{15} Inevitable Despedida
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'Un lugar, un sentimiento, hasta un suspiro,
Todo lo que hoy tienes, mañana se habrá ido'
De repente, emergí de la negrura. Mientras abría mis ojos de forma abrupta tomé una bocanada de aire, como si la bruma en la que estaba sumida segundos antes hubiera estado ahogándome. Me encontré a mí misma recostada boca arriba sobre un suave colchón, pero no podía recordar como había llegado hasta él. De hecho, no podía recordar nada en absoluto porque cada imagen o palabra que intentaba evocar en mi memoria era ahogada por el intenso sentimiento de ansiedad que cosquilleaba mi pecho.
Entonces, escuché un murmullo proveniente del exterior de la habitación donde me situaba. Era apenas un susurro, un sonido inaudible para cualquier ser humano, mas yo podía oírlo con tanta claridad como si estuvieran hablando justo al lado de mi oído. Me incorporé, levantándome de la cama y parándome a un lado de ésta.
—No entres al cuarto. Quédate aquí afuera — Advertía una ronca voz masculina.
Luego, la puerta se abrió, revelando a Justin del otro lado. Al descubrirme despierta, él se quedó inmóvil en el umbral, sin avanzar un paso más, mirándome fijamente.
» —¿Sia? — Pronunció con cautela.
La ansiedad aumentó de tal forma que comenzaba a resultar una tortura. Sentía que el aire me faltaba, por lo que mi respiración se volvió errática. No podía controlar mi propio cuerpo, que parecía querer descargar esa potente adrenalina que lo recorría.
«Descargarla sobre el maldito vampiro frente a mí»
La sola imagen de Justin de pie allí, causaba en mí una furia incontenible que se fusionaba con la ansiedad y me consumía por completo. Era tal la novedad de mis sensaciones que me quedé tiesa mientras él se acercaba a mí, dando pasos cautos.
» —Sia, soy yo... — Murmuró, estirando su mano para tocar mi brazo.
Mi reacción ante su tacto fue inmediata. Me aparté con brusquedad y lo empujé lejos de mí.
—¡No me toques! — Vociferé, destilando ira.
Por el impulso de mi golpe, Justin voló varios metros hacia atrás, impactando fuertemente contra la pared opuesta y cayendo al piso.
Segundos después, observé que mi vecino se levantaba del suelo con dificultad, sosteniendo su hombro izquierdo y soltando un siseo causado por el dolor. Ante esa escena, mi ansiedad decreció y, con ella, mi enojo.
» —¡Justin! — Reaccioné, alterada. Llevé ambas manos a mi boca, incrédula y aterrada por mi accionar —Justin, lo siento mucho... Yo no... No sé... Lo siento.
Patrice, ignorando los anteriores avisos de su hijo, había ingresado a la habitación. Tanto ella como Justin se encontraban atónitos, contemplándome con perplejidad evidenciada en sus rostros, como si acabaran de hacer un descubrimiento garrafal. Éste mismo quedó expuesto cuando la mujer murmuró:
—Es más fuerte que Alessandra.
Su postura delataba miedo, pues de manera inconsciente se había acomodado de forma tal que en cualquier segundo pudiera salir corriendo a través de la puerta. Justin, por el contrario, volvió a acercarse a mí lentamente.
Sus actitudes me causaban todavía más inquietud de la que ya sentía. Varias lágrimas cayeron por mis mejillas al momento en que el vampiro se detuvo frente a mí.
—Lo siento — Me disculpé nuevamente.
—Lo sé — Aseguró él, soltando su hombro lastimado y utilizando sus dos brazos para atraerme hacia su cuerpo y envolverme en ellos.
—¿Qué ha sucedido? — Interrogué, sollozando.
—Has tocado a tu padre. Eso te ha empoderado con tal fuerza que tu energía no pudo resistir...
Mi vecino continuó la explicación, sin embargo, yo cesé de oírlo en cuanto pronunció la palabra "padre". Los recuerdos volvían a mí de repente y podía verlo, parado cerca de mí, en carne y hueso, en vivo y en directo, luego de tantos años de añorarlo...
—¿Dónde está él? — Interrumpí, separándome de Justin.
—Desapareció después de que te desmayaras, y de soltarme una buena colección de improperios y amenazas también — Relató.
—Se supone que él estaba en un psiquiátrico — Murmuré.
—No lo creo. Ese bastardo jamás se alejaría de Alessandra. De todos sus descendientes, él es su mayor perro faldero — Escupió mi vecino.
Pasé por alto el insulto que profirió contra mi padre, puesto que el mismo nivel de rencor empezaba a gestarse en mí. Durante toda mi vida, había creído que mi progenitor estaba confinado en una institución pública, lidiando con su trastocada salud mental. Mas todo ese tiempo había estado en libertad y ni una sola vez había intentado acercarse a mí, ni contactarme de alguna forma.
—¿Qué fue lo que te dijo? ¿No dijo nada... de mí? — Inquirí, ocultando la desesperación que sentía por enterarme si mi vida significaba algo para la persona que me había procreado.
Con delicadeza, el vampiro me guió a sentarme en el colchón y se posicionó a mi lado. Su cuerpo inclinado de tal forma que, a pesar de nuestra postura, nuestros torsos aún podían enfrentarse.
—Los Venandi sabían que estabas evadiéndolos, pero nunca imaginaron que tú y yo... que nosotros... que tú conmigo... — Titubeó, viéndose incapacitado para completar los espacios en blanco en su vacilación, mas su sentido era evidente, por lo que continuó: —Él estaba furioso. Probablemente esté informando esto al resto del clan ahora. Estarán desesperados. Ahora te llevarán con ellos a cualquier costo.
—Iban a hacerlo de todas formas — Por primera vez, lo admitía en voz alta —Siempre fue inevitable.
Los ojos de Justin esquivaron los míos y se fijaron en el suelo. Las facciones de su rostro se endurecieron y sus labios se apretaron. Fugazmente, cada momento vivido a su lado se reprodujo en mi memoria. Desde la primera vez que lo vi a través de mi ventana aquella noche lluviosa y su áspera actitud los primeros días que congeniamos. Era tan fácil odiarlo entonces, no solo por mi instinto, sino porque él realmente lo merecía. Sin embargo, nuestra historia no se reducía a eso: luego, él doblegó su propia naturaleza por mí, para ayudarme, para contenerme.
Desde el inicio de mi vida, todo lo que conocí fue el abandono. Sin importar lo que hacía, siempre sentía que era dejada atrás. Pero no con Justin. Al contrario, fui plenamente consciente de que prefirió dejar atrás todo de él antes que a mí.
Y, en ese momento, «oh ironía», era yo misma la que debía abandonarme. Estaba siendo forzada a remover cualquier atisbo de mi persona y ¿qué ocurriría entonces entre Justin y yo? Él había sido capaz de elegirme por sobre nuestro violento destino, mas (considerando lo que yo acababa de hacer con tan solo ser empoderada) no podía decir lo mismo de mí. Nuestro enfrentamiento estaba sellado ¿Justin abandonaría su postura entonces? ¿Pelearía contra mí? ¿O seguiría aferrándose, incluso si eso significaba su propia muerte?
Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante ese pensamiento. La idea de que Justin se dejara vencer por mí, para no dañarme, aceptando que lo asesinara, me aterraba mucho más que la idea de morir yo misma.
—Prométeme que pelearás — Imploré repentinamente, notando que mi rostro estaba húmedo debido a varias lágrimas que desprendían mis ojos.
La atención de Justin volvió a posarse en mí, una mirada confundida en sus ojos.
—¿De qué hablas?
—Prométeme que vas a pelear conmigo. Prométeme que no vas a permitir que te mate — Volví a rogar.
Él frunció su nariz, como si mi propuesta le causara asco.
—Cierra la boca, Alessia — Masculló.
—Necesito que me lo prometas.
Él se puso de mi pie y me dio la espalda, caminando hacia la salida.
—Es mejor que comiences a empacar, nuestro avión partirá en unas horas — Sugirió con aspereza.
—¿Y qué pasará cuando estemos de regreso? — Insistí, siguiéndolo hasta el pasillo —Todo habrá acabado entonces. Me iré a Italia y jamás regresaré, no al menos como siempre he sido — Justin se detuvo y debí imitarlo para no chocar contra su espalda. Giró para enfrentar su dura mirada con la mía. A pesar de la manifiesta hostilidad que mis palabras le provocaban, continué para intentar convencerlo: —¿Qué pasará cuando luchemos, Justin?... Petzat lo dijo: has pasado tu vida entera esperando ese momento, esperando por mí. Finalmente, está aquí. Esa Venandi a la que te enfrentarás, la heredera mujer de Alessandra Setter, no seré yo en absoluto. Así que tienes que defenderte... Prométeme que vas a luchar.
Por largos segundos, prevaleció el silencio mientras nuestras ojos aún mantenían su intenso contacto. Al final, Justin asintió con lentitud.
—Lo haré — Acordó, firme —Lucharé.
—Así que... eso es todo — Dictaminó Brian, soltando un prolongado suspiro mientras cerraba la tapa de una caja, donde anteriormente había empaquetado mis pertenencias.
—Sí. Ya todo está guardado — Confirmé.
Permití que mi mirada paseara por la habitación donde había transcurrido la mayor parte de mi vida, en ese momento desprovista de mis cosas. Lucía tan vacía como yo me sentía en mi interior.
—Uno de los mejores promedios de nuestra promoción, requerida en Cambridge, becada en Stanford... Todos en el pueblo se han enterado de ello. Siento que estoy junto a una celebridad ahora — Bromeó mi mejor amigo, sin embargo, un ápice de nostalgia traslucía en sus palabras.
Dirigí mi vista hacia él, escrutando su rostro con detenimiento, recordando sus rasgos suaves de la niñez y comparándolos con los del joven adulto en el cual se había convertido.
—Voy a extrañarte — Confesé, mi garganta comenzaba a obstruirse debido a la angustia ——Lamento haber pasado nuestro último tiempo juntos comportándome tan extraño. Realmente, desearía que pudiéramos volver el tiempo atrás y todavía ser los mismos compañeros que jugaban a guerras de peluches...
Brian me sonrió y se acercó a mí, enredando mi cuerpo entre sus brazos. Apoyó su mentón en mi cabeza, ya que era mucho más alto que yo.
—Nada se queda igual por siempre, pero lo que importa es mantenernos juntos a pesar de los cambios ¿no es así? — Tomándome por los hombros, tomó distancia de mí para observarme a los ojos —Y ahora solo iniciarás la semana de adaptación en Stanford, lo que significa que volverás dentro de poco tiempo y podremos pasar más tiempo juntos antes de que te vayas definitivamente...
No respondí, pues bien sabía que cualquier contestación de mi parte solo podía significar una mentira. Mi costado humano jamás volvería a presentarse, ni para mí, ni para nadie.
—¡Sia! — La alegre voz de mi hermano menor irrumpió en el cuarto. David se asomó en la puerta y me sonrió —Ya debemos irnos.
—Yo cargaré las cajas — Se ofreció Brian, llevando un par de ellas hacia afuera. Incluso mi hermano tomó unas bolsas de menor peso y lo siguió.
Yo, por otro lado, me quedé inmóvil en mi lugar. Mi madre esperaba en el automóvil, aparcado en la calle, expectante por llevarme al aeropuerto, donde creía que yo iba a tomar un avión hacia mi futura Universidad. Sin embargo, tal como me habían notificado días atrás, allí me esperaban mis ascendentes Venandi, listos para guiarme al Vaticano, para sumirme en un exhaustivo entrenamiento, para cambiar mi vida por siempre.
Una vez más, recorrí el cuarto con mi mirada, hasta que la misma se posó en la ventana que enfrentaba la mía, perteneciente a la casa contigua. Allí, contemplándome de forma intensa con sus cautivantes ojos color ámbar, había un chico. Un chico que con su sola presencia lograba acelerar mi corazón a causa de la adoración que sentía por él.
—Adiós — Murmuré.
Apenas abrí mis labios para pronunciar mi despedida, pero aún así, fui consciente de que él me escucharía. Porque aquel, mi vecino, era un vampiro.
-TatianaRomina-
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