fresas en el tuyo?

—¿Qué está mal contigo? —Espeté —¿No es esta la batalla que esperaste toda tu vida? — Me mofé, desafiándolo.

—Oh, sí — Escuché que murmuraba por lo bajo, casi en un susurro.

Entonces, corrió hacia mí, tomándome desprevenida, mas mis reflejos fueron rápidos y logré esquivar su arremetida, aunque no tuve tiempo de defenderme pues volvió a atacarme enseguida. Pretendió golpear mi sien con el hielo, por lo que utilicé la espada para detener exitosamente el impulso de su brazo, lo que provocó un profundo corte en su muñeca. Aprovechando su debilidad, atiné a pegarle una patada, pero él agarro mi pierna en el aire y, tirando de ella, provocó que me cayera el piso. Intentó cernirse sobre mí para inmovilizarme, más impacté mi puño contra su cara y logré alejarlo. Queriendo levantarme, me puse de rodillas, no obstante, él se recuperó más rápido de lo que esperaba. Enredó su brazo en mi cuello, ejerciendo presión en aquel agarre y pegando mi cuerpo a su espalda. La fuerza con que apretaba mi garganta impedía que el oxígeno ingresara por ella, lo que debilitaba mi fuerza.

—Vas a matarme — Procuré anunciar, pero mi faringe obstruida solo logró emitir un ronco susurro entrecortado. Aun así, me esforcé por continuar: —Sabía que... tú mentías.... Fingías sentimientos.

Fue entonces que mi contrincante me soltó, aunque de forma brusca, y tanto mis rodillas como mis manos golpearon el suelo nuevamente. Me quedé allí, en aquella posición, intentando que mis pulmones recuperaran el aire perdido. No podía ver al vampiro, pues estaba a mis espaldas, pero vi su sombra, sus brazos levantados, estando a punto de golpearme...

Sin embargo, en un parpadeo, desapareció.

Confundida, miré sobre mi hombro, encontrando a Alessandra Setter sosteniendo a su medio hermano de tal forma que, a pesar de que el mismo se agitaba con furia, no lograba liberarse de su agarre.

—Mátalo — Ordenó mi ascendente.

Gateé rápidamente hacia la espada y la tomé en mi mano antes de ponerme de pie. Caminé hacia ellos, apuntando el pecho de mi rival con el cristal.

—Finalmente, tú y toda tu abominable estirpe desaparecerán de la tierra —Susurró la Venandi en el oído de Bieberian. —Espero que ardas en el infierno — Expresó.

Los ojos de Justin encontraron los míos y, esta vez, pude vislumbrar una emoción en ellos. Pero no era miedo, ni furia, ni una suplica silenciosa para salvar su vida. Era algo más. Algo que él quería que yo viera.

—Ahora, Alessia —Me concedió la mujer.

Eché mi brazo hacia atrás para tomar suficiente impulso y así atravesar el corazón del vampiro. En el momento en que estaba a punto de arremeter contra éste, un grito desgarrador me detuvo. Fui la única que logró escucharlo, pues venía de mi interior

"NO"

Era yo misma.

Vacilé. Y los dos presentes notaron mi vacilación. Alessandra con evidente pasmo, y Justin alumbrando su expresión con esperanza.

—Sia.. —Pronunció suavemente.

—¡Dije ahora! —Vociferó Alessandra.

Debido a la estupefacción por ver la insólita renuencia a mis impulsos, debilitó su agarre, por lo que su prisionero logró liberarse. De inmediato, me atacó. Golpeó mi cráneo con el hielo. Caí de rodillas al suelo, gritando de dolor, sintiendo el frio del elemento extenderse desde mi cabeza hacia el resto de mi cuerpo.

Entonces, las imágenes empezaron a llenar mi mente:


Estaba llorando. Sentía la tristeza golpear mi pecho mientras me sentaba en las escaleras del porche de mi casa. Una hora atrás había vuelto del preescolar, donde, en el patio de juegos, algunos compañeros se habían burlado de mí por no saber atar mis agujetas. Limpié las lágrimas que rodaban por mis mejillas y observé con resentimiento mis pequeñas zapatillas con dibujos de princesas.

—¿Qué sucede? — Inquirió una voz masculina.

Levanté mi vista y me encontré con un chico, justo frente a mí. Sacudí la cabeza, negándome a responder con palabras. Mamá siempre decía que no debía hablar con extraños.

El desconocido dobló sus rodillas para quedar a mi altura y pude observar sus ojos color ámbar.

—¿Por qué estás llorando? — Insistió.

La angustia le ganó a mis precauciones, por lo que admití:

—Los otros niños en el jardín se rieron de mí porque no sé atar mis agujetas — Gimoteé.

—Puedo enseñarte — Ofreció.

Miré sobre mi hombro en dirección a mi casa. Madre podría enseñarme, pero ella estaba teniendo unos días malos. A veces, se ponía triste, y yo imaginaba que era porque papá no estaba con nosotras.

Decidiéndome, asentí en respuesta al chico y estiré mi corta pierna en su dirección. Él tomó las agujetas y me explicó con suma paciencia los pasos a seguir, al mismo tiempo que él los realizaba.

—Inténtalo — Me animó.

Traté de imitar sus acciones en mi otro zapato y, si bien no quedó tan prolijo como el suyo, logré mi cometido. Solté un agudo chillido, feliz por mi hazaña.

—¡Lo hice! — Exclamé, dirigiéndome al desconocido —Para ser un niño, haces moños muy bonitos —Señalé.

—Eso es porque tú no viviste en la Edad Media — Respondió él. Yo solo reí, pues no entendía a lo que se refería, mas seguía contenta por el suceso anterior. —Ya que yo te hice un favor, ¿podrías hacerme uno tú a mí? — Me preguntó.

Yo asentí, entusiasmada por poder ayudar. Entonces, el chico abrió la palma de su mano y, asombrada, noté que un poco de agua se agitaba en su palma.

—Sumerge tus dedos en ella — Me indicó. Obediente, lo hice —Ahora, necesito que olvides esto, como si jamás hubiera sucedido.

Entonces, él desapareció, al igual que su recuerdo de mi memoria. Miré mis zapatillas y sonreí. No podía esperar para ir a la escuela al día siguiente y mostrarles a mis compañeros lo que había aprendido a hacer por mi cuenta.

-

El enfado había tomado posesión de mí. La sensación de furia era tan fuerte que no me importaba siquiera deambular sola por las calles, a esa hora de la madrugada. No me asustaba eso, sentía más miedo por lo que estaba a punto de acontecer en mi vida... Iba a tener un hermanito.

No era ese el problema. De hecho, estaba feliz por ello. Tener un hermano iba a significar terminar con mi aburrida soledad. Pero mi madre y su novio habían decidido que necesitábamos una casa más amplia para la llegada del bebé, por lo tanto, debíamos mudarnos. Yo no quería mudarme. Había transcurrido algunos años en la escuela primaria local y había hecho algunos amigos. No quería abandonarlos.

—Vuelve a tu casa. Ahora — La orden fue suave, pero firme.

Detuve mi andar y giré sobre mis talones, encontrando a un chico detrás de mí. Sus ojos color ámbar contrastaban con la noche, pues resplandecían cual linternas. Jadeé a causa de la conmoción.

—¿Qué es eso? — Interrogué, fascinada, creyendo que creaba ese efecto con alguna especie de truco.

—Vuelve a tu casa —Repitió él, estirando su brazo para tocar mi hombro.

Cuando su mano hizo contacto con el mismo, una sensación de serenidad reemplazó los abrumantes sentimientos que antes me asaltaban. Entonces, fui consciente de que había cometido un grave error al escaparme de mi casa minutos antes, empacando en mi mochila solo unos cuantos chocolates y mis cuentos favoritos.

—No tengas miedo. Voy a acompañarte hasta allí — Me aseguró el muchacho, antes de agregar: —Y no estés disgustada. Estarás bien. Me aseguraré de ello.

-

¡Maldita sea! ¡¿Por qué tuve que ir a esa estúpida fiesta?!

Tapé mi cara con mis manos y recargué mi espalda contra la fría pared. Acababa de salir corriendo hacia el patio trasero de la casa de Samantha Pillow después de haber experimentado la peor humillación de mi vida. La escuela secundaria no estaba siendo tan divertida como las películas me prometían. Había pensado que asistir a esa fiesta de cumpleaños me garantizaría entretenimiento, mas en cuanto mis compañeros de clase decidieron jugar a 'la botella', supe que no sería así. Y, para mi desgracia, el condenado recipiente apuntó directamente a mí luego de que Brandon Jay lo hiciera girar. Jamás había besado a un chico antes y no iba a permitir que un juego me obligara a hacerlo, pero mi negativa me valió la burla de Samantha y sus amigas.

¡¿Por qué simplemente no le di el beso?!

—Soy una tonta —Murmuré.

—No. No lo eres — Me aseguró una voz grave.

Saqué las manos de vista y descubrí a un chico alto, observándome con ojos impasibles. Creí que se trataba de un invitado a la fiesta, otro alumno de nuestra escuela, aunque varios años adelantado podía conjeturar.

—Sí, lo soy —Repuse —¡Acabo de arruinar mi reputación solo por negarme a hacer una cosa tan simple! — Expliqué, suponiendo que él entendería, pues también transitaba una joven edad.

—Nunca dejes que otros te presionen a hacer algo que no quieres — La seriedad se escurría con sus palabras mientras las dirigía a mí —No hay nada malo con tu forma de ser. Nunca permitas que te conviertan en algo que no eres — Determinó.

Observando el césped bajo mis pies, medité en su consejo.

—Sí, tienes razón —Admití, mis ojos volviendo a encontrar sus irises color ámbar.

El chico estiró la palma de su mano, enseñando el líquido que sostenía en ella.

—Necesito que olvides que me has visto aquí — Sentenció. Me extrañé por su petición, mas antes de que pudiera interrogarlo al respecto, agregó: —Pero nunca olvides lo que acabo de decirte ¿De acuerdo?


—¡Alessia! ¡Alessia! — Los gritos de mi ascendente fueron lo primero que oí cuando emergí de aquellos recuerdos.

Mis recuerdos.

En ese momento podía rememorarlos con claridad, verlos con tanta distinción en mi mente que no era capaz de creer que los había olvidado.

Pero, en realidad, no los había olvidado. Justin los había quitado de mí.

Abrí los ojos con dificultad, encontrando un par de pies en el piso frente a mi visión. Subí mi mirada por aquellas piernas hasta encontrar los ojos de Alessandra. Pronto, una sonrisa se dibujó en sus labios.

—No has podido lastimarla siquiera — Anunció, dirigiendo su atención a alguien más, alguien que no entraba en la periferia de mi visión, mas sabía de quién se trataba. —Levántate — Me ordenó la mujer, tomando mi codo y obligándome a ponerme de pie con brusquedad.

Lo hice, aunque tambaleé un poco hasta poder mantenerme erguida. Mi ascendente puso la espada de cristal en mis manos nuevamente. Lentamente, posicioné mi cuerpo de forma tal que pudiera enfrentar a Justin. Allí estaba él, de pie, observándome con expectación.

—Tienes que matarlo — Pronunció en un rudo murmullo la mujer —Su despreciable raza es la fuente de todos los males del planeta y lo sabes. Él, en especial, por ser un Bieberian, su sangre es la vileza misma. Debes acabar con él. Debes acabar con esto — Me persuadió.

Apreté la empuñadura de la espada en mi mano, recuperando la estabilidad en mi cuerpo. El contacto entre los ojos de Justin y los míos no cesó en ningún instante mientras yo retomaba una vez más mi postura de combate.

—Sí — Dictaminé con firmeza —Debo acabar con esto — Coincidí.

Entonces, efectuando un veloz giro sobre mis pies, eché mi brazo hacia atrás y utilicé el impulso para, con la brillante espada de cristal, cortar la cabeza de Alessandra Setter. 

-TatianaRomina-

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