Capítulo 7.
- ¡No! -Sacudió la cabeza, moviendo las dos pequeñas coletas rubias que recogían su cabello. -Esos no me gustan. Mamá pone de los otros.
Ethan siguió rebuscando en la despensa, en busca de los cereales de colores. Sacó una y otra caja, y parecía que los froot loops no tenían intención de salir. Llenó el tazón rosa con leche, y con una sonrisa graciosa le sacó la lengua burlándose de la pequeña.
-No hay. Los crunch también están buenos.
La pequeña que estaba sentada en el taburete continuo del mío, apartó su supuesta cena con un rostro triste, casi intentando derramar alguna lágrima para dar algo de pena.
-Pero no son de colores.
Estaba muy nerviosa; esa conversación parecía que nunca acabaría. Ethan se agachó detrás de la barra americana en busca de los cereales perdidos, y yo me tensé bajo la azulada mirada de la niña rubia. Incluso la forma en la que enarcaba la ceja llegaba a recordarme a él.
Misma mirada; gestos idénticos; mal genio; y a los dos les gustaba ese festival de cereales de colores.
- ¿Tú quién eres? -Preguntó, apuntándome con la cuchara.
La madre de Byron dejó de darme miedo...para que una niña de seis años me intimidara.
Tragué saliva antes de responder.
-Freya.
Ella agrandó los ojos.
- ¿Qué Freya? ¡Ethan! -Golpeó sus puñitos. - ¿Quién es Freya?
Ethan se levantó, agitando la caja de cereales que tanto quería la niña. Se inclinó hacia delante para depositar un beso en la coronilla de su cabeza, y entre abrió los labios para responderle.
Pero fui más rápida.
-Soy la vecina -apunté la puerta de la entrada. -Vivo en el apartamento de enfrente. Soy una amiga de tu...De tu...
¿Qué era Ethan para ella?
- ¿De mi hermano? -Sentí un gran alivio al saber que eran familia. De ahí el mismo color ojos claros como el cielo; sonrisa perfecta; y a los dos se le arrugaba la nariz al reír. - ¿Y Effie?
-Effie está en casa de sus padres -dijo Ethan. -Quédate ahí. Tengo que hablar con Freya. Estamos junto a la ventana, no te preocupes.
Él pasó por mi lado, y con el brazo rodeando mi cintura, me levantó del taburete para alejarnos de la pequeña. Ni siquiera sabía su nombre. Salvo que era una Evans más.
Quedamos uno delante del otro, mirándonos casi sin pestañear. La atenta mirada de su hermana seguía cada paso tonto que dábamos. Sostenía la cuchara entre sus labios, y giraba bruscamente el cuello sin darse cuenta que podía hacerse daño.
-Soy consciente de que nuestra relación...-se tomó un tiempo antes de seguir hablando. -Necesito que me ayudes, Freya.
Mis hombros se relajaron.
- ¿Qué sucede?
- ¿Recuerdas que te dije que económicamente mi familia no estaba en su mejor momento? -Asentí con la cabeza. Ethan era quien pagaba sus estudios. -La suerte ha llamado a la puerta. Mi madre ha encontrado trabajo. El problema es que durante un mes tengo que cuidar a Marjorie -la miramos. -No puedo quedarme con ella por las noches. Poom's.
Susurró lo último.
Daniel no podía ayudarlo.
- ¿Y Effie? ¿No se puede quedar con ella?
- ¿Effie? -Bajó la cabeza, encontrándose con el perro de ella durmiendo sobre el sofá. -No cuida de su perro, va a cuidar a mi hermana. Es una locura.
- ¿Por qué no le has dicho a tu madre...
Me detuvo.
- ¿Cómo le digo a mi madre que parte del dinero que le doy es ganado porque bailo casi desnudo sobre un escenario? ¡Me odiaría de por vida! -Se avergonzó al haber gritado tanto. -No sé qué hacer. Pensé que tal vez tú...
¿Yo?
- ¿Qué?
-Solo serán unas horas. Es una buena niña -Marjorie me miraba con el ceño fruncido, como si no si fiara de mí. -Cuatro horas, Freya.
Él no lo entendía. Si pensaba que Effie era un desastre, yo era la peor. Más bien, Ethan me llamaba "caos personal". Los problemas venían a mí como imanes. Y, a los dieciséis, seguía teniendo una niñera que me quitaba la corteza del pan de molde. ¿Cómo cuidaría a una niña?
Pero noté la desesperación tanto en su mirada como su voz. Si no lo hacía por él, lo ayudaría por su familia. En el fondo era un gran chico, imbécil, pero con gran corazón. Pocos jóvenes ayudaban a sus padres, y él le daba la mitad de sus ingresos a su madre.
-Está bien -dije, no muy convencida.
Las manos de Ethan quedaron sobre mis hombros. En un rápido movimiento, empujó mi cuerpo hasta acomodarlo contra su pecho. Esa calidez que me daban sus brazos, era jodidamente increíble. Cerré los ojos, sintiendo el ritmo de los latidos de su corazón golpeando en mi oído; como una dulce canción de cuna.
-Gracias. Mil gracias -besó mi mejilla, acercándose lentamente hasta mis labios.
Había pasado tanto tiempo desde la calidez de su boca jugando con la mía, que si su hermana no hubiera gritado, mis labios habrían luchado sobre los suyos.
Le quitó la caja de cereales, y la volvió a guardar en un lugar más alto. Recogió rápidamente su abrigo, y nos dio un beso a cada una antes de marcharse. Al cerrar la puerta, me quedé allí quieta, mirando por si volvía de nuevo.
Los lentos pasos de la pequeña, me obligaron a mirar por encima del hombro. Marjorie golpeaba el suelo con sus zapatitos blancos; cruzada de brazos esperando algo.
- ¿Qué te apetece hacer? -Sonreí.
-No me gustas -movió el dedo de un lado a otro, diciendo que no. - ¿Vas a estar toda la noche ahí parada? ¿O vas a ponerme alguna película de dibujos?
¿Ethan había dicho que era una buena niña?
Porque a mí no me daba esa sensación.
Tenía unos aires angelicales que rápidamente se convertían en la mismísima hija del diablo.
Con los labios apretados, sin saber que decir, me acerqué lentamente para arrodillarme delante de ella y mostrarle lo simpática que podía ser. Freya era torpe, pero también era alegre, divertida y graciosa.
Alguien tocó el timbre de mi puerta. Lo hizo tantas veces, que podía escucharlo desde el apartamento de Ethan. Una voz conocida gritó una y otra vez mi nombre.
Aceleré mis pasos con el fin de silenciar sus gritos; los vecinos terminarían por echarnos.
- ¿Byron? ¿Qué haces aquí?
Giró sobre los talones.
No era mi tímido Byron. Parecía enfurecido.
-Ginger me ha dicho lo que está pasando. ¡Tu padre se acuest...
Mi mano apretó con fuerza su boca, provocando que se tragara cada palabra que diría sin pensar. Yo no soportaba a su madre...pero lo dos pensábamos igual. Stop a la unión de nuestros padres.
Cerré la puerta con un movimiento de cadera. Lo invité a que se sentara y le di un vaso de agua fresca.
- ¡Freya! -Marjorie elevó la voz. -Los dibujos animados.
La mirada de Byron se encontró con la mía.
- ¿Quién es? -Era tan curioso como yo.
-La hermana pequeña de Ethan. Estará un mes con él -busqué algo en el televisor. A las nueve de la noche la animación infantil era pésima. -Tengo que cuidarla.
Él rió por lo bajini.
-Lo siento. Pero ya sabes -nos señaló a ambos con el dedo, tocando nuestro pecho-somos...
- ¡El caos en persona! -dijimos a la vez.
Con Byron podía ser yo misma. Cuando pasaba tiempo con Ethan, siempre intentaba parecer perfecta (no conseguía resultados).
-En la habitación de mi hermano hay Dvd's de Bob esponja.
Era una gran idea.
Los dejé a solas en el comedor.
Por la risa que se escuchaba desde la habitación, esos dos se estaban llevando bien. Jugueteaban con el perro de Effie, tirándoles de la rosada cola hasta hacerlo enrabiar y ladrar desesperadamente. Me senté en la cama, y abrí cajón por cajón. Sobre la mesita de noche estaba su teléfono móvil.
Lo cogí casi temblorosa.
«Me enviaste un mensaje, y yo lo borré.»
De fondo de pantalla salíamos los dos; sonrientes y abrazados con las mejillas pegadas. Rebusqué en los mensajes, y por suerte seguía ahí. Ethan no lo borró.
»Soy el imbécil que tiene miedo a decirte te quiero cuando realmente debería de gritártelo cada día. Lo siento, Freya. Te quiero. -E. «
El teléfono móvil resbaló de entre mis dedos. No podía creerlo. Me dijo te quiero a través de un mensaje de texto. Eso...eso era...
« ¿Qué era?» -Pensé. « ¿Cutre o romántico?»
Lo dejé en su sitio
Me levanté con una estúpida sonrisa, y busqué a Marjorie. Se encontraba tranquila en el sofá, con el perro sobre sus piernas mientras que le acariciaba la cabeza.
Mi felicidad se esfumó ante la imagen del televisor. El corazón me latió a mil por hora, y solté un grito a la vez que me tiraba para apagar el televisor.
- ¡No! -Protestó Marjorie.
Byron intentó encenderlo de nuevo, pero lo detuve.
- ¿Qué pasa?
- ¿Qué pasa? -Tiré de su jersey de rayas. -Eso digo yo, Byron. Le has puesto dibujos guarros.
-Pero si es Peppa pig.
Marjorie quedó de pie sobre el sofá.
- ¿Peppa...qué? ¡Eran penes rosas! Una familia de penes correteando por el césped -mis manos quedaron sobre la cabeza. ¿Se habían vuelto locos? -Deberían de censurarlos.
Esta vez fui yo quien cerró los ojos. Se suponía que tenía que cuidar a la hermana de Ethan, y no dejar que viera una orgia en dibujos animados. Guardé el mando del televisor, y la cogí para bajarla del sitio donde empezó a saltar.
-Quiero ver Peppa pig.
Hasta el nombre empezaba por "p".
«P de poll...-pensé. - ¡No! Freya. Quita esa idea de tu cabeza.»
-Vamos a jugar los tres a algo.
Necesitaba que Byron me apoyara. Si Marjorie estaba entretenida, nosotros hablaríamos de nuestros padres.
-Al escondite -propuso ella. -Con la luz apagada.
Sacudí la cabeza, negándome.
-La luz encendida.
-No.
-Sí.
¿Por qué los niños siempre ganaban?
Chasqueé los dedos ante la idea que pasó por mi cabeza. Volví a la habitación de Ethan, y rompí un envoltorio con los dientes. Estiré el elástico, y lo presioné en la pequeña cabeza de la niña.
De esa forma no se perdería.
- ¿Freya?
-¿Sí?.
- Le has puesto un condón en la cabeza.
La miramos desde todos los ángulos posibles.
-No es un condón normal -sonreí. -Es fluorescente. Brilla en la oscuridad.
Byron dejó caer los brazos sorprendido.
- ¿Cómo una espada láser?
Asentí con la cabeza, aguantando las ganas de reír por la ilusión que le hacía a él tener uno.
Las luces se apagaron, y la cabeza iluminada de Marjorie empezó a corretear por el comedor para esconderse. Byron y yo cerramos los ojos, y contamos hasta veinte.
El problema era que a diez...se escuchó la puerta de la entrada cerrarse.
- ¿Marjorie? -Pregunté con un nudo en el estómago.
-Creo que se ha ido.
« ¡MIERDAAAAAAAAAAAA!»
Miramos de inmediato el pasillo.
-Freya, no está.
Las manos me temblaban; no podía respirar; lo que me rodeaba empezó a dar vueltas; y mi frente se cubrió con pequeñas gotas de sudor.
Me mordí el interior de la mejilla.
-He perdido a la hermana de Ethan en menos de una hora. ¡Me va a matar!
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